Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 17 de abril de 2011

Sobre el alma

Café filosófico Castro 6/2
(Biblioteca Municipal de Castro del Río, 30 de marzo de 2011, a las 19:30)



 ¿Qué es el alma?

Una vez más estábamos reunidos, en el salón de actos de la Biblioteca Municipal de Castro del Río, para tratar de descubrir algo juntos. Puede ser algo pequeño, pero no hay asunto pequeño en el vivir. Puede ser algo ya dicho, pero necesita ser actualizado. Puede ser algo ya pensado, pero es mejor ponerlo en común.

Preocupaba el cuerpo y la conciencia, y su relación. Nos ocupamos del alma. ¿Qué es el alma? ¿Existe el alma? Tienen ya costumbre los participantes y saben trabajar con el pensamiento. Primero es menester saber si existe el alma y, una vez pensado esto, tratar de definirlo. Ellos así lo dijeron, el moderador no tenía más que propiciarlo.

La mejor prueba del alma es el sentir. Mi cuerpo me duele. Siente. Los sentidos me hacen sentir mi cuerpo, mis sentimientos, mi alma. También sentimos que algo está mal o que algo está bien. Y nos planteamos sobre el sentido moral de la conciencia, a través de un caso extremo: ¿tuvo Hitler conciencia de lo que hizo?

Pero, en medio de la conversación irrumpió una confesión, vino un regalo de uno a los otros. Sucede siempre que alguien se abre a los demás y aflora algo humano, la posibilidad de vivir algo humano a través de lo que otro ha vivido. Se nos abre, así, una puerta que explorar a los demás; se nos abre, a nuestra manera, una nueva manera de vivir. Y además tenía nombre puesto: reververancia del alma. ¿Alguna vez habéis sentido el pasmo de uno mismo? Una especie de autoconciencia del ser pensante, que se desdobla a sí mismo y se ve a sí mismo ahí, delante de sí mismo. Si no lo habéis sentido, que sepáis que se puede sentir. Alguien lo ha sentido, y estaba entre nosotros. Así que si eres un ser humano, lo puedes llegar a vivir también. Una aventura, un abismo más extremo, más radical que el puenting o la velocidad. Y además se puede ejercitar… y tiene ventajas… para aquél que lo practica.

¿Tenía conciencia Hitler de lo que hacía? Platón diría que podía tener conciencia pero de un modo desviado. Es decir, que su alma estaba mal orientada puesto que miraba a donde no debía. Creía mirar al bien, pero no miraba al verdadero bien. No era consciente, entonces, del verdadero bien. Veremos ahora lo que tendrá que decir Aristóteles, su discípulo, que también estuvo allí en acto aquella tarde con nosotros.

Así pues, el alma es la conciencia. -Que no, que no es así. Que la conciencia es sólo una función del alma. -Y la consciencia de mi conciencia, el darme cuenta de lo que pienso o siento, también. ¡Cualquiera se descuida con estos expertos! La investigación afinaba cada vez más. ¿Hay alma sin autoconciencia? Pues sí. La respuesta a esta pregunta del moderador, para confirmar la posición a la que parecían apuntar los participantes, no dejaba lugar a dudas. El alma va más allá de la conciencia y más allá de la consciencia. Es decir, es algo previo. El alma es vida.

Hay muchas formas de vida. -Pues… tantas hay de alma. La vida en ti: como la vivas, como la entiendas, como te enfrentes a la muerte. Y después, está la vida en los otros, en su memoria biológica o mental, y la vida después del cuerpo muerto, sea la que sea tu creencia religiosa al caso. Pero ellos se refirieron a algo más fundamental, algo previo a cualquier posicionamiento, algo más básico: donde hay vida hay alma, o viceversa. Mucha atención. Identificar el alma con la vida nos convierte a los seres vivos en algo especial frente a lo inerte. Y habría tantas formas de alma como tantas formas hay de vida. No lo olvidemos nunca. Pues así, toda forma de vida será digna de respeto, de la misma manera que queremos que se respete, y respetamos, nuestra propia vida. A toda forma de vida, aunque no tenga conciencia de sí misma, a todos los seres vivos. Nosotros no somos los únicos que poseemos la tan asombrosa concreción de la vida.

Digamos, pues, tomando la investigación desde el principio, que lo animado se distingue de lo inanimado por vivir. Y como la palabra «vivir» hace referencia a múltiples operaciones, cabe decir de algo que vive aun en el caso de que solamente le corresponda alguna de ellas, por ejemplo, intelecto, sensación, movimiento y reposo locales, amén del movimiento entendido como alimentación, envejecimiento y desarrollo. De ahí que opinemos también que todas las plantas viven (Aristóteles, Acerca del alma, libro II).




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