¿Quién soy yo? Es una
pregunta fundamental que uno ha de sentirla alguna vez como propia, y
si no fuera capaz siquiera de una aproximación o respuesta, al
menos, habría de resultarle muy instructivo el ser consciente de lo
que no es, de lo que uno
cree ser, del personaje con el que va por la vida diciendo,
actuando, relacionándose, viviendo. Este segundo encuentro
filosófico, de nuevo dentro del marco de la III Bienal de Arte y
Escuela de la Axarquía, no quiso adquirir el formato habitual de
un Café filosófico, sino más bien el de un taller donde se
construye filosóficamente, cooperando, el sentido de una cuestión
consustancial a nuestras vidas. Y así, en sucesivas oleadas, fuimos
adentrándonos en el “corazón de la lechuga” que constituye el
carácter hojáldrico de nuestra identidad personal. El centro que
somos, el fondo originario del que emergen todas nuestras formas de
ser y de actuar en la vida cotidiana, sin el que no sería posible
todo lo demás que podemos llegar a ser. Suele estar oculto por
sucesivas capas, de ahí que los antiguos griegos hablaran de
a-letheia (no cubierto, no oculto, no tapado), para referirse
a la verdad; y nosotros hagamos uso de la palabra des-cubrimiento
para referirnos al momento único en que arribamos a ella. Nuestra
verdadera identidad. Pues bien, si queremos adentrarnos en pos de
nosotros mismos, este encuentro te hubiera ofrecido, si hubieras
asistido, diversas y sucesivas maneras de efectuarlo, deshojando las
distintas capas de que nos hemos ido cubriendo a lo largo de nuestra
la existencia. Sigamos grosso modo este recorrido:
1) Aquello que está en
ti debido a tus circunstancias, de nacimiento o por avatares de la
vida en este mundo, sociales o familiares, o aquellas otras
circunstancias convencionales que te vienen dadas, que tú no has
elegido, y que podrían haber sido de otro modo... todo eso,
no eres tú. Así que no te empeñes en que tú eres fulanito, por
ejemplo, porque si tus padres te hubieran puesto otro nombre, o bien,
hubieras nacido y vivido en otras circunstancias, ¿ya no serías tú?
2) No pretendas afirmar
tampoco que vives en tal o cual sitio, o te dedicas a esto o a lo
otro, porque, cuando todo ello cambie, o antes de ser así, ¿ya no
serías tú?, ¿ése no eras tú? Muchas cosas de tu vida van
modificándose, tú vas cambiando, pero, ¿qué eso que siempre
eres? ¿De dónde te viene la sensación de yo soy? Eso no
cambia... así que no digas que eres un educador jubilado, ni que
eres una abuela...
3) Pero si llegas al
punto en que te parece que ya has profundizando bastante, que ya has
indagado suficiente y, por ejemplo, estás convencido –como algunos
de los participantes– de que eres humilde, buena persona, una
buscadora, un ser viviente, que eres humano..., reflexiona si más
bien no te estás refiriendo a cómo eres, tus cualidades o
características personales aquí y ahora, y no a lo que eres,
tu identidad.
4) Ellos y ellas
decidieron, tras una instructiva discusión –indagación moderada
por un aprendiz socrático que pasaba por allí–, que lo que soy
puede tener que ver con una incógnita siempre por
descubrirse; una pura consciencia (no la conciencia particular
de algo); un potencial que se realiza, a veces más, a veces
menos; quién siente (el sujeto, no aquello que siente el
sujeto); la vívida sensación de yo soy.
Es posible continuar
indagando, despojarnos de las sucesivas capas de que nos hemos ido
cargando con la edad y la experiencia, hacia vislumbrar el corazón
de lo que somos, en su profundidad, en su originalidad, en su
radicalidad, pero estos participantes, con esto, quedaron satisfechos
por el momento. Fueron más conscientes de sí mismos y cerraron el
encuentro con un dicho de María Zambrano, que aportó de memoria uno
de los participantes, cubano de origen pero afincado en Suecia. Sin
duda, eso era lo que menos nos importaba..., puesto que “el ser se
es, no se declina”.
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