Café filosófico Juan de la Cierva 2.1
10 de octubre de 2013, Biblioteca IES Juan de
la Cierva, 17:00 horas.
¿Por
qué hay modas?
Los
participantes tenían “algo mínimamente claro” y, como eran jóvenes muy
aplicadas, en ese momento captaban con nitidez la importancia de estudiar y de aprender
(veterinaria, egiptología, ingeniería industrial…) para cuidar de los animales,
salir de aquí, ir a Corea del Sur… Pero también podían haber tenido más claro —si
hubieran tenido más años— que siempre hay alguien que ha pasado por lo que tú
has pasado, y que ha sufrido también, lo cual te regala una lección de
serenidad para afrontar sucesivos pesares que vayan viniendo en el transcurso
del vivir.
Quedaba
patente la importancia de la educación, pero el tema más deseado aquella
tarde fue la pasajera moda. Mejor, “las modas”, que son muchas y
cambiantes. ¿Quién las crea? ¿Por qué hay modas? Aunque, antes de abordar
juntos la temática, habría que aclarar conceptualmente cuándo estamos delante
de una moda, es decir, qué la caracteriza. Y nuestros sociólogos amateurs
te lo hubieran dicho muy rápido y muy nítido, si hubieras estado allí: ha de darse
un seguimiento masivo, es siempre pasajera y es cíclica, y
son siempre todo presente. ¡Así son las modas! ¡Y tú podrías haber añadido
algo!
—¿Por
qué hay modas?
—Por
aburrimiento de lo hay y de lo que tenemos.
—No,
más bien son diseñadas. Son diseños de autor. Se coge por banda un buen
“gancho”, un famoso, se presenta bien lo que se quiere que sea una moda y…
listo para servir.
—Pero
no, porque una moda puede responder simplemente al deseo de identificarte con
un determinado grupo.
De
acuerdo. Los jóvenes y los adultos sabemos mucho de esto. Las modas sirven para
identificarnos —y para diferenciarnos—, pero muchas modas son masivas,
masificantes, nos masifican. Así que el grupo de sociólogos allí reunido estableció que hay modas generales y modas de grupo. ¿Y qué
podrán decir del mecanismo que las hace modas pasajeras? ¿Por qué pasamos
del “no me gusta” al “me gusta”? (Se pusieron muchos ejemplos de modas
pasajeras sorprendentes, con las cuales estuvieron divertidos los participantes
durante un largo rato; tú conoces también muchos casos de algo abominable que
más adelante resulta ser muy querido). La respuesta que dieron tomaba la “costumbre”
como mecanismo coadyuvante del triunfo de una moda inesperada. Te acostumbras a
verlo tanto en otros que ya no lo ves tan mal en ti, incluso llegas a desearlo.
Y esto puede ocurrir más conscientemente o menos. Y en muchas ocasiones es tan
inconsciente que nos pasa totalmente desapercibido.
Comienza
el grupo a discutir hasta qué punto dicha costumbre, que hace que te guste lo que
antes no te hubiera gustado ni por asomo, puede haber sido precocinada por
parte de de algún actor interesado —recogiendo así una idea anterior—,
pero uno de los participantes adultos recuerda la historia de una campaña
fallida de una nueva Coca-cola (tuvieron que volver a la receta anterior).
También hay modas fallidas, así pues. ¡Cómo no iba a haberlas! Se nos puede
condicionar, pero no determinar. ¡Menos mal! Pues bien, esta discusión da pie a
elaborar entre todos una pequeña teoría acerca del triunfo de las modas. ¿Por
qué unas triunfan y otras fracasan o, al menos, no disfrutan de mucho
seguimiento, pasando inadvertidas? Y se esboza lo siguiente: los gustos poseen
una evolución propia, diferente a la evolución de las modas, sobre todo de aquellas
que pretenden imponerse desde determinados intereses comerciales; pero a veces,
en algunos momentos, en algún punto, conectan, y éstas son las que triunfan de
una manera apabullante. ¿Qué te parece esta teoría?
Unos
minutos antes de que se incorporara a la reunión una veterana de nuestros cafés
filosóficos, uno de los participantes —antes de tener que ausentarse— propuso
un cambio de rumbo que el grupo acogió con ganas: si puede haber modas también
en el plano del pensamiento.
—¿Modas
de ideas?
—¡Claro
que sí! De hecho, ni los objetos, ni las costumbres, ni los gustos pueden
separarse mucho de lo que pensamos.
—Además,
las ideas son el caldo de cultivo de lo que acabamos haciendo.
Y el
grupo se dispuso a proponer, entonces, ejemplos de “modas ideológicas”. Y el
fascismo y su contexto social e histórico de aparición secuestró con facilidad toda
la atención de los asistentes. ¿Se podía establecer una analogía entre las
modas y las ideologías? (Ya sabíamos de la importancia de “ser conscientes de
los peligros de una religión intolerante y fanática convertida en credo social
y político” y viceversa, una ideología convertida en religión[1]) Y no
solamente lo establecieron, sino que observaron sus mecanismos de producción y
reproducción semejantes o equivalentes.
—Pero,
¿por qué necesitamos modas? ¿Por qué las necesitamos tanto?
—Sentirse
formando parte de algo es muy humano.
—Es
decir: me gusta lo mismo ergo soy contigo y tu eres conmigo.
Seguramente, es tan propio de la naturaleza social y gregaria humana que sin ello
no comprenderíamos mucho de lo que somos y hacemos. Pero, ¿por qué esta
tendencia humana a singularizar el mundo desde esta pareja de contrarios: me
gusta / no me gusta.
Desde
hace mucho que el moderador —cuando no es moderador— se viene planteando esta
cuestión. Y como también va allí para aprender, no pudo evitar la introducción
de la anterior pregunta. Se inició, así un derrotero metafísico y los
asistentes supieron responder muy al envite —tú también hubieras sido capaz, no
lo dudes—. ¿Por qué somos tan dados a clasificar el mundo a la manera de los opuestos:
me gusta / no me gusta? Y hay muchos más contrarios. Ellos, juntos, lo
señalaron: amar / odiar, bueno / malo, nuevo /viejo, vida / muerte, crear /
destruir… y tantas otras oposiciones de contrarios. ¿No hay posibilidad de otra
comprensión distinta del mundo? Heráclito se impuso con total naturalidad: hay
contrarios y armonía, hay opuestos y equilibrio. Una nueva
comprensión que, quizás, nos permitiera no dejarnos atrapar tan a menudo en la
jaula cerrada de los contrarios. Ya sabéis que ahí se almacenan los
desencuentros y los conflictos, las escisiones dentro de nosotros y las
fracturas con el mundo. ¿Quién habría, que por un “me gusta / no me gusta”, una
moda u otra, llegara a ver en el otro ser —humano o no humano— a su enemigo?
[1]
Ver un café filosófico anterior sobre la
religión, celebrado en la Biblioteca Municipal de Castro del Río, el 22 de
junio de 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario