En un Café
filosófico no hay errores, todos son aciertos. El error posee una
razón de ser, que la discusión filosófica ha de indagar. Todo es
aprovechable. Lo mismo en la educación. Por eso Sócrates es el
mejor maestro. Pero también en la vida. La filosofía es como la
vida. Es una forma despierta de vivir. Así que es muy posible que,
en la vida, detrás de un error haya siempre una verdad, latiendo,
instruyendo. Uno de nuestros mayores retos, como seres vivientes,
quizás sea integrar conscientemente nuestros errores, porque
integrados en mi vida ya lo están de suyo. ¿Acaso sería yo ahora
el mismo sin mis errores? ¿Y cuándo me siento yo mejor, que cuando
logro vislumbrar la verdad escondida tras un error mío? Entonces,
estoy en buena disposición para decir lo que he de decir, hacer lo
que he de hacer. Entonces, me siento muy a gusto conmigo mismo, muy
satisfecho de mí. Estoy en la verdad y desde ahí siento, hablo y
actúo. Estoy en mí, aposentado en mí. Ahí no hay desdicha, no hay
drama. Hay plenitud y goce sumos.
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