Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 30 de mayo de 2023

¿Por qué nos sentimos tan solos?

Sobre la soledad

Diálogo Filosófico en Málaga 1.4

24 de abril de 2022, Ateneo de Málaga, 18:30 horas


Como resultado del examen de Sócrates desea uno cuidar del modo en que vive el resto de su vida, queriendo ahora vivir de la mejor manera posible; y este deseo toma la forma de un entusiasmo por aprender y educarse a uno mismo sin importar la edad que se tenga.

Michel Foucault


¿Por qué nos sentimos solos?

El cuarto diálogo filosófico en el Ateneo de Málaga mostró la importancia del cuidado de uno mismo. Incluso la temática elegida, la soledad, ahí descubrió su almendra. Aprender a vivir consigo mismo aparece como el camino más seguro para mitigar los sabores amargos que pudiera destilar la soledad. Y costó decidirse, pues eran tantas las preocupaciones de los asistentes... el propósito en la vida, las crisis vitales, la culpa, la consciencia, la libertad y la democracia, las guerras, el ser humano y los demás seres vivos, la muerte. Ya se ve que el abanico de sus inquietudes era tan amplio como el de todos nosotros. No en vano vivimos en la misma época, la misma sociedad, con los mismos deseos... Y la filosofía practicada junto a otros ha de ocuparse de la realidad vivida, y no de otra. Y así fue. Durante una hora y media larga, ellos y ellas aportaron su experiencia, el fruto de su interacción con el mundo que nos rodea.

¿Cómo cuido de mi mismo, de mí misma? La pregunta fue puesta en la mesa por moderador del encuentro filosófico pero, ahora, apela a ti también para que tú la respondas. Y esto fue lo que dijeron: yo cuido de mi alimentación; yo hago ejercicio y procuro estar activa; yo medito a diario; pues yo procuro vivir tranquilo; a mí me gusta estudiar y aprender; yo voy al gimnasio y me gusta caminar; yo ejercito mi mente, para que esté activa, leyendo, mostrando curiosidad; trato de desarrollar todo lo valioso que fui descubriendo de más joven; una manera de cuidarme es beber un vino con mis amigos; yo me cuido viniendo aquí a dialogar con vosotros; también es cuidarse dedicar parte de mi tiempo a los demás; yo escucho a mi cuerpo; me rodeo de belleza y sensibilidad; procuro ser muy consciente; cultivo la amistad y disfruto de un lindo grupo de amigos; cuido de mis emociones, y me pongo a resguardo de las personas que me llevan a vivir peor; cuidarse es para mí aprender y enseñar a vivir bien. Pero, ¿cómo cuidas tú, de ti?

Pues bien, comenzó el diálogo propiamente dicho: ¿Cuándo podemos decir que hay, que sentimos, la soledad? Y lo primero a aclarar (ésta es una de las funciones de la filosofía, la clarificación de conceptos) que hay una soledad buscada o deseada voluntariamente y una soledad no deseada, forzada por algo exterior o interior. Y que aquí hablaremos de la soledad forzada y sin remedio aparente. Ésta es la que preocupa. Ésta es la que se vive con angustia. Y ya sabemos todos por experiencia que podemos sentirnos solos, estando solos materialmente o estando acompañados, aunque sea rodeados de una muchedumbre (en ocasiones, más solos todavía). Los participantes, ellas y ellos, dijeron que éstos eran los componentes básicos de toda soledad: un sentimiento que, aunque sea inherente en cada persona (pues somos individuos), lleva a sentirse excluido, sin capacidad de identificación con uno mismo, con los demás, que no se siente la relación o el hecho de estar uno conectado, sino que uno se siente incomunicado, no comprendido, con un sentimiento de carencia, de falta de relación.

Y es cierto, como dijeron, que en esto, como en todo en la vida, las expectativas influyen mucho (lo que uno espera de la vida, de sí mismo, de los demás, facilita el sentirse decepcionado). Pero también la educación habitual conlleva unos tópicos muy nocivos, que influyen... ¡vaya si influyen! “Alguien en solitario no puede sentirse bien, no puede llegar a ser feliz”. Esta idea ha hecho mucho daño, por ejemplo. Otra idea muy nociva supone que “los demás me han de dar lo que yo necesito para sentirme bien”. Y lo cierto es que el tipo de sociedad que hemos ido conformando no facilita mucho las cosas: nos hemos ido desconectado de muchos valores que afianzan las relaciones, nuestro modo de vida lleva al aislamiento individual, el éxito individual, la búsqueda de la eficacia a todo trance, ciertas tendencias, ciertas modas, las nuevas tecnologías, muchas veces, llevan al aislamiento y a vivir una vida artificial. Todo esto puede ser cierto (y muchos factores más que cooperan con éstos), pero la pregunta fundamental, que los participantes de este diálogo te plantean, es la siguiente: ¿cuál es mi actitud o respuesta? Si aprendiera a estar conmigo mismo, yo sería libre de estar o no estar con otros y no sentirme mal por ello (ya esté sólo o esté acompañado). Nuestras creencias acerca de nosotros mismos, del mundo o de los demás, condiciona cómo nos relacionamos con nosotros, con el mundo y con los demás. Y esto es lo fundamental. Por cierto que la filosofía practicada ayuda a cuestionar estas creencias erróneas o inadecuadas, como diría Spinoza.

Para que fuera posible esa actitud más correcta, yo tendría que aprender a relacionarme bien con las distintas partes de mí mismo (a las que llamo yo, los demás o el mundo). Esto es un trabajo interior de primera magnitud, que puede realizarse poco a poco. Vivir es relacionarse, nos dice el sabio Krishnamurti. Depende de cómo me viva yo y de cómo viva “la relación” para que pueda vivir bien. Si yo no me siento de una manera real, si no siento esta realidad mía, tanto esté solo o acompañado, me sentiré mal. Si me he desconectado de mí mismo, de mi centro de vida, energía, inteligencia, amor, la angustia de soledad afectiva vendrá a mi encuentro. Pero no deja de ser un hueco que ha quedado vacío, y que que se rellenado de soledad, y nada más. ¿Qué tal si conecto conmigo y lo relleno de mí mismo, todo yo ahí presente...? ¡No habría sitio para la soledad! Por eso es tan importante el cuidado de uno mismo. Los antiguos griegos y romanos lo sabían. Cura sui.

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