Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 6 de marzo de 2016

¿Qué queréis saber?

¿Qué queréis saber?
Unos niños y niñas de once y doce años. Podrían querer saber muchas cosas que imaginamos los más adultos que querrían saber. Pero han querido saber “qué es la vida”, “qué hay más allá del Universo”, “por qué vivimos para luego morir” o “qué pasa después de la muerte”. Unos más pequeños todavía, de seis y siete años, quisieron saber “cómo podemos flotar en el aire un buen rato” y otros de cuarto curso de primaria “por qué el toro que aparece en el Guernica no está gritando”, después de haber visto en clase la impactante obra de Picasso. ¿Nos sorprende? Quizás no los dejamos expresarse, pero ellos son como nosotros y comparten nuestro mismo mundo. Y tienen mucho que decir, mucho que preguntar, no sólo mucho que preguntarnos.
Necesitamos una escuela con orejas —como nos recuerda Cristóbal Gómez Mayorga, un maestro muy a gusto entre sus maestros de edades tempranas— y no una escuela que sólo enuncie y certifique, que encapsule los saberes establecidos para impartirlos luego en cómodas dosis. No es que no sepan todavía en razón de su edad escasa, ellos ya saben todo lo que tienen que saber, traen “de fábrica” todo lo esencial que ha de desarrollarse. Y para esto, no son los contenidos sino la forma de abordarlos lo que es decisivo. Con un niño o una niña puedes hablar de cualquier tema de este mundo y de todos los mundos posibles. Ellos muy bien pueden abrirte un poco tu mente. Sólo hay que estar dispuestos a escuchar y prepararles durante un rato el terreno de la discusión, el diálogo, ese hablar juntos para entenderse.
¿Y qué sabrán ellos de Metafísica, materia de especialistas sesudos? Mucho. Recuerda cómo, para el ilustre Kant, la metafísica aborda las respuestas a inquietudes que no pueden resolverse definitivamente, pero que la mente humana no puede dejar de plantearse de continuo. Preguntas difíciles pero importantes, que no pueden ser respondidas de una vez consultando una enciclopedia o a un experto. Si tan sólo les pones esta condición a estos niños y niñas, formulan interrogantes como los que tienes a la entrada de este artículo; si les dieras la ocasión de discutir ordenadamente, escuchándose y colaborando juntos hacia lo mejor, preguntándose unos a otros, por ejemplo, siguiendo la metodología de Óscar Brenifier. Cincuenta ojos ven más que dos. La lección es valedera también para adultos…, incluso si se quiere formar gobierno. Pero escuchar requiere olvidarse de uno mismo por un rato, al menos, mientras estás escuchando a la otra persona.
Vamos ya con sus respuestas acordadas entre ellos mismos. Verdaderas e ingenuas, intuitivamente descubiertas. Profundas y provisionalmente, como ha de ser toda búsqueda de la verdad. Anteriormente, en el trayecto de la discusión, sólo habían sido hipótesis o respuestas posibles, que hubieron de ir madurando con el concurso de todos. Quédate con la respuesta que más te diga, para ir luego indagando tú mismo.
Respuestas metafísicas: ¿Qué es la vida? La experiencia de los seres de este mundo, desde el principio; lo que sucede cada día; algo único, siempre diferente en algo; la vida son emociones; la vida es un ciclo de la vida; todo lo que nos rodea; la vida es algo invisible e imprescindible.
¿Qué hay más allá del Universo? Hay muchos universos, unos dentro de otros; hay lo desconocido, o dicho de otro modo, que es muy difícil de conocer; no hay nada, igual a este universo.
¿Por qué vivimos para luego morir? Para que haya un mundo mejor, por ejemplo, que no haya superpoblación; lo que importa no es morir, sino cómo vivimos bien; es necesario morir para que la vida continúe, pues ésta es un ciclo.
¿Qué pasa después de la muerte? No sentimos nada después, una bombilla que se apaga; es como estar dormidos sin soñar; podremos seguir moviéndonos, claro, nuestra parte que no se muere; pasa que nacemos en otro cuerpo; descubres el sentido de la vida.
Una pregunta técnica¿Cómo podemos flotar en el aire un buen rato? Con alas de ardilla; montados en un avión; colgado de globos… En conclusión, no podemos flotar en el aire con nuestro cuerpo, sino con la ayuda de otra cosa. ¿Y con la mente, podemos volar? Sí, volamos con la imaginación.
Y una pregunta de Estética: ¿Por qué el toro que aparece en el Guernica no está gritando? Porque es el atacante; porque es la fuerza; en realidad, está calmando al caballo; pues no tenía miedo; es que es furia; lo que pasa es que se ha quedado sin palabras, mudo; está muerto en realidad; se puso de parte de los opresores; es una manera de expresar miedo a través de la diferencia de actitud.
Para finalizar, en el transcurso de estos talleres celebrados en los Colegios “El Romeral y “Los Olivos” de Vélez-Málaga, se les pedía a estos niños y niñas que expresaran a través de una redacción, un poema, una viñeta o un dibujo —cualquier modo de expresión— su conclusión personal, su respuesta propia a la pregunta que ellos mismos se habían planteado. Sin duda, ahora sabían más que al comienzo y mucho más de lo que hubieran llegado a saber por sí solos, en el breve espacio de tiempo de hora y media. Y lo más importante: habrían desarrollado sus propias cualidades… filosóficas.
Todos los niños son filósofos. Sólo algunos continúan siéndolo.
Michel Onfray
Para dialogar, preguntad, primero; después… escuchad.
Antonio Machado
Publicado en Homonosapiens

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