Esta película, deliciosa e instructiva, fue del gusto del público asistente que casi llenaba la sala del Centro de Arte Contemporáneo de Vélez-Málaga. Se les escaparon algunas sonrisas, algunas risas y algunas lágrimas. Esta película de producción india-estadounidense, dirigida por Karan Johar y protagonizada por Shahrukh Khan y Kajol Mukhernee, mezcla sabiamente la comedia, el drama, incluso la tragedia. Se estrenó el 17 de febrero de 2010 y el 14 de agosto detuvieron al actor protagonista en el Aeropuerto Internacional de la Libertad de Newark (Nueva York), precisamente por su apellido, que en la película es objeto de una reivindicación total: “¡Mi nombre es Khan y no soy un terrorista!”. ¡Cómo nos coartan los prejuicios! De esto hablaremos más adelante... Por lo pronto, hay que saber que esta atractiva película ofrece otra perspectiva de los atentados terroristas del 11S, la de las personas que, por ser musulmanes, fueron señalados como sospechosos de terrorismo. De ahí que el argumento presente dos partes bien diferenciadas: las relaciones humanas antes de ese día fatídico y después del mismo. Además, muestra a una persona con Síndrome de Asperger que llega a convertirse, sin pretenderlo, en héroe nacional, quizás, porque él sí estaba conectado con su fondo de humanidad.
El posterior diálogo filosófico (tras el visionado de la película, bastante larga, lo que hizo que el diálogo fuese más breve que en otras ocasiones) llevó a los participantes a adentrarse en el significado de esta cinta a partir de estos tres núcleos temáticos:
a) Los síntomas del trastorno autista de Asperger, que están bastante bien reflejados en la película: el protagonista, Rizvan, es muy inteligente e ingenioso, pero le cuesta expresar sus emociones de manera verbal e interpretar los sentimientos de los demás, comprende los mensajes de una manera literal, es incapaz de llorar, no tolera los colores y sonidos fuertes, ha de seguir unas rutinas muy determinadas... Pero los asistentes fueron más allá de estos síntomas: ¿interpretar literalmente lo que dicen los demás no les ayuda a éstos a conocerse mejor a sí mismos, acerca de sus respuestas o actitudes que han normalizado inconscientemente?, ¿el protagonista no nos da una lección de sinceridad y autenticidad?, ¿no pueden estas personas llegar a convivir con los demás de una manera totalmente satisfactoria?
b) La confusión entre nuestra verdadera identidad y las identificaciones en las que a menudo caemos, origen de muchos de nuestros conflictos y sinsabores, tanto dentro como fuera de nosotros. Nos identificamos (es decir, ponemos nuestra identidad y valor, nuestra verdadera realidad, en algo que no somos: unas ideas o creencias, unos símbolos, unas costumbres, unos objetivos, unas experiencias pasadas, una bandera, una nación, una profesión, una ideología, una religión, un género...) y sufrimos, pues todo lo que le suceda a aquello con lo cual nos hemos identificado, creemos que nos sucede también a nosotros. La madre de Rizvan lo tenía muy claro: solamente hay dos clases de personas, personas buenas y personas malas, pero no en función de su situación social, religión, estudios o apellidos. En el caso del argumento de la película: tener un apellido musulmán equivalía a ser un terrorista.
c) Un último núcleo orientó el diálogo: la búsqueda a toda costa de un culpable de lo que pasa o de lo que me pasa, tan habitual hoy día y quizá, desde siempre (algo humano, demasiado humando que diría Nietzsche). En la esfera pública, especialmente política, está a la orden del día, como se observa a diario. Hay numerosas escenas de la película en donde esto queda patente, sobre todo, después del atentado contra las Torres Gemelas y todo lo que vino después... y nos sigue llegando. En esto también necesitamos una continua y consciente introspección, para mirar en mi vida cotidiana hasta qué punto nosotros mismos nos libramos de esta tendencia humana, demasiado humana: poner fuera lo que anida dentro. Vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario