Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 18 de noviembre de 2018

¿Cómo evolucionar adecuadamente?

Café Filosófico en Vélez-Málaga 10.2
16 de noviembre de 2018, cafetería Bentomiz, 17:30 horas.


Unas horas después del Día Mundial de la Filosofía, ahí estaban casi cuarenta participantes de nuestro Café filosófico para indagar sobre la evolución. Social, cultural, histórica. El recorrido por nuestras evoluciones humanas requirió de una importante clarificación conceptual... para no perdernos, para no confundirnos. En exceso. ¿Qué es lo adecuado? O mejor, y más fácil quizás, ¿qué es lo inadecuado? Pero antes, ¿realmente evolucionamos? ¿Qué es evolucionar? ¿Es lo mismo que progresar? Pero, el progreso ¿es irreversible? ¿Y es siempre positivo? ¿Qué pasa con las metas a las que nos dirigimos? ¿Son siempre utópicas? ¿Puede haber consenso sobre los contenidos a perseguir, o lo importante es el modo como los alcancemos? ¿Y de qué manera hacemos compatibles el bien individual con el bien general? ¿Sólo buscamos unas mejores condiciones materiales? Imaginaos, a todo esto se pusieron manos a la obra los asistentes. Con mucha disciplina, con mucha colaboración mutua. Y así acabaron encantados. Lo dijeron. Cada uno a su casa, se llevó una buena remesa de cosas que pensar... para vivir mejor. Juntos.

Descartes nos ofreció su diáfano parterre para encauzar la primera reflexión, personal en este primer caso: ¿Ha quedado algo mínimamente claro en tu vida? Esta “tecnología del yo” (Michel Foucault) nos la ofrece Descartes, que le pasaba como a nosotros, dudaba. Tenía pocas cosas claras. Pero quería aclararse. No era un escéptico cualquiera (escepticismo metódico, lo ha denominado la tradición). Dudaba, buscaba, para encontrar algo indudable. Y creyó encontrarlo: la evidencia racional. Pero nosotros, que también dudamos, ¿hemos llegado ya a alguna evidencia, por pequeña que ésta sea, por muy personal o subjetiva que resulte? Y así estuvieron un rato, compartiendo sus evidencias, sus “claros del bosque” (María Zambrano), en que descansaban ahora sus vidas.

Una evolución es una variación o diferencia respecto a un estado previo que consideremos. Y es irreversible, en el fondo, pues nunca nadie cae dos veces en la misma piedra, o se baña dos veces en el mismo río (Heráclito), aunque parezca a primera vista la misma piedra y el mismo río. Además, no hay que confundir progreso con evolución. El progreso es una evolución positiva... Pero una positividad que satisface un bien mayor o un bien para la mayoría, según interpretaciones más o menos utilitaristas, pero que no desdeña nunca –ni debiera hacerlo– los errores y los fracasos. También son progreso, o mejor dicho, el progreso necesita de ellos, pues todo progreso adecuado se nos presenta –según dijeron los participantes– como un aprendizaje, un descubrimiento, o quizás un autodescubrimiento en la historia (Hegel).

Por otro lado, la metas a perseguir pueden ser problemáticas... Lo que hoy nos parece bien, mañana puede no parecernos bien... Incluso, podemos descubrir más adelante, con su puesta en práctica, que aquello se nos muestra totalmente nefasto. Podéis poner muchos ejemplos actuales, efectos de la utopía del progreso ilustrado: “seremos mejores (social, moralmente) a base de desarrollo científico-tecnológico”. De modo que más nos vale plantear ideales, utopías, abiertas, como metas orientativas, ideas regulativas (Kant), que no se alcanzan nunca, pero nos orientan en la misma búsqueda. Aspirando a los consensos más amplios posibles, sabiendo que, además de los contenidos alcanzados, importan mucho cómo se han logrado, si es adecuado el procedimiento. Simétrico en sus procesos, la igual posibilidad de intervenir por parte de todos los afectados e implicados en un problema (Habermas), y la corresponsabilidad de todos en relación con consecuencias generadas por nuestras acciones (Apel).

Y todo esto lo dijeron ellos para ti, sin tener que citar a ninguna autoridad, a ningún filósofo: el bien general no es posible sin el bien individual ni viceversa. Ni tampoco unos bienes materiales sin el logro de unos bienes espirituales, una mínima armonía o paz interior. Y muchos dirán que no nos pondremos de acuerdo, y que será injusto que así sea... Pero, ¿no es posible un consenso en lo mínimo, en lo básico? No en vano todos nosotros somos los seres humanos. A veces lo hemos conseguido. Verbigracia: los derechos del hombre y los del niño y los de la mujer y los de otros seres no humanos... No se cumplen siempre, pero nos orientan y nos permiten juzgar lo más correcto posible que sepamos. ¿Y no hay unos derechos y unas necesidades básicos que todos compartimos como seres humanos, como seres vivos, como habitantes de este planeta junto a otros. He ahí el camino adecuado.








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