Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

jueves, 10 de noviembre de 2022

¿Cómo ser capaz de tomar mis propias decisiones?


 Sobre nuestras decisiones

Café Filosófico en Torre del Mar 2.1

27 de octubre de 2022, Taberna El Oasis, 18:00 horas

Yo soy yo y mi circunstancia,

y si no la salvo a ella no me salvo yo.

Ortega y Gasset


La debatida cuestión, inscrita en los anales de la Filosofía y de la Humanidad, sobre la libertad (si somos o no somos libres), se pone a prueba cuando tenemos que tomar nuestras propias decisiones. Parece sencillo, pero es difícil; parece difícil, pero es sencillo. Los participantes de este primer Café filosófico de la temporada, en Torre del Mar, pueden aclararte lo esencial de la cuestión. Así que te animo a seguir este relato.

Lo primero de todo, estar bien centrarnos en el diálogo, dejar a un lado nuestros agobios y las prisas, crear un ambiente en el que puedan aflorar bonitas ideas sobre el problema que decidimos trabajar esa tarde, como se ha dicho, el arte (muy humano) de tomar decisiones. De manera que el moderador del encuentro dirigió un breve centramiento para que el grupo pudiera acceder a dicho estado de buena predisposición. Y este es el poso de sensaciones, sentimientos o ideas, a los que accedieron: una mezcla de descanso y curiosidad, un estado de plenitud, la conciencia del estrés que traía, un sentimiento ilusionado, algo de vértigo al cerrar los ojos, un estado de contento, una mezcla de relajación y alegría, sentimientos de mayor tranquilidad, mayor ilusión y mayor fuerza.

Después de este acondicionamiento interior, el grupo se dispuso a entrar en faena. ¿Cómo podemos ser capaces de tomar nuestras propias decisiones? Acrecentando nuestro conocimiento propio, limpiando nuestra visión de opiniones ajenas, seleccionando la información más relevante... Sí, pero ¿esto es suficiente? Porque también están las circunstancias que rodean nuestras decisiones, y muchas veces, más que afectar nosotros, somos afectados de algún modo. Y, en ese preciso instante, vuelve a preguntar el moderador: así pues, ¿somos capaces de tomar nuestras propias decisiones? Y ante la respuesta unánime de que sí lo somos, llama la atención sobre la aparente contradicción en que se estaba cayendo: si somos afectados, estamos condicionados y no somos totalmente libres... Esto introdujo una visible inquietud en el grupo. Y para que la inquietud tocase fondo, pregunta, de nuevo el moderador: ¿es posible alguna acción o decisión nuestra que no esté condicionada? Esto suscitó una viva discusión, cuya conclusión puede concretarse en el siguiente silogismo: “todo está relacionado con todo en este mundo”, “toda relación afecta a los sujetos u objetos relacionados”, “nosotros estamos en este mundo”, por tanto, “todo nos afecta (o puede afectarnos en algún grado)”. Pues bien, admitida esta conclusión, y ya que no somos ángeles ni puros, la salida que no queda como seres humanos es la de procurar asintóticamente, progresivamente, en lo que que se pueda, todo lo que se pueda, decidir lo más libremente posible. Immanuel Kant ayuda mucho en estas situaciones aporéticas, o sin salida aparente.

Lo anterior situaba el problema en su justa dimensión. Para esto había servido el ahondar. Por ello no hay que tenerle miedo al hecho de “tocar fondo”, porque desde ahí podemos impulsarnos y llegar más alto... Precisamente, lo que nos proporciona el ejercicio de la reflexión filosófica. Entonces, ¿cómo podemos alcanzar decisiones más libres, más nuestras? Así lo dijeron: conociendo la situación de decisión lo más objetivamente posible; esto implica muchas veces el factor tiempo: es decir, dejar que las cosas maduren, ir más allá de nuestro propios cambios de visión, muchas veces, subconscientes. Lo que nos lleva a la necesidad de obtener un conocimiento de nuestro interior lo más objetivo posible. Sí, porque, si se mezcla lo interior y lo exterior, nuestras decisiones nos pueden llevar, más fácilmente, a consecuencias no deseables. Una mínima limpieza o transparencia interior es necesaria. De lo contrario, nuestras decisiones serán más inseguras e ineficaces, y veré fuera lo que está dentro y viceversa. Y esto puede trabajarse, en el camino del autoconocimiento. Así, Epicteto nos ofrece, desde hace tanto, un principio fundamental en el arte de decidir lo que he de hacer en cada momento de mi vida: aprender a discernir con la suficiente claridad lo que depende y lo que no depende de mí, y no confundirlo, como en tantas ocasiones sucede.

El grupo se sentía inspirado, y uno de los participantes sugirió que nos dejáramos ayudar por el significado del famoso dicho de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Ni yo, ni mis circunstancias, sino la interacción de ambos aspectos míos. Las circunstancias (sociales, familiares, históricas, biológicas...) son los ladrillos que se me dan, que me ha dado la vida; con ellos he de construirme mi casa, mi vida. Pero, la frase del egregio filósofo español tiene una segunda parte, que otra participante apuntó: “Y si no la salvo a ella [la circunstancia], no me salvo yo”. Esta segunda parte es muy sugerente. Ellos y ellas la conectaron con la idea de aceptación de lo que nos es dado (que no es igual que “resignación”) para, a partir de ahí, hacer yo lo que tenga que hacer en cada momento de mi vida. En definitiva, es tan importante cuidar de mí como cuidar de lo que me rodea, a la hora de decidirme. Así lo hablaron...

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