Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 4 de junio de 2023

¿Qué es habitar cuando habitamos?


Sobre el habitar

Café Filosófico en Torre del Mar 2.6

11 de mayo de 2023, Taberna El Oasis, 18:00 horas


Un día, quizá, vendrá un signo de otro planeta. Y, por un efecto de solidaridad cuyos mecanismos ha estudiado el etnólogo en pequeña escala, el conjunto del espacio terrestre se convertirá en un lugar. Ser terrestre significará algo. Mientras esperamos que esto ocurra, no es seguro que basten las amenazas que pesan sobre el entorno. En el anonimato del no lugar es donde se experimenta solitariamente la comunidad de los destinos humanos.

Marc Augé, Los no lugares


¿Qué es habitar cuando habitamos?

El pensamiento se construye juntos, como el lenguaje. Y un grupo que dialoga (filosóficamente –una actitud) como el nuestro, construye pensamiento juntos. Alumbra verdades sentidas. Las actualiza en el momento. Un saber de primera mano que ahonda en lo que nos hace ser. Ahí se puede descansar. Un fondo elocuente de silencio. Somos nosotros mismos que nos hablamos. Nos comprendemos. Habitamos el habitar. Por eso nuestro café filosófico de aquella tarde de mayo, en medio de una temporada de DANAs, a las que hemos dado la bienvenida por tanta sequía, fue pasando del silencio al habitar desde el silencio, que es vida, que es base de la vivencia. Tendrás que continuar con nosotros para entendernos. Para entenderlo. Para entenderte.

Tenía el moderador del encuentro que preparar una reflexión sobre el silencio, con motivo de una mesa redonda en la que iba a participar. Y ya que estaba con personas dispuestas a filosofar, con la capacidad para filosofar, por qué no podrían ayudarle. Y les preguntó: ¿qué significa para vosotros el silencio? Y éstas fueron las ayudas que recibió: el silencio es reflexión; la forma más natural de expresarme; el encuentro conmigo mismo, que en este momento no es posible, pues está interfiriendo un miedo en mí; para mí significa recogimiento; no estar llena, estar en paz contigo misma, ya sea que estés sola o acompañada de más gente; la ausencia de ruido mental y emocional; es el fundamento de la música, y antes de su ejecución, cuando la música emerge; lo he saboreado más estando en soledad; el silencio para mí es silencio si es elegido; callarse uno lo que tiene que decir es la versión negativa del silencio: impide la relación; el silencio es una calma confortable que te abriga, aprendes y estás más receptivo; yo pienso que el silencio no existe, sólo el ruido (no obstante, ¿cuando no hay ruido, qué es lo que hay?); el silencio es sanador; lo necesitamos, ¡somos silencio!; para mí es una paz esencial en mi vida. Preguntado luego el moderador, pasadas casi dos semanas, si le había servido esta rápida introducción sobre el silencio vivido, respondió que “no sabíamos cuánto”.

¿Qué es habitar? (El cuerpo, un espacio, una situación, el planeta...). Y dijeron que “habitar” es formar parte fundamental de algo, como un anclaje en la tierra, una experiencia cuasi-mística al alcance de todos; cuando todo lo que tiene que ser está presente, en estado óptimo. Y esto último desencadenó la discusión. ¿Solamente es habitable lo óptimo? ¿No es habitable la enfermedad o el dolor, por ejemplo? Tras la toma de conciencia, la respuesta fue unánime: se habita lo que hay. Cuando habitas de veras la enfermedad o el dolor, esto te sitúa en sus límites, puedes verlo, sentirlo y, con la distancia del observador, lo que sea en cada caso te va doliendo menos, preocupando menos... Por lo tanto, el grupo tuvo claro que “habitar” es una disposición mental, una conciencia del momento (momento a momento), que permite transitar la vida, que procura honrar la vida. Pregunta, entonces, el moderador: ¿de qué manera, entonces, podemos deshonrar la vida, y no estar habitándola, estando con lo que hay? Y responden: cuando nos dejamos arrastrar por el victimismo, cuando nos dejamos manipular, cuando huimos, cuando nos engañamos, cuando nos conformamos, cuando me dejo conducir por pre-juicios, cuando me callo y me traiciono a mí mismo, a la vida que bulle en mí.

Así pues, el ser humano se caracteriza por su capacidad para el habitar, su capacidad para hacer de cualquier cosa su morada, su hogar. Sin embargo, estaba allí presente una concepción, una mirada que introdujo en el diálogo el disenso. En la práctica, llevó al grupo a poder alcanzar una cota superior de comprensión. ¡Bienvenido el momento negativo de la dialéctica! (Hegel). “Yo habito algo cuando soy dueña de ello”. Y esta impresión desencadenó, de nuevo, como decimos, la discusión productiva: ¿habitar es ser dueños, poseedores, capaces de controlar, de gestionar, lo que se habita? Esta pregunta llevó a extraer las consecuencias de lo que se estaba afirmando... a dónde nos llevaba. Y, en las sucesivas aclaraciones, con el consiguiente cuestionamiento fue apareciendo, gracias a ello, el componente afectivo del habitar... que estaba quedando en la penumbra, sin salir todavía a la conciencia. Habitamos algo cuando lo queremos, lo cuidamos, lo reconocemos, nos responsabilizamos de ello.

Además, esta discusión previa (si habitar es poseer), condujo el diálogo hacia la consideración de los riesgos de esta actitud, que pueden percibirse hoy en día: si pudieran estar en la base de nuestra relación con nuestro planeta. Esa casa más grande. Compartida con otros seres animados e inanimados. ¿Qué estamos haciendo en ella? En el caso de otros seres vivos, quizás bastaría relacionarse con el entorno como habitat, pero nosotros podemos habitar nuestro entorno (natural y cultural), puede llegar a ser morada... ¿Nos relacionamos con el planeta como lo haríamos con nuestro hogar? ¿Honramos nuestra casa compartida, cada una de sus habitaciones? ¿Habitamos el habitar mismo, y lo que esto significa? ¿Estamos a la altura de este tiempo? ¿Somos conscientes? Quizás haya que comenzar por aprender a habitar nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestra mente (y que no sean un laberinto torturador). Quizás haya que comenzar por aprender a habitar las estancias o los espacios que nosotros mismos fabricamos, ya desde su diseño y su finalidad. Es posible que, dentro de unos pocos miles de años, algunos etnólogos (si los hubiere) descubrieran los abundantes restos arqueológicos, que nosotros llamamos estaciones de tren, aeropuertos, grandes superficies comerciales, autovías, avenidas de varios carriles, complejos turísticos o campos de golf, y se preguntaran si allí vivía alguien, si esos lugares estaban habitados. Y si lo estarían sus cuerpos y sus emociones. Qué mente...








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