Café
filosófico Castro 3.6
Biblioteca
Municipal de Castro del Río, 28 de junio de 2012, a las 18:30 horas.
¿Tiene algo de nuevo la crisis que vivimos?
El café filosófico de este último día de la temporada tuvo que adelantar su horario para no interferir demasiado en la inauguración de una exposición de pintura, que no supieron los participantes si llegó a inaugurarse. En nuestro caso, habría que llamar al encuentro caña filosófica, que duró hasta las tantas de la noche. Cesó el tiempo normal de discusión, pero no la inquietud por filosofar. En realidad, ya sabéis que no hacen otra cosa los participantes que rememorar los simposios antiguos, que eran simposio y eran también banquete. Pues la filosofía nunca ha estado reñida con los sentidos, los sentidos de la sensibilidad y de la espiritualidad que no son nada incompatibles.
Era
el último día como hemos dicho, y el moderador no quiso someter a excesiva
norma el transcurso de la discusión. Así que se dejó que fluyeran las ideas.
Algunos lamentos se oyeron por la situación actual de crisis, al parecer
principalmente económica, en que vivimos. Tantas malas noticias un día sí y
otro también, tantos cambios que se están produciendo, y generalmente a peor,
nuestros hijos que estarán condenados muchos de ellos a ser inmigrantes, como
lo fuimos en nuestro país en otras épocas que parecían lejanas. Advierte uno de
los participantes, en ese momento, sobre una cuestión crítica: nos movemos
constantemente (muy claramente en relación a la visión que se nos ofrece por
parte de políticos y medios de comunicación de la crisis financiera), en un
terreno ideologizado. El lenguaje dominante nos atrapa y caemos en sus trampas
conceptuales, que no son más que trampas ideológicas que enmascaran la
realidad. El moderador, entonces, propone una vía de trabajo: si no queremos
caer en la red ideológica del lenguaje domiante, hablemos otro lenguaje. Vamos
a hablar en otros términos. Vamos a saltarnos que siempre ha habido cambios y
momentos de crisis, que las crisis son cíclicas, etc., etc…, preguntemos si
tiene algo de nuevo esta crisis.
¿Qué
tiene de nuevo esta crisis en que vivimos? Seguramente, lo novedoso no será
la cantidad, el hecho de que sea más intensa que otras veces. Desde el punto de
vista cualitativo, ¿presenta alguna novedad? Se sugiere entonces que estamos
viviendo un momento crítico. Hay una masa crítica social al borde de la
explosión social. Igual que puede subir la temperatura de un cuerpo hasta un
nivel crítico en que se produce la deflagración. Parece que no pasa nada, hasta
que pasa. Sucede así también con los cambios sociales. Y estaríamos ahora ahí,
según ellos, en ese momento crítico previo, toda una encrucijada para la
humanidad. Esa masa crítica social puede conducir a un cambio revolucionario, a
una sociedad distinta. Es lo que temen los que están afianzados en el poder y están
encaramados a sus beneficios y privilegios.
Dijeron
ellos que se aprecia un miedo, por parte de los poderosos, a los cambios que se
avecinan. Así está sucediendo con las reacciones extremas ante el movimiento
15M y el contagio de la primavera árabe.
¡Qué curioso! Los seguidores fieles a estas crónicas recordarán que en
otro café filosófico anterior, dedicado a los cambios, se habló del miedo que
tenemos en general la población a los cambios, de tan aferrados a nuestro
presente y a nuestras posesiones y comodidades cotidianas que estamos. ¡Y
ahora, sin embargo, percibimos que son los poderosos los que más tienen que
perder y los más temerosos y reacios al cambio, por tanto! ¡Vaya!
¡Cómo ha cambiado la percepción! Sin embargo, bien pensado, no es tan
sorprendente. La reunión se muestra así muy sensata y corrige las ínfulas del
moderador: “Siempre ha sido así”. Pero, en ese caso, no puede ser ésta la
novedad que buscábamos. La investigación parecía que había seguido un camino
errado.
Pero
no, quizás no. Veamos la cosa con más detalle: el miedo de los poderosos y
establecidos en el poder a perder sus estatus no sería una novedad, porque se
ha dado muchas veces en la historia, pero podría ser un síntoma de que se está
fraguando un cambio de grandes dimensiones. Ya sabemos cómo ese miedo de la
elite dominante ha llevado frecuentemente a trasladar su miedo a la población
al presentarse ellos mismos como salvadores: “Si no nos apoyáis será todo peor,
os espera un futuro incierto, pues peligros vendrán, tanto desde fuera y como
desde dentro, que arruinarán nuestro querido modo de vida”. (De algo así
tratarían de persuadirte). Así se explicaría el apreciable miedo actual a la
posibilidad de un cambio más allá del sistema dominante (lo que llaman las
fuerzas reaccionarias “reivindicaciones antisistema”).
De
todos modos, los momentos críticos en la historia de la humanidad tampoco son
tan raros, pero la reunión concluye que, al menos, se dan mucho más espaciados
en el tiempo que los meros tiempos de cambios o de crisis que siguen la ley del
péndulo. Se dan de tarde en tarde. Y eso sería lo que tendría de novedoso
nuestro presente, que estamos al borde de uno de esos momentos críticos, lo que
no es nuevo del todo, pero sí suficiente motivo para tomar muy en cuenta todo
lo que está pasando. ¿Qué os parece la conclusión?
El
moderador, entonces, somete al examen de los participantes una sugerencia: Por
primera vez, ¿habrían aparecido unos límites externos que harían del sistema
social mundial un sistema inviable? Ya sabemos lo que significa vivir en un
mundo globalizado. Los recursos del planeta, que serían limitados y estarían
sobreexplotados, así como su capacidad finita para absorber los desechos de la
era tecnológica, establecerían un límite; la pobreza de grandes partes de la
humanidad que estaría produciendo amplios movimientos migratorios, presionando
al actual norte rico y opulento, establecería otro límite externo del sistema.
Estuvieron de acuerdo ellos en que esto constituiría una verdadera novedad.
¿Estarías también tú de acuerdo?
Si
os habéis fijado, si sois de esos lectores acostumbrados a las crónicas de
estos cafés filosóficos, en esta ocasión no hubo calentamiento de la discusión
a través de un breve ejercicio filosófico. El moderador lo tenía pensado, pero
ya se contó antes que dejó fluir la conversación libremente, aprovechando las
virtudes de la espontaneidad. Aunque, podría venir ahora como anillo al dedo
para finalizar la reunión. Veréis, ahora os lo cuento. El ejercicio era éste:
pronunciarse cada participante acerca de algo que, en estos tiempos cambiantes
y convulsos, tuviera mínimamente claro. “Yo tengo muy claro que…”. Y no me
digáis que no necesitamos hoy día algunas ideas, algunos valores, algunas metas
claras, que nos sirvan de anclajes fuertes desde los que poder orientar nuestro
futuro con unas mínimas garantías de que no caeremos, como en otras ocasiones
históricas, en escenarios como el bélico o el tiránico, proclives a desastres
humanitarios y ecológicos (ahora pueden llegar a ser planetarios). Abrir nuevas
puertas adecuadas, justas, viables y sostenibles. Estuvieron de acuerdo los
participantes y realizaron esta contribución que te paso a relatar. Ojalá nos
sirva de algo. Servirá si acordamos cosas como estas todos juntos. ¿Añadirías tú
alguna otra idea?
“Tengo
claro que necesitamos recuperar el sentimiento de humanidad”. Reivindicar el
valor de lo humano, de cada hombre mismo, y que no se ponga al servicio de la
sociedad en que vive, sino todo lo contrario: todo lo que la sociedad proyecte
y realice que sea al servicio de lo humano del ser humano.
“Tengo
claro la importancia de colaborar entre todos para desarrollar nuestras metas”.
Si no, no conseguiremos nada y lo que consigamos no tendrá valor alguno.
“Tengo
claro que no debemos desaprovechar el
potencial racional humano”. Pero no aquella razón que produce monstruos. La
razón como herramienta, como guía, no la razón absoluta. Una razón dialogante.
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