Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

sábado, 19 de octubre de 2013

Sobre las modas

Café filosófico Juan de la Cierva 2.1
10 de octubre de 2013, Biblioteca IES Juan de la Cierva, 17:00 horas.
  
¿Por qué hay modas?
  
De nuevo —un nuevo curso— celebramos nuestro viejo café filosófico, que inauguró Sócrates y quedó tan bien plasmado en el banquete platónico, sin tener que irnos más lejos. En esta ocasión, para dialogar sobre las modas. La asistencia al encuentro fue escasa —ya contaremos si el avanzar del curso va trayendo más participantes—. Y, sobre las modas, se atrevieron a lanzar una mirada sociológica, que más tarde, se transformó en metafísica. Ya veréis, ya. También podréis saber si las modas tienen que ver con las ideologías. ¿Qué tiene que ver un gurú de la moda actual con un nazi goebbels cualquiera? Atentos.

Los participantes tenían “algo mínimamente claro” y, como eran jóvenes muy aplicadas, en ese momento captaban con nitidez la  importancia de estudiar y de aprender (veterinaria, egiptología, ingeniería industrial…) para cuidar de los animales, salir de aquí, ir a Corea del Sur… Pero también podían haber tenido más claro —si hubieran tenido más años— que siempre hay alguien que ha pasado por lo que tú has pasado, y que ha sufrido también, lo cual te regala una lección de serenidad para afrontar sucesivos pesares que vayan viniendo en el transcurso del vivir.

Quedaba patente la importancia de la educación, pero el tema más deseado aquella tarde fue la pasajera moda. Mejor, “las modas”, que son muchas y cambiantes. ¿Quién las crea? ¿Por qué hay modas? Aunque, antes de abordar juntos la temática, habría que aclarar conceptualmente cuándo estamos delante de una moda, es decir, qué la caracteriza. Y nuestros sociólogos amateurs te lo hubieran dicho muy rápido y muy nítido, si hubieras estado allí: ha de darse un seguimiento masivo, es siempre pasajera y es cíclica, y son siempre todo presente. ¡Así son las modas! ¡Y tú podrías haber añadido algo!

—¿Por qué hay modas?
—Por aburrimiento de lo hay y de lo que tenemos.
—No, más bien son diseñadas. Son diseños de autor. Se coge por banda un buen “gancho”, un famoso, se presenta bien lo que se quiere que sea una moda y… listo para servir.
—Pero no, porque una moda puede responder simplemente al deseo de identificarte con un determinado grupo.

De acuerdo. Los jóvenes y los adultos sabemos mucho de esto. Las modas sirven para identificarnos —y para diferenciarnos—, pero muchas modas son masivas, masificantes, nos masifican. Así que el grupo de sociólogos allí reunido estableció que hay modas generales y modas de grupo. ¿Y qué podrán decir del mecanismo que las hace modas pasajeras? ¿Por qué pasamos del “no me gusta” al “me gusta”? (Se pusieron muchos ejemplos de modas pasajeras sorprendentes, con las cuales estuvieron divertidos los participantes durante un largo rato; tú conoces también muchos casos de algo abominable que más adelante resulta ser muy querido). La respuesta que dieron tomaba la “costumbre” como mecanismo coadyuvante del triunfo de una moda inesperada. Te acostumbras a verlo tanto en otros que ya no lo ves tan mal en ti, incluso llegas a desearlo. Y esto puede ocurrir más conscientemente o menos. Y en muchas ocasiones es tan inconsciente que nos pasa totalmente desapercibido.

Comienza el grupo a discutir hasta qué punto dicha costumbre, que hace que te guste lo que antes no te hubiera gustado ni por asomo, puede haber sido precocinada por parte de de algún actor interesado —recogiendo así una idea anterior—, pero uno de los participantes adultos recuerda la historia de una campaña fallida de una nueva Coca-cola (tuvieron que volver a la receta anterior). También hay modas fallidas, así pues. ¡Cómo no iba a haberlas! Se nos puede condicionar, pero no determinar. ¡Menos mal! Pues bien, esta discusión da pie a elaborar entre todos una pequeña teoría acerca del triunfo de las modas. ¿Por qué unas triunfan y otras fracasan o, al menos, no disfrutan de mucho seguimiento, pasando inadvertidas? Y se esboza lo siguiente: los gustos poseen una evolución propia, diferente a la evolución de las modas, sobre todo de aquellas que pretenden imponerse desde determinados intereses comerciales; pero a veces, en algunos momentos, en algún punto, conectan, y éstas son las que triunfan de una manera apabullante. ¿Qué te parece esta teoría?

Unos minutos antes de que se incorporara a la reunión una veterana de nuestros cafés filosóficos, uno de los participantes —antes de tener que ausentarse— propuso un cambio de rumbo que el grupo acogió con ganas: si puede haber modas también en el plano del pensamiento.

—¿Modas de ideas?
—¡Claro que sí! De hecho, ni los objetos, ni las costumbres, ni los gustos pueden separarse mucho de lo que pensamos.
—Además, las ideas son el caldo de cultivo de lo que acabamos haciendo.

Y el grupo se dispuso a proponer, entonces, ejemplos de “modas ideológicas”. Y el fascismo y su contexto social e histórico de aparición secuestró con facilidad toda la atención de los asistentes. ¿Se podía establecer una analogía entre las modas y las ideologías? (Ya sabíamos de la importancia de “ser conscientes de los peligros de una religión intolerante y fanática convertida en credo social y político” y viceversa, una ideología convertida en religión[1]) Y no solamente lo establecieron, sino que observaron sus mecanismos de producción y reproducción semejantes o equivalentes.

—Pero, ¿por qué necesitamos modas? ¿Por qué las necesitamos tanto?
—Sentirse formando parte de algo es muy humano.
—Es decir: me gusta lo mismo ergo soy contigo y tu eres conmigo. Seguramente, es tan propio de la naturaleza social y gregaria humana que sin ello no comprenderíamos mucho de lo que somos y hacemos. Pero, ¿por qué esta tendencia humana a singularizar el mundo desde esta pareja de contrarios: me gusta / no me gusta.

Desde hace mucho que el moderador —cuando no es moderador— se viene planteando esta cuestión. Y como también va allí para aprender, no pudo evitar la introducción de la anterior pregunta. Se inició, así un derrotero metafísico y los asistentes supieron responder muy al envite —tú también hubieras sido capaz, no lo dudes—. ¿Por qué somos tan dados a clasificar el mundo a la manera de los opuestos: me gusta / no me gusta? Y hay muchos más contrarios. Ellos, juntos, lo señalaron: amar / odiar, bueno / malo, nuevo /viejo, vida / muerte, crear / destruir… y tantas otras oposiciones de contrarios. ¿No hay posibilidad de otra comprensión distinta del mundo? Heráclito se impuso con total naturalidad: hay contrarios y armonía, hay opuestos y equilibrio. Una nueva comprensión que, quizás, nos permitiera no dejarnos atrapar tan a menudo en la jaula cerrada de los contrarios. Ya sabéis que ahí se almacenan los desencuentros y los conflictos, las escisiones dentro de nosotros y las fracturas con el mundo. ¿Quién habría, que por un “me gusta / no me gusta”, una moda u otra, llegara a ver en el otro ser —humano o no humano— a su enemigo?




[1] Ver un café filosófico anterior sobre la religión, celebrado en la Biblioteca Municipal de Castro del Río, el 22 de junio de 2011.

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