Café filosófico Cabra 2.1
Círculo de la Amistad, a las 19:00 horas del día 26 de abril de 2012.
El etnocentrismo nos orienta
demasiado pues nos quita oportunidad de elección. El relativismo, por el
contrario, nos orienta demasiado poco, pues trata de convencernos de la vanidad
de toda elección. En la noche sin estrellas del relativismo todos los gatos son
negros y todas las direcciones son equivalentes: ninguna conduce a ninguna
parte. El etnocentrismo promueve el conformismo, el relativismo, la
indiferencia. Ambos impiden la comparación evaluativa, la ponderación objetiva
y la elección y decisión racionales"
(Jesús Mosterín).
-Estos muros son curiosos. Al principio
uno los odia, luego se acostumbra a ellos. Entonces el tiempo pasa y terminas
dependiendo de ellos. Eso es estar "institucionalizado". […] Ellos te
envían aquí de por vida y eso es justo lo que toman de ti. En cualquier caso la
parte que cuenta [de la vida] (De la película Cadena
Perpetua).
Después de un largo período sin cafés filosóficos en la ciudad de Cabra (la salud y los contratiempos fácticos mandan lo suyo), venían los participantes a la primera reunión de la temporada. Por añadidura, imperativos académicos y del momento hacían que la participación no fuera muy numerosa que digamos, al contrario que en las anteriores ediciones. Pero allí estábamos, dispuestos a preguntarle a la vida, que es como preguntarnos a nosotros mismos, dos profesores y una profesora, dos alumnos y una alumna. Variedad más que suficiente para los frutos que nos aprestábamos a recolectar.
La concentración de los participantes (por el tamaño del grupo y por su interés) era palpable, a pesar de lo cual el moderador del encuentro se empeñó en realizar un breve ejercicio filosófico previo, totalmente innecesario para ellos, pero que quizás a vosotros os pueda traer algún provecho, por eso os lo relato. No viene mal, de cuando en cuando, tomar conciencia de algo que valoro mucho en mi vida, ya sea para someterlo a examen, ya sea para cuidarlo como oro en paño, ya sea, como puede hacerse en nuestra reunión, para contrastarlo con lo que otros también valoran, que puede llegar a ser valioso también para mí. “Algo que valoro mucho en mi vida, y si es una persona algo de esa persona que valoro mucho”. Entre ello, estaba la verdad en las personas, es decir, la veracidad; estaba la tolerancia, que luego se vería la pugna que mantiene permanentemente con la intolerancia; la salud, o más bien, la búsqueda de la salud, física pero también espiritual, mi salud pero también la salud de los demás que me rodean; la intención con que se actúa (muy kantiano se mostraba este valor); y la amistad siempre, base como el amor de otros valores compartidos.
Se dijo de traer aquella tarde a la pobreza, que siempre está por desgracia si adoptamos una perspectiva global, se trató de convocar a la esperanza, que nos sirva para vivir mientras tanto, pero los participantes se quedaron con la tolerancia. ¿O quizás no? Quizás preocupaba más su otra cara, la intolerancia. Y es que aquella tarde los participantes se verían las caras en el espejo de este Jano de nuestro tiempo (combatimos cada día, además, con otros janos de dos caras, como mostraba el conocido dios romano). Porque veréis lo que fue pasando. Porque se inició la indagación pareciendo que ¡era más fácil ser intolerante!
¿Por qué es tan difícil ser tolerante? Esta pregunta iniciaba la indagación conjunta, que contenía un supuesto inicial: “es más fácil ser intolerante”. Para ellos esto se mostraba muy real, pero amaban la tolerancia y la deseaban como práctica habitual en nuestras sociedades. De modo que este deseo les planteaba: “¿por qué es tan difícil ser tolerante?” Realmente, eran muy conscientes de las dificultades de tratar de ser tolerante en un contexto que estuviera plagado de intolerancia. Esta experiencia permaneció todo el rato en el trasfondo de la discusión. ¿Por qué es más fácil ser intolerante? Lo que nos podría orientar en nuestra búsqueda acerca las trabas puestas a la tolerancia. Y se dijo que primero por la comodidad y segundo por el miedo.
Y analizamos un poco entre todos dichas dos hipótesis. La comodidad y el miedo, un tándem muy peligroso en tantos contextos humanos. Dos ladrillos puestos en el muro que impide a la tolerancia su afianzamiento y reproducción sociales. Se dijo: pensar como los demás es más cómodo; pensar distinto es arriesgado, consecuencias no deseadas pueden sobrevenir. ¿Tienen que ver entre sí, entonces, el miedo y la comodidad? ¿Se alimentan mutuamente? Así parece que ocurre en el seno social. Mencionan dos casos los participantes: una chica de origen árabe que se pone velo para sentirse más arraigada, más protegida, más cómoda en su entorno habitual, en su “grupo”; y el caso que se muestra en la película de Fernán Gómez La lengua de las mariposas, que muestra la presión del grupo para que un alumno que adoraba a un maestro que le enseñó muchas cosas, finalmente, también se decidiera a arrojarle piedras como los otros niños, cuando se lo llevaban arrestado por ser “rojo”, en la España de preguerra civil. El miedo se esconde en la comodidad y la comodidad se alimenta de miedo. Puede ser que sí. Ellos lo afirmaron.
Lo anterior, ¿significa que tienen mucho que ver los demás para que yo sea más o menos tolerante o su contrario? El entorno, la educación recibida influyen mucho. Un entorno puede liberarte, puede estimularte para ver de diferente manera las cosas; o bien, puede aprisionarte para que no puedas ver de ninguna otra manera. Entonces, la pregunta es ¿cómo logramos un entorno tolerante en que nos sea más fácil a todos ser más tolerantes? Para comenzar, dicen, no todo debe ser tolerando. No todo vale. Ellos lo tenían esto muy presente. Y, como tantas otras veces, se pone a la educación como esperanza para una sociedad mejor. ¡Siempre la sociedad, siempre los demás que me educan o maleducan!, pero, ¿yo no tengo nada que decir? ¿Cómo conseguiremos una sociedad más tolerante, cuando ésta sea poco tolerante? ¿Deberá seguir siempre así? ¿Es esto lo que queremos, para nosotros y para que vienen detrás de nosotros? Si todo radica en el contexto social que me hace ser más o menos tolerante, y si este contexto ya no lo es, entonces, yo no lo puedo ser nunca, ¿cómo salimos de este círculo vicioso? ¿Qué nos cabe esperar? ¿Cómo podemos romperlo? ¿O no me cabe esperar nada más de las posibilidades del mundo que me rodea?
El moderador trata de ayudar un poco en este impasse: si uno de los polos del círculo es el contexto social y el otro es el individuo, soy yo, entonces, ¿yo qué puedo hacer? Pues… puedo rebelarme. Puedo exigir más, puedo ir más allá. Es difícil, pero siempre ha habido personas que han roto más o menos, según sus fuerzas, el círculo. No hace falta ser revolucionario, es interesante el día a día. Seguro que tú puedes poner muchos ejemplos, históricos y actuales. (Hay que estar atentos a las señales).
Todos podemos pensar en algún contexto asfixiante, hermético, tóxico en que hemos podido caer alguna vez, un grupo de amigos que era así y que conducía a todos a ser así, un entorno laboral que poco permitía ser mejores personal y profesionalmente, sino todo lo contrario, en suma, situaciones en donde la intolerancia hacia lo que no estábamos acostumbrados trata de reproducirse para que no pueda haber movimiento nuevo alguno, para no perder nuestra situación de mezquina cuota de poder o de privilegio dentro del estatus social existente. Y, ¿qué se está perdiendo en dichas situaciones? ¿Qué perdemos todos? Probablemente, otras formas de vivir y de vivir mejor. Porque, quizás, los mismos mecanismos de reproducción social trabajen y estén funcionando tanto en una comunidad “malvada” como en una más “bondadosa”. ¿Qué mundo queremos contribuir a crear y desarrollar? ¿Qué puedo hacer yo? Sencillamente, siempre puedo colaborar en un sentido o en otro, con mi ejemplo, con mi apoyo. Fueron este tipo de preguntas y de sugerencias las que coparon el final del diálogo de aquella tarde.
¿Cómo romper aquél círculo de la intolerancia y la inhabitabilidad social? Como mínimo, si no nos sentimos héroes ni santos, como en realidad no somos, podemos estar atentos a las señales. Como mínimo, si alguien se atreve, asumiendo un riesgo y repudiando una comodidad, de lo cual ya hemos hablado, qué menos que apoyarlo, “cada uno de la manera que pueda”, un más o un menos, pero un algo. ¿Y cómo hacernos fuertes, atrincherarnos y resistir? Compenetrándonos, poniendo lo que nos preocupa en común. Juntos somos más y podemos ser mejores igual que, a veces, o demasiadas veces, somos peores. Siempre se puede ir generando un grupo nuevo a nuestro gusto, como aquella tarde entre todos fuimos capaces de ir generando. Un grupo pequeño que puede extenderse, que habló, se compenetró y se preocupó de ser un poco mejores, un grupo creado a nuestro gusto que puede inspirar a otros, porque allí se entendieron, se aceptaron y se comprometieron durante un buen rato un grupo de personas, un pequeño germen entre otros muchos que cada día pueden ir surgiendo. Y habrá que estar atentos a estas semillas, atenderlas y cuidarlas. Fue el reto que aquél reducido número de personas te brindaron a ti aquel día.
Estuve muy a gusto y cómodo ese rato que echamos hablando de este tema, asi que espero que se pueda repetir sea allí o en otro sitio. Un abrazo.
ResponderEliminarDe eso se trataba sobre todo.
EliminarSeguro que sí. Como eso depende de nosotros mismos, ningún obstáculo puede impedirlo.