Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 31 de enero de 2022

Sobre la falta de comunicación



Café filosófico en Capileira 1.1

28 de enero de 2022, Biblioteca Pública, 17:00 horas


Los individuos y las colectividades que viven interiormente como si pisasen una “tierra de cieno” sienten que son dominados por un funcionamiento autonomizado, maquinal, que le suplanta su Ítaca interna, su mundo interior.

Luis Sáez Rueda

¿Qué necesitamos para entendernos?

Inauguramos nuestro Café filosófico en Capileira. Para dialogar y continuar comprendiéndonos. Ahora en esta tierra bella de La Alpujarra, gracias a la colaboración de su Excmo. Ayuntamiento. El mundo contemporáneo adolece de una falta de comunicación, a pesar de abundar tantos medios. También en estos lugares más apartados –tal vez de un modo muy especial– se perciben y se sufren las patologías de nuestro tiempo. Y los participantes son muy conscientes de lo que no marcha bien en nuestra civilización occidental. Ellos y ellas ligaron, a través de su discusión, la falta de comunicación con su mundo, el mundo rural. Un mundo, que se percibe acechado de variados peligros, algunos de los cuales aquí se vincularon. Merece la pena escuchar lo que, en estos lugares únicos, tiene que decirse. Sin tomar conciencia también de sus necesidades, nada podrá salvarnos.

Pero, la palabra “filosofía”, ¿qué suscita en nuestra mente? ¿Qué es lo que moviliza por dentro, cuando se pronuncia? Ya que era el primer encuentro filosófico, se pregunta esto a los asistentes, y responden: “filosofía” es igual a “vida y espíritu”, “pensamiento sobre la vida”, “la vida misma”, “una manera de vivir”, “una búsqueda interior”, “un cuestionamiento”, “un brotar del amor”, “una reflexión”. ¿Quién podría decir que no conocían ya lo que era la filosofía, aunque no lo supieran...? Ahí estaría el problema de la Filosofía con mayúsculas, que olvida el filosofar cotidiano. Solamente se requiere, para que aflore, un poco de comprensión y escucha, facilitarlo un poco. Y esto es lo que se busca en estos encuentros filosóficos, personales y ciudadanos.

Aparecieron temáticas como la relación humana con el paisaje, la guerra, el mundo rural, la confusión sobre la identidad, pero la incomunicación humana fue la temática elegida para su análisis aquella tarde. ¿Cuál sería, hoy día, el mayor problema que presenta la comunicación humana? Quizás no fuera sólo un problema, sino un ramillete. «No hay tiempo para la escucha». No hay tiempo para casi nada y menos para atender al otro. «Las posturas son muy cerradas». El dogma está a la vuelta de la esquina en la vida social y política. «El fondo necesario para toda comunicación ha desaparecido». Sin ese fondo compartido no hay comunicación posible. Todos sus elementos (emisor, receptor, código, medio, mensaje) se producen en el vacío. Y eso antes no pasaba tanto... Por ejemplo, en estas tierras, una sábana blanca a lo lejos, era una señal que tenía un significado claro para los receptores del otro lado del barranco. «Estamos saturados de tanta información», contradictoria, falsa, muchas veces... La posverdad no nos convence. Hay verdad, no todo vale igual, no todo nos da igual... Además, «ha cambiado la intención de la comunicación», su para qué, lo que buscamos al comunicarnos. Ya no buscamos lo mismo que antes... entendernos, sino influir.

Pregunta el moderador: ¿cuál sería la base, el fondo, de tales problemas de la comunicación humana? Y lo vieron desde el mundo rural donde, todavía se aprecia más claramente el desajuste actual, por haberse mantenido más tiempo el modo de vida tradicional y darse, entonces, un mayor contraste. Una participante es tajante en su respuesta: «¡Se ha perdido la infancia!». Decir “la infancia” es decir lo propio de la infancia, ese territorio del que nunca deberíamos desarraigarnos del todo, pues significa: ausencia de temor, compartir y la búsqueda de la autonomía personal, no la “sobre-protección de ahora”. Se ha perdido el ser consecuente con la propia identidad, la claridad acerca de lo que somos. Se ha perdido la empatía... en las relaciones humanas. El nuevo turismo, desde hace unos años, destruye la esencia, la identidad, que queda envuelta en una serie de tópicos y en donde los protagonistas del medio rural se sienten perdidos. (Ciertamente, los participantes hablaban de sí mismos... sí, pero con la capacidad de distanciamiento que ofrece una reflexión serena; para lo que estábamos allí).

Las fuerzas ciegas (el capitalismo y la racionalidad que utiliza instrumentalmente los valores y la voluntad de reducirlo todo a cálculo, a algo cuantificable), de las que analiza Luis Sáez Rueda, en su libro Tierra y destino, sus efectos, están también penetrando en el mundo rural. Y lo están haciendo en lo que se ha convertido, por suerte, o quizás también, por desgracia, en su principal medio de vida, el turismo, convirtiéndolo en un producto de marketing, algo impersonal y prefabricado. Ya, ¡hasta se trae el viaje preparado de antemano, todo planificado, sin espacio para el descubrimiento! El turismo es ahora necesario, quizás, pero hay que plantearse qué turismo necesitamos. (La respuesta a esta pregunta quedó flotando en el ambiente, dispuesta a ser trabajada en otro encuentro filosófico venidero). Ellos y ellas manifestaron su preocupación por la pérdida de identidad y el precio que haría pagar el turismo mal entendido. Y esta es una cuestión que a todos, vivamos en un área rural o no, mucho nos concierne. Como se anuncia en el Manifiesto del comienzo de la Revuelta de la España Vaciada:

Sin pueblos no hay futuro, pero tampoco lo hay para las ciudades, ni para el medio ambiente tan deteriorado. El Planeta está amenazado y hay que defenderlo país por país, provincia a provincia, comarca a comarca, pueblo a pueblo.





sábado, 22 de enero de 2022

Sobre las expectativas

21 de enero de 2022, El Pianista del Carmen, 18:00 horas

La Quimera susurra hacia la luna

y tan dulce es su voz que a la desolación alivia.

Luis Cernuda, La realidad y el deseo

¿Hemos vivido falsas expectativas?


Comenzamos el segundo trimestre de Cafés filosóficos y las expectativas siguen jugándonos malas pasadas. Introducen una peculiar dialéctica, entre el deseo y la realidad, que no siempre sabemos gestionar. Y eso nos lleva pasando, de un modo especial, todo este largo tiempo de pandemia. Las expectativas ponen un listón, que si la realidad no se ajusta a él, nos defrauda. Por otro lado, la misma realidad necesita ser juzgada desde algún modelo ideal, si no, no se avanza. Así pues, ¿dónde situar el fino equilibrio entre la realidad y el deseo? No siempre es fácil. Veámoslo con un ejemplo cotidiano: esta película es maravillosa, entonces, la vemos y decimos que no es para tanto; y si nos advierten de que es una mala película, entonces, la vemos y decimos que no está tan mal, incluso nos ha gustado; y, como sabemos, estas reacciones se han debido a la expectativa creada de antemano. ¿Nos pasará lo mismo con nuestras expectativas respecto a todo lo que podríamos aprender de una crisis pandémica, como la que vivimos? El grupo reunido aquella tarde te va a hablar de esto.

Estamos cansados, puede que hartos, de tantas restricciones al desenvolvimiento de la vida, incluso, puede que acumulemos fatiga mental. Hagamos un repaso de la mano de los participantes. ¿De qué estamos ya cansados? La mascarilla te impide ver el rostro de las personas, no dicen los ojos tanto como creíamos. Los que viajamos estamos cansados de viajar así y, si lo podemos evitar, no viajamos, pero cuánto lo echamos de menos. Y cómo nos cuesta no poder interactuar entre nosotros de un modo más natural. Los abrazos, cómo los echamos de menos; y para los mayores y los jóvenes, ¡para ellos es muy necesario! ¡Tantas limitaciones, restricciones, normas, privaciones! Tanto miedo que se palpa, que está a flor de pie. Vivíamos con incertidumbre, pero ahora está presente todos los días: ¿Cuándo acabará? Y los medios de comunicación y la televisión... siempre hablan de lo mismo, ere que erre; en el mundo pasan muchas más cosas que la sola pandemia y el constante cotilleo político. Y, cuando niegan la ciencia... Además, deja mucho que desear cómo se está gestionando esta crisis, notamos sus desajustes. Y yo que ya había aprendido a expresarme, a dar abrazos... ¡ahora no podemos! Echamos de menos el contacto físico y ser auténticos con nuestras emociones. Se observa mucha tristeza en los jóvenes. O quizás, todo esto era necesario, tenemos suerte y nos quejamos demasiado. Y no sabemos qué efectos tendrá todo esto en la salud mental de las personas...

Cuando comenzamos a vivir con la pandemia, en aquella larga cuarentena, todo eran esperanzas: ¿seremos mejores después?, ¿aprovecharemos esta experiencia para aprender? Pero la esperanza ha ido dando paso a la decepción. Así lo viven muchos de los participantes en la indagación. ¿Eran falsas expectativas? (El poema de una de las personas asistentes, que transcribimos abajo, refleja precisamente este cúmulo de sensaciones). Esas expectativas son más o menos falsas, en función de lo que cada uno había esperado. «Sí, hay una mayor conciencia de la globalidad de nuestras acciones, ha sido un tiempo de reflexión y quizás se vayan notando poco a poco, sus consecuencias más benignas». «Pero, no, no hemos aprendido, hemos avanzado muy poco, y además, se han reforzado los extremismos, los dogmatismos, el egocentrismo». En la discusión se sucedían las aportaciones sobre un o un no, a las falsas expectativas; inicialmente, los síes predominaban, pero eran esperanzas infundadas. O eso parecía, al menos.

Gradualmente, la discusión iba decantándose hacia el reconocimiento de una mayor reflexión individual, que se estaba dando, pero no socialmente, a escala mundial. Por ejemplo, sabemos de la importancia de la vacunación de la población mundial, y sin embargo, pensamos sólo en nosotros, “los países ricos”. Miras muy cortas, pasos muy torpes. ¿Es posible que necesitemos más tiempo, para que todo lo que vamos aprendiendo impregne nuestras acciones? Es posible... Claro es que la “semilla” individual del «quiero vivir de otra manera», va plasmándose gradualmente, pero pero muchas veces la dificultad viene de las inercias que arrastramos. Aquí, el grupo encontró una clave interpretativa. Porque, la sociedad no es nada, es un “ente abstracto”, la realidad la componen las personas individuales de carne y hueso, como diría Unamuno. Si, poco a poco, esa semilla individual va germinando en espiral, desde cada uno, el cambio será posible. Mirad en Chile, nos contaba una participante, que era de allí. Eso de: “la gente, la sociedad, el sistema, es así”, no resiste un análisis medio serio. ¡Cuántas cosas hemos conseguido! Como veis, la dialéctica deseo-realidad, idealidad-facticidad, individuo-sociedad, no dejó de estar presente.

Sólo hay obstáculos, que son inercias. La rueda sin el empuje del motor continúa moviéndose, pero se acabará parando. Simplemente, hace falta no alimentar lo que la impulsa... Si las comprensiones, con sus acciones, van en la buena dirección del bien común, que incluye habitar el planeta de otra manera, un mejor equilibrio en nuestras vidas y con las de otros seres, la rueda se ralentizará y podremos cambiar de marcha y de dirección. Pero hay que ser muy conscientes de esas inercias. El egoísmo no tiene sentido. El Estado y la política no pueden estar ordenados hacia donde están en la actualidad. La gente lo sabe, nosotros lo sabemos. Los aplausos a lo más importante, lo más básico, la salud, la educación, lo cualitativo frente a lo cuantitativo, frente al crecimiento ciego, han de ser constantes. Aplaudir lo que merece la pena. Y abuchear lo que no la merece. Ya sabemos qué es. Disponemos de mucha experiencia histórica y social.

¿Qué tiene que pasar para que aprendamos?, pregunta, algo desesperado, uno de los participantes. Si habéis tenido la ocasión de ver la película Ultimátum a la Tierra, allí se pregunta lo mismo. Los líderes de la política mundial no son los verdaderos líderes, y la protagonista de la película conduce al alienígena visitante (Keanu Reeves), que viene a “salvar a la Tierra de nosotros”, a hablar con un científico que es premio Nobel de la Paz, quien le dice: “Vosotros evolucionasteis al borde del precipicio, no nos arrebatéis a nosotros esta oportunidad”. Pues bien, no nos defraudemos.

POEMA DE PANDEMIA