Ante los riegos evitables de las nuevas
tecnologías
El caso de las antenas camufladas de la telefonía móvil
Toda
tecnología conlleva riesgos sociales, ecológicos o personales. Eso ya lo
sabemos. Lo sufrimos desde hace mucho tiempo. Pero no se puede acallar, y menos
mantenerlo oculto en aras de intereses económicos que solo buscan el máximo
beneficio al mínimo costo, sin valorar el reguero de daños que pueden quedar
por el camino. Toda tecnología tiene efectos sobre nuestras vidas y siempre
puede haber peligros. ¿Hay que asumirlo, aceptarlo, simplemente resignarse? ¿No
puede ser de otra manera? Falacia típica nuestro tiempo. Se dice: “es el precio
que hay que pagar por el desarrollo, por el progreso”. Pero, en realidad, nada
impide que los riesgos puedan ser minimizados o que se sustituyan unas
tecnologías más peligrosas por otras que no lo sean tanto. Pero claro, eso
significaría evaluar las tecnologías antes de su aplicación interesada y con las
prisas habituales del pingüe beneficio a corto plazo, teniendo en cuenta
valores éticos y ecológicos, poner por delante a la salud de las personas y la
salud del planeta, que es también la nuestra, por delante de otros intereses
triunfantes en nuestros días, los del negocio a toda costa. Se deja de lado, demasiado a menudo, la sensatez que introduce siempre el principio de precaución.
Y como la población ya tiene cierta conciencia de los peligros que nos acechan, y que nos estamos dando a nosotros mismos, los grandes interesados recurren a sutiles, pero a veces primitivos y burdos, señuelos y engaños para pasar desapercibidos y seguir haciendo el agosto mientras se pueda, todo lo que se pueda. Recuerden cómo es una práctica habitual financiar informes favorables deexpertos, por ejemplo, que defiendan que los campos electromagnéticos de las antenas de la telefonía móvil son inofensivos para la salud de las personas, a pesar de las evidencias en contra. Estas campañas de desinformación crean confusión y dudas, que permiten ganar tiempo y, mientras tanto, mucho dinero. Vean si no, cómo saben muy bien camuflar antenas de teléfonía móvil en el interior de inofensivas chimeneas, con ilegalidad, nocturnidad y alevosía. Los ciudadanos afectados no se resignan y los demás tampoco deberíamos resignarnos.
Y como la población ya tiene cierta conciencia de los peligros que nos acechan, y que nos estamos dando a nosotros mismos, los grandes interesados recurren a sutiles, pero a veces primitivos y burdos, señuelos y engaños para pasar desapercibidos y seguir haciendo el agosto mientras se pueda, todo lo que se pueda. Recuerden cómo es una práctica habitual financiar informes favorables deexpertos, por ejemplo, que defiendan que los campos electromagnéticos de las antenas de la telefonía móvil son inofensivos para la salud de las personas, a pesar de las evidencias en contra. Estas campañas de desinformación crean confusión y dudas, que permiten ganar tiempo y, mientras tanto, mucho dinero. Vean si no, cómo saben muy bien camuflar antenas de teléfonía móvil en el interior de inofensivas chimeneas, con ilegalidad, nocturnidad y alevosía. Los ciudadanos afectados no se resignan y los demás tampoco deberíamos resignarnos.
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