Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

sábado, 18 de diciembre de 2021

Sobre el suicidio


Imagen| Paisaje con la caída de Ícaro de Brueghel el Viejo (su caída en un mundo que hace oídos sordos a su sufrimiento)


Café Filosófico en Vélez-Málaga 12.3

16 de diciembre de 2021, El Pianista del Carmen, 17:30 horas


No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.

Albert Camus, El mito de Sísifo

¿Es evitable el suicidio?

Que el ser humano es un animal de costumbres, ya es sabido. Incluso, decía Aristóteles que sólo se puede juzgar aquello que solemos hacer o es costumbre (“ethos”) en nosotros, y de ahí viene el término “ética”. No aquello que hacemos una vez dada, pues esto no constituye ni vicio ni virtud. Pues bien, quizás el cambio precipitado de fecha de nuestro encuentro filosófico pudiera explicar el descenso tan acusado de participantes. Pero, un encuentro es siempre inesperado y fortuito, de ahí su grandeza y su vitalidad. Por eso nos atrae tanto esta sorpresa de lo impredecible. Ni sabemos quiénes asistirán, ni sabemos de qué se tratará, ni sabemos nada de su transcurso ni de su desenlace. Esto es la auténtica novela, no escrita, de la vida. Fue un café filosófico misceláneo, en otro de los variados espacios que nos proporciona, amablemente, el establecimiento de El Pianista del Carmen.

Después de pasar rápidamente por los previos acostumbrados, el conductor del encuentro quiere comenzar, aquella tarde ventosa, por un “fragmento vertical” del poeta argentino Roberto Juarroz: Pensar entre dos, como si hacer el pensamiento fuera igual a hacer el amor. No me digan que no da que pensar. Y lo más importante para nosotros, casa de una manera formidable con la finalidad de nuestra reunión: venimos a pensar juntos, y no entre dos, sino entre muchos. Y esto ya es una orgía de amor: encuentro, comprensión, cuidado, descubrimiento... conjuntos. Para profundizar, se propuso a los participantes que igualaran el “pensar juntos” a lo más significativo para ellos. ¿Qué significa, para ti, pensar juntos? Escucha activa y no pasiva, la alegría y la plenitud del encuentro, el enriquecimiento mutuo (uno solo es más pobre), el consenso como punto de partida común (¿por qué no tendría que haber consenso después?), la receptividad, la apertura, el compartir ideas y modos de vida (que es inseparable lo uno de lo otro). ¿Y qué más? Pensar juntos es el ser de un encuentro filosófico como el nuestro. Pensar juntos: pensamiento y emoción unidos, dar y recibir, entrega. Pensar juntos: ¡qué bien sabemos cuando esto nace ya (y continúa) muerto! ¡Y sucede tantas veces!

El suicidio, la discapacidad... ambos temas hubo que tratarlos. No es posible, a través de este diálogo, saber cómo se siente una persona con una determinada discapacidad, necesitaríamos su testimonio, pues no podemos pensar por él o por ella. Pero todos nos sentimos, o nos hemos sentido, limitados en alguna faceta, en algún aspecto de nuestra vida. “¿Cómo te sientes, tú, en esas ocasiones?”, pregunta el moderador a la persona que acababa de plantear la cuestión. “Siento frustración”. “¿Por qué?”, vuelve a preguntarse en la sala. “Cuando me comparo con los demás...”. “Es posible que, entonces, ahí esté la clave”, añade el moderador. Porque nuestro encuentro también es terapéutico, todo grupo lo es, si orienta su trabajo hacia el bien y la verdad. Y hablaron del origen de muchos sufrimientos que padecemos por dentro, en solitario. Y que, en lugar de comparar con otros, sería preferible la comparación con uno mismo (y la acción por un mismo), y considerar el lugar desde el que hemos partido cada uno, no sólo a dónde hemos llegado. También, hablaron de la importancia de la aceptación. Cualquier cambio requiere de su concurso. En las escuelas antiguas de filosofía ya lo sabían; nosotros empezamos a recordarlo, pues nos hace falta. El ser es y el no-ser no es (Parménides). Comencemos por apreciar esto, su sencillez y su eficacia, en relación a cualquier problema de nuestra vida. Sin aceptación, no es posible caminar de otro modo, por un territorio nuevo lleno de agradables plantas aromáticas.

Tras este excurso, el diálogo retomó la temática más solicitada: el suicidio. ¿Se puede evitar? ¿Hablar de ello es mejor o es peor? ¿Cuál debe ser el papel de los medios de comunicación en relación a este delicado tema? ¿Puede darse un efecto llamada? Quedó claro, durante la discusión, que prevenir los suicidios (primera causa de muerte no natural en España, y que ha aumentado en este tiempo de pandemia) implica atender a las causas. Y, posiblemente, no es que la persona no quiera seguir viviendo, sino que no quiere seguir viviendo de la manera en que lo está haciendo. Entonces, no se trata nunca de ocultarlo (bastante tiempo ya es tabú), sino que lo decisivo es cómo ha de ser la comunicación sobre este tema, que pende de un hilo tan fino. Es fundamental promover un ambiente familiar, social, educativo, sanitario, en que sea posible que la persona, que lo está pasando mal, pueda expresarse, pueda ser comprendida y pueda ser acompañada (entendiendo y no juzgando). Y esto es labor de todos nosotros. Permitirnos que ningún estado de ánimo sea extraño, sino una parte natural de nuestra humana humanidad. Ellas y ellos lo dijeron.

Y sin embargo, ¿el suicido puede ser una opción, ante la que nada haya que hacer o decir por parte de los demás? La discusión trazó un rumbo nuevo, después de esta pregunta del moderador. Pues se encauzaba hacia la diferencia entre tipos de suicidio. Así, el suicidio voluntario y el suicidio forzado. ¿Es posible hablar de suicidio voluntario? El hecho es que, al parecer, siempre ha habido este tipo de suicidios, y continúa habiéndolos. En ocasiones, los consideramos, incluso, muertes heroicas, trágicas, sacrificiales, testimoniales, hasta convertir el suicidio, a veces, en pena capital... Todos podemos pensar en bastantes casos a lo largo de la historia. También podemos aceptar el suicido, en algunas situaciones, como una forma de eutanasia. Pero, claro, lo crucial aquí es cómo determinar si es un suicido voluntario y no una forma camuflada de suicidio forzado. Tantas veces la persona cree que lo ha decidido, que es la mejor opción... Por ejemplo, los atentados suicidas por motivos religiosos o políticos, podrían parecer voluntarios. No obstante, haríamos bien en preguntar: ¿cómo está su mente? ¿Sabe realmente lo que está haciendo? ¿Obedece ciegamente a una consigna exterior, o bien, a una compulsión interior? Como sucede en los casos de suicidio asistido, la persona tendría que mostrar de un modo fehaciente y lúcido, y con la suficiente persistencia, su decisión libre y consciente de recurrir al suicido. Ellos y ellas, así de claro lo vieron. Pero se trata de un tema difícil, en el que generalizar es aún más arriesgado. Salud.