Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 31 de marzo de 2014

Sobre la amistad

Café Filosófico en Vélez-Málaga 5.7
21 de marzo de 2014, Cafetería Bentomiz, 17:30 horas.



“Los malos [amigos] serán amigos por deleite, o por provecho, pues son en esto semejantes, pero los buenos serán amigos por sí mismos, porque éstos en cuanto son buenos son absolutamente amigos, pero los otros accidentalmente, y en cuanto quieren remedar a los buenos en alguna cosa” (Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, 4).


“El que conoce el principio masculino y se mantiene conforme a lo femenino es como el profundo cauce del mundo donde confluye todo bajo el cielo” (Tao Te King).



            ¿Qué es la amistad?

A nadie se le escapa que necesitamos ser acogidos y que también nos ayuden a ver más claro, si es posible. Así que estamos buscando siempre a un buen amigo. Dos funciones de la amistad que responden a dos estilos, femenino y masculino, que los participantes de nuestro encuentro filosófico van a descubrir para ti. Estábamos allí, en la Cafetería Bentomiz, al día siguiente del equinoccio de la primavera, que se despertaba perezosa para pocos días después aletargarse de nuevo, ya sin demasiada convicción, pues había llegado su hora astronómica. Por seguir con la costumbre reciente, se leyó una cita de Séneca Sobre la brevedad de la vida, centro de la discusión del día anterior, hacía justo un mes entero: “No tenemos un tiempo escaso, sino que perdemos mucho… no supimos que estaba pasando…”. Y después…, para que no nos pase el tiempo sin más ni más…, decidnos: “¿Cuál es vuestro momento especial del día, de cada día?”. Y dijeron:

La primera hora de la mañana es muy especial para mí: hago café cuando llego a mi centro educativo, hay mucho silencio, poca luz y voy recibiendo el día, no me importa que venga lluvioso; cuando llega mi familia a la hora de comer; cuando pienso por la mañana cuánto puedo aprender hoy; cualquier momento puede ser bueno, siempre que me ofrezca una idea con visos de verosimilitud, alguna certeza que me sobrevenga a lo largo del día; yo prefiero el atardecer, cuando efectúo un repaso crítico de lo que me ha ido ocurriendo durante la jornada (aquello que los clásicos llamaban “examen de conciencia”); cuando acabo mis clases salgo a correr, desconectando del estudio, relajando mi mente; espero con ganas el momento en que llega mi hermano, que tanto me hacer reír; la hora del baño es insustituible para mí: desconecto y todo lo malo se va por el desagüe; cuando acabo de trabajar, me voy de regreso para casa y me concentro en las hojas de las palmeras de la avenida, movidas por el viento…; me gusta observar los gestos que el día me va ofreciendo, soy muy observadora…

Una vez se hubo creado el ambiente adecuado, se propusieron los siguientes temas de investigación: las creencias, la amistad, la inteligencia artificial, los sentimientos. Ya sabéis cuál era el más atractivo aquella tarde. ¿Qué es la amistad? ¿Cómo se manifiesta? ¿Por qué hay? ¿Cuánto dura? ¿Para qué sirve? ¡Más despacio! Comencemos por el principio: ¿Qué es la buena amistad? Una pregunta del moderador que fue rápidamente impugnada, pues la amistad no había de tener adjetivos; no había de ser buena o mala, pensemos mejor en el sustantivo. Tomemos a la amistad en sí misma.

—Es una relación duradera.
—Es la más duradera.
—Pero, ¡estáis también vosotros tirando de adjetivos! ¿Qué es la amistad en sí misma?
—Es aquella en que nos mostramos tal como somos.

Gustó mucho al grupo esta aproximación a la amistad: la naturalidad que te ofrece, la posibilidad sencilla de poder ser tú mismo. “El amigo actúa como de espejo; no interpreta, no juzga”. Y se aclaró entre todos qué podía significar eso de “ser un espejo” en el que tú puedes mirarte y verte mejor, más distanciadamente, el que te ofrece tu amigo o tu amiga.

—Pregunta el moderador: “Hacer de espejo el amigo, ¿supone siempre no juzgar?”
—De ninguna manera —responde otro participante—. Puede juzgarte y seguir siendo amigo tuyo, a veces, un mejor amigo todavía.
—Sí, pero, cuando te juzga no te etiqueta, no te hiere —replica el anterior participante—. Esto es fundamental, te corrige, te ayuda, pero no te hiere.
—Creo que es así —secunda una participante—. No te dice: “tú eres…”, sino algo así como “qué te parece alguien que…”.
—Bueno —añade otra participante—, puede herirte algunas veces, pero no intencionadamente.

Estuvieron de acuerdo en esto, pues, que la intención, que no trata de herirte sino de ayudarte, distingue al verdadero amigo. Incluso, se realizó un breve excurso por la distinción entre ofensa y daño, tan útil en tantas ocasiones para no padecer un malestar de más. El amigo no daña intencionadamente; si me siento ofendido, yo soy quien se siente ofendido. Esto depende siempre de mí, ofenderme o no ofenderme.

El amigo prepara el terreno, te deja respirar, puede tener la amistad sus fases más álgidas o más decaídas, pero notas que tu felicidad es la suya y recuperas tu amistad al instante. El amigo te trata como quiere que le trates a él, en ello hay armonía y hay felicidad. Reconocéis también juntos los límites de vuestra amistad. Sois buenos conocedores de vuestros puntos fuertes y débiles, y para qué podéis serviros uno del otro. No esperáis más de la cuenta, sino, de cada uno, solamente lo que puede dar de sí mismo. ¡Cómo estropea las relaciones esperar demasiado del otro! (No olvides nunca que el otro es como tú, tan humano como tú mismo). Esta parcial conclusión te ofrecen los participantes de aquel día, una primera conclusión que preludia otras ulteriores conclusiones. Si te gustó ésta, espera a ver las que vienen. Y si no te colmó del todo, trata de seguir leyendo por si acaso.

Prudencio, con su habitual acierto, nos ofreció una retrospectiva de la vida humana al completo, en todas sus etapas, que nos sirvió de nuevo punto de partida para nuestra andadura: somos niños, primero, más tarde adolescentes y es ahí cuando establecemos con otros nuestra amistad o “vínculo de proyectos comunes”, ahí somos desinteresados, estamos llenos de entusiasmo, luego llega la madurez, cuando ya somos distintos, y aquellas amistades se van enfriando y quedando principalmente en el recuerdo.

—¿Eso quiere decir —pregunta el moderador— que la amistad es propia de la edad de los jóvenes?
—No ha de ser así —se replica —: ahí están los casos en que un reencuentro de amigos, después de años de no verse, es capaz de recuperar intacta la amistad de otros tiempos.
—Quizás, pero muchas veces la amistad del reencuentro dura poco…
—Pero también es posible establecer relaciones de amistad duraderas a otras edades. (Y cuenta una de las jóvenes participantes su experiencia en el Camino de Santiago, donde su familia y ella conocieron a una persona mayor con la que entablaron una intensa amistad que todavía dura, años después).

La discusión de estos contraejemplos permitió recoger la idea que había quedado suelta (al preferir hablar de la amistad de un modo sustantivo y no adjetivo), sobre si la amistad dura o no dura mucho en el tiempo. Y se prefirió hablar más bien de profundidad que de duración: permanezca mucho o no permanezca mucho en el tiempo,  aquella relación en que podemos ser espejo unos de otros es la que cuenta. Con lo cual se volvía, de otro modo, a la conclusión anterior y primera. Algo que hizo que el grupo se sintiera aún más confiado en el trabajo que juntos estaban realizando, y ganaran más confianza en el equipo que formaban aquella tarde. (¿Se estaría gestando una relación de amistad?).

Sin embargo, se decidió iniciar una última línea de investigación: sobre los tipos de amistad. Y propusieron esta clasificación: a) entre varones o entre mujeres; b) entre varones y mujeres; y c) con otros seres no humanos (¿por qué no?). El joven que había propuesto este rumbo comenzó afirmando que él tenía muchos más amigos, pero que su relación de amistad con algunas chicas era más profunda. Y no parecía algo extraño, pues la mayoría de los participantes, independientemente de su sexo, se estaban decantando por describir una similar situación.

—¿Por qué crees que tienes más amigas de verdad que amigos? —pregunta el moderador.
—Quizás los vea más competitivos, que tienden a cortar más por lo sano, son más prácticos en ese sentido, pero también están menos dispuestos a escucharte.
—¿Te parece que tendrá que ver con algo biológico? ¿La sexualidad, por ejemplo?
—Yo creo que no. (Y, asimismo parecían pensar casi todos los participantes).
—Sí, puede que sea ésta una cuestión más allá del sexo. ¿Cómo sería, entonces,  la amistad propia de una mujer? Es decir, ¿cuál podría ser el estilo femenino de amistad, ya sea en una mujer, ya sea en un varón?
—La amistad típicamente “femenina” se caracterizaría por ser “acogedora”: paciente, solidaria, consoladora —señala un participante adulto—.

Y no se trataba de una cuestión cultural o educativa, de la que se estaba discutiendo. Bien sea por naturaleza o bien sea por influencia cultural, lo importante es lo que está dentro de nosotros, tengamos el sexo que tengamos o hayamos sido educados de uno u otro modo. No siempre se corresponde. Pensar que depende del sexo, no es más que pensar a través de estereotipos. Y éstos sí que han sido siempre creados socialmente. Es lo que convinieron todos nuestros participantes. No sé lo que te parecerá a ti. Espero que parezca, al menos, sugerente y digno de ser pensado. Bueno, sigamos con el relato.

—Si como parece a los presentes, todos tenéis más amigas que amigos, ¡vaya si están cotizadas las mujeres, es decir, el estilo femenino de amistad!
—Considero que lo que estáis defendiendo es injusto —declara con firmeza una de las jóvenes participantes—. Yo tengo amigos que son muy buenos amigos.
—¿Qué es lo que te aportan?
—Pues que son más despreocupados, no se comen tanto el coco, son más directos, más eficaces, tienden a ver las cosas más claras.
—Pues sí, también parece interesante este estilo masculino. ¿Cómo lo veis los demás?

Y los demás estuvieron de acuerdo en lo provechoso de este estilo de amistad. También, tendría, por consiguiente, su propia virtud. Así que también puede ayudarte tener “amigos” del estilo masculino. Y además, todos comprendieron que no era cosa de que ambos estilos entraran en pugna, a ver cuál era preferible, sino que ambos pueden ser complementarios. En cada ocasión, si sabíamos buscar lo que necesitábamos, lo encontraríamos en las personas adecuadas. Acogida o análisis, escucha o acción, profundidad o simplicidad, solidaridad o claridad. ¿Tienes tú amigos de todo tipo y sabes acudir a ellos cuando lo necesitas? ¡No te quedes atrapado en los estereotipos! ¿Y no te podrían dar de todo eso también, aunque sea a un nivel básico, otros seres no humanos, por ejemplo, tu perro que te acompaña fielmente y también te defiende de algún peligro cuando te hace falta?

Y ya que estamos contando un encuentro filosófico: la filosofía, ¿es femenina o es masculina? ¿Y no puede haber, más bien, filosofías masculinas y filosofías femeninas, independientemente de si es un filósofo o una filósofa quien te la ofrezca? Sócrates fue discípulo de Diotima, una sacerdotisa que lo acogió y formó sobre las cosas de Eros, pero Alcibíades, tras su contacto con Sócrates, aprendió por su parte mucho del “furor báquico del filósofo”, a causa de cuyas preguntas en numerosas ocasiones fue “picado y herido”, y ya no fue nunca el mismo, según se cuenta en el Banquete de Platón. Busca tú también la compañía de la filosofía que necesites. Salud y amistad.

4 comentarios:

  1. Hola compañeros del café filosófico: Sí, comienzo a sentir que allí se esta gestando algo que comienza a tener un toque de amistad. Y como cualquier cultivo, se comienza por cuidarlo para que este progrese. Siento como respetamos los silencios, y como percibimos cuando hay que hablar, así como reconocemos la presencia del otro. Todo esto no es fácil, pero quién ha dicho que la amistad sea fácil.
    Después de reflexionar sobre lo que allí dijimos y tras leer las notas de Antonio, he recordado un texto del escritor marroquí Tahar Ben Jelloun. En el texto que sigue, siente y dice mucho de lo que todos nosotros dijimos y sentimos. Y esto es lo que me sorprende, que siempre y no muy lejos hay otros que me resultan distintos, pero que sienten y viven como yo estas ideas y sentimientos. Paso a poneros el texto que seguro que también haréis vuestro:
    "La amistad es una religión sin dios ni juicio final. También sin demonio. Una religión que no es extraña al amor. Pero un amor donde la guerra y el odio están proscritos, donde el silencio es posible. Este podría ser el estado ideal de la existencia. Un estado calmante. Un vínculo necesario y raro. No sufre ninguna impureza. Enfrente, el otro, el ser a quien se ama, no es solo un espejo que refleja, sino también el otro soñándose a sí mismo.
    La amistad perfecta debería ser una especie de soledad féliz, podada de sentimientos de angustia, rechazo y aislamiento. No es una simple historia de duplicidad donde la imagen de uno mismo sería pasada por un filtro, un examen que aumentaría sus defectos, carencia y reduciría las virtudes. La mirada del amigo habría de librarnos de nuestra propia imagen con exigencia. La amistad se basaría entonces en esta reciprocidad sin puntos débiles, guiada por el mismo principio del amor: el respeto que nos debemos a nosotros mismos para que los demás nos lo devuelvan naturalmente."
    Un saludo.
    Jesús Nuevo, amigo del Café Filosófico.

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  2. Precioso texto, amigo Jesús. (¡Si lo hubiera recibido antes, estaría en el frontispicio de la crónica!) Y muy acorde con lo que descubrimos aquel día. Cada frase merecería un comentario aparte. No me importa en absoluto declararme adepto de esta religatio, de la que es prototípica la relación de "reciprocidad sin puntos débiles" que es la amistad, de que habla el texto de Tahar Ben Jelloun. Los amigos, como decía Aristóteles, lo son en sí mismos, por lo tanto, nunca se usan como medios u objetos solamente sino, uno para el otro, como fines en sí mismos (Kant).
    Un saludo. Gracias por tu aportación. Nos vemos en el próximo encuentro filosófico, como mínimo.

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    1. Hola, Antonio... me gustaría asistir al próximo encuentro de "café filosofico" del día 25 de abril.

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