Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 13 de noviembre de 2022

¿Dónde buscaremos la sabiduría?

Peña flamenca castreña - detalle interior

Sobre la sabiduría

Café Filosófico en Castro del Río 6.1

03 de noviembre de 2022, Peña Flamenca Castreña, 18:00 horas


La sabiduría se identifica cada vez más con la episteme, es decir, con un saber cierto y riguroso que nunca, sin embargo, es concebido como nuestro saber científico moderno, porque se trata siempre de un saber-hacer, de un saber vivir, y en última instancia de un modo de vida.

Pierre Hadot


Con todo lo que está pasando, con todo lo que llevamos pasado, ¿cómo veo yo el futuro? Los participantes dejaron su testimonio: cómo se ven a sí mismos y cómo ven el futuro, lo cual es inseparable. Así, dijeron que veían una continuidad, la necesidad de guardar el mismo equilibrio, y muchas veces, sin necesidad de cambiar demasiadas cosas; pero también dijeron que se mascaba la incertidumbre, y que esto no tiene que resultar negativo, sino que es más bien una transición; también se mostraban esperanzados: como otras veces, saldremos de todo esto que se nos ha venido encima, sólo son rachas; además, en muchos aspectos, estamos satisfechos; incluso, no nos preocupa tanto el futuro en el día a día; porque, bien mirado, el mundo no está tan mal como parece que está, si se relativizan lo problemas y se los concibe en su justa medida y se los vive día a día; a veces, nos sentimos muy fuertes para afrontar lo que venga; y ayuda mucho tomarse lo que venga como un reto; porque, verdaderamente, la vida, mirada con atención, te va poniendo lo que vas necesitando para que aprendas a aceptarlo y a vivirlo.

Como ven ustedes, aquella tarde, en el salón de la Peña Flamenca Castreña comenzaban a desgranarse algunas semillas de la sabiduría de todos los tiempos. ¡Y sin saber que la sabiduría sería el centro de interés de los participantes! O, quizás sí, sí lo sabían... o lo deseaban saber. No hay que olvidar la finalidad última de la Filosofía: la búsqueda de saber, según su etimología más obvia. ¡Qué buena introducción, el tema elegido, a este ciclo de diálogos filosóficos que comenzaba! Ellos y ellas tenían muy claro que necesitamos ser un poco más sabios cada día. Por la cuenta que nos trae, con todo lo que nos está pasando. Pero no una sabiduría en general o en abstracto, sino ser un poco más sabios cada día cada uno de nosotros. Y no digamos las personas que ostentan alguna responsabilidad pública... Ya me entienden.

Pero empecemos por el principio: ¿Qué es la sabiduría? Como verán, atinaron bastante, en ese rato que se le dedicó a la cuestión de la esencia de la sabiduría. Sus ingredientes fundamentales pudieran ser estos: el desarrollo de la capacidad para gestionar adecuadamente nuestras emociones, el adquirir gradualmente la capacidad de ser conscientes y autoconscientes, la apertura a la vida lo máxima posible y la capacidad de aceptación, que no equivale a resignarse, y una armonía suficiente con lo que nos rodea y dentro de nosotros mismos. Pero no basta saber, como se ha dicho, sino que la sabiduría es una habilidad práctica. Por eso no es lo mismo información o conocimiento que sabiduría: ésta no es simplemente un saber, sino un saber vivir bien. La vida del sabio ha de ser coherente, ha de mostrar una congruencia en lo que se vive, entre lo que se piensa y lo se siente: pensar como se vive y sentir como se piensa. Además, y esto es muy importante, la sabiduría se nota, es una presencia que se siente, que se presiente cuando estamos junto a una persona que ha llegado un poco más lejos que nosotros, en su modo de enfocar la vida, en su actitud. Porque, es posible que la sabiduría sea sobre todo una actitud que irradia todo lo que la persona dice o hace, con su cuerpo o con su silencio.

De ahí que la sabiduría no sea una cuestión acumulativa, saber más y más (esa es una gran confusión de nuestro tiempo). La sabiduría posee una naturaleza cualitativa; es más, siempre supondría un salto cualitativo (o muchos pequeños saltos), rebasar un escalón, y con cada nueva altura, un despertar y una transformación de todo lo de dentro, que acaba modificando todo lo de fuera. Fue por ello, que la segunda pregunta que se plantearon los participantes, ¿dónde buscaremos/encontraremos la sabiduría?, acogió dicho esquema: ¿la buscamos dentro de nosotros o la buscamos fuera de nosotros? Fuera no, que hay mucho ruido, dijeron. Lo de fuera me ofrece estímulos, pero lo decisivo es cómo vivimos, todo lo que vivimos, por dentro. Entonces, pregunta el moderador: ¿Puede haber una sabiduría universal? Sí, principios que funcionaban hace siglos y que nos funcionan ahora. Pero no, ¿de qué nos vale una sabiduría general? La verdadera sabiduría está en la aplicación a la diferencia del caso particular, que siempre es nuevo y único. Lo mismo que no hay justicia, si no hay justicia de esta sentencia; belleza, si no es belleza de esta obra; bien, si no hay bien en esta decisión. Por eso, la sabiduría es un camino que va señalando un itinerario singular o personal. Cómo puedo yo vivir mejor. O, cómo podemos vivir mejor, socialmente, culturalmente, epocalmente. Y ahí pararon su reflexión conjunta, por el momento, para que ustedes la continúen.

jueves, 10 de noviembre de 2022

¿Cómo ser capaz de tomar mis propias decisiones?


 Sobre nuestras decisiones

Café Filosófico en Torre del Mar 2.1

27 de octubre de 2022, Taberna El Oasis, 18:00 horas

Yo soy yo y mi circunstancia,

y si no la salvo a ella no me salvo yo.

Ortega y Gasset


La debatida cuestión, inscrita en los anales de la Filosofía y de la Humanidad, sobre la libertad (si somos o no somos libres), se pone a prueba cuando tenemos que tomar nuestras propias decisiones. Parece sencillo, pero es difícil; parece difícil, pero es sencillo. Los participantes de este primer Café filosófico de la temporada, en Torre del Mar, pueden aclararte lo esencial de la cuestión. Así que te animo a seguir este relato.

Lo primero de todo, estar bien centrarnos en el diálogo, dejar a un lado nuestros agobios y las prisas, crear un ambiente en el que puedan aflorar bonitas ideas sobre el problema que decidimos trabajar esa tarde, como se ha dicho, el arte (muy humano) de tomar decisiones. De manera que el moderador del encuentro dirigió un breve centramiento para que el grupo pudiera acceder a dicho estado de buena predisposición. Y este es el poso de sensaciones, sentimientos o ideas, a los que accedieron: una mezcla de descanso y curiosidad, un estado de plenitud, la conciencia del estrés que traía, un sentimiento ilusionado, algo de vértigo al cerrar los ojos, un estado de contento, una mezcla de relajación y alegría, sentimientos de mayor tranquilidad, mayor ilusión y mayor fuerza.

Después de este acondicionamiento interior, el grupo se dispuso a entrar en faena. ¿Cómo podemos ser capaces de tomar nuestras propias decisiones? Acrecentando nuestro conocimiento propio, limpiando nuestra visión de opiniones ajenas, seleccionando la información más relevante... Sí, pero ¿esto es suficiente? Porque también están las circunstancias que rodean nuestras decisiones, y muchas veces, más que afectar nosotros, somos afectados de algún modo. Y, en ese preciso instante, vuelve a preguntar el moderador: así pues, ¿somos capaces de tomar nuestras propias decisiones? Y ante la respuesta unánime de que sí lo somos, llama la atención sobre la aparente contradicción en que se estaba cayendo: si somos afectados, estamos condicionados y no somos totalmente libres... Esto introdujo una visible inquietud en el grupo. Y para que la inquietud tocase fondo, pregunta, de nuevo el moderador: ¿es posible alguna acción o decisión nuestra que no esté condicionada? Esto suscitó una viva discusión, cuya conclusión puede concretarse en el siguiente silogismo: “todo está relacionado con todo en este mundo”, “toda relación afecta a los sujetos u objetos relacionados”, “nosotros estamos en este mundo”, por tanto, “todo nos afecta (o puede afectarnos en algún grado)”. Pues bien, admitida esta conclusión, y ya que no somos ángeles ni puros, la salida que no queda como seres humanos es la de procurar asintóticamente, progresivamente, en lo que que se pueda, todo lo que se pueda, decidir lo más libremente posible. Immanuel Kant ayuda mucho en estas situaciones aporéticas, o sin salida aparente.

Lo anterior situaba el problema en su justa dimensión. Para esto había servido el ahondar. Por ello no hay que tenerle miedo al hecho de “tocar fondo”, porque desde ahí podemos impulsarnos y llegar más alto... Precisamente, lo que nos proporciona el ejercicio de la reflexión filosófica. Entonces, ¿cómo podemos alcanzar decisiones más libres, más nuestras? Así lo dijeron: conociendo la situación de decisión lo más objetivamente posible; esto implica muchas veces el factor tiempo: es decir, dejar que las cosas maduren, ir más allá de nuestro propios cambios de visión, muchas veces, subconscientes. Lo que nos lleva a la necesidad de obtener un conocimiento de nuestro interior lo más objetivo posible. Sí, porque, si se mezcla lo interior y lo exterior, nuestras decisiones nos pueden llevar, más fácilmente, a consecuencias no deseables. Una mínima limpieza o transparencia interior es necesaria. De lo contrario, nuestras decisiones serán más inseguras e ineficaces, y veré fuera lo que está dentro y viceversa. Y esto puede trabajarse, en el camino del autoconocimiento. Así, Epicteto nos ofrece, desde hace tanto, un principio fundamental en el arte de decidir lo que he de hacer en cada momento de mi vida: aprender a discernir con la suficiente claridad lo que depende y lo que no depende de mí, y no confundirlo, como en tantas ocasiones sucede.

El grupo se sentía inspirado, y uno de los participantes sugirió que nos dejáramos ayudar por el significado del famoso dicho de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Ni yo, ni mis circunstancias, sino la interacción de ambos aspectos míos. Las circunstancias (sociales, familiares, históricas, biológicas...) son los ladrillos que se me dan, que me ha dado la vida; con ellos he de construirme mi casa, mi vida. Pero, la frase del egregio filósofo español tiene una segunda parte, que otra participante apuntó: “Y si no la salvo a ella [la circunstancia], no me salvo yo”. Esta segunda parte es muy sugerente. Ellos y ellas la conectaron con la idea de aceptación de lo que nos es dado (que no es igual que “resignación”) para, a partir de ahí, hacer yo lo que tenga que hacer en cada momento de mi vida. En definitiva, es tan importante cuidar de mí como cuidar de lo que me rodea, a la hora de decidirme. Así lo hablaron...

miércoles, 9 de noviembre de 2022

¿Por qué buscamos la paz?


Café Filosófico en Capileira 2.1

22 de octubre de 2022, Biblioteca Pública, 18:00 horas


La lucha (“pólemos”) es el padre de todas las cosas, a unos los hizo dioses y a otros los hizo hombres.

Heráclito

Buscamos la paz, sí, pero abundan los conflictos por doquier en nuestras vidas. ¿De verdad, entonces, buscamos la paz? Lo descubriremos a lo largo de este relato que trata de expresar lo que se vivió aquella tarde en Capileira. Por segunda temporada estábamos allí, dispuestos a dialogar juntos. La Biblioteca pública guardaba nuestro diálogo, rodeándolo de libros, que no puede haber cosa mejor. Se acercaron participantes desde distintos pueblos de la Alpujarra, y lo más llamativo, ¡desde la Alpujarra almeriense! Un reconocimiento especial para estos amigos venidos desde tan lejos: un pueblo llamado Instinción.

¿Cuáles suelen ser los mejores momentos de nuestros días? Ellos y ellas te ofrecen un surtido de placeres exquisitos. Es posible que alguno tenga relación contigo. Durante el desayuno, mirando al balcón: tranquilidad y belleza; por la tarde, después del almuerzo: mucha paz; terminada la jornada laboral: descanso; cuando surge algo inesperado: sorpresa; conducir sola después del trabajo: satisfacción; levantarme por la mañana y acostarme por la noche: vivir y dejar vivir; en la puerta de mi casa, mirando las vistas: paz; cuando paseo, es uno de esos momentos que siento especiales; ver una serie a las ocho de la tarde: me estimula; en verano, echarme en la cama un rato: desconexión; en invierno, abrigarme y pasear por las Eras de Aldeire: reflexiono.

Como ya se veía venir, la paz es uno de los sentimientos que más anhelamos. Pero, ¿por qué deseamos tanto estar en paz? Es una necesidad interior, dijeron. Queremos escapar del conflicto, le tenemos miedo, dijeron. El conflicto es desagradable, frustrante, nos crispamos, nos saca de nosotros... Hay lucha, competición, oposición (“yo o el otro”), nos cuesta mucho relacionarnos con el conflicto. Y cada uno ha desarrollado sus mecanismos de huida o de afrontamiento para poder volver a la paz. Cada uno busca su paz, como sea. Pero pronto aparecen sensaciones encontradas: para poder volver a la paz hay muchos obstáculos, conflictos, incluso algunos parece que los busquen. Era el momento de ponerse, pues, de acuerdo el grupo... no podía ser que el punto de partida no fuera común. Pregunta el moderador: Realmente, ¿buscamos la paz o buscamos el conflicto? Todos buscan la paz... Pero había serias dudas. Nuestra experiencia cotidiana nos juega malas pasadas. ¡Buscamos la paz, pero hay muchos conflictos! Y se citan casos concretos... ¿Qué sucede entonces? (Por cierto, que no hay nada más filosófico que la extrañeza, decía Aristóteles, porque nos lleva a otro lado, nuevo, inesperado, a otra visión). Cada uno busca su paz, sí; pero, muchas veces, la buscamos por caminos inadecuados. Y no nos han educado para vivir los conflictos, concluyen nuestros participantes.

Veamos. Los conflictos, ¿son externos o internos? Pueden ser internos o externos, nos dicen (os lo dicen a vosotros que leéis esto), pero siempre siempre se viven interiormente. Y aquí está la clave para aprender a gestionar bien los conflictos. Porque yo puedo tratar de ser consciente de todo aquello que pasa en mí, por dentro de mí, cuando estoy en medio de un conflicto, que me altera, que me quita mi paz interior. Ayuda observar mi energía en el modo de afrontar un conflicto. Y esto se puede trabajar: el flujo de mi energía, lo que me empequeñece, mientras lo hace, o lo que me hace sentir a mí mismo y me da seguridad y armonía, mientras lo hace (al menos, no mucho después). ¿Estoy en mí, conscientemente, durante el conflicto, o bien, me pierdo en el conflicto y me dejo arrastrar por su laberinto o sus cloacas?

Y perderle el miedo al conflicto... ¿De verdad que el conflicto es tan negativo? ¿Qué es lo que me ofrece? ¿Cuántas veces me ha enriquecido, o me ha hecho avanzar, o verme a mí mismo con otros ojos, o ser más consciente de lo que yo provoco en otras personas? Y, cuando al conflicto lo miro hacia atrás, una vez que ha pasado, ese contraste con los demás, más o menos intenso, que es el conflicto, ¿no me ha hecho también como soy? Así pues, para hablar de paz y para sentir paz auténticamente, ¿no me hace falta aprender a relacionarme lo mejor posible con el conflicto? Vale.