Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

viernes, 26 de julio de 2013

EL GOBIERNO DEL PUEBLO 5/5

5 – Nueva transición democrática


—Pero, ¡a dónde vamos a parar! ¿Está usted proponiendo el final de los partidos políticos, el final de la democracia? —Si usted iguala ambas cosas… Para empezar, los partidos políticos son, quizás, las instituciones políticas menos democráticas que tenemos. Con sus propios mecanismos internos —no escritos ni confesables— de ascenso hacia la cúpula del poder en el partido, con su disciplina de voto, con la ausencia de discrepancia por mor de la santa gobernabilidad, con la previsibilidad de sus discursos, y su conservadurismo (conservar el poder a toda costa, todo el tiempo que se pueda) sean de izquierdas o de derechas —por cierto, una falsa diferenciación ideológica que sirve para dirigir el voto hasta la urna de su propio partido cada cuatro años—, y hay más…, con sus listas cerradas y repleta de candidatos puestos ahí e ignotos para el pueblo, con un sistema electoral a su servicio… ¿Quiere más? Hay más, por desgracia. Pues bien, el pueblo está pidiendo una democracia más real, una democracia al servicio del pueblo y a favor del bien común. Una nueva transición política, podríamos decir, si hablamos de nuestro país. Un cambio radical en la forma de entender y de hacer política, que la de ahora se está viendo a las claras a quiénes sirve dócilmente (a la luz de esta crisis de la economía virtual de los “mercados financieros”, que ha arrastrado a la economía productiva al haberla hecho depender de ella y haberla convertido en menesterosa de su graciosa “confianza”), si hablamos de la esfera supranacional. Hace falta la inclusión de nuevas personas con una manera diferente de gobernar: la mayoría de los políticos de profesión, que llevan tantos años metidos en la política, han quedado moralmente inhabilitados, por acción, dejación o acomodación. Es por ello que el pueblo exige savia nueva. En nuestro ámbito, hemos pasado hace algunos años de la dictadura a la democracia, pero ciertos usos y costumbres de la etapa anterior parecen haber pervivido. Y si no, fíjense en los mecanismos de corrupción con que nos amenizan cada día los medios de comunicación. Nos resultan familiares. Algunos llaman a lo que se necesita una nueva cultura política, nosotros preferimos hablar de educación política, que es también educación ciudadana, comenzando por los que han obtenido alguna responsabilidad pública, los que están más arriba en el poder, que habrían de ser modélicos y no lo contrario. Y si el pueblo no exige lo que debe ser —que ya se sabe desde siempre lo que es—, no habrá nada que hacer. Democracia del pueblo, para el pueblo y la humanidad, más directa, más participativa, con mayor implicación social, sin permitir lo más mínimo que otros gobiernen por nosotros sin nosotros. Y es educación política porque, aunque cueste algo de trabajo, las costumbres, igual que se crean se pueden re-crear. Las malas costumbres —dice el pueblo— se adquieren pronto; y es cierto, a las malas prácticas habituales no es fácil sustituirlas, hay inercias difíciles de reconducir, pero se puede. ¡Vaya si se puede! En otras ocasiones se ha podido; aunque ha de ser entre todos nosotros. Ciudadanos vigilantes, activos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario