Café Filosófico en Vélez-Málaga 5.7
25 de abril de 2014, Cafetería Bentomiz,
17:30 horas.
“Las cosas
que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni
obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas,
dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente
ajenas. Recuerda pues que, si tu crees libres a las cosas por naturaleza
esclavas, y propias, a las que dependen de otro, encontrarás obstáculos a cada
paso, estarás afligido, alterado, e increparás a los dioses y a los hombres”
(Epicteto).
Vivir las crisis,
estar en crisis, ¿depende o no depende de nosotros mismos? Esto es bueno
clarificarlo. Epicteto aconsejaba distinguirlo constantemente en nuestras vidas.
Al comienzo de nuestra reunión filosófica se preguntó eso, pero no sobre la
crisis, aunque pudo ser que esta pregunta inicial marcase en alguna medida la
perspectiva que el grupo vino a adoptar sobre la cuestión. Nos vamos sintiendo
como en casa, en la Cafetería Bentomiz, y, como en nuestra casa, quisimos abrir
las ventanas con toda la tranquilidad del mundo. Se notaba ya la primavera.
Habemus feria del libro y uno de los participantes nos obsequió a todos con
un clavel y un señalador de páginas con la letra de Grândola vila morena
(Zeca Afonso). Todo un oportuno detalle que mucho agradecimos aquel 25 de
abril.
Seguimos luego ambientando la reunión leyendo
un texto de Tahar Ben Jelloun sobre la amistad, recuerdo del café filosófico
anterior. Y situamos el ejercicio filosófico que habría de venir a
continuación: nuestro mundo es complejo, inabarcable, inaprensible, extraño
muchas veces, incontrolable, pero es bueno reconocer que muchas son las cosas
que siguen dependiendo de nosotros mismos. Es sano. Reconfortante.
Esperanzador. Nos permite ponernos en marcha. Pues, si nada dependiera de mí…
¿qué me cabría esperar?
—“Ser amable, mostrar siempre que pueda una
sonrisa”, está a mi alcance.
—“Elegir mi estado de ánimo”, incluso si esto
supone una actitud crítica o es para expresar cómo me afecta algo; aceptándolo,
acogiendo cualquiera que sea mi estado de ánimo.
—De mí depende “exhibir un estado de ánimo
valiente”, positivo, para luchar, buscar…
—Yo puedo “desarrollar mi sociabilidad”,
favoreciendo así la convivencia.
Y la siguiente participante nos ofreció no
una, sino dos actitudes que dependen siempre de nosotros: colaborar para “que
los demás que me rodean se puedan sentir bien”, procurar “no acostumbrarme a
una vida fácil”.
—Pues, “yo quiero ser egoísta”, quiero pensar
en mí también —que no excluye a los demás—, pero quiero enriquecerme yo para
tener algo que aportar.
—Y yo prefiero favorecer la actitud personal
que mejor me ayude a “mejorar mi entorno cercano”.
—Para todo ello es requisito que “uno esté
bien consigo mismo”. (¿Cómo no va a depender esto nosotros?)
—Puedo “reír o llorar”, esto depende de mí,
y, siempre que puedo, elijo reír.
—¿Y si elijo llorar? Eso depende de ti,
explóralo, también es bueno llorar, aprender a llorar (algunos no saben).
—Puedo “enriquecerme, cultivarme”, esto puedo
hacerlo, si quiero. Es lo que me satisface.
Y tú, ¿lo has meditado alguna vez? ¿Qué es lo
que depende siempre de ti? ¿Eres consciente de ello?
Quisimos hablar del egoísmo, quisimos
hablar del gobierno, quisimos hablar sobre el conformismo, pero
no era su tarde. Investigamos sobre la crisis. Más propiamente —según el
transcurso de la discusión—, sobre estar en crisis, cuando estamos en
crisis. Otro café filosófico, en otro lugar, trató de las crisis y lo que tiene
de especial esta crisis social que estamos padeciendo. Pero las crisis también
son personales —o quizás siempre lo son, pues se viven personalmente—. Hay
crisis personales, de creencias —como nos recordó muy bien, casi al final y
vehementemente, nuestro más veterano participante—, sociales también,
económicas, pero, ¿quién las vive? ¿Quién las sufre? ¿Quién es el verdadero
sujeto? ¿Quién ha de adoptar una actitud adecuada para salir reforzado de
ellas? Pues bien, primero se investigó: ¿Qué nos pasa cuando sucede una
crisis? Y luego, ¿cómo reaccionamos ante las crisis? ¿Cómo es
preferible tomárselas? No te lo pierdas. ¿O me vas a decir que tú estás exento?
Se puede estar exento de participar en la clase de gimnasia, pero de la vida…
¿Qué nos pasa cuando
sucede una crisis?
“El dios es día y noche, verano e invierno,
guerra y paz, saciedad y hambre; se transforma como fuego que, cuando se mezcla
con especias, es denominado según el aroma de cada una” (Heráclito).
—Una crisis es un cambio social profundo. De
una época se pasa a otra, y eso ocurre en función de los intereses que lideran
el cambio y lo condicionan en un sentido determinado.
—Más bien, es un cambio personal. Supone el
final de algo en ti y el comienzo de algo nuevo en ti.
—Siempre hay una pérdida.
—Si hay una pérdida, ¿luego hay una ganancia?
—Claro, la ganancia de la novedad, del fruto
que llega.
—¡Pero las crisis hay que pasarlas!
—Entonces, ¿son necesarias?
—Son inevitables. Nos pillan por sorpresa,
cuando más confiados estamos.
—En ese caso, si son inevitables, ¿no son
necesarias? ¿Lo inevitable no es necesario?
Entendéis que nos estamos refiriendo a las
crisis de todo tipo, sociales o individuales, y que siempre adviene algo nuevo.
De todo esto estaban hablando nuestros participantes. Pero la pregunta del
moderador sobre la necesidad de las crisis (si hay que pasarlas y son
inevitables) causó alguna perplejidad entre ellos. Y, de este modo, dio
comienzo una fructífera discusión.
—¿Seríamos los mismos, sin las crisis que
hemos ido pasando? ¿Son necesarias, por tanto, para ser como somos, quienes
somos?
—Son necesarias.
—No estoy de acuerdo —protesta una
participante—. Ya somos. Existe algo previo a las crisis, que siempre
somos.
Estas dos tesis pugnaron durante unos
minutos. Argumentos van y vienen, a favor en contra, con una mínima evolución.
Es decir, sin que la opinión de cada uno entrara en suficiente crisis como para
tener que evolucionar hacia la otra postura, distinta, aparentemente contraria.
(Ya sabéis que ésta es una de las virtudes de nuestro encuentro filosófico, y
de eso se trata, de investigar juntos, que no es lo mismo que defender mi
posición a toda costa, sino de arriesgarme a pensar de otro modo). En un
momento dado, el moderador quiere realizar una tentativa de resolución a través
de votaciones sucesivas que constataran la posible evolución. Sin embargo, parecía que la división era la tónica, que
las posturas eran irreconciliables. Pero no, se vio que no. Fue suficiente que
el moderador les invitase a buscar un punto de unión para que la imaginación se
disparara. Y la creatividad.
—Con el mismo vidrio, reciclándolo, podemos
fabricar botellas o vasos. Si era botella, ahora vaso, si era vaso, ahora
botella.
—¡Claro! Es el mismo y no es el mismo.
—Yo puedo ir cambiando, si dejar de ser el
mismo.
—Y, en ese sentido, las crisis van forjando,
de alguna manera, en una determinada dirección, lo que ya somos.
—Sí, es lo que venía a decir el viejo
Heráclito en uno de los fragmentos que se le reconocen: el fuego es uno, pero
adopta los olores de la materia que en su seno consume.
—Lo puedes observar sin dificultad en el
desarrollo de un bebé: un fondo que va cambiando, se va desarrollando… —ejemplifica
la participante que había opuesto con ahínco la antítesis: “Ya somos”.
¿Cómo reaccionamos
ante las crisis?
“Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar
el conformismo. En vez de esto, trabajemos nuestro talento y nuestras
habilidades para encontrar soluciones, acabemos de una sola vez con la única
crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”
(atribuido a Albert Einstein).
Ahora sí que había
habido evolución y acuerdo. Satisfechos como estaban los participantes, se
disponen a enfrentarse a la otra cuestión planteada inicialmente: ¿Cómo reaccionamos
ante las crisis? Ya sabían lo que significa una crisis, ahora querían dialogar
sobre nuestras actitudes ente dichos estados. Y como son así de benefactores,
te ofrecen un catálogo inacabado de respuestas preferibles. Esperemos que te
sirvan de algo.
Lo primero es enfrentarse a ellas.
Pero, obviamente, para enfrentarse adecuadamente a una crisis hay que realizar
un buen balance: mirar bien qué lleva nuestra “mochila” de la vida;
primero, qué poseemos. Ahí podemos encontrar muchas cosas utilizables. Seguro
que son más de las que a veces pensamos, cuando nos hallamos atrapados en uno
de esos estados críticos. Tardarán un tiempo en desplegarse sus virtualidades,
pero paciencia, que cogiendo impulso a partir de ti, llegarás más allá de ti.
Por otro lado, nunca viene mal pedir ayuda,
sobre todo de aquellas personas que han pasado, o han podido pasar, por lo
mismo. Seguramente, me ayudarán a mirar mejor en mi “mochila vital”, a
familiarizarme con mis posibilidades. ¿Quién puede ser? Cualquier persona, de
todo tipo. Donde menos te los esperes, por más que haya gente especializada en
ello o te merezca mucho respeto por su proximidad contigo. El aprendizaje
siempre es fundamental. (No somos los seres humanos como Sísifo, y no podemos
estar eternamente cayendo en lo mismo, o que nos pille puestos con lo mismo,
compuestos de lo mismo).
Pero también puede hacer falta una actitud
beligerante: buscar a los demás, coaligarnos con ellos, en lo que
compartimos y sufrimos, y oponernos juntos a cualquier tipo de injusticia. ¿Por
qué no? Los psicólogos han puesto de moda el término “asertivo”. Ya lo
conocías, ¿verdad?
Y en este preciso momento, se desató la
tormenta: no era nuestro enfoque de aquel día —según las preguntas directoras
del debate—, pero era inevitable hablar de la crisis actual. Era inevitable no
gritar a los bancos y sus banqueros, a los políticos y sus políticas, a los
intereses afianzados y sus interesadas prácticas. Era imposible no indignarse.
El moderador permitió alguna dosis de desahogo. Era necesario. Y también es
necesario coordinarnos. Nuestra reunión nos vuelve activos. Ciudadanos
autónomos y críticos. ¿No reclaman eso? (¿O quizás no?). De cualquier manera,
amable lector, si deseas continuar la reflexión por este camino, te indico que
lo puedes hacer con ayuda de la crónica de un café filosófico anterior, que ya
fue mencionado, si tú quieres.
Y lo imprescindible: saber que vendrán más,
que vendrán más crisis. Esto no debes nunca olvidarlo. Ellos te lo recuerdan.
Para que no nos encuentre desprevenidos y descompuestos. Con esta recomendación
final —que no última— sintieron los participantes que ya era suficiente, pues
llevaban dos horas de aprendizaje mutuo. Una larga y ventosa tarde nos esperaba
aún a todos, adornada de esculpidas nubes lenticulares.
En el mundo donde me muevo, el sanitario, siempre se están gestionando crisis. Crisis por la futura pérdida, crisis por la pérdida presente, por la consumada (de un ser querido, de una parte del cuerpo). Y creo que se parecen mucho a lo que hablamos el otro día. La experiencia me dice que hay personas que lo gestionan bien. Unas tardan semanas, otras meses y unas pocas se quedan en la crisis y se instalan en ella.
ResponderEliminarPero también se, que cuando se está en crisis, nos resulta difícil reflexionar como lo hicimos el otro día. Pues uno esta inmerso en una marea donde todo se confunde y cuesta trabajo diferenciar lo que me dice el corazón, de lo que me aconseja la razón. Ojalá, pudiera todo el mundo como nosotros lo hicimos, filosofar. Sin embargo se, que se imponen los sentimientos y como una mala energía se convierten a veces en: ansiedad, culpa, envidia, ira, miedo, odio, resentimiento, tristeza, vergüenza.
También he llegado a saber y comprender, que hay que dejar que cada uno alcance su tiempo. Para algunos de nosotros como decía, serán semanas, para otros meses. Pero al final, quien se ha atrevido a transitar o gestionar su propia crisis o pérdida, sin saltársela, florece y se convierte en ese otro, que se describe tan elegantemente en esa frase que recoge Antonio y dice: “que cogiendo impulso a partir de ti, llegaras más allá de ti”.
A partir de esto, pienso en ese reciclaje que nos salió del vidrio y hoy es botella, y mañana vaso. Lo que ocurre es que para ello, necesitamos energía y la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y ya he puesto en los párrafos precedentes algunos nombres de cómo podemos contaminar y crear algo nocivo. Lo contrario como decía, el transito, nos puede llevar a otras energías más limpias y renovables como: la alegría, la curiosidad, el deseo, la voluntad. Todas ellas conviven y se desarrollan en ecosistemas frágiles que conviene proteger como: el agradecimiento, la amistad, el amor, la felicidad, la generosidad, la serenidad o ternura.
Para terminar me gustaría contaros un cuento que siento relacionado con todo ello, titulado: “Una caja de Ternura”.
“Se dice que un hombre castigo a su hija de tres añitos por haber malgastado un rollo de papel de regalo dorado. En aquella época no tenían mucho dinero y por eso explotó de furia cuando vio a su hija intentar envolver una caja para ponerla debajo del árbol de Navidad.
Aun así, la niña llevó el regalo a su papá a la mañana siguiente diciéndole:
-Esto es para ti, papá.
Él se sintió avergonzado de su reacción furiosa del día anterior, pero se volvió a molestar cuando vio que la caja estaba vacía.
-¿No sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que dentro de la caja debe haber algo?
La niña lo miró con lágrimas en los ojos y le dijo:
-¡Oh, papá!, no está vacía. Yo he echado dentro de la caja muchos besos y todos son para ti.
El hombre se sintió morir, rodeó con sus brazos a la niñita y le pidió perdón. Se dice que el hombre siempre guardó la caja regalada por su hija y que cuando se sentía deprimido tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que ella había puesto dentro. “
Jesús Nuevo Abalos
¡Qué preciosisdad lo que dices, Jesús! es más que emotivo. Te hace renacer como el ave fénix de las cenizas de tus miserias, de tus rencores, de tu propia incomprensión y de la de los demás... En definitiva te recicla tu crisis personal en optimismo para poder ver esa botella, que antes era vidrio y mañana será vaso, medio llena y no medio vacía. Y lo de la "Caja de ternura" me ha emocionado de tal manera que no he podido evitar que me hayan caído lagrimones como puños.
ResponderEliminar¡Gracias, compañero de cafés!
Gracias por tu síntesis y colofón, Jesús, de lo que hablamos aquel día. Llegamos a cosas valiosas. Tenemos mucha suerte, sí, de poder hablar tranquilamente de lo que nos inquieta. La filosofía, dicen que no sirve para nada... Pero, nada menos que poder distanciarnos y ver. ¡Y además junto a otros!
ResponderEliminarCon el cuento no es que se me hayan caído dos lagrimones, pero sí que cada vez que lo he leído, algo en mí se abría que trata de salir de mi pecho, y creo que tiene que ver con el misterio que es el otro, que soy soy, y que si doy por sentadas demasiadas cosas, otras muchas me perderé, también a mí mismo, como mínimo conocerme mejor a mí mismo...