Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿Cómo afecta la tecnología a nuestro mundo?

CAFÉ FILOSÓFICO ALMENARA 2/2
 (26 de noviembre de 2010, Sala de Biblioteca, 17:30 horas)




"Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra" (Hans Jonas, El principio de responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica).



Tarde lluviosa que no impidió que catorce personas se encontrarán para compartir ideas y, juntos, investigar un poco de la vida. Reencuentro con amigos de la temporada pasada, joviales y rebosantes de energía (se acuerdan de Prudencio, ¿verdad?). Pero también saludamos a nuevos amigos que se incorporaban por primera vez a esta experiencia, tan vieja como la que se daba a menudo en el ágora ateniense de los tiempos de Sócrates y tan nueva cada vez que se revive: reunirse con otros para tratar de entenderse, y así entenderse mejor a uno mismo.

Además de estos catorce participantes, se presentaron allí, de improviso, la Enseñanza, el Futuro, Nuestro mundo, el Diálogo, las Nuevas tecnologías, y la Objetividad. Preocupados y deseando quedarse, buscaron acomodo en la mente de todos, sabiendo que debían esperar cada uno su turno. Se aliaron dos de ellos, la Tecnología con Nuestro mundo y, haciéndose fuertes, sedujeron sin contemplaciones al asistente.

¿Cómo afecta la tecnología a nuestro mundo? Prometeo desencadenado de nuevo. La Humanidad en los brazos de Prometeo una vez más, esta tarde. ¿Qué nos deparará nuestro futuro tan tecnológico? (No lo olvidéis, el Futuro nunca desaprovecha la ocasión, pues siempre está en trance de hacerse, es imposible quedarse del todo en el pasado).

Las tecnologías dividen nuestro mundo en dos, como tantas otras veces, el de los poseedores y el de los desposeídos. Los incluidos en la era tecnológica, no sólo alfabetizados sino endoculturados en máximo grado, y los excluidos. Un quinto mundo, quizás, que está llegando, cerca y lejos a la vez, marcará tanto a los individuos como a las comunidades que vendrán. Fue ésta la tesis de partida, luego permaneció en el fondo de la conversación, puesto que lo que salió a la palestra, a la arena de la discusión, fue la antítesis: la tecnología no divide, la tecnología es buena en sí misma. Claro que sí –recibe apoyo rápidamente-, es el uso que se haga de ella, lo que la convierte en positiva o en negativa. El diálogo llevó a contemplar tres opciones: a) la tecnología es buena en sí misma, b) la tecnología es buena o nociva, según su uso y, c) la tecnología no es ni buena ni mala. Y el siguiente experimento debía someterlas a prueba: la comparación entre la búsqueda de información en Internet y en una Enciclopedia. ¡Menudo combate entre tamaños púgiles! De entre los mejores guerreros de la vieja e ilustrada tecnología y de entre la novísima hornada digital.

¿Qué prefieren los grandes depredadores de información? ¿Criar ganado o cazarlo? Sugerente e iluminadora metáfora que fue puesta sobre la mesa por una mente inquieta. Hoy parece querer  acomodarse el cazador, volverse un sedentario recolector. Consumir el ganado apacentado y engordado y criado. Es más cómodo y más rápido y más eficaz, se aduce, escribir una palabra en el buscador de Internet que buscar en una Enciclopedia y tener que encontrarlo. ¿Es más cómodo? Problematizamos entre todos la cuestión: ¿realmente es más cómodo? A ver: escribimos lo que buscamos y con un solo clic, ¿qué encontramos? Tropecientas mil páginas que hablan de ello. ¿Con qué nos quedamos? ¿Cómo discriminar entre tanta información? Quizás, para encontrar nunca haya que perder el norte, por lo menos, saber qué buscamos, si no, ¡cómo vamos a encontrar! Y otra cosa que hace falta es saber distinguir fuentes de información más cualificadas y menos cualificadas. No todas las opiniones, entonces, son iguales. Sí que son todas opiniones, pero no todas las opiniones son iguales. Claro que sí, esto fue quedando muy claro durante en el discurrir de la discusión.

Pero, ¿cómo saber cuándo una opinión está más cualificada? Uno de los participantes jóvenes solicita el criterio de la mayoría, otro, el criterio del contraste de opiniones, para poder distinguir coincidencias frente a disparidades sospechosas, es decir, el criterio de la coherencia. Tareas imprescindibles para un ciudadano crítico en relación al mundo que le rodea, y más teniendo en cuenta cómo es de multiforme y conflictivo el mundo en que vivimos. De verdad, ¿era más cómodo y eficaz, y más rápido, este proceso, si se quiere hacer de un modo plenamente consciente y provechoso?

Y volvemos al punto de partida. La tecnología puede ser positiva, si se usa bien, o positiva o negativa según se use, es decir, ni positiva ni negativa, sino que depende de cómo se use. El caballo del uso y la utilización parece el caballo ganador. Así que Internet puede ser una herramienta perfectamente útil y beneficiosa, si se sabe usar satisfactoriamente. Realmente, esto que el grupo estaba llevando a cabo era una investigación en toda regla. Cuando se investiga se pretende descubrir la (o algo de) la verdad. Y des-cubrirla no es más que lograr, en alguna medida, apartar aquello que la cubre, que la oculta, desvelarla, que éste era el sentido primigenio de verdad para nuestros ancestros culturales, los griegos. De manera que una posible técnica sería oponer el concepto a un contraejemplo, que haga las veces de palanca y podamos ver si queda algo dentro o ha sido arrastrado por el movimiento mismo, porque nada le aferraba de veras en su interior.

Vehementemente, una de las participantes veteranas trae a colación el inquietante caso de la explotación humana y la destrucción de ecosistemas que está suponiendo la extracción del compuesto mineral llamado coltán, en la República del Congo, usado para fabricar dispositivos electrónicos como los que están presentes en los teléfonos móviles. ¿Puede un teléfono móvil ser un buen aparato de verdad, si en la base de su fabricación no sólo está el coltán, sino la explotación y la muerte que supone su extracción y comercialización? Veamos: un arma militar, ¿es buena, según su uso? Está hecha para matar. No es así, se replica, porque, sin ir más lejos, no hace tanto mantuvo en paz los dos bloques en que el mundo se dividió por efecto de la segunda guerra llamada mundial. ¿Os acordáis de la guerra fría? El poder nuclear de matar mantuvo la paz, a la postre. Pero, ¿era eso verdadera paz, una paz basada en el miedo a la mutua exterminación? Sí, un arma puede ser una buena herramienta para vivir en paz con tus vecinos, pues disuade a los otros de atacarte y viceversa. Pero, ¿es que no es posible una paz sin armas? ¿Cuál sería preferible y más verdadera? ¿Y más duradera? Sí, quizás esa, una paz basada en la paz, pero en todo caso, sería posible en una sociedad mejor que la que tenemos, y en la que saliese a flote y se desarrollase nuestra naturaleza más altruista y solidaria, nuestra parte sociable (que diría Kant) y no se dejara dominar por nuestra otra naturaleza también insociable, egoísta y excluyente.

Es decir que, si recapitulamos desde el principio nuestra investigación, cuando nos preguntábamos sobre cómo nos afecta la tecnología, habría que concluir que más bien ocurre lo contrario, que es la tecnología la que se ve afectada por nosotros, por cómo seamos, lo que determina cómo la usaremos. Una bahía poco usual en la que acabamos de varar nuestro barco. No es la única, tal vez, pero es interesante, muy interesante. ¡Tantos cantos de sirenas que oímos a menudo! Que la tecnología nos ayudará a salvarnos, para hacer de este mundo un mundo mejor, que si la tecnología genera algunos problemas, ¡la tecnología misma los acabará resolviendo! Los irresistibles cantos de sirena del Progreso a base de progreso tecnológico. Y ahora descubrimos que no seremos mejores gracias a la tecnología, si no somos ya mejores como sociedad y personalmente, pues de lo contrario seremos capaces de usarla mal y destrozar nuestro mundo (pues ha llegado ese momento en que tenemos el poder para llevarlo a cabo).

¿Qué más podíamos decir aquella tarde, en que nos preguntamos por nuestro futuro tan tecnológico? ¿Qué nos valdría más desarrollar, en qué deberíamos invertir más (más esfuerzo, más recursos), en mejorar nuestra sociedad o en mejorar nuestras tecnologías? Si ponemos tantas esperanzas en la educación y queremos educar adecuadamente a nuestros jóvenes para ese futuro prometedor que deseamos, podemos lograr cada vez mejores tecnologías que llevar a las aulas, y a todos los demás sitios en que intentamos vivir mejor si, como mínimo simultáneamente, o quizás primero, nos educamos para saber manejar bien las que tengamos y luego para idear las mejores de las que no tenemos todavía. No pongamos la esperanza en la tecnología, pongámosla en nosotros mismos y trabajemos activamente para ello. Si este cronista no entendió mal de todo lo que oyó, tal mensaje quedó bien plantado en mitad de la mesa que nos reunía a todos aquél día.

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