Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

viernes, 16 de agosto de 2024

¿Qué nos aportan las migraciones?


Sobre la inmigración

Café Filosófico en Torre del Mar 3.6

23 de mayo de 2024, Taberna El Oasis, 18:00 horas


Yo es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo!

Arthur Rimbaud


¿Qué nos aportan las migraciones?

Ya conocemos el uso político que se hace actualmente del tema de la inmigración, pero aquí, nosotros, a través de la reconstrucción del diálogo filosófico que tuvo lugar el pasado mes de mayo en Torre del Mar, en la Taberna El Oasis, no vamos a darle alas a tal uso interesado del hecho de que en el planeta haya tantas y tan grandes desigualdades (de las cuales somos corresponsables) y que los seres humanos traten por sus medios de vivir lo mejor que puedan. Para eso se mueven, como las demás especies. Por eso se desplazan, como lo han hecho a lo largo de siglos y milenios, con el consiguiente (y natural) mestizaje, cultural y de rasgos físicos; sin el que nosotros, los que habitamos el planeta en este tiempo, no seríamos los que somos. Vamos a mirarlo con atención, por favor. ¿Por qué hay que poner miedo en esta realidad? Como han demostrado algunos experimentos de principios del siglo veinte (en el campo de la psicología experimental), cuando los niños ven acercarse a un animal, ven a un animal, salvo que un adulto se asuste, grite o corra, pretendidamente, para auxiliarlo. En consecuencia, traslada su miedo al niño y éste acaba por asustarse, y seguirá asustándose. Desde luego, esta realidad migratoria, que se ha convertido en un problema por el que muchos están asustados y otros se encargan de atizar el miedo para conseguir más votos, presencia o poder, necesita ser mirado de otra manera. Y esto es lo que te prometen los participantes de este café filosófico que te traemos. Acompáñanos, si quieres salir de la maraña de pensamientos primitivos y nocivos que a menudo nos invaden.

No obstante, la misma confusión estuvo presente entre los participantes (nadie puede sustraerse del todo de la corta visión reinante), sobre todo, en la parte central del diálogo. Ellos y ellas son como tú, pero un diálogo filosófico permite hallar una mínima claridad, desde la que poder vivir de otra manera. Comenzamos ya... Pero antes, ¿has saboreado alguna vez un momento de paz interior? Cuando esto se ha dado, seguro que se ha extendido fuera, a pesar de las circunstancias apremiantes de tu vida. Lo contrario, sin embargo, no es seguro: que, si hay paz debida a causas exteriores, sientas un estado duradero de plenitud por dentro, dado que esa paz exterior es dependiente de estímulos y, por tanto, no es ni propia ni genuina. En todo caso, los estímulos pueden despertarla, pero nunca deja de ser esa paz una cualidad interior, que puede ser desarrollada. Como te pasará a ti, en este listado, recogido de lo que dijeron los participantes, están presentes los dos tipos de paz, pero observa cómo cualquier estado de paz depende de nuestra capacidad interior para sentir paz: cuando veo que hay armonía familiar, cuando acepté el alzheimer de mi padre, cuando conocí a mi pareja, cuando salió mi hija de sus problemas, cuando me libré de una mala persona, escuchando música, en mitad de mi jardín, en contacto con la naturaleza, cuando el médico me dice que todo está bien, cuando contemplo el mar, cuando está toda la familia reunida, en cada situación, cuando acabo de pintar un cuadro, cuando leo buena poesía, cuando me entiendo con otro, cuando me siento creativo, libre, estoy en paz visualizando el ideal de paz, cuando noto una armonía interior, cuando me siento fuerte y no sumisa, meditando, cuando acepto, cuando confío, cuando pago mis deudas, cuando al anochecer todos están en casa, me siento en paz ahora, en este encuentro.

¿Qué es una persona inmigrante? ¿Qué nos aporta la inmigración? ¿Se utiliza políticamente? ¿Nos da miedo? Lo primero que trató de hacer el grupo es cuidar el lenguaje... Hay muchos fenómenos sociales a los que se les denomina genéricamente “inmigración” (claro, visto desde la perspectiva del país que recibe a estos seres humanos). Muchos tipos y variados motivos: emigrantes, refugiados, exiliados, transterrados... Es decir, flujos humanos que discurren por el planeta Tierra. De modo que algunos participantes proponen el término general más aceptado de “migrantes”, simplemente, personas que se trasladan de un lugar a otro, por diversas causas o motivos. Sin más connotaciones. Pero esto costaba en el seno del grupo. Las tendencias etno-ego-céntricas están muy arraigadas. Eso sí, es necesario distinguir entre migraciones forzadas y no forzadas, dejando claro que ellos y ellas querían hablar de las migraciones forzadas (causadas por el hambre, las guerras, las ideologías o creencias, los regímenes autoritarios, las catástrofes naturales...). Además, querían dejar claro que las personas migrantes, si están integradas en la cultura receptora, no generan ningún problema. Otra cosa es la manera (respetuosa o no) como se produzca esta integración... De todos modos, eran muy conscientes de la complejidad del fenómeno actual de las migraciones. Y la cantidad de argumentos polarizados (por ser miopes y no ser capaces de percibir el fenómeno en sus múltiples facetas) que habitualmente oímos, y que algunos se oyeron durante la reunión... Pero, ya hemos dicho que no daríamos pábulo a la discusión normalizada sobre este tipo de situaciones humanas actuales. Sí, más bien, tratar de ver las cosas de otro modo... a lo que la filosofía ha de ayudar, como dijimos: ver lo no visto, comprender lo no comprendido, pensar lo impensado.

Uno de los participantes menciona, como algo de lo que podríamos aprender, que en Noruega no se habla de inmigrantes, sino de refugiados que necesitan ayuda. Pero, ¿por qué no hablar simplemente de personas que se desplazan, cada una con sus circunstancias y problemas de origen?, ¿por qué no hablar de personas inmersas en situaciones diferenciadas, que hay que abordar desde su propia singularidad? Ponemos muros a lo que no nos gusta o nos da miedo, y los quitamos para lo que nos interesa o creemos que nos interesa. Y dividimos a las personas que se mueven, o nos llegan, entre los que tienen y los que no tienen; los que aportan y los que no aportan, o vienen a llevarse... O eso creemos. Dejamos que se nos cuele el miedo de nuestras propias inseguridades; y lo trasladamos a los que vienen. Pero no, mi debilidad o mi inseguridad sentidas son mías, no del otro, ni debido al otro. Si yo me viviera de un modo seguro y con fuerza, no se me ocurriría buscar culpables, ¿no es cierto?: la seguridad es mía, pero la inseguridad me viene de fuera. ¿Por qué nos cuesta tanto ver que el otro también soy yo? (Je est un autre, que dijo Rimbaud). Veo a los demás como yo me veo... Por consiguiente, ¿qué me aportan los demás, incluidos esos que vienen de fuera de mi país? Me enriquecen, me ayudan a conocerme a mí mismo; pueden ser para mí una oportunidad de desarrollar la humanidad en mí, a través de otro ser humano que llega a mi puerta. Una riqueza que va más allá de lo material, el interés o el beneficio... ¿Y qué se ha hecho desde tiempos inmemoriales con ése que llega a nuestra puerta y llama? Acogerlo, que en realidad significa acogernos. La hospitalidad. Lo que yo querría que hicieran conmigo, si fuera yo el que se desplaza y necesita ayuda. Nadie puede escapar a su responsabilidad por lo que está ocurriendo en el mundo. Y más, los que más responsabilidades públicas representan. Las desigualdades no son naturales, cuando su causa es histórica, social o económica. Incidamos en estas causas y no tendrán que desplazarse tantas personas de una manera forzada y tan masiva.

El grupo de investigadores, que aquella tarde indagaba sobre el fondo de los fenómenos migratorios, convino, así pues, que no se mueven o desplazan inmigrantes, migrantes, desplazados, refugiados... ¡sino personas! Personas que son iguales y diferentes, y que buscan vivir de otra manera, si es posible mejor... Y no hay que poner el énfasis en que somos iguales, solamente, ni en que somos diferentes, solamente. Somos diferentes sobre una base común (de la humanidad), y cada uno de esos dos rasgos básicos ha de comprenderse y respetarse en su propio nivel: ninguna diferencia puede sustraerse de esa base de igualdad; ninguna clase de igualdad puede obviar de las diferencias. Esto nos define. Una buena definición, como diría Aristóteles, nunca tendría que olvidarse del género ni de la diferencia específica. Entonces, ¿qué nos aportan los seres humanos que nos llegan? ¿Tiene sentido esta pregunta? Nos llegan. Los seres humanos no aportan, son; y siendo, aportan. Antes de ser altos o bajos, más claros de piel o más oscuros, somos seres humanos (esta es la sustancia, lo demás son accidentes, algo derivado o secundario, que no existe por sí mismo). Igual que una especie vegetal o animal: antes de juzgar si aportan o no aportan algo al género humano, comprender que son, que existen, lo valioso que son en sí mismos. ¡Y qué distinto sería entonces el trato hacia ellos, una vez comprendido esto! Pues, lo mismo pasa con nosotros. Vale.










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