Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 9 de mayo de 2022

Sobre el progreso

Café Filosófico en Castro del Río 5.4

29 de abril de 2022, Casino de Castro, 18:00 horas


Cuando utilizamos el tiempo como medio de adquirir una cualidad, una virtud o un estado del ser, no hacemos más que aplazar o esquivar lo que es (…) El hombre que confía en el tiempo como medio por el cual puede lograr la felicidad, comprender la verdad o Dios, sólo se engaña a sí mismo.

Khrishnamurti


¿Qué es un progreso?

La imagen que en mi mente se ha ido construyendo acerca de la realidad, de los demás o de mí mismo hace que mi mundo sea mi mundo. En particular, a los participantes de este Café filosófico en el Casino de Castro del Río, se les pidió que, por un momento, se hicieran cargo de la imagen de los demás en su mente: ¿Cómo veo yo a los demás? Esto es vital en las relaciones humanas. Porque aquello que ha crecido en mí, eso tenderé a ver fuera de mí... Ellos y ellas fueron tomando conciencia de esta situación: no me relaciono, habitualmente, con una persona sino con la imagen que me he formado de ella. Darnos cuenta de esto nos ayuda a tratar cada vez más con la persona que es (por sí misma) y no tanto a través de la idea que he construido de ella en mi mente. Por todo esto, además, la relación humana es una oportunidad maravillosa, si se sabe aprovechar, para aprender sobre uno mismo. Los demás pueden ser un espejo para mí, en donde poder mirarme. Estoy yo, ahí, en mi relación con los demás... Lo que trajo a la memoria de uno de los participantes un cuento de origen árabe, que dice más o menos así (al final, tienes una pregunta para ti):

A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un anciano que se encuentra descansando:

¿Qué clase de personas viven aquí?

El anciano le pregunta:

¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?

Un montón de gente egoísta y mal intencionada. Estoy encantado de haberme ido de allí –replicó el joven.

Lo mismo habrá de encontrar aquí –respondió el anciano.

Ese mismo día otro joven se acercó a beber agua al oasis y viendo al anciano preguntó:

¿Qué clase de personas viven en este lugar?

El anciano respondió con la misma pregunta:

        – ¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?

      – Un magnifico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho  haberlos dejado.

       – Lo mismo encontrarás aquí — respondió el anciano.

Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al anciano:

¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?

Entonces el anciano contestó: (…) Ahora es tu turno: ¿Qué le pudo contestar el anciano al hombre que observaba la escena?

La sempiterna idea de progreso en nuestra cultura, occidental moderna, fue el tema elegido por los participantes para su indagación aquella tarde. Pero, ¿qué es un verdadero progreso? Porque, hemos avanzado, sí, pero no todo va bien en nuestra época, imbuida de tanto “progreso”. Valoramos el progreso, y por eso también somos críticos con la resolución de esta idea que se ha fraguado, sobre todo, desde la época de la Ilustración. Primero, quisieron clarificar el concepto, a qué nos referíamos con la idea de progreso. Y como el tiempo estaba implicado, respecto al pasado, podía significar un avance, una mejora, en relación al mundo anterior; respecto al futuro, en el sentido de Kant, el acercamiento o alejamiento conforme a lo que nos parece más preferible o ideal, lo que querríamos alcanzar, la meta última que perseguimos; pero hay otra perspectiva posible, que en tantas ocasiones pasa desapercibida... ¡Pero no para nuestros participantes! ¿Qué sería un progreso desde el presente? Esta es la vía que explotaron con gran sabiduría. Ahora lo veremos. Si bien, hay que saber que a ello se llegó, precisamente, porque la concepción habitual del progreso no les pareció nada satisfactoria.

Por nuestra vivencia actual del progreso transita un error: la consideración de un progreso meramente cuantitativo, acumulativo, un crecimiento exponencial, ciego, inacabado, infinito... Tú mismo, querido lector, puedes poner muchos ejemplos de ese progreso acumulativo, imparable, voraz y sus estragos en nuestras vidas. Seguro que coinciden con los que pusieron los propios participantes: ejemplos fallidos de progreso. Hemos progresado, sí, pero también hemos retrocedido... y muchas veces no hemos avanzado nada o hemos creado nuevos problemas. Poned, poned vuestros propios ejemplos. Pero, exploremos con ellos una vía alternativa del progreso, un progreso cualitativo. Podemos seguir ampliando nuestra casa, nuestro territorio, nuestras posesiones, o también podemos ahondar en lo que ya tenemos, en lo que somos. Una vez me dijo mi padre que ya no compraría más tierras, sino que mejoraría lo que ya tenía, para disfrutarlo, para embellecer lo que ya había conseguido, para ahondar en ello. Era ambicioso, pero sería desde luego una ambición más lúcida.

Para progresar, ¿es necesario cumplir los objetivos? Así pensamos hoy día... Pero, ¿es posible progresar aunque no se cumplan los objetivos trazados de antemano? Pensar, como diría Oscar Brenifier, es también pensar lo impensable. Y, en este caso además, pensamos juntos. ¡Mejor que mejor! Mayor progreso... O quizás habría que decir: mejor progreso. Por ejemplo, podemos dar pasos para reconciliarnos con nuestra propia naturaleza, que compartimos con los demás seres humanos y no humanos. Podemos profundizar en lo que ya hay, en lo que somos. Podemos darnos cuenta de que el estado de plenitud es aquel en que ya no necesitas nada más, no falta nada aunque no hayas conseguido todo. Podemos desplegar, actualizar todas nuestras capacidades; no se trata de acumular resultados, sino de desarrollar todas nuestras posibilidades, como seres conscientes, aquí y ahora. Vale.

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