Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 27 de mayo de 2014

Sobre las guerras

Café Filosófico en Vélez-Málaga 5.8
16 de mayo de 2014, Cafetería Bentomiz, 17:30 horas.


“La guerra (“pólemos”) es el padre de todas las cosas, a unos los hizo dioses y a otros los hizo hombres" (Heráclito).

“No queremos hacer frente a estas cosas, queremos encarar el hecho de que nosotros somos los responsables de las guerras. Charlamos de paz, nos reunimos para celebrar conferencias, nos sentamos en torno a una mesa y mantenemos debates; pero interiormente, en lo psicológico, deseamos poder y posición, y nos mueve la codicia. Intrigamos, somos nacionalistas; nos atan las creencias, los dogmas, por los cuales estamos dispuestos a morir y a destruirnos unos a otros. ¿Creéis que semejantes hombres, vosotros y yo, podemos tener paz en el mundo? Para que haya paz en el mundo debemos ser pacíficos; vivir en paz significa no crear antagonismos” (Krishnamurti, La libertad primera y última).

“La paz no es sólo ausencia de violencia, sino la presencia de la justicia (Gandhi)”.


¿Son justificables las guerras?

¿Sabías que el mejor modo de evitar una guerra, o de pararla, es tratar de resolver el conflicto de base instalado entre las partes? Si no lo sabías, o bien no te imaginas cómo se puede llegar a pensar esto —si “las guerras son las guerras, siempre las ha habido y siempre las habrá”— te recomiendo que vayas siguiendo de cerca este relato. Un relato que trata de reflejar las evoluciones de la discusión de un grupo de personas, jóvenes y mayores, que hallaron algunas respuestas para ti. Parciales y provisionales, pero, al cabo, respuestas que te pueden valer de algo.
Ubuntu

¿Cuándo me he notado siendo uno con los demás?” Momentos mágicos en los que yo habría sintonizado con los demás y los demás conmigo. Sin sensación de separatividad, intregrados, siendo nosotros mismos pero comunicados. Un ejercicio de autorreflexión que no fue siempre tan fácil de concretar como se pensó el moderador del encuentro. Eso les propuso y esto que sigue fue lo que dijeron:

—Esta misma mañana, durante el trabajo, se pudo producir un malentendido y el consiguiente problema. Sin embargo, se hizo una crítica, fue comprendida y todos se dispusieron a solucionar el problema y, en equipo, a tratar de prevenirlos en el futuro.
—¡Vaya, es difícil decirlo! Quizá a diario se produzca, pero no sé…
—Tampoco sabría decir… Me pienso mucho las cosas…
—¿Sueles pensar mucho las cosas, después, durante o antes de ponerte a hablar con alguien? —pregunta el moderador.
—A menudo…
—Si fuese mientras se está tratando con alguien —quiere aclarar el moderador—, no se estaría en lo que se está, y ello, quizás, podría dificultar el encuentro con el otro.
—Así me he sentido practicando deporte: una perfecta coordinación con los otros jugadores.
—Me ha pasado contando juntos anécdotas con las que nos hemos sentido identificados. Sentíamos lo mismo.
—A mí, con el grupo que hemos estado participando en un reciente “taller de escritura”. Durante esas horas me he sentido así, en sintonía.
—Yo diría lo mismo, pues también he disfrutado, como hacía mucho, en ese mismo taller. Pero me referiré a un viaje inesperado, una experiencia compartida que nos llevó, a los que estábamos de viaje, a actuar al unísono en todo.
—Para mí es suficiente un buen libro, ¿puede valer?
—Claro, el autor también es una persona. Nos ocurre a todos a veces, cuando encontramos un buen libro.
—¿Coincidir? No recuerdo. Aunque tampoco he sido un héroe solitario…
—No tengo esta experiencia.
—Claro que sí. Pero, habitualmente, quizás no estemos tan atentos —como se merece— a estos momentos. O nos pesan más aquellos en que hay falta de sintonía… (Quiso expresar el moderador).

Aunque se plasmó con fuerza el deseo de tratar el tema de la compasión, o bien el de la moral, o bien el de la confianza en uno mismo, la reunión dio un brusco giro al proclamar —en segunda votación— al tema de la guerra como el máximo centro de interés de aquella tarde. ¡Menuda responsabilidad! Darle un tratamiento filosófico a tamaña circunstancia de la vida humana de todas las épocas. Pues no se trata únicamente de una realidad propia de culturas “incivilizadas”; cuanto más civilizadas, mayor es su potencial destructor y autodestructor, consiguientemente. ¿Por qué no aprendemos de la experiencia de las guerras? ¿Pueden ser justificadas las guerras de algún modo, en alguna ocasión?

Estas cuestiones habían de orientar la indagación, pero como no ha de estar totalmente dirigido el desarrollo de una reunión como la nuestra, sino que haya espacio para la espontaneidad y la creatividad, lo extemporáneo no está fuera de lugar. En absoluto. Nosotros lo amamos, la sorpresa y lo diferente, lo abrupto y lo nuevo no previsto ni prefabricado. Nada en nuestra reunión está fuera de lugar, pues estamos en nuestro lugar, como en casa, cómodos y alerta. ¿Por qué no preguntarnos si la guerra es un asunto masculino? Uno de los participantes advirtió al grupo de esta aparente coincidencia. Y dejó a todos asombrados. Así que por este cauce navegó la discusión en su primera parte. Luego volveríamos a la pregunta sobre la posibilidad o no de justificar las guerras. Esto pudiera ser que nos diera alguna clave para poder aprender algo de las guerras padecidas.

—¿Os habéis dado cuenta que, en la guerra, suelen estar involucrados los hombres mucho más que las mujeres?
—Puede ser. Siempre han tenido más poder. Por ahí puede ir la cosa.
—En las mujeres, sin embargo, suele estar presente el sentimiento de compasión —aludiendo esta participante a un café filosófico anterior, sobre la amistad y sus estilos masculino y femenino.
—Entonces —pregunta el moderador, con ayuda de uno de los participantes masculinos—, si los gobiernos fueran de mujeres, entonces, ¿ya no habría guerras?

Esta cuestión introduce cierta perplejidad entre los participantes, de manera que prosiguió la indagación todavía con más motivo.

—Seguramente, harían lo mismo. Y es por la posición social, que conlleva defender el papel que a uno le toca jugar. Proveer lo necesario que corresponda a esa situación de poder.
—Yo creo que habría menos guerras. Las mujeres somos distintas.
—Aunque fuera por impedir que sus hijos fueran a la guerra, tratarían de que no hubiese guerras. El amor maternal deja una huella que es imposible olvidarla y no es algo que un hombre pueda comprender…
—No sé yo…
—La posición social influye pero luego puede haber distintos estilos (como salió en el café filosófico sobre la amistad).
—Pero entonces, ¿qué les puede llevar a actuar igual, cuando actuaran igual? —inquiere el moderador.
—Es el poder. El poder ensombrece todo, fuerza a todo. Pues contiene compromisos que te llevan a cumplirlos y a hacer lo que tengas que hacer, también la guerra.
—O para lograr más poder, para mostrar tu poder y ser superior.
—Sí, el poder lo cambia todo. Nos hace igual de peligrosos.

Y una vez encontrada alguna luz sobre la cuestión masculina o femenina de la guerra, después de este alto,  continuamos nuestro camino: ¿Las guerras son justificables?

—Claro, están las guerras defensivas. Se basan en el principio de legítima defensa.
Y pregunta un participante:
—De cualquier manera, ¿puede ser la guerra práctica a la larga? ¿O más bien todos saldremos perdiendo? No lo veo muy racional, la guerra.
—Pero entonces, ¿qué quieres? ¿Y si pretenden eliminarnos?
—Vale, en algunos casos puede ser la mejor opción y ser viable.
—¿Y dónde dejáis el sacrificio?

Esta hipótesis de la posibilidad del sacrificio —es decir, no responder con la misma moneda violenta— introducía un elemento en la discusión que ayudaría a pensar de otro modo, en este caso, las guerras. Para esto estamos en un café filosófico, para tratar de pensar de otro modo. Si es para seguir pensando lo mismo, de la misma manera, mejor ni salir de casa, ¿no crees? Fue, entonces, cuando se trató de ver qué es una guerra y si solamente hay guerras con armas.

“Una guerra es una confrontación de fuerzas. Y la guerra es una forma de conducir la confrontación”. “Los animales también luchan, pero no hacen la guerra”. Estas dos respuestas fueron muy bien acogidas por el grupo y la verdad es que resultaron muy fructíferas. Ahora lo verás. Porque ello quería decir que “la guerra es un asunto humano” y que lo natural es el conflicto, pero no la guerra. Las guerras son una cosa cultural, una construcción humana. Ante los conflictos, que son inevitables, que son naturales —y por tanto, quizás saludables— podemos, entonces, adoptar una respuesta violenta o una respuesta no violenta (los participantes recuerdan estrategias como las que usó Gandhi). Si la guerra es una respuesta cultural ante un conflicto, y la guerra sería tan sólo una manera de resolverlo —o al menos, así lo parece muchas veces, el único modo, por desgracia; quizás las partes no saben otro—, también podemos entender, así pues, que pueden existir otros métodos para resolverlo. Respuestas diferentes. ¿No somos capaces? Aprendamos. Se puede entrenar, pero antes de nada hay que saber que hay otros modos… Y hay que tener confianza en que ello es posible. En otras muchas ocasiones ha sido posible. En la historia hay casos para todos los gustos (con perdón).

De manera que ya sabes: resuelve el conflicto, que es lo único que existe —lo otro se ha conformado en nuestras horas más bajas, cuando falta la imaginación y nuestras emociones nos ciegan—. Ser consciente de tus emociones, sean constructivas o destructivas, te puede ayudar mejor con tus conflictos, contigo mismo y con los demás. Así que ya lo sabes: para detener o evitar una guerra —¡lo estáis escuchando, vosotros, los que tenéis más responsabilidad política!—, enfoca hacia conflicto básico y sus emociones. Si esto no ocurre, abocados estamos a la guerra, y cosas por el estilo. Mira, si no, el caso de guerras enquistadas como la palestino-israelí. Esto aprendimos aquella tarde: el conflicto es inevitable, no así las guerras. Soluciona la insatisfacción de base y solucionarás tu conflicto. Recuerda cuando te has sentido uno con los demás… UBUNTU!

jueves, 22 de mayo de 2014

¿Cualquiera puede ser un político?

Qué Aprendemos Hoy

La respuesta es obvia desde la época de Pericles, aunque haya sido a menudo olvidado a lo largo de la historia: todos somos políticos por nuestra sola pertenencia al cuerpo social. Ahora bien, no todo el mundo está igual de preparado para dedicarse a la política. Esto es otra cosa. La experiencia política del pueblo, durante todos estos años de democracia, ha mostrado que una tarea de tanta envergadura, cuyas acciones nos afectan a todos nosotros, de tanta responsabilidad, no puede estar en manos d

cualquiera. No puede ser que el pueblo vote a candidatos de los que sabe tan poco, sólo porque van en una lista propuesta por un determinado partido político. No puede ser que los políticos sean, según aparece recurrentemente en las encuestas, uno de los principales problemas de nuestra vida social.
Los excesivos casos de corrupción, el alejamiento entre la política y la ciudadanía, la indignación del pueblo por la desviación de los fines propios de la política, convertida en fin en sí misma y no un medio para el bien común…; por todo ello, es imprescindible un replanteamiento de quién puede ser un político y en qué condicionesEs necesaria una nueva educación política. Proponemos para la discusión estas tres condiciones:
a) En lugar de la habitual “selección natural” de los que se dedican a la política, que conduce a que muchos de nuestros políticos estén cortados con el mismo patrón, sería el pueblo, de alguna manera que habría que establecer entre todos, el que decidiera quién puede estar en la política profesional y de qué modo. El político habría de estar bien formado o habría de poseer experiencia contrastada tomando decisiones, pero —y esto es muy importante— dejándole unperíodo de prueba, a ver si se distingue por su “amor a la ciudad”. Ya me entendéis. Es crucial en estos tiempos que tengamos a los mejores en la política.
b) Puede también resultar de vital importancia para nosotros (todos nosotros) que el paso por la política profesional estuviese delimitado temporalmente. Entras en la política, pues te ha encargado el pueblo alguna tarea, y transcurrido un período determinado (cinco, ocho, diez años máximo, esto también habría que decidirlo democráticamente, como toda regla del juego común),dejas la política con el mismo patrimonio que tenías antes; y si piensas de otro modo, no debes dedicarte a la política. Hay muchos que podrían hacerlo mejor que tú.
c) Ya que quieres ser un político, persona pública al servicio de la comunidad, el pueblo ha de saber de ti: toda tu vida pública, también todo tu currículo oculto para que luego no haya sorpresas, qué dicen de ti los que te conocen —si los has beneficiado o perjudicado con tus decisiones— y, además, cómo estás de ética: ¿Has superado el nivel tres de desarrollo moral, según Kohlberg , pongamos por caso?
Y ahora es vuestro turno…

Publicado en QueAprendemosHoy.com

jueves, 15 de mayo de 2014

Por qué asistir a un café filosófico

No sé si alguna vez te has tropezado con un cartel que anunciaba un café filosófico. Quizás habías oído algo, que en una cafetería, en una biblioteca o en un centro de enseñanza se organizaba una cosa así, pero no estabas muy seguro de que pudiera interesarte. O más bien, estás pensado en estos momentos: ¿Qué demonios puede ser eso? ¿Qué tendrá que ver el café con la filosofía? Si, además, cuando te acuerdas del bachillerato, la filosofía no te trae muy buenos recuerdos y tampoco el profesor de filosofía sale muy bien parado. Mi intención es tan sencilla como animarte a que asomes tu cabecita por la puerta de un café filosófico y te quedes durante un rato. ¿No andabas buscando buenas experiencias? Muchas veces están tan cerca de ti que pasan desapercibidas.
Comenzaron los cafés filosóficos en una cafetería de la Plaza de la Bastilla de París, allá por 1992. Marc Sautet invitó a los oyentes de un programa de radio y pudo comprobarse en poco tiempo que necesitábamos algo así. Rápidamente se fueron extendiendo por diversos lugares del planeta, llegaron a nuestro país hace algunos años y en ciudades como ValladolidMadrid,BarcelonaGranada o Vélez-Málaga puedes toparte con un café filosófico. No es una tertulia, no es un debate, no es una charla, no hay que prepararse nada, no hay que saber Filosofía, pues allí se va como personas que les interesa la vida que vivimos y están dispuestos a examinarla junto a otros. Allí coincidirás con personas de distintas edades y distinta formación. Todos juntos, animados por un filósofo práctico, e investigando sobre el tema que se ha propuesto ese mismo día para que nadie prepare nada de antemano y pretenda quedar bien delante de los demás. Y por supuesto, se toma café u otra cosa. Y, por supuesto, allí se va a echar un buen rato y pasarlo bien. Muchos de los que van repiten. Tú puedes probar a ver qué tal.
¿Qué nos pasa cuando sucede una crisis? ¿En qué consiste la verdadera amistad? ¿Es realmente tan breve la vida? ¿Para qué estamos aquí? ¿Nuestra libertad tiene límites? ¿Para qué educamos? Si alguna vez te has planteado preguntas como éstas, tienes que saber que se les saca más jugo cuando las compartes y, si no has podido acercarte todavía a una mínima respuesta clara sobre ellas, verás qué diferencia cuando te las planteas junto a otros. Quizás vivimos nuestra vida demasiado a solas. Puede ser que pensemos a menudo que sólo nos pasa a nosotros lo que nos pasa. Yo te digo que no es así, que somos muchos los que sentimos, sufrimos y nos alegramos de la misma manera que tú. Acércate por el café filosófico de tu ciudad, y si no lo encuentras, busca algo semejante. La filosofía no es más que una milenaria modalidad de búsqueda humana de lo que es tu propia vida.

Publicado en Queapredemoshoy

jueves, 1 de mayo de 2014

Sobre estar en crisis (2)

Café Filosófico en Vélez-Málaga 5.7
25 de abril de 2014, Cafetería Bentomiz, 17:30 horas.




“Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas. Recuerda pues que, si tu crees libres a las cosas por naturaleza esclavas, y propias, a las que dependen de otro, encontrarás obstáculos a cada paso, estarás afligido, alterado, e increparás a los dioses y a los hombres” (Epicteto).


Vivir las crisis, estar en crisis, ¿depende o no depende de nosotros mismos? Esto es bueno clarificarlo. Epicteto aconsejaba distinguirlo constantemente en nuestras vidas. Al comienzo de nuestra reunión filosófica se preguntó eso, pero no sobre la crisis, aunque pudo ser que esta pregunta inicial marcase en alguna medida la perspectiva que el grupo vino a adoptar sobre la cuestión. Nos vamos sintiendo como en casa, en la Cafetería Bentomiz, y, como en nuestra casa, quisimos abrir las ventanas con toda la tranquilidad del mundo. Se notaba ya la primavera. Habemus feria del libro y uno de los participantes nos obsequió a todos con un clavel y un señalador de páginas con la letra de Grândola vila morena (Zeca Afonso). Todo un oportuno detalle que mucho agradecimos aquel 25 de abril.

Seguimos luego ambientando la reunión leyendo un texto de Tahar Ben Jelloun sobre la amistad, recuerdo del café filosófico anterior. Y situamos el ejercicio filosófico que habría de venir a continuación: nuestro mundo es complejo, inabarcable, inaprensible, extraño muchas veces, incontrolable, pero es bueno reconocer que muchas son las cosas que siguen dependiendo de nosotros mismos. Es sano. Reconfortante. Esperanzador. Nos permite ponernos en marcha. Pues, si nada dependiera de mí… ¿qué me cabría esperar?

—“Ser amable, mostrar siempre que pueda una sonrisa”, está a mi alcance.
—“Elegir mi estado de ánimo”, incluso si esto supone una actitud crítica o es para expresar cómo me afecta algo; aceptándolo, acogiendo cualquiera que sea mi estado de ánimo.
—De mí depende “exhibir un estado de ánimo valiente”, positivo, para luchar, buscar…
—Yo puedo “desarrollar mi sociabilidad”, favoreciendo así la convivencia.
Y la siguiente participante nos ofreció no una, sino dos actitudes que dependen siempre de nosotros: colaborar para “que los demás que me rodean se puedan sentir bien”, procurar “no acostumbrarme a una vida fácil”.
—Pues, “yo quiero ser egoísta”, quiero pensar en mí también —que no excluye a los demás—, pero quiero enriquecerme yo para tener algo que aportar.
—Y yo prefiero favorecer la actitud personal que mejor me ayude a “mejorar mi entorno cercano”.
—Para todo ello es requisito que “uno esté bien consigo mismo”. (¿Cómo no va a depender esto nosotros?)
—Puedo “reír o llorar”, esto depende de mí, y, siempre que puedo, elijo reír.
—¿Y si elijo llorar? Eso depende de ti, explóralo, también es bueno llorar, aprender a llorar (algunos no saben).
—Puedo “enriquecerme, cultivarme”, esto puedo hacerlo, si quiero. Es lo que me satisface.
Y tú, ¿lo has meditado alguna vez? ¿Qué es lo que depende siempre de ti? ¿Eres consciente de ello?

Quisimos hablar del egoísmo, quisimos hablar del gobierno, quisimos hablar sobre el conformismo, pero no era su tarde. Investigamos sobre la crisis. Más propiamente —según el transcurso de la discusión—, sobre estar en crisis, cuando estamos en crisis. Otro café filosófico, en otro lugar, trató de las crisis y lo que tiene de especial esta crisis social que estamos padeciendo. Pero las crisis también son personales —o quizás siempre lo son, pues se viven personalmente—. Hay crisis personales, de creencias —como nos recordó muy bien, casi al final y vehementemente, nuestro más veterano participante—, sociales también, económicas, pero, ¿quién las vive? ¿Quién las sufre? ¿Quién es el verdadero sujeto? ¿Quién ha de adoptar una actitud adecuada para salir reforzado de ellas? Pues bien, primero se investigó: ¿Qué nos pasa cuando sucede una crisis? Y luego, ¿cómo reaccionamos ante las crisis? ¿Cómo es preferible tomárselas? No te lo pierdas. ¿O me vas a decir que tú estás exento? Se puede estar exento de participar en la clase de gimnasia, pero de la vida…

¿Qué nos pasa cuando sucede una crisis?

“El dios es día y noche, verano e invierno, guerra y paz, saciedad y hambre; se transforma como fuego que, cuando se mezcla con especias, es denominado según el aroma de cada una” (Heráclito).

—Una crisis es un cambio social profundo. De una época se pasa a otra, y eso ocurre en función de los intereses que lideran el cambio y lo condicionan en un sentido determinado.
—Más bien, es un cambio personal. Supone el final de algo en ti y el comienzo de algo nuevo en ti.
—Siempre hay una pérdida.
—Si hay una pérdida, ¿luego hay una ganancia?
—Claro, la ganancia de la novedad, del fruto que llega.
—¡Pero las crisis hay que pasarlas!
—Entonces, ¿son necesarias?
—Son inevitables. Nos pillan por sorpresa, cuando más confiados estamos.
—En ese caso, si son inevitables, ¿no son necesarias? ¿Lo inevitable no es necesario?

Entendéis que nos estamos refiriendo a las crisis de todo tipo, sociales o individuales, y que siempre adviene algo nuevo. De todo esto estaban hablando nuestros participantes. Pero la pregunta del moderador sobre la necesidad de las crisis (si hay que pasarlas y son inevitables) causó alguna perplejidad entre ellos. Y, de este modo, dio comienzo una fructífera discusión.

—¿Seríamos los mismos, sin las crisis que hemos ido pasando? ¿Son necesarias, por tanto, para ser como somos, quienes somos?
—Son necesarias.
—No estoy de acuerdo —protesta una participante—. Ya somos. Existe algo previo a las crisis, que siempre somos.

Estas dos tesis pugnaron durante unos minutos. Argumentos van y vienen, a favor en contra, con una mínima evolución. Es decir, sin que la opinión de cada uno entrara en suficiente crisis como para tener que evolucionar hacia la otra postura, distinta, aparentemente contraria. (Ya sabéis que ésta es una de las virtudes de nuestro encuentro filosófico, y de eso se trata, de investigar juntos, que no es lo mismo que defender mi posición a toda costa, sino de arriesgarme a pensar de otro modo). En un momento dado, el moderador quiere realizar una tentativa de resolución a través de votaciones sucesivas que constataran la posible evolución. Sin embargo,  parecía que la división era la tónica, que las posturas eran irreconciliables. Pero no, se vio que no. Fue suficiente que el moderador les invitase a buscar un punto de unión para que la imaginación se disparara. Y la creatividad.

—Con el mismo vidrio, reciclándolo, podemos fabricar botellas o vasos. Si era botella, ahora vaso, si era vaso, ahora botella.
—¡Claro! Es el mismo y no es el mismo.
—Yo puedo ir cambiando, si dejar de ser el mismo.
—Y, en ese sentido, las crisis van forjando, de alguna manera, en una determinada dirección, lo que ya somos.
—Sí, es lo que venía a decir el viejo Heráclito en uno de los fragmentos que se le reconocen: el fuego es uno, pero adopta los olores de la materia que en su seno consume.
—Lo puedes observar sin dificultad en el desarrollo de un bebé: un fondo que va cambiando, se va desarrollando… —ejemplifica la participante que había opuesto con ahínco la antítesis: “Ya somos”.

¿Cómo reaccionamos ante las crisis?

“Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos nuestro talento y nuestras habilidades para encontrar soluciones, acabemos de una sola vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla” (atribuido a Albert Einstein).

Ahora sí que había habido evolución y acuerdo. Satisfechos como estaban los participantes, se disponen a enfrentarse a la otra cuestión planteada inicialmente: ¿Cómo reaccionamos ante las crisis? Ya sabían lo que significa una crisis, ahora querían dialogar sobre nuestras actitudes ente dichos estados. Y como son así de benefactores, te ofrecen un catálogo inacabado de respuestas preferibles. Esperemos que te sirvan de algo.

Lo primero es enfrentarse a ellas. Pero, obviamente, para enfrentarse adecuadamente a una crisis hay que realizar un buen balance: mirar bien qué lleva nuestra “mochila” de la vida; primero, qué poseemos. Ahí podemos encontrar muchas cosas utilizables. Seguro que son más de las que a veces pensamos, cuando nos hallamos atrapados en uno de esos estados críticos. Tardarán un tiempo en desplegarse sus virtualidades, pero paciencia, que cogiendo impulso a partir de ti, llegarás más allá de ti.

Por otro lado, nunca viene mal pedir ayuda, sobre todo de aquellas personas que han pasado, o han podido pasar, por lo mismo. Seguramente, me ayudarán a mirar mejor en mi “mochila vital”, a familiarizarme con mis posibilidades. ¿Quién puede ser? Cualquier persona, de todo tipo. Donde menos te los esperes, por más que haya gente especializada en ello o te merezca mucho respeto por su proximidad contigo. El aprendizaje siempre es fundamental. (No somos los seres humanos como Sísifo, y no podemos estar eternamente cayendo en lo mismo, o que nos pille puestos con lo mismo, compuestos de lo mismo).

Pero también puede hacer falta una actitud beligerante: buscar a los demás, coaligarnos con ellos, en lo que compartimos y sufrimos, y oponernos juntos a cualquier tipo de injusticia. ¿Por qué no? Los psicólogos han puesto de moda el término “asertivo”. Ya lo conocías, ¿verdad?

Y en este preciso momento, se desató la tormenta: no era nuestro enfoque de aquel día —según las preguntas directoras del debate—, pero era inevitable hablar de la crisis actual. Era inevitable no gritar a los bancos y sus banqueros, a los políticos y sus políticas, a los intereses afianzados y sus interesadas prácticas. Era imposible no indignarse. El moderador permitió alguna dosis de desahogo. Era necesario. Y también es necesario coordinarnos. Nuestra reunión nos vuelve activos. Ciudadanos autónomos y críticos. ¿No reclaman eso? (¿O quizás no?). De cualquier manera, amable lector, si deseas continuar la reflexión por este camino, te indico que lo puedes hacer con ayuda de la crónica de un café filosófico anterior, que ya fue mencionado, si tú quieres.

Y lo imprescindible: saber que vendrán más, que vendrán más crisis. Esto no debes nunca olvidarlo. Ellos te lo recuerdan. Para que no nos encuentre desprevenidos y descompuestos. Con esta recomendación final —que no última— sintieron los participantes que ya era suficiente, pues llevaban dos horas de aprendizaje mutuo. Una larga y ventosa tarde nos esperaba aún a todos, adornada de esculpidas nubes lenticulares.

Y la próxima semana, ¡hablaremos del gobierno!