Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 25 de septiembre de 2023

¿Cómo es posible aceptar las diferencias?


Sobre las diferencias

Café Filosófico en Capileira 2.6

29 de agosto de 2023, Terraza La Llorería, 19:30 horas


Que nadie, mientras sea joven, se muestre reacio a filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven.

Epicuro, Carta a Meneceo


¿Cómo es posible aceptar las diferencias?

No hacemos otra cosa que girar en torno al sol. Lo hacen los planetas y lo hacemos nosotros. De manera que el grupo tuvo que adelantar media hora el momento de su encuentro filosófico. No en vano, había pasado algo más de un mes y había cambiado nuestra situación respecto del sol. Pensado de otro modo: el sol es el norte que nos orienta con su luz y nos permite ver más claro. Los seres humanos accedemos a una mayor claridad a través del diálogo. En realidad, pensar juntos es un acto de amor, que nos reúne entre nosotros y con el universo. Pues bien, aquella tarde, se concitaron todas las diferencias de este mundo. Y las hay. Innumerables. Pero quizás se pueda percibir algo más, a través de ellas... Heráclito de Éfeso fue capaz de verlo: una unidad de base, no arbitraria, que puede comprenderse según lógos, la palabra universal pensada. Allí había diferencias, éramos diferentes, pero dialogando nos entendíamos. A medida que el sol pasaba al otro lado del Barranco del Poqueira, nos iba dejando una luz lechosa y mate, que nos seguiría acompañando.

Pensemos un poco la utopía, propone el moderador del encuentro. La utopía positiva que nos orienta en nuestra búsqueda. ¿Cuál sería tu deseo para un mundo mejor? Levantemos la vista y miremos hacia el horizonte: en este momento, algo con lo que me pueda comprometer, algo factible, porque también depende de mí. Y esto nos dejaron dicho, ellos y ellas: vivir las pausas, recuperar la responsabilidad en la política, que el voto inteligente de los ciudadanos sea la norma, no alimentar la apatía, volver una y otra vez al respeto mutuo, un pesimismo combativo que no se abandone a sí mismo, entendernos y evitar el sufrimiento evitable, que la vida sea vivida desde el corazón, cultivar lo bueno dentro de nosotros para que pueda expresarse fuera, pensar antes de hablar, poder vivir más desde nuestro centro...

Y dio comienzo el diálogo sobre la diferencias: ¿por qué nos cuesta aceptar las diferencias? Pero, ¿nos cuesta tanto? Quizás sea una pregunta tendenciosa. Así que el grupo la sustituyó por esta otra, más neutra: ¿es posible aceptar las diferencias? Y se sucedieron las aportaciones del grupo. Se dijo que lo fundamental es no negarlas. Es necesario empezar por ahí. Pero, no negarlas en la práctica, en el día a día, porque es muy fácil en el discurso: “no, si yo acepto las diferencias y a los diferentes...”, pero ya sabemos lo que pasa en demasiados ocasiones. Lo cierto es que, con frecuencia, las diferencias se perciben de una manera conflictiva. De ahí que el grupo, con su propia conducción, mostraba que la primera pregunta seguía activa todavía: ¿por qué nos cuesta tanto convivir con lo diferente?

Y éstas fueron las hipótesis que el grupo lanzó al aire entre los cuerpos, para ser valoradas: los impermeables intereses contrapuestos; siento que se ataca mi inseguridad, y recibo la diferencia como una amenaza; tengo miedo a lo desconocido; los prejuicios me ciegan, no miro con apertura; entiendo la relación como una lucha de poder: dominar o ser dominado; ah, y la vieja envidia: el otro tiene lo que yo creo carecer. Y en esto, que el moderador pregunta: ¿por qué alguien me cae mal; su sola presencia me altera y me saca de mí? Y el grupo convino, tras una breve discusión, que, en el fondo, en estos casos, lo que sucede es que una insatisfacción con una parte de mí, que yo reprimo, la veo reflejada en el otro, y se desencadena la incomodidad, el malestar, la protesta interior que se traslada exteriormente, contra el otro. De este modo, mis incomodidades en la relación con los demás son una buena guía para conocerme mejor a mí mismo... esas partes de mí que aún no he integrado adecuadamente.

A continuación, el grupo quiso volar sobre la alfombra mágica de una actitud constructiva (ya que habíamos comenzado hablando de la utopía...). Cultivemos la curiosidad. Cuando viajamos a lugares distintos del nuestro, la curiosidad está a flor de piel. ¿Por qué no adoptarla como actitud “por defecto”, porque sí, antes de pensar nada, antes de juzgar nada. ¿Y ser conscientes del otro y a la vez de mí? Esto podría mantener a raya el miedo a perderme, y no sentir al otro como una amenaza... Es un ejercicio altamente reconstituyente: cuando presencio algo diferente o que no me gusta, tratar de ser consciente a la vez de mí mismo. Pruébalo. No posee contraindicaciones ni efectos secundarios. Y comprender. La comprensión, generalmente, ha sido mal comprendida. Pues no se trata de dejar pasar todo, no hacer nada contra lo injusto o dañino, o justificarlo, sino tratar de verlo desde sí mismo... aceptar la diferencia y ya luego decidir qué hago con respecto a ella. Pero apreciarla, valorarla en su contexto propio de sentido. Muchas veces, para poder aceptar las diferencias externas a mí, habré de hacer primero un trabajo de aceptación de lo mío. Es un hecho de experiencia cómo la falta de integración interior (no haber resuelto mis problemas de relación conmigo mismo), nos lleva a un desarraigo o a una disarmonía con lo exterior.

No dio tiempo a seguir por este camino, pero los participantes te han abierto una puerta por la tú puedes entrar... a ver, lo que encuentras. Es muy posible que, traspasar la puerta de la tolerancia a lo diferente (que no es lo mismo que ser indiferente ante las diferencias), puedas vivir mejor. De eso trata la Filosofía. El médico atiende al cuerpo y la Filosofía, en el verdadero sentido, atiende al alma, estaban seguros Sócrates o Epicuro. Ex-sistir (en el mundo) supone contrastar, comparar, y así aparecen los conceptos, esas etiquetas útiles que la mente necesita para orientarse y poder sobrevivir, estableciendo gradaciones y clasificaciones de los seres. Esto es humano. Así nos vamos conformando en este mundo. La clave está en no quedarse ahí y poder ver las etiquetas como etiquetas y no como realidades; simples metáforas, que diría Nietzsche. La cuestión decisiva para vivir bien (y no solamente sobrevivir) es no quedarnos a la intemperie, en esa apariencia, no perder el sentido básico de la orientación, todavía ser capaces de volver a casa, a la unidad que somos, llámala esencia, hermandad o como quieras. Sucede cuando soy capaz de ver al otro, en el fondo, como me veo a mí, que busca lo mismo que yo... quizás ser feliz, cada uno a su manera. Vamos, pues, a buscarlo juntos. Salud.