Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 16 de septiembre de 2024

¿Cómo se facilita la creación?


Sobre el proceso creativo

Café Filosófico en Vélez-Málaga 14.4

24 de mayo de 2024, Fundación Eugenio de la Torre, 18:00 horas


Es como si no fuera el pintor quien mira, sino que hay algo

que mira a través del pintor, y ese algo se queda en el cuadro

y habla calladamente a través de él.

Jon Fosse


Todo gran poeta poetiza sólo desde un único Poema.

La grandeza se mide por la amplitud con que se afianza a este

único Poema y hasta qué punto es capaz de mantener

puro en él su decir poético.

Heidegger


Dejar de ser para dejar ser.

Schelling



¿Qué facilita la creación?

Estábamos reunidos en la terraza de la Fundación Eugenio de la Torre, con vistas al antiguo mercado de Vélez-Málaga, en el que también pudimos llevar a cabo hace unos pocos años nuestros encuentros filosóficos. Un espacio singular, de arte y pensamiento nuevos, donde artistas de variada estirpe pueden convivir y exponer sus obras. Agradecemos la invitación para filosofar juntos. Y nada mejor que tratar el tema que tratamos: el proceso de la creación artística. Era irremediable, dado el sitio y la adscripción artística de la mayoría de los participantes.

Un texto de nuestra querida María Zambrano, que nos sirvió de antesala, aclaraba la cita aproximada del cartel anunciador de este Café filosófico. Un cartel que presentaba otro enigma: la imagen de un pelador de pollos. ¿Qué tendrá que ver un pelador de pollos con la filosofía? Lo cierto es que los caminos asociativos del pensamiento son insondables y la filosofía, cuando se practica, no hace ascos a nada. Un pollo desplumado arrojó el viejo Diógenes de Sinope, el cínico, dentro de la Academia de Platón, diciendo: “Ahí tenéis al hombre de Platón”; según la definición del ser humano dada, al parecer, en alguna de sus sesiones: “Animal bípedo implume”. Aquella performance, al puro estilo kinikoi, dicen que obligó a modificar dicha formulación, añadiendo: “y de uñas planas”. Porque el filosofar no busca solamente unir conceptos sino mostrar el sentido, cuando a los conceptos se les escapa, por hallarse muchas veces la verdad en las lindes del pensamiento y del lenguaje. Y ahí, en ese límite, arte y filosofía aparecen hermanadas, cada una haciendo uso de sus propios recursos. No se puede dar una definición cerrada, conclusa, de lo que es un ser humano. Ni de lo que es el arte. Para comprender el arte, hay que vivir el arte, bien sea como creador o bien sea como receptor de la obra. De la misma manera que para entender a un ser humano, hay que vivir como un ser humano. Así que vaya despidiéndose la IA de ese antojo, el de querer recrear lo humano. Solamente logrará reducirlo al trampantojo de un algoritmo. El arte y la vida son otra cosa. Vamos a comprobarlo, una vez más, dialogando, oyendo unos de otros, a lo que nos invita aquel poema de Hölderlin: “El ser humano ha experimentado muchas cosas, nombrado a muchos dioses, desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros”.

Escribió María Zambrano en su Hacia un saber del alma: “El despertar de la filosofía fue primeramente «entrar en razón». Mas, cuando la razón se ha embriagado, el despertar es «entrar en realidad»”. Y este “entrar en realidad” nos sirvió, a los que allí estábamos, para situarnos en la experiencia misma del existir. Del lógos pasar al pathos, del pensar al sentir, del razonar a la presencia. Lo que, a la larga, se convirtió en una preparación para abordar el proceso creativo en sí mismo. El animador del encuentro planteó la siguiente situación, que debía ser interiorizada, sentirse y, luego, ser expresada: “Yo me he sentido presente, todo yo, cuando...” y dio comienzo la ronda de intervenciones: cuando estoy desayunando, pintando, contemplando la luna, bajo los efectos de la droga (sabiendo que este estado no es natural, sino inducido), con mis perros en la montaña, ahora mismo aquí, en silencio, a veces incluso en medio del caos, ahora que no me siento cómoda pero me doy cuenta, volviendo del vivero con mi hermana (“¡qué bien estamos!”), cuando estoy cocinando, escribiendo, mirando a los ojos de mis hijos, justo antes de dormirme, a mí me cuesta estar presente (pero, de nuevo, esta participante se da cuenta, está ahí, con ese “no estar presente”, por lo tanto, está presente), me siento así en contacto con el barro, soy escultor. Hay, pues, muchas formas de estar presentes. Pero, cada vez que renunciamos a ello, somos menos nosotros mismos, menos seres humanos, puesto que no hay nada más humano que la conciencia y la autoconciencia.

Los clásicos hablan de las musas, los modernos de la inspiración, pero vayamos a su almendra: ¿qué es realmente el proceso creativo?, ¿cómo se produce?, ¿qué lo hace posible o lo facilita, al menos?, ¿por qué, para qué creamos? Esta capacidad nuestra de crear, que nos acerca a lo divino, o que es divina en sí (hablamos desde un plano pre-religioso, espiritual o interior), ¿qué desarrolla en nosotros? Pero, antes, ¿qué es crear?, ¿cuál es la esencia del acto creador? Lo mueve la necesidad, sí; lo mueve el dolor, sí, muchas veces... pero, ¿qué es, en sí, crear?, ¿cuándo hay creación? Y los participantes, ellos y ellas, nos dicen que hay creación con la aparición de una novedad, algo diferente que, inicialmente por el lugar donde emerge, no tiene utilidad alguna. En el mundo aparece algo que no existía, un algo nuevo o una combinación única de elementos preexistentes. Algo irrumpe en el mundo. Y sucede cada día, a cada instante, si somos capaces de estar atentos. De ahí que los antiguos griegos, los primeros filósofos, que no necesitaban partir de la idea (incluso les parecería aberrante) de creación desde la nada (“de la nada nada sale”) para entender el mundo, hablaran de la physis como causa u origen de todo cuanto existe: una continua e inagotable aparición de seres, que surgen desde sí misma, por sí mismos. Y cuando creamos, estaríamos ni más ni menos que entregándonos a dicho proceso cósmico de fluencia permanente.

Es cierto que, en muchas ocasiones, el proceso creativo viene desencadenado por una necesidad que sentimos, un dolor, una demanda interior profunda, una pulsión, dijeron algunos de los participantes. Pero ahondemos un poco más: ¿cuáles son los componentes básicos de esa pulsión, necesidad o estímulo interior?, ¿de qué está hecha? Y desgranaron algunas ideas sentidas desde su propia experiencia estética, que nos pueden servir para comprender la esencia de la creación, no solamente referida a lo artístico, sino al hecho mismo de vivir muy centrados, en cualquier contexto. Para ellos y para ellas, dichos ingredientes serían, básicamente: la libertad que se vive en esos momentos de creatividad, quizás mejor descrita como liberación o despertar; la conexión o comunicación desde lo profundo de nosotros mismos; el habitar lo que haya en ese momento de conexión; y la apertura incondicional hacia ello, mantener muy abiertas las puertas y las ventanas de nuestra psique (psyché o alma, que decían los griegos). Heidegger describe este estado del alma como apertura al ser y no a los entes. Estar siendo, receptivos, abiertos, una entrega a lo que hay como lo hay. Los entes, las cosas, los objetos, las obras, lo hallado, lo hecho se cierra sobre sí, es lo que es, presente, restringido, dado, objeto ante un sujeto, pero el acto creador en sí mismo es pura entrega o apertura al ser; o mejor dicho, a la nada, pues el no-ser, lo no delimitado, indefinido o ilimitado, incluye en su seno todas las posibilidades (Anaximandro lo llamó ápeiron), que el artista trata de despejar; alguna expresión particular de esa nada o silencio, aquí y ahora, incompleta siempre, siempre por realizar. Por eso el artista busca una y otra vez repetir el mismo ritual del acto creativo a través de una obra concreta, que permanece siempre inacabada. Busca el Arte a través de una obra de arte.

De ahí que sea algo espurio discutir si la creación artística surge del dolor o de la alegría, del sufrimiento o de la exaltación. Esto sería secundario. Aparece la creación, la novedad, desde un estado apertura del alma. A cada cual le puede valer un determinado tipo de experiencias, las suyas. Eso no es esencial, sino la receptividad o disponibilidad en la que nos hallamos, siendo nosotros mismos sin ser nosotros mismos. Pues bien, la creatividad había estado también presente allí, aquella tarde. Un grupo de personas entregándose, con todas sus capacidades abiertas, al esclarecimiento de lo que es el proceso de creación artística. Y, de nuevo, según el grado de apertura de cada participante, cada uno, cada una, pudo estar más presente o menos presente, más conectado o menos conectado con el trabajo que se había ido realizando. Cuando nosotros dejamos de ser para dejar ser, aparece la belleza, de la que la obra de arte, el encuentro o la experiencia quieren ser un óptimo vehículo. Vale.


No hay comentarios:

Publicar un comentario