Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 23 de septiembre de 2012

¿Hay que resignarse?


Ante los riegos evitables de las nuevas tecnologías

El caso de las antenas camufladas de la  telefonía móvil

Toda tecnología conlleva riesgos sociales, ecológicos o personales. Eso ya lo sabemos. Lo sufrimos desde hace mucho tiempo. Pero no se puede acallar, y menos mantenerlo oculto en aras de intereses económicos que solo buscan el máximo beneficio al mínimo costo, sin valorar el reguero de daños que pueden quedar por el camino. Toda tecnología tiene efectos sobre nuestras vidas y siempre puede haber peligros. ¿Hay que asumirlo, aceptarlo, simplemente resignarse? ¿No puede ser de otra manera? Falacia típica nuestro tiempo. Se dice: “es el precio que hay que pagar por el desarrollo, por el progreso”. Pero, en realidad, nada impide que los riesgos puedan ser minimizados o que se sustituyan unas tecnologías más peligrosas por otras que no lo sean tanto. Pero claro, eso significaría evaluar las tecnologías antes de su aplicación interesada y con las prisas habituales del pingüe beneficio a corto plazo, teniendo en cuenta valores éticos y ecológicos, poner por delante a la salud de las personas y la salud del planeta, que es también la nuestra, por delante de otros intereses triunfantes en nuestros días, los del negocio a toda costa. Se deja de lado, demasiado a menudo, la sensatez que introduce siempre el principio de precaución.

Y como la población ya tiene cierta conciencia de los peligros que nos acechan, y que nos estamos dando a nosotros mismos, los grandes interesados recurren a sutiles, pero a veces primitivos y burdos, señuelos y engaños para pasar desapercibidos y seguir haciendo el agosto mientras se pueda, todo lo que se pueda. Recuerden cómo es una práctica habitual financiar informes favorables deexpertos, por ejemplo, que defiendan que los campos electromagnéticos de las antenas de la telefonía móvil son inofensivos para la salud de las personas, a pesar de las evidencias en contra. Estas campañas de desinformación crean confusión y dudas, que permiten ganar tiempo y, mientras tanto, mucho dinero. Vean si no, cómo saben muy bien camuflar antenas de teléfonía móvil en el interior de inofensivas chimeneas, con ilegalidad, nocturnidad y alevosía. Los ciudadanos afectados no se resignan y los demás tampoco deberíamos resignarnos.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Sobre el amor

Eros y Psique
Café filosófico Castro 3.5
Biblioteca Municipal de Castro del Río, 24 de mayo de 2012, a las 19:00 horas.

 ¿Qué es el amor?
  

Por qué será que, según dicen y es posible observar en tantas ocasiones, no es posible vivir sin amar.  Sin ser amados, podemos resistir, sin amar nada de nada, ni a  nosotros mismos, la vida diaria y la vida del espíritu se complican mucho. No sé si estarás de acuerdo con esta opinión. Pero no tienes otra: si quieres discutir a fondo este tipo de cuestiones u otras parecidas, debes reunirte con otras personas y examinar vuestra experiencia mutuamente. El contexto de un café filosófico es ideal. Si alguna vez en tu ciudad te enteras de uno que se va a celebrar, no te lo pierdas. Sobre el amor se han dicho miles de palabras, se han escrito miles de libros. ¿Puede un café filosófico durante hora y media responder a las grandes cuestiones sobre el amor? Claro que no, pero sí le está permitido bucear un rato en su naturaleza. Siempre que buceas en algún mar verdadero, que no sean piscinas o albercas, saldrás del agua con las manos llenas. Pero eso sí, sólo te estará permitido ascender con aquello que puedas transportar con tus propias manos.

Cuando nos reunimos venimos a aprender y, aunque tantas veces se olvide, el pueblo casi siempre tiene razón en tantas otras veces, pero también cuando proclama que “nunca te acostarás sin haber aprendido algo nuevo”. No está de más, entonces tomar conciencia de algo que se haya depositado en la tinaja de nuestra propia experiencia vital. A ver: “menciona algo que hayas aprendido últimamente”, se les pidió a los participantes. Y aquí tenéis el ramillete de cosas aprendidas que nos ofrecieron aquél día. Una de las veteranas del encuentro comenzó señalando una novela que había leído no hacía tanto sobre un cura comunista. ¡Un cura podía ser comunista! A ella esto le resultaba desconocido. Otra, sabía ahora lo que no debía hacerse en una relación, para que esta funcionara bien, claro. No nos lo contó y respetamos su intimidad. (Aunque es posible conseguir ambas cosas y nosotros también hubiéramos quizás aprendido algo). Otra que frisaba una edad avanzada estaba empezando a comprender quién nos maneja. ¡Nunca es tarde, claro que no! También es muy bueno darse tiempo al tiempo y no agobiarse en exceso por las cosas de la vida. Yo me apunto a este aprendizaje que nos ofrecía esta participante. Por desgracia, también a veces nos parecemos a marionetas, pues hacen de nosotros lo que quieren. Según el que lo dijo, a esto había que estar muy atentos. La siguiente intervención obligó a hacer un breve alto en el camino: “todo se repite”, “no aprendemos nada”; -pero, ¿tú no has aprendido nada, entonces, desde que naciste?, le increpó el moderador. Y con la mente de todos todavía puesta en el significado de la pregunta, desembocamos en el siguiente aprendizaje: “la política es un fracaso”, y se refería a la política actual, de lo cual ya hemos hablado otras veces. Finalmente, otro participante nos cuenta cómo tres de sus alumnos que no sabían escuchar aprendieron a escuchar, y él aprendió con ellos.

El progreso, cuatro votos. La aceptación social de la enfermedad mental, siete votos. El amor, ocho votos. Pero ya hemos insinuado que la salud puede llegar a depender grandemente del amor. Oliva Sabuco ya nos lo advirtió, allá por el siglo XVI, así como de otros afectos. Muchas fueron las preguntas que, como dardos, fueron lanzadas  acto seguido sobre el amor (esta vez el propio Amor era la diana). Para amar, ¿hay que ser amado? ¿Puede haber amor sin libertad? ¿Todos amamos? ¿Qué es el amor? Ésta última fue la diana central, la que más puntos valía, si se acertaba bien en su centro.

¿Qué es el amor? Es un sentimiento, algo innato, por tanto; no, es un producto cultural. Tanto la tesis como la antítesis pretenden acogerse una a la otra. (Debéis saber que nuestros participantes no están allí para enfrentarse unos a otros, sino que van para colaborar, van a aprender juntos). Y así dicen: cada cultura lo entiende de un modo diferente, intentando acercarse a la tesis. Y así dicen: el amor es una experiencia individual, personal, pero que se expresa universalmente, por eso se da en todas las culturas de diversas formas, dice la antítesis para tratar de reconciliarse con la tesis. Aunque todavía no se había resuelto el choque entre ambas, por un lado, la necesidad innata del amor y, por otro, la variabilidad de sus diversas formas culturales. Una síntesis posible, que apuntaron ellos, fue ésta: el desarrollo de esa necesidad innata de amar necesita de alguna forma cultural de amor, para expresarse y desplegarse. Para ser amado, se necesita de alguna forma compartida de amar.

Así parece, el amor es innato y es cultural; es cultural y es innato. Lo cultural del amor establece las posibilidades y los límites para amar. Y además evoluciona. Acertadamente, nos recuerdan que, por ejemplo, “los hombres pueden mostrarse cariñosos ahora”. Son muchas las formas en que puede expresarse el amor, pero todas ellas son amor, pasa igual que en aquél antiguo cuento oriental sobre Los ciegos y el elefante, que tenéis encabezando este relato.

Así parece, el amor es también un sentimiento. Pero, ¿qué clase de sentimiento? El grupo se dispone a distinguir entre emoción y sentimiento, de manera que se pueda clarificar un poco más la naturaleza del amor dentro de esta otra vertiente. Uno de los participantes se resistía aceptar que el amor, que él querría poner siempre en mayúsculas, no pueda ser más que una emoción, que se le antoja más reacción fisiológica que sentimiento, en donde no es posible hablar de sujeto que piensa y actúa. Porque el amor es libre, no forzado por una necesidad corporal. Pero, qué pasa, ¿hay algún problema con admitir que ambos componentes, el emocional y el sentimental, estén presentes en el amor? (El moderador quería llevar a este participante a pensar de otro modo, por ver si esclarecía mejor su propio modo de pensar). Pongámonos en lo opuesto, pensemos lo impensable para nosotros: ¿puede haber amor sin libertad? Pues sí, se discute. Tenemos, por ejemplo, el síndrome de estocolmo, en que el prisionero acaba amando a su carcelero. Pero ese es un amor patológico. Excesivo desequilibrio de poder. Eso no es amor. Pero, mira, también está la pasión, que padeces, que te arrastra y no hay amor más intenso. ¿O no es eso amor?

En este punto uno de los participantes devuelve la mirada inquisitiva hacia el moderador: y tú, ¿por qué no opinas? Y parecía enojado. Y como era un asistente flamante en esta nuestra reunión, se le explica un poco la tarea del moderador y la finalidad de este encuentro, que él está precisamente para facilitar que entre todos puedan satisfacer sus inquietudes filosóficas que son inseparables de sus propias vidas. Eso mismo le pasó en más de una ocasión a Sócrates, según se nos presenta en algunos diálogos platónicos. Y así respondió el maestro de la vida, que no sabía nada, y que no tenía una respuesta definitiva sobre qué es la justicia, pero que no dejaba de hacer ver en cada caso lo que le parecía justo: “A falta de la palabra, lo hago ver por mis actos”.

Y se consiguió llegar a una síntesis a base de todos: el querer es innato, como mostró vehementemente Schopennauer; el cómo querer es, sin embargo, libre, dentro de un marco cultural. “Yo quiero”. Y se profundizó más: ¿se deduce que en el amor “todo es posible”? Muchas cosas son posibles en el amor. Respuesta que quedó fijada a gusto de todos. (Que se preparen mojigatos y libertinos). “Te quiero”. Que fue la reacción de una de las participantes dirigida a, e inspirada por, el grupo que había hablado allí, aquella tarde, con tanto interés sobre el amor. Muchos otros interrogantes quedaron en el tintero, por falta de tiempo. Más arriba tienes algunos, que se te dejan en tu tejado para que te puedas pelear con ellos junto a otros amantes de la vida y de la filosofía como tú.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Sobre la relación de pareja


Café filosófico Castro 3.4

Biblioteca Municipal de Castro del Río, 3 de mayo de 2012, a las 19:00 horas.

  
¿Por qué suele haber problemas en la relación de pareja?
  
El café filosófico de aquella tarde estuvo totalmente mediado por el caso personal de uno de los participantes habituales, caso que afectaba directamente a la misma reunión en la que estábamos. Pues, resultaba que el hecho de asistir a estos encuentros había supuesto alguna típica desavenencia conyugal, ya sabéis, en relación al reparto de tareas domésticas y el tiempo que uno puede tener para sí mismo. La cuestión: ¿aceptar y respetar el tiempo del otro, o bien, pretender acaparar todo su tiempo? Como podéis imaginar, no hubo necesidad de poner encima de la mesa ningún otro tema alternativo. Los demás participantes se sumaron al instante, impulsados por la intensa atracción que ejercía. Será que nos toca a todos muy de cerca. Lo cotidiano es lo que más nos afecta, puesto que es lo que más sufrimos por su inmediatez y reiteración, para bien o para mal. Y la filosofía no puede existir al margen de esta realidad mundana, que es la más humana. En un café filosófico no prometemos respuestas, aunque sí una actitud de constante y dialogada búsqueda. Nos comprometemos.

Vivimos muy de cerca los problemas de una relación de pareja. Si alguien no los tiene, los habrá tenido, o los va a tener. De modo que los resultados parciales de este encuentro también te pueden interesar a ti, que no tienes pareja en este momento. Pues bien, los problemas de pareja, ¿cuestionan la propia relación de pareja o no? Pregunta el moderador: ¿había antes más problemas que ahora? Ahora hay más rupturas, pero eso, necesariamente, no implica que ahora haya más problemas que antes, responden. Antes se ocultaban más dichos problemas, se asumían roles que implicaban obligaciones sociales difíciles de soslayar, y que resultaban a veces escapatorias o armarios donde ocultarse y autojustificarse su desdicha cada miembro de la pareja. (Uno de los participantes comenta, en este punto, su lectura de la primera novela que escribió José Saramago, Claraboya).

Pero, ¿siempre hay problemas en la relación de pareja? No, siempre no, pero suele haber. Así que nuestra pregunta central de aquel día fue ésta: ¿Por qué suele haber problemas en la relación de pareja? Triunfó la respuesta provisional que acude a la confrontación, a la competición en el seno de la pareja, para explicar estas desavenencias. La inclinación a “salirse uno con la suya”. ¿Se traslada así, la competitividad del mundo actual a la cocina y a la alcoba? Veremos. Sigamos contando. ¿Por qué se da dicha confrontación? Somos diferentes, expresamos ritmos vitales diferentes. Pero, entonces ¿por qué nos buscamos? –La naturaleza nos ha hecho así. -Nos ha hecho, ¿para que nos busquemos, o para que nos enfrentemos y a la vez nos busquemos? Dos fuerzas aparecen aquí de signo opuesto. ¿Son los sexos, opuestos? Pero el hecho es que nos buscamos. ¿Qué está pasándonos de continuo? La hipótesis más aplaudida fue que somos diferentes, pero nos encontramos. Se constatan así dos hechos: la diferencia (biológica) y el encuentro (relación de pareja o social, de hecho). Y si es así, es que somos semejantes en algo. (Lo sucedido en la relación de pareja, ¿podría simular también lo que nos ocurre en cualquier otra interrelación social?).

No investigó esto último el grupo, sino que continuó indagando, sin salirse mucho del tema, cuál puede ser, entonces, el secreto de las parejas bien avenidas, cuando están bien avenidas. Primera respuesta valiosa: aquella que consigue quitarse de encima las costras de la educación cultural recibida. Segunda respuesta: cuando son capaces los dos de construir en común un proyecto. Que si os fijáis siguen una misma secuencia lógica: construir un proyecto común implica que sea propio, más allá de lo recibido socialmente. De manera que, entonces, si son dispares los proyectos, es decir, si no se está construyendo un proyecto común, surgen los conflictos de pareja. -¿Han se ser idénticos o equivalentes sus proyectos de vida? –No tiene por qué. ¿De qué proyecto estamos hablando? -¿De uno que se va construyendo entre dos? -Quizás. Y qué papel tienen las circunstancias concretas que van apareciendo en las sucesivas etapas de la vida. Responden entre todos: todas esas circunstancias son puestas a prueba de la relación, de ese proyecto común. Así sucede con la llegada de los hijos, ejemplo al que le dedicaron cierta atención los participantes. Por desgracia, con dicha cuestión vuelven a recuperase algunas costras culturales adquiridas desde pequeños. Por eso se trata de una importante puesta a prueba de la solidez de la pareja.

Bien, pero si eso es así, que el momento nuevo en que ya no son pareja sino que son tres o más es sólo una prueba, una puesta a prueba, entonces, ¿hay algo previo que genera el conflicto? ¿Algo que está y no debiera estar, o algo que no debiera estar y está en el proyecto común? Nos dan ellos una clave: es el respeto mutuo. Proyecto facturado sin suficiente respeto mutuo, proyecto que hace aguas y se irá a pique. A continuación, los participantes se ponen manos a la obra: ¿qué es respetarse? –Tener en cuenta al otro. Esta respuesta nos retrotrae al inicio de esta investigación, el caso personal inicial que incitó la búsqueda, ¿lo recordáis? Esta faceta es de las más valiosas de nuestros encuentros filosóficos, pues, no sólo se intenta dar respuestas, sino que los participantes y lo que dicen se entrelaza con sus propias vidas, y las posibles respuestas se transfiguran en ofertas de vida. Para ellos y para nosotros. Una posibilidad de vivir de otra manera. ¿Cómo podemos tener adecuadamente en cuenta al otro? “Todo lo que hace uno porque lo necesita, contribuye favorablemente a la relación de pareja también”. Y aplican este principio al caso inicial. Sale muy bien parado el principio. Buena noticia para el principio y para la posibilidad de convivir mejor. La pareja ha de partir de lo que es importante para cada uno. Si se respeta, se está respetando lo que es importante para la pareja misma. Te ayuda además en el esfuerzo por descubrir qué es lo importante para ti y a conocerte mejor a ti mismo. ¿Sería viable una relación de pareja, si no contribuye a conocerse uno a sí mismo y a sacar lo mejor de sí mismo? ¿Vale esto para cualquier otra relación social?

Ya se ha dicho que no se condujo por ahí la investigación, tampoco en los momentos finales del encuentro. Sino que se subrayó la importancia de tener en cuenta al otro, lo que implica una relación de paridad con el otro. Si se rompe dicha paridad la cosa funciona peor. Uno u otro, o los dos, puede sentirse ajeno, distinto, y así distante, a causa de la disparidad entre cómo me trata la relación y como quiero sentirme tratado en una relación. El proyecto, por tanto, ya no sería común.