Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 12 de abril de 2022

Sobre la empatía

William-Adolphe Bouguereau, En la fuente (1897)

 
Café Filosófico en Capileira 1.3

09 de abril de 2022, Biblioteca Pública, 17:00 horas


Homo sum; nihil humani a me alienum puto [soy un hombre, nada humano me es ajeno] dijo el cómico latino [Terencio]. Y yo diría más bien, nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. Porque el adjetivo humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre.

Miguel de Unamuno


En nuestro tercer encuentro filosófico de la Alpujarra granadina se dieron cita personas de Bubión, de Órgiva y, cómo no, de Capileira. De nuevo, la Biblioteca Pública del pueblo más alto del Poqueira nos acogió con agasajo. Después de explicar un poco el sentido de una reunión como ésta, pensado sobre todo en los nuevos asistentes, el animador del encuentro planteó una práctica filosófica de origen estoico. El filósofo liberto romano, Epicteto, nos aconseja un sano ejercicio, que consiste en aprender a distinguir entre “lo que depende y lo que no depende de nosotros”. Una parte importante de la posibilidad de vivir una vida buena se juega con este aprendizaje. ¡Cuántos sinsabores y sufrimientos se derivan de la confusión entre lo que depende y no depende de nosotros! Creyendo que lo que depende de mí, no depende de mí, y que lo no depende, sí depende...

Y no resultaba un ejercicio tan sencillo... La discusión en cada caso sirvió para ir aclarando lo esencial de la distinción. Mi tranquilidad, claro que depende de mí, sean cuales fueran las circunstancias exteriores. Que yo tenga la familia que tengo, no depende de mí, pero sí el que yo pueda comprenderlos. Mi comportamiento siempre va a depender de mí, pero no lo que hagan otros. Las guerras y lo que sucede en la sociedad no depende de mí, pero sí el decir lo que pienso y actuar de acuerdo a ello. Los acontecimientos actuales no dependen de mí, pero elegir el mejor canal posible de información, sí que es cosa mía. Parecería que, en algún grado, todo depende mí, pero hay cosas muy claras que no dependen de mí: mi cuerpo, mi edad, mi época, mi educación... Yo he de procurar que mis decisiones sean las mejores decisiones posibles, pero no soy responsable de las decisiones que adopten los demás y sus consecuencias. Yo no puedo cambiar los problemas que tienen su origen en la política actual (al menos, yo no puedo solo), pero mejorar el pequeño mundo que me rodea, eso sí depende mí. En general, siempre va a depender de mí mismo mi respuesta o reacción ante lo que pasa o lo me pasa... Algunos participantes manifestaban sus dificultades para delimitar bien lo que depende y lo que no depende de nosotros, pero todos tomaron conciencia de la importancia de este trabajo. El arte de vivir.

¿Hay que poner límites a la empatía? Esta fue la cuestión a la que se aprestaron los participantes, aquella tarde de sábado. El concepto “empatía”, y más todavía que la actitud correspondiente, está bastante de moda en nuestro tiempo. Y, de hecho, muchos problemas que podemos apreciar en la convivencia vendrían de esta falta de “sentimiento con el otro”, una incapacidad para “ponerse en su lugar”. El desarrollo de la inteligencia emocional es hoy día ineludible, incluso desde las edades tempranas. Ahora bien, ¿tenemos que empatizar con todo tipo de situaciones, personas o conductas? Los participantes quisieron enfocar la cuestión de esta manera... les preocupaba. Y, después de dejar claro que hay una mayor facilidad para empatizar con lo cercano que con lo lejano, con lo personal que con social o meramente racional, y que la solidaridad no es más que la puesta en marcha, en el plano social, de la empatía (de la que depende, por tanto), casi desde el comienzo de la discusión, los participantes ofrecieron una clave esencial para entender –los posibles– límites de la empatía: necesitamos la empatía, pero que sea una empatía lúcida o crítica.

Ciertamente, los Derechos Humanos pueden ser un límite... ¿Debemos mostrar nuestra empatía con alguien que está violando estos derechos universales? La pregunta retuvo bastante tiempo a los asistentes. ¿Debemos empatizar con todo el mundo? Nada de lo humano nos es ajeno, y todo lo humano es digno de ser comprendido. Una empatía lúcida o crítica tendría que ser capaz de no confundir empatía con simpatía, pero tampoco, empatía con la tolerancia de lo intolerable, confundir empatizar y justificar. Debemos esforzarnos por comprender desde dónde una determinada persona actúa y no confundir esto con sus acciones, justificarlas o tener que estar de acuerdo con ellas y sus consecuencias. Sentir con el otro no significa que nos identifiquemos por completo, y que yo no sea crítico con lo que piensa, dice o hace. Simplemente, hemos de separar a la persona de sus actos. Y, siempre, empatizar con la persona. ¿Qué se está jugando aquí? Según aquello que persigamos: si lo que queremos es castigar o lo que queremos es apartar o lo que queremos es ayudar, contribuir a que una persona mejore o aprenda de sus errores... Esto es lo que está en juego con nuestra actitud de empatía. No es bueno mezclarlo todo y que nuestra empatía sea una empatía ciega, pero puede que sea peor todavía no tener ninguna clase empatía. Y esto siempre depende de nosotros mismos, ¿no es verdad?




2 comentarios:

  1. Muy interesante. Me lo perdí. Horarios incompatibles.

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    1. Tendremos ocasión otro día... Creo que el próximo será viernes. Hasta entonces...

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