Eros y Psique |
Biblioteca
Municipal de Castro del Río, 24 de mayo de 2012, a las 19:00 horas.
Por
qué será que, según dicen y es posible observar en tantas ocasiones, no es
posible vivir sin amar. Sin ser amados,
podemos resistir, sin amar nada de nada, ni a
nosotros mismos, la vida diaria y la vida del espíritu se complican
mucho. No sé si estarás de acuerdo con esta opinión. Pero no tienes otra: si
quieres discutir a fondo este tipo de cuestiones u otras parecidas, debes
reunirte con otras personas y examinar vuestra experiencia mutuamente. El
contexto de un café filosófico es ideal. Si alguna vez en tu ciudad te enteras
de uno que se va a celebrar, no te lo pierdas. Sobre el amor se han dicho miles
de palabras, se han escrito miles de libros. ¿Puede un café filosófico durante
hora y media responder a las grandes cuestiones sobre el amor? Claro que no,
pero sí le está permitido bucear un rato en su naturaleza. Siempre que buceas
en algún mar verdadero, que no sean piscinas o albercas, saldrás del agua con
las manos llenas. Pero eso sí, sólo te estará permitido ascender con aquello
que puedas transportar con tus propias manos.
Cuando
nos reunimos venimos a aprender y, aunque tantas veces se olvide, el pueblo
casi siempre tiene razón en tantas otras veces, pero también cuando proclama
que “nunca te acostarás sin haber aprendido algo nuevo”. No está de más,
entonces tomar conciencia de algo que se haya depositado en la tinaja de nuestra
propia experiencia vital. A ver: “menciona algo que hayas aprendido
últimamente”, se les pidió a los participantes. Y aquí tenéis el ramillete de
cosas aprendidas que nos ofrecieron aquél día. Una de las veteranas del
encuentro comenzó señalando una novela que había leído no hacía tanto sobre un
cura comunista. ¡Un cura podía ser comunista! A ella esto le resultaba
desconocido. Otra, sabía ahora lo que no debía hacerse en una relación, para
que esta funcionara bien, claro. No nos lo contó y respetamos su intimidad. (Aunque
es posible conseguir ambas cosas y nosotros también hubiéramos quizás aprendido
algo). Otra que frisaba una edad avanzada estaba empezando a comprender quién
nos maneja. ¡Nunca es tarde, claro que no! También es muy bueno darse tiempo al
tiempo y no agobiarse en exceso por las cosas de la vida. Yo me apunto a este
aprendizaje que nos ofrecía esta participante. Por desgracia, también a veces
nos parecemos a marionetas, pues hacen de nosotros lo que quieren. Según el que
lo dijo, a esto había que estar muy atentos. La siguiente intervención obligó a
hacer un breve alto en el camino: “todo se repite”, “no aprendemos nada”; -pero,
¿tú no has aprendido nada, entonces, desde que naciste?, le increpó el
moderador. Y con la mente de todos todavía puesta en el significado de la
pregunta, desembocamos en el siguiente aprendizaje: “la política es un
fracaso”, y se refería a la política actual, de lo cual ya hemos hablado otras
veces. Finalmente, otro participante nos cuenta cómo tres de sus alumnos que no
sabían escuchar aprendieron a escuchar, y él aprendió con ellos.
El progreso,
cuatro votos. La aceptación social de la enfermedad mental, siete votos.
El amor, ocho votos. Pero ya hemos insinuado que la salud puede llegar a
depender grandemente del amor. Oliva Sabuco ya nos lo advirtió, allá por el
siglo XVI, así como de otros afectos. Muchas fueron las preguntas que, como
dardos, fueron lanzadas acto seguido
sobre el amor (esta vez el propio Amor era la diana). Para amar, ¿hay que ser
amado? ¿Puede haber amor sin libertad? ¿Todos amamos? ¿Qué es el amor? Ésta última
fue la diana central, la que más puntos valía, si se acertaba bien en su centro.
¿Qué
es el amor? Es un sentimiento, algo innato, por tanto; no, es un producto
cultural. Tanto la tesis como la antítesis pretenden acogerse una a la otra.
(Debéis saber que nuestros participantes no están allí para enfrentarse unos a
otros, sino que van para colaborar, van a aprender juntos). Y así dicen: cada
cultura lo entiende de un modo diferente, intentando acercarse a la tesis. Y
así dicen: el amor es una experiencia individual, personal, pero que se expresa
universalmente, por eso se da en todas las culturas de diversas formas, dice la
antítesis para tratar de reconciliarse con la tesis. Aunque todavía no se había
resuelto el choque entre ambas, por un lado, la necesidad innata del amor y,
por otro, la variabilidad de sus diversas formas culturales. Una síntesis
posible, que apuntaron ellos, fue ésta: el desarrollo de esa necesidad innata
de amar necesita de alguna forma cultural de amor, para expresarse y
desplegarse. Para ser amado, se necesita de alguna forma compartida de amar.
Así
parece, el amor es innato y es cultural; es cultural y es innato. Lo cultural
del amor establece las posibilidades y los límites para amar. Y además
evoluciona. Acertadamente, nos recuerdan que, por ejemplo, “los hombres pueden mostrarse
cariñosos ahora”. Son muchas las formas en que puede expresarse el amor, pero
todas ellas son amor, pasa igual que en aquél antiguo cuento oriental sobre Los
ciegos y el elefante, que tenéis encabezando este relato.
Así
parece, el amor es también un sentimiento. Pero, ¿qué clase de sentimiento? El
grupo se dispone a distinguir entre emoción y sentimiento, de manera que se
pueda clarificar un poco más la naturaleza del amor dentro de esta otra
vertiente. Uno de los participantes se resistía aceptar que el amor, que él
querría poner siempre en mayúsculas, no pueda ser más que una emoción, que se
le antoja más reacción fisiológica que sentimiento, en donde no es posible
hablar de sujeto que piensa y actúa. Porque el amor es libre, no forzado por
una necesidad corporal. Pero, qué pasa, ¿hay algún problema con admitir que
ambos componentes, el emocional y el sentimental, estén presentes en el amor?
(El moderador quería llevar a este participante a pensar de otro modo, por ver
si esclarecía mejor su propio modo de pensar). Pongámonos en lo opuesto,
pensemos lo impensable para nosotros: ¿puede haber amor sin libertad? Pues sí,
se discute. Tenemos, por ejemplo, el síndrome de estocolmo, en que el
prisionero acaba amando a su carcelero. Pero ese es un amor patológico.
Excesivo desequilibrio de poder. Eso no es amor. Pero, mira, también está la
pasión, que padeces, que te arrastra y no hay amor más intenso. ¿O no es eso
amor?
En
este punto uno de los participantes devuelve la mirada inquisitiva hacia el
moderador: y tú, ¿por qué no opinas? Y parecía enojado. Y como era un asistente
flamante en esta nuestra reunión, se le explica un poco la tarea del moderador
y la finalidad de este encuentro, que él está precisamente para facilitar que
entre todos puedan satisfacer sus inquietudes filosóficas que son inseparables
de sus propias vidas. Eso mismo le pasó en más de una ocasión a Sócrates, según
se nos presenta en algunos diálogos platónicos. Y así respondió el maestro de la
vida, que no sabía nada, y que no tenía una respuesta definitiva sobre qué es
la justicia, pero que no dejaba de hacer ver en cada caso lo que le parecía
justo: “A falta de la palabra, lo hago ver por mis actos”.
Y se
consiguió llegar a una síntesis a base de todos: el querer es innato, como
mostró vehementemente Schopennauer; el cómo querer es, sin embargo, libre,
dentro de un marco cultural. “Yo quiero”. Y se profundizó más: ¿se deduce que
en el amor “todo es posible”? Muchas cosas son posibles en el amor.
Respuesta que quedó fijada a gusto de todos. (Que se preparen mojigatos y
libertinos). “Te quiero”. Que fue la reacción de una de las participantes
dirigida a, e inspirada por, el grupo que había hablado allí, aquella tarde,
con tanto interés sobre el amor. Muchos otros interrogantes quedaron en el
tintero, por falta de tiempo. Más arriba tienes algunos, que se te dejan en tu
tejado para que te puedas pelear con ellos junto a otros amantes de la vida y
de la filosofía como tú.
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