Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 7 de junio de 2022

Sobre la coherencia personal

Café Filosófico en Torre del Mar 1.5

02 de junio de 2022, Taberna El Oasis, 18:00 horas


El Tao que puede ser expresado

no es el verdadero Tao.

El nombre que se le puede dar

no es su verdadero nombre.

Lao-Tse, Tao Te King


El encuentro comienza recordando la pérdida reciente de una de las personas más queridas de estos cafés filosóficos, a los que asistió muy activamente durante muchos años, Prudencio Cabezas, de 97 años de edad. Constantemente, nos aportaba su dilatada experiencia y su humanidad. Descanse en paz. Él ya no está físicamente, pero su motivación y sus ganas de vivir llegan hasta nosotros. Los encuentros eran muy verdaderos cuando estaba presente.

Y sobre algo de esto les vino a preguntar el moderador, a los que allí se habían reunido: ¿dónde pones en tu vida la máxima realidad? Algunos lo han puesto en la Razón, en Dios, en lo Sensorial, en el Cuerpo, en el Dolor... Pero ¿y vosotros? ¿Y ellos y ellas? Vamos a repasarlo: lo más real para mí es mi yo personal, mis acciones que hacen que mi mundo sea mi mundo, quien siente, piensa, lucha, la impermanencia de todo, lo inexorable del tiempo, el amor de mi madre, lo más real lo pongo en el sentir, en el caos que debe ser aceptado, en la coincidencia entre seres humanos, en la relación que es el vivir, en la realidad de mis pensamientos, en el amor como motor del mundo... Te toca fijarte en dónde pones más fácilmente tu noción de realidad, aunque todo sea... real, de un modo u otro.

Por el encabezamiento, ya sabéis cuál fue la temática elegida aquel día, para ser objeto de nuestra indagación: la coherencia, la coherencia personal. Y el diálogo siguió la ruta que marcan estas tres preguntas: 1) ¿Mis actos me definen como persona? 2) ¿Quién puede definirme por mis actos? 3) ¿Pueden, realmente, mis actos definirme?

¿Mis actos me definen como persona? Tal como ellos y ellas entendieron esta pregunta, se dirige a la búsqueda de lo característico mío, a mi autenticidad en el decir y en el obrar (parresía). Y dijeron que me definen adecuadamente mis actos cuando soy coherente, cuando hay coherencia o congruencia entre el pensar, el decir y el hacer. Pero ¿somos siempre coherentes con nosotros mismos? No. En numerosas ocasiones, por inseguridad, por irreflexión, por inmadurez, no soy el que soy. (Que es la definición de Dios en el Antiguo Testamento). Sólo soy el que soy (a nuestro nivel de conciencia) cuando estoy presente, más allá de aquellas limitaciones que se mencionaban antes. Así lo dijeron.

Pero, ¿quién puede definirme por mis actos? ¿Quién puede validarme? Y uno de los participantes, sin dudar, repite que los demás pueden definirme por mis actos. Pero, para eso es el diálogo, para dudar. Si no, cómo llegaríamos a entender mejor. ¿A quién no le ha pasado que alguien nos ha calificado, nos ha puesto una etiqueta y no nos hemos sentido cómodos... y pensamos o decimos “eso no soy yo”. Si yo no me siento reconocido en la imagen que los demás se han formado de mí, ¿tengo que aceptar que yo soy eso? Poco a poco el grupo va aclarándose: ¿quién puede determinar mi valor? La respuesta unánime, al final: nosotros mismos. Ahora bien, los demás me ayudan, me estimulan, me ponen a prueba, me permiten expresarme. En definitiva, la imagen que reciben los demás de mí, puedo tenerla en cuenta, pero mi valor es fruto de un ejercicio interior que gradualmente me lleva a conocerme a mí mismo.

En este momento de la discusión fue útil distinguir entre condicionamiento y determinismo: lo que me rodea y mis experiencias me condicionan, pero no me determinan. La respuesta siempre puede depender de mí (Epicteto). Y también salió a la palestra la distinción entre lo legal y lo moral: lo legal me es dado pero, gracias a nuestra capacidad moral de valorar la realidad, las leyes pueden ir (y de hecho van) evolucionando. Precisamente, ir pasando del condicionamiento a la autodeterminación, ir viendo cómo las leyes dependen de nuestra capacidad crítica y autocrítica, es buena muestra de un proceso de maduración de la persona.

Para cerrar poco a poco el diálogo, el moderador propone (para pensarla) esta pregunta, con el objeto de profundizar en nuestras conclusiones: si, bien mirados, nuestros actos son únicos, quien los realiza, ¿no será también único e irreductible? Y aparecen las comparaciones con la unicidad de la obra de arte. Puede estar una obra de arte concreta muy influida, ¿pero no es ella misma única? Y lo mismo pasa históricamente con los genios; por eso son genios. ¿Y si todos nosotros (y cada ser) fuéramos una obra única de la Naturaleza, del Universo, o lo que cada uno quiera pensar? En ese caso, ¿pueden mis actos, de veras, definirme? La pregunta y la cuestión que plantea queda balbuciendo... Pero tú la puedes pensar con ellos y con ellas. ¿Soy yo solamente lo que hago, lo que digo, lo que pienso, en un momento dado? Si yo soy su fuente... puede que yo sea mucho más que el agua que mana y corre, como diría San Juan de la Cruz. Puede que lo manifestado no agote nunca lo inmanifestado. Y ésta sea la verdadera coherencia, la constante conexión con ello. Vale.





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