... en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática (Universidad de Málaga)
4 de diciembre de 2017
Después de señalar
cada uno qué es aquello que admiraba más en los demás -sin duda,
señalando cualidades (integridad, capacidad colaboradora,
confiabilidad, asertividad, autonomía...) que ya estarían en
ciernes dentro de ellos mismos, de lo contrario no serían capaces,
ni siquiera, de admirarlas-, y de presentar la naturaleza y el
carácter y las reglas básicas de un encuentro de esta índole, los
participantes decidieron dialogar sobre la Ética de las nuevas
tecnologías, y preguntarse sobre la responsabilidad que
los nuevos desarrollos -y los también viejos- conllevan. Es posible
que en algún caso no se aprecie con la suficiente claridad, pero
todos nuestros actos, por ser nuestros, implican responsabilidad
nuestra. Cómo mínimo, la dirección que decidimos que adopte
una aplicación concreta de una tecnología, o bien, de una
investigación científico-tecnológica, que hoy es muy difícil
separarlas. Está en juego la vigencia del principio
de responsabilidad.
¿En dónde situamos la responsabilidad: en la tecnología misma, o
en el uso sociopolítico que hagamos de ella? Si examinamos
diferentes casos, como allí se hizo aquella tarde de frío húmeda
de invierno, cualquier propuesta de responsabilidad -el hacerse
cargo de los efectos indeseados de una determinada aplicación
tecnológica-, se vuelve un asunto complicado, la red enmarañada de
dilaciones se expande como una plaga. Pero, a la vez, el panorama
amanece clarificado: el concepto de responsabilidad se nos muestra
corto para tratar con la realidad tecnológica actual, porque nos
conduce a una lacerante irresponsabilidad. Se diluye la
responsabilidad. Son procesos tan enmarañados y oscuros -entre el
diseño y el usuario final, incluida la responsabilidad de este mismo
al usarla-, que ya no sabemos a quién exigir mayor compromiso y
asunción de las garantías propias de su acción. Y esto es lo
realmente peligroso a futuro en un mundo como el de hoy, en el
actual camino plagado de riscos y trampas hacia un mundo mejor. Fue
por ello que la reunión lúcida de aquel día alumbró un concepto
alternativo: en la era de la alta ciencia y tecnología necesitamos
la corresponsabilidad de nuestras acciones. De lo contrario,
nada habrá que hacer... la locomotora del “progreso” se
estrellará sin remisión contra el tope de un final de vía. Una vía
muerta.
Para leer más:
-Hans Jonas, El
principio de responsabilidad.
-Ulrich Beck, La
sociedad del riesgo.
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