Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

miércoles, 19 de junio de 2024

Los últimos días de edén


MEDICINE MAN

Los últimos días de Edén (“Medicine man”, 1992), ha sido la última película de este ciclo de Cine y Pensamiento, organizado por el Área de cultura del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, con la colaboración del Centro de Arte Contemporáneo y la Fundación María Zambrano. Un ciclo muy atractivo, dado el interés suscitado entre el público de la comarca de la Axarquía. En esta ocasión, esta película, ha resultado algo más ligera que las anteriores, pero no por ello exenta de cuestiones relevantes, dignas de nuestra atención y diálogo, quizás, no tratadas en el film con demasiada profundidad. Transcurre la acción en el corazón del Amazonas, en peligro desde hace mucho, debido a las acciones extractivas (mejor dicho, depredadoras) humanas. Unos datos sucintos: según Greenpeace, desde 1970 se ha perdido una extensión de selva equivalente al territorio de Francia, y esta cifra no para de aumentar cada año, como un tumor maligno en este “pulmón del mundo”; alberga el 10 por ciento de la fauna y el 20 por ciento de la flora conocidas; pero, incluso, lo más grave es la cantidad de nuevas especies sin catalogar que podrían ayudar, siendo antropocéntricos, a salvar a la humanidad, ofreciéndole nuevas posibilidades de curas a enfermedades, como cuenta el argumento de la película. Se pierde mucho si se pierde una especie animal o vegetal; se pierde mucho si se pierde una cultura o una lengua: todo un modo de vida, una posibilidad de vivir de otra manera, como se discutió en el diálogo posterior al visionado de la película, y que referimos a continuación.

John Mctiernan (“La caza del octubre rojo”) dirige esta película, cuyo guión se debe a Tom Schulman (“El club de los poetas muertos”); Jerry Goldsmith puso la música, excelente; los personajes protagonistas fueron interpretados por Sean Connery y por Lorrain Bracco. Tres temáticas, con algunos subtemas, fueron propuestos al concurrido público de cara al diálogo posterior. Veamos:

Los riesgos del contagio biológico y cultural. Desde el punto de vista cultural, esto lo relacionan los antropólogos con los procesos de “aculturación”. Los grupos aborígenes corren este peligro, no sólo por la intromisión de modos culturales occidentales sino por el riesgo real (ya conocido históricamente) de contraer enfermedades mortales, traídas de fuera. Este peligro de la aculturación siempre está presente... y la misma película, al querer mostrarnos estos riesgos, también está contribuyendo a ello (esto no hay que desconocerlo). Además de esta posibilidad de destrucción de las culturas nativas, se nos plantea la paradoja del antropólogo: ¿cuando interactuamos con una realidad cualquiera, cultural en este caso, podemos conocerla tal como es?, ¿no la cambiamos al intentar investigarla? El Principio de incertidumbre de Heisemberg está siempre presente, en todos los órdenes.

Los peligros de la sobre-explotación de los recursos desde intereses económicos (como las empresas multinacionales, madereras, farmacéuticas, en el caso de la película), que acaban primando sobre todo lo demás. Por ejemplo, no sólo se sobre-explota un territorio del Amazonas, sino que, para trasladar sus recursos al norte, hay que construir una carretera, con la consiguiente destrucción del hábitat. Expropiación y destrucción es lo que se le inflige, en un sólo paquete, a las comunidades locales de los lugares donde (por desgracia) existen recursos valiosos económicamente para otros que están lejos de allí. Y aquí surgió un subtema importante para la discusión: el diferente modo de proceder de la ciencia y del saber tradicional: eliminar posibilidades (Karl Popper) de una vez para siempre, si han sido refutadas, o bien, continuar probando, pues son muchos los factores que pueden influir de un modo imprevisto; diseccionar, penetrar, manipular, frente a observar, conservar, respetar; aislar factores, o bien, integrarlos y mirarlos como unidad orgánica. En la película aparece un momento curioso, en el que la doctora limpia las impurezas de un muestra de flores, eliminado también la posibilidad de una resolución satisfactoria del enigma del pico 37 en el espectómetro.

Finalmente, los asistentes dialogaron sobre la trascendencia de la diversidad biológica y cultural, que ya mencionábamos: ¿qué se pierde si desaparece una especie o una cultura o una lengua? Y ya lo dijimos, perdemos alimentos, curas, soluciones a momentos de crisis, aprendizajes... modos de vida. A partir de aquí surgió una bonita discusión sobre nuestro modelo de vida moderno y occidental (que se ha convertido, aparentemente, en el único válido). ¿Qué es progreso? ¿Nuestro modo de vivir es mejor que el modo de vida de una tribu aborigen? Seguro que si tú hubieras estado allí, hubieras tenido muchas cosas que decir. Solamente, un dato: esos pueblos llevan, sin apenas cambios en su modo de vida (comparados con la innovación constante, propia de nuestra cultura occidental) desde hace miles de años. Da que pensar... Veremos... nosotros. ¡Mucha salud y prudencia, que decían los clásicos! Y hasta la próxima ocasión... ¡Abrazos!

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