Sobre
el perdón
Café
Filosófico en Vélez-Málaga 11.3
27
de diciembre de 2019, cafetería Bentomiz, 17:00 horas
¿Qué es
perdonar?
¡Extra, extra de
Navidad! Nuevo Café filosófico inaudito, a petición de algunos
antiguos alumnos, entusiastas participantes.
Como los que forman
parte de estos encuentros filosóficos no están para hacer uso de la
filosofía, sino a su servicio, quedaron emplazados en uno de los
últimos días del año 2019, y así dar salida a su demanda e
inquietud filosófica.
Ya que se trataba de
un Café filosófico especial, cabían dos preguntas. A los nuevos
asistentes: ¿qué buscas? Y a los reincidentes: ¿qué encuentras? A
través de sus respuestas se presentaba una buena oportunidad para
recordar o intuir, según los casos, de qué iba una reunión como
esa. Y de una manera natural fueron saliendo a la palestra algunas de
sus claves.
Entre
todos, en poco más de media hora, los ingredientes básicos de una
posible definición de lo que es el perdón
(perdonar o sentirse perdonado) iban emergido, componiendo la esencia
de este acto humano, tan humano. Algunos de tales ingredientes se
contrastaron con los casos más típicos pero otros emergieron en el
transcurso del diálogo filosófico. Y se ha de decir, cuando se puso
a prueba esta receta de ingredientes fundamentales – hacia el final
del encuentro –, que la mismísima Wikipedia apenas tenía nada
valioso que añadir. Ahora mismo os ofrece este relator todo el plato
completo, para vuestra degustación: primero de todo, perdonar es
sanar, aliviar, reparar un daño
u ofensa (que no es lo mismo, aunque no fue el momento de reflexionar
sobre ello); implica, también, una renuncia al rencor,
a la venganza, al odio; asumir el error,
o el cúmulo de errores, lo que quiere decir que la ignorancia está
siempre presente en el objeto (mejor, en el sujeto) del perdón; el
perdón, asimismo, supone la aceptación
de éste (por una o por todas la partes, esto fue debatido por un
rato); pero, como decíamos, en el recorrido que siguió la
discusión, aparecieron otros importantes ingredientes: primero la
generosidad, el estar
abiertos al perdón, que no es otra cosa que restituir el amor; y
segundo, la comprensión
del otro. Esto último dio lugar a una bonita discusión posterior.
Pero solamente os
contaré – el resto habréis de imaginarlo por las insinuaciones
anteriores – el énfasis que el grupo de trece personas allí
asistentes puso en la necesidad de perdonarse a uno mismo,
tanto si se trata de una cuestión meramente individual, como si
implica a otros, que es lo más habitual en este tema del perdón.
Porque mirad: si yo no tengo una buena relación conmigo mismo,
difícilmente podré perdonarme en sucesivas ocasiones, ni tampoco me
resultará sencillo – a veces es imposible – perdonar a los
demás. Y es que hay perdón en función, no tanto de qué sea lo
perdonado, más grave o más liviano, sino más bien en función del
quién sea quien perdona, que podemos resumir: resultado de la
trayectoria vital de cada uno de nosotros. Por lo tanto, en esto
habría que poner sumo cuidado, en el desarrollo personal de
cada uno de nosotros. Esto te trasmiten los participantes y esto se
explaya un poco más a continuación.
¿Todo puede ser
perdonado? ¿El perdón posee límites?
Como ya en parte se ha anunciado, el componente individual o personal
es clave para responder a esta pregunta. Lo que para uno es
perdonable, para otro no lo es en absoluto. De todos modos, la
generosidad y la comprensión son esenciales de cara a un eventual
aprendizaje del perdón, si es que partimos de que es preferible
vivir en el perdón,
que no vivir sin ello. No digamos ya, convivir. Lo que nos abre hacia
una nueva pregunta: ¿todo es compresible? Sí, todo puede llegar a
ser comprendido... ¿Esto significa que todo contiene la posibilidad
de ser perdonado? Pues sí y no. Aquí el grupo llegó a una crucial
distinción: el acto y
la persona detrás
del acto. Si nos referimos a lo primero: no todo es perdonable, o al
menos hay acciones que necesitan de una reparación o justicia
suficiente; si nos situamos en lo segundo: toda persona puede llegar
a ser comprendida y perdonada. Es decir, que perdonar a la persona no
implica que haya que perdonar sin más el acto. Y que no disculpar el
acto, signifique que no podamos entender a la persona que ha
realizado el acto. Suculentos ejemplos fueron expuestos allí,
aquella tarde, pero los hemos dejado para el disfrute privado de los
que allí estuvieron. Vosotros podéis tener en cuenta vuestras
propias situaciones vitales. ¡Buen día y buen año!
No hay comentarios:
Publicar un comentario