Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 18 de julio de 2023

¿Es bueno que todo se normalice?

 Sobre la normalización social

Café Filosófico en Torre del Mar 2.7

22 de junio de 2023, Taberna El Oasis, 18:00 horas


El poder se incardina en el interior de los hombres, realiza una vigilancia y una transformación permanente, actúa aún antes de nacer y después de la muerte, controla la voluntad y el pensamiento en un proceso intenso y extenso de normalización en el que los individuos son numerados y controlados.

Michel Foucault, Vigilar y castigar


¿Por qué la normalización social es percibida como un problema? Así lo vemos dentro. Hay un problema. Que las cosas se vuelvan frecuentes, típicas, repetitivas, que predominen o sean habituales, que se defiendan como naturales, lo que es debido, que respondan a una media (incluso estadística) de lo que suele hacerse o pensarse o decirse, no es en el fondo lo que nos preocupa, lo que nos molesta, lo que atenta contra lo más sagrado de nosotros mismos. No. Es su mensaje oculto: las cosas no pueden ser de otra manera; yo no puedo ser de otra manera. Ahí arraiga una injusticia fundamental. Y esto fue lo que estuvo en el fondo de la inquietud de los participantes. Aquella tarde, en que realizamos nuestro café filosófico en la terraza de la Taberna El Oasis. Síguenos en esta andadura. Como nos espoleaba Immanuel Kant: “atrévete a pensar por ti mismo”. Porque un “es” no puede dar paso a un “debe”, nos prevenía David Hume.

¿Qué es eso de lo que estás muy seguro/a? Pregunta el animador del encuentro, para abrir boca. Quizás afloren nuestros más profundos motivos del vivir. Quizás con esta autorreflexión observemos alguna grieta en el edificio de nuestras (aparentes) seguridades. Y esto nos lleve a ser más cautos, a que nos aseguremos un poco más... En cualquier caso, es muy sano mentalmente. Porque las ideas son siempre interpretaciones o representaciones de la realidad; los hechos, en la práctica, están siempre construidos; y solamente la experiencia directa, sincera y auténtica, nos ofrece evidencias, que no queden atrapadas por nuestros temores o deseos. Pues bien, esto dijeron: sé con seguridad que he de morir; estoy segura de mi conciencia mientras hago algo; que las cosas deben hacerse con amor; que me encuentro ahora mejor que antes; que soy feliz y que la felicidad se basa en el amor y que, cuando amo, mi yo desaparece; estoy segura de lo que siento, de mi ser consciente; sé que somos vulnerables, de ahí la importancia de cuidar y cuidarse; yo soy consciente de la incertidumbre en que vivimos; que un dolor vivido conscientemente te conduce a la felicidad; yo estoy convencida de mis ganas de crear, “quiero”.

Nuestros participantes quería saber: 1) ¿En qué consiste normalizar? 2) ¿Por qué esta tendencia a normalizarlo todo? 3) ¿Cuáles son los mecanismos que conducen a ello? ¿Qué podemos hacer? Y prefirieron, con buen criterio, comenzar por citar algunos ejemplos de situaciones que han perdido su carácter único, que se han normalizado, a las que nos hemos acostumbrado, a pesar de su injusticia o inadecuación: se ha vuelto normal que todo sea obsolescente, no digamos los objetos electrónicos, y además de un modo programado; nos hemos habituado a ver las tragedias humanas de otras latitudes, o no tan lejanas, como se mira la televisión; las violaciones grupales; la violencia desatada; la insensibilidad ante la pobreza o la discriminación; no hacer nada por mejorar el mundo que te rodea se ha vuelto lo normal. Y esto es lo que preocupaba. Todo puede llegar a normalizarse, pero a ellos y ellas les preocupaba la normalización de lo negativo, del sufrimiento evitable. Y les preocupa porque nos lleva a ser pasivos, a ser insensibles, a la inacción. Nos estamos inmunizando, como los insectos a los insecticidas, que necesitan cada vez una mayor dosis para ser efectivos; nos habituamos a todo, quizás para poder sobrevivir con un mínimo de equilibrio mental. Pero esto incluye el vivir con miedo, incluye la indolencia personal, una aceptación pasiva y no activa, una adaptación sumisa, que no es la sana flexibilidad despierta.

Qué mecanismos sociales refuerzan, reformulan o conducen estos procesos individuales que tienden a convivir pasivamente con cualquier cosa, aunque no nos agrade o con la cual no estemos en el fondo de acuerdo. Y el principal factor: que son procesos que se van dando poco a poco, como en el cuento de la rana en la marmita, que no es consciente de que se está cociendo hasta que ya es demasiado tarde, porque el calor subía muy lentamente. La repetición es otro mecanismo muy eficaz: ya sabemos de su eficacia, Goebbels nos dejó una desgraciada prueba, que nunca olvidaremos, con su propaganda nazi. La tendencia a minimizar lo que no interesa que sobresalga y que se sepa, a determinados intereses, ofrecer una información sesgada, no poder seguir una noticia en todas su fases, cuando deja de ser de actualidad, o bien, provocar la saturación del ciudadano, de manera que esto le lleve a esconderse en su propia vida. De ahí la importancia de la labor de los medios de comunicación. Si en la práctica no son medios libres, porque no lo son sus trabajadores, de publicar siguiendo criterios periodísticos adecuados, si se ven obligados a hablar más de declaraciones o juicios o interpretaciones que de hechos o acontecimientos... Una muestra es el deterioro actual de la política, y de la democracia. Se vuelve “normal” que se actúe por mera estrategia, en lugar de tratar de buscar el bien y la verdad, mentir porque todos lo hacen, corromperse porque otros lo hacen, etc. Y así se normaliza una forma de llevar a la práctica la democracia que es realmente una anomalía. Nos acostumbramos. Nadie ve más allá de lo que aparece. Y todos perdemos.

Pero todo esto no sucedería sin nuestra complicidad personal, consciente o, casi siempre, inconsciente. Yo siempre puedo darme cuenta de los “distractores” que se me presentan cada día para que no piense por mí mismo, para no sea yo mismo. Por ejemplo, siempre puedo darme cuenta y no caer en una concepción de la felicidad (predominante) en la que ésta se busca en lo inmediato, en el consumo o en la transacción: tengo que conseguir, tengo que poseer, tengo que conservar, tienes que darme lo que quiero para que yo sea feliz. Así pues, el primer paso es darse cuenta de cuánto mío no es en el fondo mío, sino que se ha ido construyendo en mí con los materiales que me han venido de fuera, del mundo en que vivimos. Así pues, la salida del proceso-apisonadora de la normalización comienza en la persona misma, en empezar a ser o vivir como persona, libre y conscientemente, como nos recuerda María Zambrano en su obra Persona y democracia. Quizás cada uno, gradualmente, pueda ir tomando conciencia, empezando por la pequeña escala, parcelas cercanas de mi vida. Pero esto requiere que refresquemos nuestra mirada, ver, mirar mejor, y no tanto pensar, interpretar, juzgar... Estar muy despierto, abierto a lo que hay. Educar nuestra mirada. Precisamente, lo que aquella tarde estábamos haciendo juntos. Reforzar estos buenos hábitos. Tratar de no acomodarse o de mirar como siempre se mira, sino mirar como se mira por primera vez, como lo hace el niño (es cierto, que con sus limitaciones cognitivas) y el artista cuando está creando, estando presentes y muy lúcidos. Precisamente, esto es lo que supone la actitud filosófica, que habíamos practicado aquella tarde en la terraza de la Taberna El Oasis. No ser como insectos que se dejan fumigar una y otra vez. Y esto es posible.



No hay comentarios:

Publicar un comentario