Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 25 de julio de 2017

¿Cómo entiendo yo la eutanasia?


Cómo nos relacionamos con la muerte señala cómo vivimos. Nuestra cultura se ha habituado a menudo a vivir de espaldas al hecho de la muerte, buscando refugios allí donde posponer u ocultar nuestras soterradas cuitas humanas. Así, en otros tiempos, en otras culturas -aunque nos parezca a veces insensible- su trato con la muerte y los que han de morir se presentaba de manera no problemática, o quizás menos problemática de lo que se nos está apareciendo en nuestra cultura occidental moderna. De una manera mucho menos natural. Los participantes de este café filosófico, último de la temporada, mencionaron con emoción la película La balada de Narayama, para apostillar esta idea de la aceptación más natural de la muerte. Durante el transcurso de la discusión dijeron que, en nuestra cultura, han confluido dos factores que pueden explicar esta relación nuestra más problemática con la muerte propia o la de los demás: por un lado, la dominante tradición judeocristiana, con su moral del justo premio al sufrimiento y de la culpa, y por otro lado, los avances tecnocientíficos del último siglo, que permiten prolongar la vida artificialmente hasta extremos a veces inconcebibles. La convergencia de estas dos fuerzas ha generado el difícil problema de la eutanasia, que los participantes quisieron abordar sin tapujos aquella tarde, a partir de sus propias experiencias. Como si se tratara de los miembros de un comité de ética, que hubieran de realizar propuestas para una ley de la muerte digna. Y si es el caso que te planteas que es altamente improbable que tú tengas que decidir algo así en el marco de un comité de ética, o bien, en el de un jurado que hubiera de dictar sentencia sobre algún caso en que se haya practicado ilegalmente la eutanasia, vengo a decirte, de la mano de estos participantes en este café filosófico, que no será raro que se te presenten en el futuro situaciones personales en las cuales tengas que lidiar con una situación como ésta. Es cuestión de tiempo, o mejor, de edad. Así pues, quédate con nosotros y podrás clarificarte un poco. Para cuando sea menester.

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sábado, 22 de julio de 2017

¿Para qué el error?


En un Café filosófico no hay errores, todos son aciertos. El error posee una razón de ser, que la discusión filosófica ha de indagar. Todo es aprovechable. Lo mismo en la educación. Por eso Sócrates es el mejor maestro. Pero también en la vida. La filosofía es como la vida. Es una forma despierta de vivir. Así que es muy posible que, en la vida, detrás de un error haya siempre una verdad, latiendo, instruyendo. Uno de nuestros mayores retos, como seres vivientes, quizás sea integrar conscientemente nuestros errores, porque integrados en mi vida ya lo están de suyo. ¿Acaso sería yo ahora el mismo sin mis errores? ¿Y cuándo me siento yo mejor, que cuando logro vislumbrar la verdad escondida tras un error mío? Entonces, estoy en buena disposición para decir lo que he de decir, hacer lo que he de hacer. Entonces, me siento muy a gusto conmigo mismo, muy satisfecho de mí. Estoy en la verdad y desde ahí siento, hablo y actúo. Estoy en mí, aposentado en mí. Ahí no hay desdicha, no hay drama. Hay plenitud y goce sumos.


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martes, 18 de julio de 2017

¿Por qué estoy aquí?



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Estos tiempos generan individualismo y visión corta. Ombliguismo. Quizás por eso, nos cuesta trabajo adquirir una visión más universal de los asuntos y de la propia vida. Todo lo vemos diferente, exclusivo. Y por supuesto, lo que a mí me pasa, lo que yo pienso y siento, no le pasa a nadie. ¡Que no me confundan! Así, no es raro que algunas personas tengan algunas dificultades para moverse entre líneas, navegar entre los distintos niveles. Les hace falta algo de entrenamiento, para pasar de universal a lo particular -sin perder toda su profundidad- y de lo particular a lo universal - con todos sus matices-. Una manera de desarrollar esta habilidad es a través del ejercicio filosófico, la filosofía practicada juntos. Pongamos por caso la pregunta de aquella tarde: ¿Por qué estoy aquí? No es difícil que se centre la respuesta en el yo que está supuesto ahí, en la pregunta, convirtiéndose la respuesta en una respuesta egocentrada, incapaz de ver más allá de sí misma, de sus muchas preocupaciones mundanas actuales. Sin embargo, lo cierto es que ¡todos estamos aquí también! Algo compartiremos, algo podremos comunicarnos, algo podremos entendernos y ayudarnos mutuamente. Quédate, entonces, con nosotros. Tamaña pregunta metafísica tendrá un desarrollo mundano a tu alcance, de manera que puedas estar en ti y, al mismo tiempo, salir de un poco de ti, hacia el horizonte que te ofrecen estos participantes del séptimo café filosófico de la temporada.


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sábado, 15 de julio de 2017

¿Por qué es tan complicado el amor?





Dicen que para ser inteligente basta poseer una determinada capacidad desarrollada, que logre la realización eficaz de una determinada tarea. De ahí que nos hayamos acostumbrado a oír hablar de teléfonos inteligentes, procesos inteligentes o inteligencia artificial (AI), olvidando que la inteligencia no sólo actúa como una máquina –o más bien, una máquina como la mente humana-, sino que incluye en su actividad la conciencia de sí y la elección libre más allá –o más acá- de la eficacia y funcionalidad, algo propio de la racionalidad instrumental. Asimismo, nuestro tiempo también ha olvidado la diferencia entre “ser inteligente” y “vivir inteligentemente”. Si bastara ser inteligente para vivir bien, no nos angustiaríamos tanto, nos estresaríamos o viviríamos con tantos temores, a los que respondemos habitualmente a través de la huida o el ataque. En el relato, que comienzas a leer, del Café filosófico del mes de febrero de 2017 aprenderás a ser algo más inteligente porque serás capaz de vivir mejor, no porque conozcas mucho de poco o seas experto en algo, y porque efectúes muy bien tu trabajo, aunque tu vida vaya a la deriva más de lo conveniente. Alcanzarás la inteligencia desarrollando tus cualidades –no una, sino muchas de tus cualidades-, eso que se llama madurez personal. ¿Y qué tal una mayor madurez en el amor, para ser capaz de amar mejor?