Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 6 de octubre de 2015

Terapia filosófica

 

     El aprendizaje —siempre inacabado— de cómo vivir bien ha sido el trabajo principal en que se ha centrado la filosofía auténtica de todos los tiempos, comenzando en occidente por la antigua filosofía griega. Y dicho aprendizaje empieza por conocerse a uno mismo, como rezaba una vieja inscripción en el templo de Apolo en Delfos.

      Los diálogos socráticos de Platón —los de su primera época— muestran el arte de preguntar de su maestro. Pero todas las preguntas que Sócrates dirige a su interlocutor, en cada caso, van encaminadas especialmente a poner a prueba su propia vida, la actual comprensión de sí mismo y de su mundo; están dirigidas a examinar cómo va viviendo. De ahí que pueda convertirse este arte de preguntar, que ayuda al “otro” a descubrir por sí mismo quién es y cómo le va su vida, en una herramienta terapéutica. Y no hay modo más certero de conocerse a uno mismo que poner en tela de juicio todas nuestras aparentes seguridades; nada más provechoso para provocar una evolución más allá de tus creencias erróneas o limitadas, que te ayude a transformar tus habituales patrones de conducta, causantes de tu malestar o sufrimiento.

      Recuerda, con Sócrates, que el malvado —es decir el que actúa mal para sí mismo o para los demás—  es en realidad un ignorante, cuya conducta está basada en falsos juicios sobre sí mismo y sobre la realidad. Carencias personales, cuyos efectos podrían gradualmente disolverse, una vez que uno es consciente de ellas, y entiende que, de una manera errónea, sólo buscaba su propio bien.

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