Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

jueves, 21 de diciembre de 2017

CAFÉ FILOSÓFICO...

... en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática (Universidad de Málaga)
4 de diciembre de 2017

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Después de señalar cada uno qué es aquello que admiraba más en los demás -sin duda, señalando cualidades (integridad, capacidad colaboradora, confiabilidad, asertividad, autonomía...) que ya estarían en ciernes dentro de ellos mismos, de lo contrario no serían capaces, ni siquiera, de admirarlas-, y de presentar la naturaleza y el carácter y las reglas básicas de un encuentro de esta índole, los participantes decidieron dialogar sobre la Ética de las nuevas tecnologías, y preguntarse sobre la responsabilidad que los nuevos desarrollos -y los también viejos- conllevan. Es posible que en algún caso no se aprecie con la suficiente claridad, pero todos nuestros actos, por ser nuestros, implican responsabilidad nuestra. Cómo mínimo, la dirección que decidimos que adopte una aplicación concreta de una tecnología, o bien, de una investigación científico-tecnológica, que hoy es muy difícil separarlas. Está en juego la vigencia del principio de responsabilidad. ¿En dónde situamos la responsabilidad: en la tecnología misma, o en el uso sociopolítico que hagamos de ella? Si examinamos diferentes casos, como allí se hizo aquella tarde de frío húmeda de invierno, cualquier propuesta de responsabilidad -el hacerse cargo de los efectos indeseados de una determinada aplicación tecnológica-, se vuelve un asunto complicado, la red enmarañada de dilaciones se expande como una plaga. Pero, a la vez, el panorama amanece clarificado: el concepto de responsabilidad se nos muestra corto para tratar con la realidad tecnológica actual, porque nos conduce a una lacerante irresponsabilidad. Se diluye la responsabilidad. Son procesos tan enmarañados y oscuros -entre el diseño y el usuario final, incluida la responsabilidad de este mismo al usarla-, que ya no sabemos a quién exigir mayor compromiso y asunción de las garantías propias de su acción. Y esto es lo realmente peligroso a futuro en un mundo como el de hoy, en el actual camino plagado de riscos y trampas hacia un mundo mejor. Fue por ello que la reunión lúcida de aquel día alumbró un concepto alternativo: en la era de la alta ciencia y tecnología necesitamos la corresponsabilidad de nuestras acciones. De lo contrario, nada habrá que hacer... la locomotora del “progreso” se estrellará sin remisión contra el tope de un final de vía. Una vía muerta.

Para leer más:

-Hans Jonas, El principio de responsabilidad.
-Ulrich Beck, La sociedad del riesgo.



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