Café filosófico Castro
3.1
Biblioteca
Municipal de Castro del Río, 1 de marzo de 2012, a las 19:00 horas.
¿Podemos
saber qué es la justicia?
El
primer encuentro de la temporada había sido tan esperado por su propiciador
como por los participantes habituales del mismo. Recordad, un encuentro
filosófico por su contenido y por su forma, o más bien por lo segundo. Un
ritual en el que la filosofía de todos los tiempos es actualizada y
revitalizada gracias a la conciencia de sí mismos y del mundo en que viven, que
es capaz de otorgar a aquellos a los que allí convoca. Recuperada la salud,
satisfechas las necesidades más básicas, estaban dispuestos para esa otra
necesidad de segundo grado que hemos dicho, sin la que no podemos llegar a ser
humanos en toda su plenitud.
Aristocles,
el de anchas espaldas, más conocido como Platón, no podía imaginar que aquella
tarde estaría en el candelero, que allí aquel grupo de personas, entre los que
se encontraba el concejal de cultura de la localidad (pronto nuestra reunión
propició que dejara de serlo y fuera un ciudadano más), lo señalarían, a
Platón, tomando como tema de discusión su muy querida concepción de la
justicia. Pues todo el rato estarían con/contra Platón. Antes, sin embargo,
deberíais saber cómo llegó la cosa a ese punto en que hablaron de la justicia y
no tuvieron reparos en utilizar al pobre Platón tanto como una fuente de ideas,
como un campo de minas que hacer estallar. El moderador quiso romper el hielo
de la discusión (que presentaba, de todo modos, una finísima capa que romper)
pidiendo a los intervinientes que refirieran “alguna verdad que se les hubiera
caído de la manos últimamente y se les hubiera hecho trizas”. ¿Se nos ha
caído alguna verdad últimamente? Lo que más: la integridad de algunas
personas (o algunos personajes, habría que decir), la amistad de algunas
otras…, pero fue la justicia, de la que costaba trabajo recoger los trozos que
hoy día va dejando esparcidos por los suelos.
¿Qué
es la justicia? ¿Es ciega, como se autoproclama, la justicia? ¿Es una siempre
la misma, o es interpretable y está hecha añicos en el mundo en que vivimos? En
definitiva, ¿podemos llegar a saber lo que es la justicia? Para procurar
que no sea tan interpretable, la reunión propone la necesidad de que las leyes
estén bien formuladas. Pero, ¿es posible formularlas perfectamente? Para que no
se produzcan abusos, para que recoja todos los casos de la realidad. Difícilmente
se puede prever todo, incluido lo que todavía no existe. Imposible no
interpretar, aunque mejor que sea menos que más. Continúa la discusión. ¿Puede
haber leyes injustas, aunque estén bien formuladas, con toda la claridad
posible? Y se responde con el socorrido recurso del “depende”. Pero se somete a
prueba. Depende del contexto social e histórico. De entre los casos que se
enuncian para su análisis, se selecciona el cuarto mediante el voto de la
mayoría: la pena de muerte, el aborto, la homosexualidad y la esclavitud. El
que una persona pueda ser propiedad de otra, actualmente es ilegal y
universalmente repudiado, pero sabemos que no siempre ha sido así. ¿Por qué ha
cambiado de significado? Aunque al principio no se entendía bien la pregunta
del moderador, por fin, buscan juntos causas de dicho cambio histórico tan
radical. Han ido cambiando las leyes sobre la esclavitud porque ha ido
cambiando su consideración social y política. Se ha producido una evolución
moral y hemos aprendido de pasados desastres civilizatorios.
En
ese caso, ¿en qué condiciones cambian las leyes y son más justas? Dicen ellos
algo así como que siempre hay una pugna
entre las pretensiones del poder por conservarse y las exigencias de las gentes
para vivir en una sociedad justa, y que cuando esto último predomina, se considera justo aquello que la mayoría así
lo decida. ¿Y cómo se decide? Cuando no es impuesta una ley, ¿en base a qué se
decreta que es justa? Este punto de la discusión remite a los participantes a
la otra pregunta inicial, que no se había tratado hasta el momento: ¿qué es la
justicia? La definición, el concepto de justicia. Y, en este nivel de discurso
situados, la justicia ¡sí que es ciega!, la justicia ¡no es interpretable! Por
tanto ya habíamos llegado a algo muy interesante: se había respondido a dos de
las tres preguntas iniciales. La justicia de hecho no es ciega y es
interpretable, pero la justicia en sí misma (ahí aparecía con toda su fuerza el
pensamiento platónico), es ciega y no es interpretable.
Por
consiguiente, se produjo un viraje radical de la nave de nuestro pensamiento.
¿Qué es la justicia, más allá de la justicia? Más allá de la justicia mundana,
podríamos decir. Platón se sentía a sus anchas. La noción de justicia tiene un
componente innato, que intuimos, que está en nosotros dormida, pero que la
educación y el diálogo con los otros puede progresivamente puede hacer aflorar.
Ahora bien, ha de ser una buena educación, una educación que oriente
adecuadamente el alma del ser humano para que no se despiste sin remedio. Eso
está muy bien, pero cómo sabemos que hemos dado con la definición correcta de
justicia, cuándo lo podemos saber. ¿Qué es la justicia? Respuesta del grupo de
personas allí reunidas aquella tarde: no sabemos. Ante lo cual lector, te
parecerá que te dejan muy lejos de lo que buscábamos. O, quizás más cerca de lo
que tú crees.
Tomemos
un punto de referencia para tratar de salir del aprieto: pensemos en la
cuestión todavía más peliaguda del sentido de mi vida. Lo que valga para esto,
podría valer mejor para lo otro. ¿Puedo yo saber, aquí y ahora, cuál es el
sentido de mi vida? Que levante la mano quien así lo asegure. Realmente, si lo
piensas bien, si lo descubres, lo harás al final. Así pues, quizás estés de
acuerdo, tú que estás leyendo esta crónica, en que el sentido de tu vida
constituye una búsqueda, como tantas otras búsquedas humanas: la verdad, la
libertad… ¡la justicia! Así pues, ¿qué hemos hecho hoy juntos? La respuesta es
bien sencilla. ¿La sabes? Hemos buscado la justicia. Hemos sido más
conscientes. ¿Te parece poca cosa?
Con
ayuda de uno de los participantes, en concreto el concejal de cultura,
estudiante de derecho (mira tú por donde), se planteó finalmente una situación
de lo más prometedora, de lo más esclarecedora. Ante un mismo proceso
instructor, dos jueces ¿siempre llegarían al mismo veredicto? Quizás no siempre.
Lección que se aprende, que no es la escéptica “todo vale”, ni tampoco la
dogmática, como si dictar sentencia, decidir justamente, fuera como aplicar la
tabla de multiplicar: ni la justicia es una, única justicia (contra Platón), ni
cualquier forma de justicia es posible (con Platón). ¿Vale?
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