Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

sábado, 28 de diciembre de 2019

¿Todo es perdonable?



Sobre el perdón
Café Filosófico en Vélez-Málaga 11.3
27 de diciembre de 2019, cafetería Bentomiz, 17:00 horas


¿Qué es perdonar?

¡Extra, extra de Navidad! Nuevo Café filosófico inaudito, a petición de algunos antiguos alumnos, entusiastas participantes.

Como los que forman parte de estos encuentros filosóficos no están para hacer uso de la filosofía, sino a su servicio, quedaron emplazados en uno de los últimos días del año 2019, y así dar salida a su demanda e inquietud filosófica.

Ya que se trataba de un Café filosófico especial, cabían dos preguntas. A los nuevos asistentes: ¿qué buscas? Y a los reincidentes: ¿qué encuentras? A través de sus respuestas se presentaba una buena oportunidad para recordar o intuir, según los casos, de qué iba una reunión como esa. Y de una manera natural fueron saliendo a la palestra algunas de sus claves.

Entre todos, en poco más de media hora, los ingredientes básicos de una posible definición de lo que es el perdón (perdonar o sentirse perdonado) iban emergido, componiendo la esencia de este acto humano, tan humano. Algunos de tales ingredientes se contrastaron con los casos más típicos pero otros emergieron en el transcurso del diálogo filosófico. Y se ha de decir, cuando se puso a prueba esta receta de ingredientes fundamentales – hacia el final del encuentro –, que la mismísima Wikipedia apenas tenía nada valioso que añadir. Ahora mismo os ofrece este relator todo el plato completo, para vuestra degustación: primero de todo, perdonar es sanar, aliviar, reparar un daño u ofensa (que no es lo mismo, aunque no fue el momento de reflexionar sobre ello); implica, también, una renuncia al rencor, a la venganza, al odio; asumir el error, o el cúmulo de errores, lo que quiere decir que la ignorancia está siempre presente en el objeto (mejor, en el sujeto) del perdón; el perdón, asimismo, supone la aceptación de éste (por una o por todas la partes, esto fue debatido por un rato); pero, como decíamos, en el recorrido que siguió la discusión, aparecieron otros importantes ingredientes: primero la generosidad, el estar abiertos al perdón, que no es otra cosa que restituir el amor; y segundo, la comprensión del otro. Esto último dio lugar a una bonita discusión posterior.

Pero solamente os contaré – el resto habréis de imaginarlo por las insinuaciones anteriores – el énfasis que el grupo de trece personas allí asistentes puso en la necesidad de perdonarse a uno mismo, tanto si se trata de una cuestión meramente individual, como si implica a otros, que es lo más habitual en este tema del perdón. Porque mirad: si yo no tengo una buena relación conmigo mismo, difícilmente podré perdonarme en sucesivas ocasiones, ni tampoco me resultará sencillo – a veces es imposible – perdonar a los demás. Y es que hay perdón en función, no tanto de qué sea lo perdonado, más grave o más liviano, sino más bien en función del quién sea quien perdona, que podemos resumir: resultado de la trayectoria vital de cada uno de nosotros. Por lo tanto, en esto habría que poner sumo cuidado, en el desarrollo personal de cada uno de nosotros. Esto te trasmiten los participantes y esto se explaya un poco más a continuación.

¿Todo puede ser perdonado? ¿El perdón posee límites? Como ya en parte se ha anunciado, el componente individual o personal es clave para responder a esta pregunta. Lo que para uno es perdonable, para otro no lo es en absoluto. De todos modos, la generosidad y la comprensión son esenciales de cara a un eventual aprendizaje del perdón, si es que partimos de que es preferible vivir en el perdón, que no vivir sin ello. No digamos ya, convivir. Lo que nos abre hacia una nueva pregunta: ¿todo es compresible? Sí, todo puede llegar a ser comprendido... ¿Esto significa que todo contiene la posibilidad de ser perdonado? Pues sí y no. Aquí el grupo llegó a una crucial distinción: el acto y la persona detrás del acto. Si nos referimos a lo primero: no todo es perdonable, o al menos hay acciones que necesitan de una reparación o justicia suficiente; si nos situamos en lo segundo: toda persona puede llegar a ser comprendida y perdonada. Es decir, que perdonar a la persona no implica que haya que perdonar sin más el acto. Y que no disculpar el acto, signifique que no podamos entender a la persona que ha realizado el acto. Suculentos ejemplos fueron expuestos allí, aquella tarde, pero los hemos dejado para el disfrute privado de los que allí estuvieron. Vosotros podéis tener en cuenta vuestras propias situaciones vitales. ¡Buen día y buen año!

lunes, 23 de diciembre de 2019

¿El conocimiento produce dolor?


Sobre el conocimiento y el dolor
Café Filosófico en Vélez-Málaga 11.2
13 de diciembre de 2019, cafetería Bentomiz, 17:30 horas


¿El conocimiento lleva al dolor? Este fue el tópico, en el sentido lato, de aquella tarde. Puesto en cuestión convenientemente por parte de los asistentes. A la vez, pudieron ellos comprobar –como tú, si hubieras estado allí– por donde discurre un verdadero diálogo: la transformación interior de los participantes, que se nota en el cambio de expresión y de opinión. Veréis: inicialmente, se procedió a una votación para ver quiénes estaban a favor, en contra o tenían dudas acerca de dicha cuestión; y lo mismo se hizo hacia el final de la discusión. Y no importa tanto que variaran las proporciones de adeptos o detractores, sino que más de la mitad de los participantes habían cambiado su apreciación primera del asunto.

Pero antes de todo esto, el conductor del encuentro planteó la consabida cuestión de reflexión previa: ¿cuándo me he sentido yo escuchado o no escuchado? Con su otra cara: ¿Cuándo yo he escuchado o no he escuchado? Y los allí presentes fueron desgranado sus experiencias, a la par que las sensaciones de confortabilidad dentro de la reunión aumentaban. Para esto es... Y precisamente, nuestro espacio filosófico es un lugar donde esto es posible... Escucharse. Quizás por eso, en el fondo, es deseado... Porque hace falta algo así en este mundo rápido, por el que pasamos muchas veces de perfil o de puntillas. Estando sin estar.

Pues bien, entabló contienda la experiencia dolorosa –que tan fijada queda siempre– de lo que muchas veces sucede (que el conocimiento produce dolor) con la convicción de que no siempre sucede, y que no tendría por qué suceder. De hecho todos tenemos experiencias de ambas clases. ¿Por qué pesa una más que otra a la hora de la valoración general? ¿Dependerá de nuestra actitud, de nuestro estilo activo o reactivo frente a estas experiencias? A veces preferimos no saber, “lo que sea será”, no ver, pues si no vemos parece que no existe... O bien, también contamos con la repetida experiencia de todo eso que hemos evitado sabiendo, o nos habríamos evitado de haber sabido más o mejor. Unos y otros, a favor y en contra fueron introduciendo sus consideraciones, aunque la negativa (que el conocimiento no lleva al dolor) fue ganando terreno, o al menos eran los participantes más argumentativos. Que si es una idea ingenua su afirmación, que si el dolor forma parte del hecho de ser persona y su proceso de maduración, que si es realmente la ignorancia la que produce verdadero sufrimiento, que al menos te puede hacer tomar conciencia del dolor, vivirlo a fondo y poder crecer...

Un escenario de contrastación de este tópico se nos presentó a todos los asistentes: ¿los niños pequeños, antes de su educación (o domesticación social, más razonable o menos), son felices porque no saben? ¿Son felices porque son idiotas? (En su sentido etimológico: vivir cada uno en su propio mundo, encerrado en él) Y desde aquí surgió una más que apropiada diferenciación: entre saber y sabiduría. Los niños puede que no sepan muchas cosas, hacerlas, cambiarlas, que no tengan experiencia de la vida ni sus capacidades demasiado desarrolladas para acumular y entender más, pero es posible que sean sabios en el vivir: estar aquí y ahora presentes, no sufrir tanto, ni tanto tiempo, a consecuencia de sus mentes mucho más descargadas que las nuestras, de ideas o frustraciones. Así que es posible imitar, e ir más allá de los niños pequeños, hacia una docta ignorancia (Nicolás de Cusa, siglo XV), que sea capaz de situarse en lo esencial o imprescindible para vivir bien, conscientemente, un aprendizaje permanente del vivir.

Así pues, ya puedes entrever la conclusión que te aportan los participantes del café filosófico del mes de diciembre, para que sigas pensando, siendo y actuando por ti mismo. Una respuesta adecuada al tópico propuesto (y con resignación admitido a veces) te debería llevar a distinguir qué tipo de ignorancia, qué tipo de conocimiento, por un lado. Así una ignorancia tozuda o perezosa es claro que no te lleva por buen camino, pero sí una ignorancia del exceso de lo superfluo, de la cantidad y no de la calidad, una ignorancia de lo que no merece la pena, plagado de tropiezos constantes y sufrimientos insustanciales; tampoco un conocimiento enciclopédico, excesivo por especializado, o confuso, sin criterio, un todo revuelto, o un todo acumulado y apilado, te ayuda mucho, todo lo contrario, pesa, agobia, paraliza... Sería distinto un conocimiento articulado, ordenado desde la experiencia propia y el autoconocimiento, un conocimiento con referencias, que incluya o se oriente a valores... Por otro lado, lo mismo sucede con el dolor: hay dolor y hay sufrimiento. El dolor forma parte de la vida y ha de ser vivido también, conscientemente y a fondo (así se vuelve menos doloroso y es por sí mismo, siempre, autodidacta), pero el sufrimiento está repleto de ideas, conocimientos que prefiguran la realidad e impiden verla tal como es, creencias habituales que condicionan la vida y la vuelven un calvario o un vale de lágrimas. De eso es mejor no saber, mejor no tener mucho. Pero esto sólo se logra con una actitud plenamente despierta y consciente. Sabia, o en el camino de la sabiduría. Una vida bien orientada. Al menos... eso.



martes, 19 de noviembre de 2019

¿Quién quiero ser?


Sobre mi futuro
Café Filosófico en Vélez-Málaga 11.1
15 de noviembre de 2019, cafetería Bentomiz, 17:30 horas


¿Qué quiero llegar a ser? Que en su fondo pregunta: ¿quién quiero ser? Pero, ¿y si para descubrir mi ser necesito llegar a ser? Dejar desplegarse lo que ya soy... En torno a estas cuestiones básicas –tan básicas– giró la discusión de aquella tarde, el primer café filosófico de la temporada –el destinado a ser el anterior hubo de suspenderse–, y Aristóteles y su distinción entre ser en potencia y ser en acto estuvo muy presente... sin saberlo ellos, con ellos. Un primer encuentro muy concurrido, como es habitual, entreverado de veteranos y neófitos (incluso, dos de las asistentes venían de la lejana, desde aquí, Sevilla... ¡encomiable!). Si bien, aquellas mencionadas vueltas alrededor de la voluntad de ser (Nietzsche) es muy posible que viniera predispuesta, desde la pregunta inicial que el moderador dejó a la consideración –y como presentación– de los asistentes al resto del grupo: ¿En qué momento o situación me he sentido yo más yo mismo? Todo forma parte de todo... y quizás esto despertó algún aletargado interés.

Este relator, al objeto de ayudaros a vosotros, lectores, a fijar en vuestra imaginación el desarrollo de este diálogo filosófico, esta investigación conjunta, os alerta de los tres momentos en que se configuró el encuentro: quién quiero ser, en el contexto de la vida con los otros; el proceso o la evolución necesaria para llegar a ser uno mismo; y el papel de las circunstancias en este autodesarrollo o despliegue de uno mismo.

a) Quiero ser mejor, pero este efecto surge de la comparación de unos con otros, de nosotros o de los demás con un modelo que acaso debiera ser lo mejor. En numerosas ocasiones, dicha comparación o contraste depende del temor a no sentirnos incluidos, integrados socialmente... Puedo sentirme mejor haciendo y pensando lo que otros hacen o piensan. Y aquí les surgió a los participantes la sempiterna paradoja de la relación social: quiero ser yo, pero quiero ser aceptado; y al querer ser aceptado, dejo en la misma medida de ser yo. Pero una sugerente metáfora vino en auxilio de los presentes: no se trata de “contenerme” a mí y a la sociedad en un vaso, sino de sostenerme en un equilibrio que me permita ser yo mismo, caminando la cuerda de la vida social. La realidad de la actividad creadora también delataba con mucha claridad esta misma conclusión: sobre el fondo social, histórico y cultural, conformo mi aportación única, original, nueva, mía.

b) El proceso mediante el que yo voy (o puedo ir) siendo yo mismo se puede resumir como un paso de lo inconsciente a lo consciente. Es claro que evolucionamos física, mentalmente, pero el desarrollo de uno mismo tiene más que ver con el desarrollo de un potencial, aclaran los participantes después de una breve discusión. Y aquí el sentido aristotélico, aunque se inspire en lo físico posee un alcance metafísico, referido a nuestra propia identidad, como él mismo nos hace ver en sus textos. Somos, diríamos, la actualización de un potencial, una virtualidad que va haciéndose realidad, autorrealizándose. Y al realizarse nos realizamos nosotros mismos como seres ex-sitentes... no hay más, ni menos.

c) Pero si este potencial es universalizable (puesto que contiene capacidades compartidas con otros seres humanos y, a veces, no humanos, que nos hacen ser), qué es lo que hace que se individualicen, se concreten y sean únicas en cada caso, diferentes, variadas. Según les pareció a los participantes es aquí donde las condiciones materiales de la vida (que incluyen lo social, lo cultural, lo familiar, los temperamentos o tendencias, el estilo personal) juegan su papel crucial: fuerzan una expresión determinada del potencial. Las respuestas que nuestro ser profundo va concediendo a las variadas circunstancias de vida, configurando un ser, un modo de ser... Un modo de ser no es lo que yo soy, profundamente, pero sí es lo que llego a ser. La expresión particular aquí y ahora, la experiencia fraguada con el correr del tiempo y el movimiento de los lugares.

Somos una semilla puesta en el mundo... Lo que esto quiera decir en el fondo sólo lo saben los que allí estuvieron, junto a ti, lector, si es que este relato ha sido capaz de ponerlo en acción o sugerirlo.




martes, 6 de agosto de 2019

El miedo (RadioPatio - IES Juan de la Cierva)

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¿Qué es el miedo? ¿El miedo es evitable? ¿Es posible tener miedo al miedo? ¿Por qué tenemos miedo? ¿Qué tiene que ver con nosotros mismos? ¿Cómo podemos liberarnos de nuestros miedos? Estas preguntas junto a otras fueron las que trataron de responder -y respondieron- los participantes de esta tercera grabación de Radiopatio (IES Juan de la Cierva), durante el mes de noviembre del curso 2018-2019. !Muchas gracias!: Alejandro Zamora, Marcos Hidalgo, Karina Nazal y José Luis Lastre.



La vida es un viaje espléndido, y para vivirla sólo hay una cosa que debe evitarse: el miedo.

Pablo d´Ors, Biografía del silencio

domingo, 14 de julio de 2019

Sobre la realidad que somos


Si tú te miras, ¿qué queda?
María Zambrano
Nada nos impide planear la vida, ahora bien, en el fondo, ¿quién propone realmente el plan, nosotros o la misma vida? Es muy posible que nuestra vida sea un tejido… Les cuento: teníamos previsto celebrar el último café filosófico de la temporada(i) en el patio de la meditación del antiguo convento de las carmelitas de Vélez-Málaga, en la terraza de la cafetería Área Quattro, como otros junios anteriores, cuando el calor va apretando, pero llegamos allí los participantes y nos encontramos una música a muchos vatios de potencia… Imposible desarrollar un diálogo filosófico, como los dioses mandan. Al dueño de la cafetería lo encontramos tan sorprendido como nosotros: tenía preparada nuestra mesa bajo las columnas antiguas de este patio moderno, pero… tuvimos que improvisar. Acomodarnos en el interior, a pesar de algunos inconvenientes añadidos, y hacernos allí un lugar de discusión. Y lo hicimos. Y nos gustó. ¿Quién propone realmente el plan de la vida? Nosotros sólo pudimos responder a la situación, pero respondimos y generamos una situación inexistente, imprevisible, nueva. La vida se enrama con la vida. 
Antes de plantearnos una pregunta fundamental sobre la temática del día, el facilitador de estos encuentros de Filosofía Practicada, les pidió a los participantes, tenaces ante las adversidades pasadas y venideras, que adelgazaran en una sola expresión o palabra su experiencia reiterada de estos cafés filosóficos. Esto a los veteranos de la reunión; a los visitantes nuevos les pidió que se refirieran a la expectativa previa que traían consigo. Y ya con ellos, vosotros, queridos lectores de estos relatos ulteriores, también podéis haceros alguna idea, que al menos logre rozar un poco la realidad de estos encuentros –nada sustituye la asistencia y la participación personal–. Aquí van algunas de sus respuestas: cada uno es diferente; el enriquecimiento mutuo; la lucidez del grupo; la utilidad para la vida; las palpitaciones que siento; la escucha; un método para llevarme a casa; una salida de lo común; aclararme en mi vida, expresarme, etc. Clarificar, cuestionar, definir o extraer consecuencias de cada una de estas impresiones, ya sería por sí mismo materia para todo un café filosófico. Pero nos limitamos en este espacio escrito a relatar lo que allí, aquella tarde ruidosa y calorienta, sucedió. Una parte del mundo.
¿Quién soy yo en el fondo de mí mismo? La pregunta. La identidad personal, la temática. Pudo ser el valor de las matemáticas, pudo ser el sistema educativo, si funciona, pero no fueron. Hoy. Ese día. Fue la preocupación acerca de cómo saber si nosotros somos nosotros mismos, y también, agazapada, la pregunta acerca de si lo estamos siendo. Pues bien: después de tantear el problema, el moderador propuso que la investigación sobre nosotros mismos, quiénes somos en el fondo, la lleváramos a cabo a través de experiencias particulares, personales –en esencia, lo que Lou Marinoff propone como diálogo socrático en su conocido libro(ii)–. Pero, no estará de más repasar antes dicho tanteo previo del problema. Porque, si lo pensáis, tenemos la experiencia dual, en nuestras vidas, de no ser nosotros mismos en su transcurso y, a la par, de serlo a pesar de todo. ¡Cuántas diferencias, cuanta evolución, cuánto aprendizaje a lo largo de mi vida, sea más larga o más reciente su comienzo! (No olvidéis que en este tipo de encuentros conviven personas de distintas edades y experiencias). Pero, ¿quién ha sufrido todos esos cambios? La sensación de mí, ¿no se mantiene la misma? Para vislumbrar esto con claridad es necesario profundizar… en nosotros mismos. Porque mirad –y esto lo vieron muy claro los participantes– si bien la superficie del mar suele estar agitada y cambiar en cada momento, el interior del océano, cuanto más profundo más, ¿no suele estar en calma? Fue interesante presenciar –y este es un tipo de alumbramiento que puede suceder en un café filosófico, un momento filosófico por excelencia– cómo una participante que al principio negaba una realidad estable en nosotros, después de la discusión, pasados unos minutos, cuando la conversación seguía ya otro cauce, defendía a capa y espada lo que antes negaba. Ella misma. La permanencia de ella misma.
Vamos ya con esas experiencias básicas que habrían de aportar al grupo algo de la ansiada luz que se había propuesto alcanzar por sí mismo. ¿Cuándo me he sentido yo a mí mismo, más real, más de verdad? Y se describieron tres experiencias profundas, intensas, auténticas, donde aflorara el mí mismo.
a) Durante un voluntariado en Perú, ayudando a niños pequeños, sintió cómo “todo rodaba”, que “se dejaba llevar”, que “no luchaba” contra los inconvenientes, fluía, y a la vez era “fiel a sí misma”. Una situación en la que el exterior penetraba en el interior sin resistencia y la respuesta aparecía sola.
– ¿Qué capacidades sentías más diáfanas en ese estado?
– Mi voluntad era clara.
– ¿Qué más?
– Era capaz de aventurar nuevas respuestas, más creativas.
Pero, esta experiencia tuvo un momento crítico, como siguió narrando su protagonista: las fotos que habrían de conservar esos momentos dichosos se perdieron en el viaje de vuelta.
– ¿Qué te dolía más de esa pérdida?
– El que fueran testimonio de una experiencia tan maravillosa y se perdiera…
– ¿Qué sentimiento representaban para ti dichas fotografías?
– La felicidad que allí sentí…
– ¿Y no sigue estando presente en ti? Eso que allí desarrollaste…
– Sí, muy presente.
b) Hubo un tiempo en que esta participante vivió una depresión importante… y descubrió el pintar. Pintaba horas y horas, se “olvidaba de todo”, “el tiempo no existía”, en esa actividad se sumergía y “era ella”, “no necesitaba nada más”.
– ¿Y sólo era el tiempo que pasabas pintando?
– No eran las horas que pintaba, sino la intensidad con que lo hacía. La sensación de estar sumergida totalmente. Una sensación de unidad total con lo que hacía.
– Pero dices que te olvidabas también de las horas que pasaban, ¿eras consciente de lo que hacías mientras lo hacías..?
– Totalmente consciente
– ¿Y eras consciente de lo que hacías o de ti misma que lo hacías…?
– Ambas cosas.
c) Durante el transcurso de su carrera universitaria pasó por una fase autodestructiva, en la que incluso llegó a tomar muchos medicamentos, pero cuando meditaba “se distanciaba de sí mismo” y sus problemas actuales, “no sentía miedo a la muerte”, incluso le venían “flashes de la infancia” muy temprana. Es decir que, en medio de la fragilidad de su vida, emergían experiencias poderosas.
– ¿Cómo te sentías en ese estado meditativo?
– Una gran libertad, una gran creatividad
– ¿Y qué más?
– Aumentaba mi capacidad de observación, de penetrar en las cosas…
– Tú observabas…
– Era capaz de sentirme.
– También, ¿sentías al que observa, el observador…?
– Así es.
Preguntábamos –y vosotros con nosotros– quiénes somos en lo profundo de nosotros mismos, de qué estamos hechos en la hondura en calma del océano, y estas experiencias nos lo estaban revelando. El grupo hizo acopio de lo hallado, como tú puedes hacer lo mismo. Quizás consistamos de verdad en algo de todo eso, o al menos, algo hermanado con todo eso: la transparencia interior, la clara voluntad que emerge del interior y crea nuevos mundos, o tal vez son creados a través de ella misma, una felicidad sentida en sí y por sí, sin objeto, inenarrable, un estado de presencia interior que no depende de nada exterior para ser, con una intensidad sin límite, una fuerza que te liga al universo entero, una consciencia lúcida de los objetos y, a la vez, autoconsciencia de uno mismo como sujeto que ve, siente o hace, un estado de libertad y creatividad totales, yo mismo sin condicionamientos ni limitaciones, en que todo sale fácil y con naturalidad de mí a través de mí, una capacidad de penetrar en la verdad de las cosas y situaciones bajo su superficie, en que puedo sentirme mientras siento y me siento…
Cualidades esenciales de mi yo profundo, único y permanente, más allá, o más acá, de mis fluctuaciones mentales, emocionales o físicas. Pero, entonces, ¿te vale esta respuesta provisoria? Por lo menos, procura estarte atento a esos momentos en que tú eres tú mismo… ¿De qué están hechas esas tus experiencias, tan tuyas? Mientras las estás viviendo… Antes de que se transmuten en recuerdos o deseos, imágenes de tu mente, y quieras contarlas, dejando de ser lo que son; por ese mismo gesto mental: re-presentación y no ya presencia, cosa y ya no ser.
Sólo a partir de que había dudado acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo era (iii).
El estado de yoga es la detención de la actividad automática de la mente.
Entonces, el que observa permanece en su propio centro.
En las demás ocasiones, se identifica con la agitación mental (iv).

Publicado en HomoNoSapiens


Café filosófico celebrado en Vélez-Málaga (10.9), el día 21 de junio de 2019, en la cafetería Área Quattro, a las 17:30 horas.
ii Lou Marinoff, Más Platón y menos Prozac.
iii Descartes, Discurso del método.
iPatanjali, Yoga-sutra.

martes, 4 de junio de 2019

Damas de noche...

Aromas de poesía y música en la calle. Es mucha la alegría de poder participar en este recital poético y musical, este poeta reciente... Muchas gracias a los organizadores, en especial a Ildefonso Gómez, a la Concejalía de Cultura del Ayto. de Vélez-Málaga y al Centro Cultural Generación del 27 por hacerlo posible.




miércoles, 29 de mayo de 2019

Nuevo libro sobre los Cafés filosóficos


La imagen puede contener: texto
PRESENTACIÓN DEL LIBRO

Gracias a los participantes de estos encuentros filosóficos han podido llevarse a cabo, elaborarse relatos sobre lo que ellos y ellas han dicho, y ofrecerse las correspondientes Prácticas filosóficas (¿Qué has aprendido? ¿Quieres saber más? ¿Cómo puedes vivir mejor?). Por consiguiente, ellos son en justicia los coautores de este libro...

Conmemora el décimo aniversario de la celebración de estos diálogos filosóficos y ha sido publicado por la Sociedad de Amigos dela Cultura de Vélez-Málaga (SAC), con la colaboración económica de Almacenes La Lonja, Autocares Pareja y Axaragua... GRACIAS!

La filosofía está viva, mientras la practicamos, mientras le damos vida... y nos da vida...


domingo, 19 de mayo de 2019

¿Hasta qué punto mi vida es mía?


Sobre mi autonomía al vivir
Café Filosófico en Vélez-Málaga 10.8
17 de mayo de 2019, cafetería Bentomiz, 17:30 horas

Sin duda, a lo largo de cada día gozamos de momentos unos más lúcidos que otros... Cada uno de nosotros aprecia, a lo largo de su diario vivir, ese momento en que todo es más suave y permeable, las decisiones son más fáciles, cuando el problema del día anterior deja de ser problema... Tan sólo se requiere estar atento y no dejarlo pasar, sus claridades y sus aportaciones... Hay a quien le viene al despertarse, o al acostarse, después de una comida, de madrugada, de un modo más o menos súbito... Pero siempre, a decir de los participantes, se da una desconexión, un aislamiento, un paréntesis respecto a la actividad cotidiana, cuando es posible una descarga del exterior y una penetración más en lo hondo de uno mismo. Esta lucidez que necesitamos y que nos hace más plenamente seres humanos está ahí siempre, pero no siempre con nosotros... Así que es preciso estar atentos a nosotros mismos, muy conscientemente... Y este principio del Café filosófico del mes de mayo entrelazó sus manos con el final. Ya veréis, ahora.

¿Hasta qué punto mi vida es mía? Porque la experiencia suele ser la contraria, que yo ya no sé si soy yo, de tanto que me rodea y me atenaza. La sociedad, la cultura, la biología, el tiempo... ¿Hasta qué punto es mío lo que digo, lo que hago, lo que pienso, lo que siento? ¿Yo soy yo? Y el grupo se adentró en una de las paradojas que peor se lleva cuando vivimos en este mundo humano nuestro. ¿Pero tan mío? La salida a esta extrañeza –nuestra mirada de soslayo, pues me creo y no me creo que mi vida sea mía– puede venir de la mano, como en otras ocasiones ha venido, de la distinción estoica de Epicteto: aclararnos acerca de lo que depende y lo que no depende de nosotros. Pero ahí sigue habiendo una dificultad en la práctica, una corriente de inseguridad arrastrándose por el fondo del río que nos lleva. Un obstáculo que los participantes comprendían muy claramente: ¿cómo sé yo que algo depende de mí, que algo que no depende de mí, efectivamente no depende de mí? Fenomenológicamente, esto es un problema inmenso. Puede que no sea una dificultad en el ámbito de la necesidad lógica o metafísica, pero, ¿y en el ámbito de la contingencia, en que se desarrolla la vida humana, que puede ser y puede no ser?

Se sucedían los vaivenes... Somos y no somos... Podemos y no podemos... Hasta el momento en que un participante nos regaló un momento de lucidez, a raíz de su experiencia vital. ¿Cuándo pudo, él mismo, salir de su precaria situación personal? Cuando fue consciente... Y este “ser consciente” fue rápidamente puesto a prueba por los asistentes... Ejemplos y muy pocos contraejemplos... Porque, incluso, si yo elijo ser inconsciente, esto lo hago conscientemente... ¿Es posible salir de este bucle de la consciencia, de la autoconciencia? Es muy posible que no, pues radica en lo propio del ser humano, nuestra cualidad más humana. De ahí le viene su tremenda potencia al Cógito cartesiano: mientras soy consciente, no puedo dejar de ser..., algo que es, consciente de sí. De modo que si te empantana la duda, en este caso, sobre si tu vida es tuya o no lo es, “pásalo por ti”. Hagas lo que vayas a hacer o lo que tengas que hacer, decir, pensar..., pásalo por ti. ¿Has tomado conciencia, has puesto consciencia en ello? Puede que no venga de ti, el origen de lo que haces, dices, piensas..., pero si conscientemente tú lo haces tuyo, vendrá de ti, como acción, dicción o pensamiento propio. Si de suyo es asumido como tuyo, ya no hay paradoja, ni dificultad, ni angustia... Yo conscientemente decido si sigo o me paro, si acuerdo o desacuerdo...

Sí, claro, pero, y en esto, ¿no puedo engañarme también, pensando que soy consciente y no lo soy? Muchas veces me ha pasado que así me lo parecía y así me desperté..., un sueño autocomplaciente... un pobre ingenuo... Y aquí hay que pararse a reflexionar muy tranquilamente, y muy lúcida la mente: una cosa es segura, ahora soy más consciente que antes. Puedo verlo en negativo, y concluir que nunca puedo estar seguro del todo. Puedo verlo en positivo: cada vez soy más capaz de vivir conscientemente. ¿Y si hubiera que hablar de una evolución de la conciencia? Grados sucesivos de consciencia. Niveles de conciencia cada vez más lúcidos, más maduros. Es decir, que puedo desarrollar mi capacidad de ser consciente. ¿Y cómo se desarrollaría? Siendo más y más consciente. Practicándolo. Tratando de ser lo más consciente de que sea capaz en cada acto de ver, sentir, pensar... Siendo consciente se es uno mismo cada vez más consciente. Y luego, vuelve la vista atrás... ¿Eres más consciente? Sin duda, pues te das cuenta. Pues bien, si yo soy más consciente, en la misma medida, soy más libre y estoy más disponible para el mundo y para mí mismo, para no perderme nada, para desplegar todas mis posibilidades.

sábado, 6 de abril de 2019

¿Existe la bondad o la maldad humana?


Sobre la naturaleza humana
Café Filosófico en Vélez-Málaga 10.7
05 de abril de 2019, cafetería Bentomiz, 17:30 horas



Una cuestión, que resultó premonitoria, adelantó al grupo en el tratamiento acerca de cómo somos, los seres humanos. Orteguiana, para más señas: ¿Qué circunstancia no elegida, dada, en mi vida la ha marcado grandemente? Porque... recordad la necesidad de poner conciencia, es decir, de ser más conscientes: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. La necesidad de hacerme cargo de dicha circunstancia, pues que me ha hecho en parte como soy y he de ser consciente, al menos, de qué manera. Esto referido a mí o a ti, pero referido a todos nosotros: ¿Cómo es la naturaleza humana, cómo se gesta aquello que llegamos a ser? Y una pregunta más general todavía, pero más ligada a un aspecto importante de nosotros: ¿Existe la bondad o existe la maldad humana? Esto quiso saber la participante más joven del encuentro, éste más mermado en tamaño que otras veces.

El que no sabe es como el que no ve, dice el sabio dicho popular. Y así podría este relator resumiros, en pocas palabras, el encuentro. Pero tan importante como el final es el camino que lleva al mismo. La preparación lo es todo. No sólo en orgasmos. Tampoco hay buen parto sin una completa gestación. Os contaré entonces algunos idus del calendario conceptual de esta travesía por donde navegó el grupo.

– Nadie podría decir de un bebé que es malvado, entonces, ¿qué le puede pasar más adelante?
– No hay robinsones puros. Somos seres sociales. No hay individuos, sino comunidades. Y éstas presentan ideologías organizativas, modelos que presionan...
– En realidad, en la base de lo que discutimos está presente siempre el instinto de conservación. Esto somos por naturaleza. Ni buenos ni malos. Es la cultura dominante en cada momento la que articula dicho instinto produciendo los desmanes, las crueldades, las barbaries... o lo contrario.
– Nacemos egocéntricos, el centro del mundo. Y eso es lo natural. Si el modelo social no reprime sino que desarrolla, aflora la bondad humana. La conciencia humana por naturaleza es bondad, amor, inteligencia. Sólo la falta de conciencia produce lo opuesto.

Este nuevo foco, con que observar la cuestión, ofrecía tanto potencial que logró poner orden en todo lo que se había aportado con anterioridad. Y era un foco socrático. Todo el bien es consciencia y la inconsciencia produce el mal, alguna limitación o carencia, una conciencia incompleta. La naturaleza humana no es buena ni mala. Cada naturaleza en su nivel es como tiene que ser. Está bien. Sigue su lógica, la que le es propia. Solamente desde un nivel superior de desarrollo –en cuanto que supone el anterior, pero ve, y va, más allá– podrá entenderse lo malo como malo. Pues en sí mismo no es ni bueno no malo. Sólo desde una perspectiva evolutiva. Pongamos un ejemplo típico: el terrorismo. Para el que practica el terror como medio de lograr un objetivo, su acción guarda una lógica impecable. Y no concebirá el daño causado como mal. Solamente cuando accede a un nivel de comprensión superior –por ejemplo, al principio: el fin no justifica los medios– llega a percibir el absurdo y el terror de sus anteriores acciones.

Por consiguiente, la clave está en ser capaz de ver, o no ser capaz de ver, en función del nivel de desarrollo de la conciencia que se ha adquirido, al que se ha accedido. Y entonces, ¿cómo lograr un mundo humano mejor, también en sus relaciones con los demás seres del planeta? Propiciando sociedades en donde sea posible el desarrollo personal de los individuos que la componen. El desarrollo de sus capacidades, de sus posibilidades, irá ligado al desarrollo de la conciencia humana. Y con ello su capacidad para elegir el bien, como extensión natural de nosotros mismos.

sábado, 16 de marzo de 2019

¿Hay diferentes géneros humanos?

Café Filosófico en Vélez-Málaga 10.6
15 de marzo de 2019, cafetería Bentomiz, 17:30 horas



Heráclito de Éfeso, nuestro campeón antiguo del cambio, llamó la atención, filosóficamente, acerca de la impermanencia de lo que hay. Uno de los aspectos más visibles del mundo con que existimos. Todo fluye continuamente. Pero si no deja de fluir, es que conserva una constante. Este cambio permanente se sucede a un ritmo determinado, y no de cualquier manera. Un orden oculto que sería visible para todo aquel que sea capaz de verlo. Heráclito llamó Lógos a este orden, raíz de toda la lógica, toda la razón, toda norma y regularidad que hemos ido buscando hasta llegar a nosotros, todas las palabras, con las que hemos querido ordenar nuestro mundo diciéndolo. De manera que, si estamos atentos, observaremos cambio y observaremos constancia. Qué es primero, el fluir o el ser, tendrás que experimentarlo por ti mismo viviendo esta vida que vivimos. Y tomar conciencia. Como hicieron los participantes: ¿Qué sería una constante en mi vida?


Nada sucede en vano, decía Aristóteles, todo está enlazado, sólo hay que mirar para poder ver. Y con esto disponéis de una clave extraída del diálogo filosófico, sucedido esa tarde, casi primavera. Si queréis... aclararos un poco con la actual y tan controvertida cuestión del género (humano). Cambio y permanencia, uno y múltiple, realidad y apariencia. Ya los primeros filósofos, antes del dominio de la razón lógica, y luego calculadora, después de arduas discusiones internas y entre las escuelas, nos proponían que todo eso es lo que hay. Lo uno y no-uno, lo otro. Así que, ¿se puede hablar de género entre nosotros? ¿Qué se quiere decir con ello, qué queremos abarcar con la idea de género? ¿Es una idea, es una realidad? ¿Biológica, cultural e histórica? Porque, en las taxonomías de la ciencia biológica, sólo hay un género, el género humano. Porque, si hablamos de géneros, no son hombre y mujer, sino dos categorías del género humano: femenino y masculino, que pueden estar presentes, tanto en hombres como en mujeres, en una proporción determinada. Porque los sexos se dan, pero quizás no se sientan como tales, personal o individualmente, sino que más bien sean una atribución social, uno rol esperado y exigido por la comunidad; para no liarse, para simplificarse, para simplificarnos, para ordenar el mundo con palabras, y yo no perderme; ante tanta diversidad, tanta riqueza que me sobrepasa... Aquellos griegos eran unos adelantados y se sentían mucho más cómodos con la cuestión del género que nosotros. Basta leer el Banquete de Platón y su maravilla en medio, el mito de los tres géneros, del que tenéis un fragmento más abajo, y que os recomiendo su lectura con efusión. Abre la mente clasificatoria adquirida.

Con inteligencia –esa de la que ya se habló en el encuentro del mes de enero– los participantes asumen como propia la necesidad de dedicar el mayor esfuerzo de la discusión a aclarar qué llamamos género, con la esperanza de que esto pueda ir disolviendo tanta incertidumbre y discrepancia, tanta vehemencia y sus vísceras, siempre que se aborda esta cuestión del género, o sus aledaños. No en vano, por poco no se condujo por ahí la reunión..., suerte que no llegó a desbocarse, como es lo habitual, suerte que reinó la inteligencia, la escucha abierta y la contrastación tranquila de ideas y convicciones. Esto fue posible, entonces, gracias a la actitud positiva de los participantes. Y así, están en disposición de ofrecerte una pocas y sensatas conclusiones, que este relator espera que te sirvan de ayuda. Éstas fueron algunas que recuerda:

Que, en términos aristotélicos, primero es la persona (sustancia) y luego viene el género (accidente); que el género se construye socialmente, culturalmente, históricamente, con sus correspondientes roles. Que el género puede verse objetivamente, subjetivamente o intersubjetivamente, y que mucho depende lo que digamos de la perspectiva que adoptemos en un debate; y que, por consiguiente, depende de lo que asociemos a la división por géneros; de ahí tanta discrepancia, que a veces se transmuta en agria discusión. Que la diferencia, la diversidad, la variedad creciente dentro del género, que lo rompe en unos cuantos pedazos, es positiva, es rica, es transformadora. Que el problema –y por eso las reivindicciones de tipo feminista– aparece cuando esas diferencias se vuelven desigualdades, injusticias, relaciones de poder abusivo; ligar las categorías del género a los juicios “superior” e “inferior”. Que debemos estar atentos a la “paradoja de la igualdad para mí”, sin reconocer la igualdad del otro..., ¡no puede ser de otra manera, si es igualdad, que seamos iguales! Lo mismo de igual que te sientes tú, has de sentir al otro..., porque, además, resulta que así se siente el otro. Y un caso práctico, recogido de uno de los participantes: si en el baño de chicas entra un chico aduciendo que se siente chica, ¿debemos aceptarlo con naturalidad? (O viceversa). ¿Qué es lo que debería causarte extrañeza o rechazo, el no conocer a esa persona, o que se sienta como tú con diferentes atributos biológicos? A ver, ahora es tu turno...


En efecto, cada uno de nosotros es un símbolo de hombre, al haber quedado cortado como dos lenguados, dos de uno solo. Por consiguiente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo de sí mismo en otro (su otra mitad). Así pues, cuantos seres humanos son sección del ser que participaba de los dos sexos, el que entonces se llamara andrógino, son aficionados a las mujeres, y pertenecen a este linaje la mayoría de los adúlteros; y también las mujeres aficionadas a los varones y las que son adúlteras. Pero cuantas mujeres son de sección de mujer, no prestan excesiva atención a los varones, sino que se inclinan más bien a las mujeres, y de este linaje nacen también las mujeres homosexuales o lesbianas. Y cuantos varones son sección de varón persiguen a los varones y, mientras son jóvenes, como rodajas de varón que son, aman a los varones y gustan de abrazarse y acostarse con ellos; y estos son los mejores de los jóvenes y adolescentes ya que son los más viriles por naturaleza.

sábado, 16 de febrero de 2019

¿Es posible que haya buenas adicciones?

Sobre las adicciones
Café Filosófico en Vélez-Málaga 10.5
15 de febrero de 2019, cafetería Bentomiz, 17:30 horas



¿Es posible que haya buenas adicciones? Seguramente tu postura será contraria. Sin embargo, ¿dispones de una respuesta clara que certifique dicha intuición? Para eso, precisamente, sirve reunirse con otras personas como tú, aunque sean diferentes en edades e intereses específicos, para aclararse uno mejor a sí mismo. ¡La utilidad de lo inútil!, que dicen con razón... Además, habrás de saber que es bastante complicado vivir cada día sin una mínima confianza..., vivir con desconfianza, vaya. Podíamos decir que la confianza es una especie de “entrega activa y consciente a algo o a alguien”. Vivir mínimamente centrados, con confianza en el largo plazo, entregando el resultado ya de antemano, es la base de nuestra acción despierta, es la base de la aceptación, sobre todo de aquello que no depende de nosotros, y es la base de unas relaciones sanas con nosotros mismos, con los demás y con el mundo. Así que mira a ver: ¿tú, en qué confías? Esto mismo se les preguntó a los participantes de este café filosófico de un febrero que va trayéndonos a diario algo más de luz. Lo que sobre esto descubrieron, esta vez lo guardo para ellos mismos.

Se mostraron los reunidos muy analíticos, de manera que empezaron por delimitar los componentes básicos de toda adicción (luego determinaron su origen o causas): tú no dominas, te domina; dependes de ello; activa elementos químicos de tu cerebro que a base de reiteración te engancha; implica trastornos de tu personalidad y de tu entorno social; siempre está vinculada la adicción a un hábito; la voluntad queda anulada en mayor o en menor medida; supone un refugio o huida de “heridas” muy profundas en el sujeto, no curadas; se trata de una necesidad creada o adquirida, no natural o básica; suele contener un patrón de conducta imitativa, mecánica o inconsciente; también establecieron un componente de evolución cultural, según modas sociales. Con todos estos rasgos básicos tú mismo/a puedes construir una preciosa (y desgraciada) definición de “adicción”, como ellos y ellas mismos hicieron. Si estuviéramos en un Taller de filosofía, a continuación, por grupos, propondrían a todos los participantes, para su discusión y progresiva depuración, una definición provisional. Pero no era el contexto, así que se esbozaron algunas posibles nociones de adicción y se siguió adelante, tras las causas u origen de la misma.

La presión social, las heridas, el sistema económico que nos empuja a ello (no hay nada más rentable que consumidores adictos...), una predisposición genética, que no es lo mismo que una determinación necesaria de que suceda siempre, un ambiente social precario, material o espiritualmente (no es cuestión de ricos y pobres... incluso los primeros tienen más medios para volverse adictos...), que se haya convertido en el centro de gravedad de intereses comerciales o políticos... Incluso el Estado participa, como cómplice y propiciador, de esta orgía de la adicción, como modo de control social y beneficio económico. ¿Se han fijado alguna vez en la contradicción subyacente de los avisos de las cajetilas de tabaco? ¡Dice que puede matar, o cosas peores, y se sigue vendiendo... cada vez más caro! En efecto, la adicción es el negocio redondo de nuestro tiempo. Como cada uno es libre de consumir..., ¿o no? ¡Maldita y acrítica ideología individualista-liberal...! De todo esto se habló, y la discusión se polarizó entre los que ponían el énfasis en la predisposición individual (genética, psicológica, personal) y los que defendían a ultranza el condicionamiento social, económico, político o cultural. Pero como allí se va a discrepar pero a colaborar, la indagación llevó a ver muy clara la preeminencia de una interacción entre la predisposición y estimulación, interna la primera y externa la segunda, ésta que despierta la anterior, según cada caso.

Ahora ya sabes por qué, por definición, no puede haber ninguna adicción buena o defendible o aceptable. Por ejemplo, este relator es posible que se haya vuelto adicto a estos cafés filosóficos, sin embargo, puede desenvolverse en otros contextos, persigue otros intereses, su vida personal, familiar, social, cultural y profesional se enriquece constantemente con su celebración, no es un medio que se haya convertido en un fin, no es un esclavo de los mismos (en cuanto observe que no hay interés, no los celebrará), etc. Por lo tanto, si es bueno, no puede ser una adicción, sino más bien una pasión, y no una pasión que se padece, pasivamente, sino activa y muy conscientemente... como son las verdaderas pasiones. Gracias!


APÉNDICE:
Algunas entradas para un inacabado catálogo de nuevas adicciones

Internet: medio de vivir otra vida, sin moverte de casa, sin tocar ni oler nada. Sólo viendo y oyendo. Tantas maravillas ha escuchado de este medio el sujeto, que relaja su capacidad crítica y se vuelve tan inocente que olvida que, en el mundo paralelo en que se introduce, sólo rigen limitaciones técnicas. El sujeto adicto, tanto se acostumbra a moverse en este “universo virtual” que, mientras navega por él, llega a apreciar sus grandes ventajas: tiene pleno dominio de “su mundo” con un simple “clic”, tiene libertad de “movimiento”, puede ocultar su identidad y así hacer lo que siempre quiso hacer y no fue capaz de hacer, puede, en fin, perderse en él y perder de vista todo lo que no le gusta. El mundo se puede estar hundiendo a su alrededor, y con él su propio mundo, pero le da igual, porque él, en realidad, pertenece a otro mundo.

Teléfono móvil: medio para comunicarse con movilidad. Debido principalmente al proceso comercial de búsqueda y mantenimiento de clientes, la continua adición de más y más utilidades, lo vuelve necesario, adictivo para el sujeto, que ya no puede vivir sin él. El sujeto siente que tiene el mundo en su mano, y como tal cetro le da tanto poder, ocupa el centro de su vida, acondicionándose secciones de la vida privada o social para que el móvil sea utilizable. Cree que tiene un móvil, pero el móvil le tiene a él. Un “silogismo” habitual del teléfono móvil: “la vida es móvil, móvil es vodafone, por tanto, la vida es vodafone”.

Videojuego: medio de aislarse del mundo real, mediante el cual el sujeto adicto cree divertirse y pasar un rato. Cuando solamente se divierte jugando a él, ya no se divierte con él. Los efectos de esta adicción son, así, desastrosos para el sujeto y los que le rodean. Se vuelve agresivo, porque sabe que hay otras cosas en la vida, que hay otros “juegos” vitales, pero no es capaz de pasarlo bien de otra manera. En el mejor de los casos, buscará “eternamente” nuevos videojuegos hasta que, de tantas horas de entrenamiento, vayan quedando obsoletos y, entonces, busque siempre, desesperadamente, otro más “divertido”. Una vez alcanzada esta situación ideal para el fabricante y el promotor de videojuegos, el negocio ya es imparable, está en marcha y bien consolidado que está.