Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 3 de julio de 2023

¿En qué consiste la verdadera política?


Sobre la política

Café Filosófico en Castro del Río 6.7

26 de mayo de 2023, Peña Flamenca Castreña, 18:00 horas


Pues estas fueron distribuidas así: con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. ¿Reparto así la justicia y el poder entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos? “Entre todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades”.

El mito de Prometeo” (Platón, Protágoras, 320 d)


¿En qué consiste la verdadera política?

El ambiente electoral en aquella tarde de mayo, previa a la jornada de reflexión de las inminentes elecciones municipales, debía necesariamente flotar en las mentes de los participantes del Café Filosófico en la acostumbrada Peña Flamenca de Castro del Río, inclinando decisivamente la balanza de las temáticas propuestas del lado de la política. Previamente, el moderador del encuentro formuló a los participantes una pregunta que también te atañe: En este mundo tan confuso y cambiante, donde el valor es tan perecedero, para ti, ¿hay algo de lo que estés completamente seguro/a?

Y continuó la sesión con el tema del día: ¿Cuál es la esencia de la política? ¿Responde a esa esencia la forma actual de hacer política? ¿Es necesaria la política? ¿Somos conscientes de esa necesidad? Así quedó configurado el atractivo programa filosófico de nuestra reunión. Para abrir boca, uno de los participantes –el más joven de todos- lanzó con determinación su propuesta personal a la pregunta acerca de qué es en sí misma la política. “La política –nos dijo- la entiendo como un apoyo necesario y una guía para el desarrollo social, las relaciones justas y formas sostenibles de bienestar”. La mayoría de los asistentes se manifestó de acuerdo con la verdad contenida en aquella tentativa de definición a la que, otra participante, añadió: “la política es convivencia en armonía”. Muy activa en sus inquietudes, otra de las asistentes aquella tarde se quejó del pasotismo y la desafección actual hacia la política, pues entendía que ésta es algo que requiere de la participación de todos mientras que, como forma de organización hacia determinados fines (así definía ella la esencia de la política), frecuentemente ocurre que suele orientarse más a cubrir intereses personales que al bienestar comunitario. Para clarificar las ideas y desenmarañar cierta confusión creada, uno de los participantes -muy curtido en los encuentros filosóficos- propuso diferenciar entre el sentido superficial (pero legítimo) de la política como forma de organización y el sentido ético de la misma, más profundo, como una búsqueda conjunta del bien común. Esa última definición supuso un punto de consenso, pareciendo a todos responder a ese sentido ideal –la política con mayúsculas- de lo que constituye la esencia misma de la política. Esta definición, se convino, recogía acertadamente la totalidad de los distintos aspectos planteados hasta ese momento.

Pertrechados con una idea común de la esencia de la política (aquello que ésta debería ser), los participantes se lanzaron a contrastar si la forma actual de hacer política se ajusta o no a dicho modelo y, en este punto, las conclusiones siempre fueron compartidas de manera general. Se dijo que la política actual peca de caer en la tecnocracia, es decir, dejar el mando de las decisiones políticas en manos de técnicos expertos que únicamente se rigen por el criterio de la eficacia pero sin atender, por ejemplo, a fines de tipo humanitario. De esta forma –recalcó una de las participantes- fuera de la voluntad política de atender a las personas, nunca se hubiese llevado tendido eléctrico a determinadas poblaciones muy pequeñas y aisladas por no ser económicamente rentable; tampoco se tomaría la decisión de que los trasplantes –por su elevado precio- formasen parte habitual de un programa público de sanidad. La esencia de la técnica se nos revela como la capacidad para buscar los mejores medios para determinados fines pero, en relación a qué fines deben ser perseguidos, los tecnócratas no entran a discutir, limitándose a aceptar como fin único la rentabilidad económica. Ahora bien, como ya se había discutido, toda política lleva en su esencia una aspiración ética y, por consiguiente, una valoración consciente acerca de qué fines deben ser perseguidos y qué valores deben orientar nuestra práctica. Caer en la tecnocracia es por tanto un alejamiento de la esencia de la política.

También se acusó a la política actual por su falta de veracidad, al caer continuamente en las típicas promesas incumplidas de la campaña electoral y por su carácter cortoplacista, al buscar sólo beneficios a corto plazo que den rentabilidad electoral. En relación a esto último, los participantes pusieron sobre el tapete la afirmación de que los graves problemas a los que nos enfrentamos, como la desigualdad social, la sanidad universal o el cambio climático, son problemas globales y requieren, para ser abordados, políticas a largo plazo con una actitud generosa y amplitud de miras. “El político –apuntó uno de los asistentes, buen conocedor de la filosofía kantiana- debe regirse siempre por el cumplimiento del deber, en lugar de hacerlo por sus intereses personales”. Otra de las críticas a la política actual fue la de su profesionalización, que acaba siendo causa de cierto acomodamiento cuando no de una abierta y flagrante corrupción. Uno de los participantes propuso como estrategia para optimizar la actividad política que los complementos del sueldo de los cargos públicos electos dependieran directamente de los resultados de su gestión, la cual debería ser valorada de manera externa, independiente y objetiva. Otros compañeros, sin embargo, manifestaron sus reservas respecto a esta propuesta ya que -así lo expresaron- esto acabaría por imponer a la política la mentalidad propia de la empresa y el mercado, alejando a la misma de esa esencia que es la búsqueda conjunta del bien común y abriendo la puerta a una perversión de todo el sistema. Como alternativa, se convino en la conveniencia de limitar el tiempo de participación en la política. En ese momento, uno de los asistentes –profesor de filosofía infiltrado aquella tarde- nos habló del ejemplo de ese extraordinario experimento que fue (con todas sus limitaciones que ahora vemos, como la exclusión de mujeres y esclavos) la primera democracia de la Grecia clásica: en ella todos los ciudadanos estaban llamados a participar, más tarde o más temprano, de manera activa en la vida política. Y, para deleite de los asistentes, ilustró sus palabras con una referencia a una lectura del Mito de Prometeo de Platón. En dicho texto, relata el insigne filósofo, cómo fueron repartidas las facultades entre las especies mortales y cómo, provistos los hombres de la sabiduría de las artes junto con el fuego (que Prometeo robó para ellos) pero no de la sabiduría política, se ultrajaban continuamente entre sí. Temiendo que los hombres llegaran al exterminio, Zeus ordenó entonces a Hermes que repartiese entre ellos el sentido moral y la justicia pero no cómo se habían repartido otras cualidades (de manera que unos pocos poseían el arte de la medicina y así con las demás artes y profesiones), sino entre todos los hombres por igual para que todos ellos –y no sólo unos pocos- participasen de la vida política.

Para terminar aquel intenso diálogo y dado que, de todo lo anterior se colige que todos los participantes estaban de acuerdo en subrayar la importancia que tiene la política, se abordó la cuestión acerca de si realmente somos o no conscientes de dicha necesidad. La opinión común fue la de que nuestra sociedad adolece de una falta generalizada de conciencia política y que la degeneración de la misma y los continuos casos de corrupción han acabado por crear cierta desafección hacia la misma, sobre todo entre los sectores más jóvenes. En el revuelo de comentarios surgidos, se marcó la diferencia entre participantes de mayor edad que, habiendo vivido la represión política del franquismo, valoraban enormemente la posibilidad de participar en la vida democrática y otros más jóvenes que manifestaban con sinceridad su alejamiento hacia la actividad política. Se recalcó entonces entre todos la importancia de cultivar la memoria histórica para no dar por sentadas ciertos derechos y libertades que, lejos de estar ahí desde un principio, son el resultado de las luchas y reivindicaciones en tiempos pasados. Asimismo, se destacó como un elemento negativo la extraordinaria complejidad de la política actual, fruto del fenómeno de la globalización que ha propiciado un salto sin precedentes en el ámbito de la acción política, desde la polis griega primigenia a nuestra vigente aldea global que abarca todo el planeta. Es por ello que se acabó concluyendo que, quizás ahora más que nunca, se deba reivindicar la necesidad de pensar en la política, de que esa aspiración filosófica, tan patente entre los asistentes a los cafés filosóficos, de vivir de manera consciente, no se quede en el ámbito de lo individual sino que, en tanto que –como nos advertía Aristóteles- somos animales sociales por naturaleza, se extienda también al ámbito de la comunidad política.

Alfonso J. Viudez Navarro

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