Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

miércoles, 1 de noviembre de 2023

¿Cómo educar en valores en un mundo tan diverso?

 Detalle del mural "La tierra te habla, escúchala" de Sake Ink

(Detalle del mural "La tierra te habla, escúchala" de Sake Ink)

Sobre la educación en valores

Diálogo Filosófico en Málaga 2.1

25 de septiembre de 2023, Ateneo de Málaga, 18:30 horas

La primera y más importante parte de la filosofía es la que trata de la práctica de los preceptos. Por ejemplo: “No mentir”. La segunda, es la referida a las demostraciones: “Por qué es preciso no mentir”. La tercera es la que afirma y articula las anteriores: ¿Por qué es esto una demostración, qué es una consecuencia, qué una contradicción, qué es verdadero y qué es falso? Esta tercera parte es necesaria para la segunda, y la segunda para la primera; pero la más necesaria de todas, y en la que han de reposar, es la primera. De ordinario, invertimos tal orden; nos detenemos enteramente en la tercera y todo nuestro afán gira en torno a ello y descuidamos por completo la primera. Así pues, mentimos, pero tenemos a mano cómo se demuestra que no hay que mentir.

Lucio Flavio Arriano, Enquiridion o manual de Epicteto


¿Cómo educar en valores en un mundo tan diverso?

Todos somos más o menos conscientes de la complejidad del mundo en que vivimos o, al menos, así nos lo parece. Es posible que al pasar de los años, en décadas venideras, puedan percibir nuestros problemas como complicaciones de nuestra mente de ahora. Ojalá sea así. La cosa es que lo vivimos de una manera agobiante, y muchas veces parece que nos falta el aire. Los medios de comunicación usuales se encargan de echar leña al fuego y nos atiborran con una carga de malas noticias que a cualquiera le cuesta mantenerse en pie. ¡Una buena noticia, por favor!, parece decirnos nuestro subconsciente... Y eso mismo fue lo que el moderador del encuentro planteó a los asistentes. Vamos a sacudirnos el polvo de tanta mala noticia. Si estamos atentos, todos los días hay buenas noticias, de hecho, estamos aquí y el mundo funciona, es muy posible que gracias a la acción callada de millones y millones de personas que sostienen el mundo más allá de lo que trasciende en los noticiarios. Pero eso no parece ser noticia... Vamos a impugnarlo. Y así lo hicieron nuestros participantes.

Por ejemplo, los equipos del Málaga y del Unicaja han ganado, por ejemplo, alguien oyó en el autobús que en el Ateneo se hacían estos diálogos filosóficos y aquí está con nosotros, por ejemplo, mirad lo que las mujeres están consiguiendo también en el deporte, por ejemplo, miremos que llega el otoño cargado de nuevas sensaciones, por ejemplo, sabed que los maravillosos arrecifes coralinos de Australia se han recuperado, por ejemplo, que existe un espacio en donde todavía cabe el diálogo, por ejemplo, muchas veces la buena noticia es que no haya noticias, por ejemplo, todavía hay un mínimo de educación en las personas, por ejemplo, todavía somos capaces de entendernos, por ejemplo, Málaga está de moda, esperemos que en el buen sentido, por ejemplo, haber podido recuperar la filosofía después de tantos años, por ejemplo, hay en nuestra ciudad muchas actividades culturales, por ejemplo, el sol continúa dando en la fachada, por ejemplo, estamos vivos, por ejemplo, ha llovido en el norte de donde vengo, por ejemplo, no saber nada, que es el comienzo de todo saber, por ejemplo, se ha creado una institución que acaba de acoger a quince personas, y si no percibimos ninguna buena noticia, hay que aprender a mirar de otra manera, hacia el lugar adecuado.

Pues bien, si el nuestro es un mundo tan diverso y complejo, como decíamos al comienzo de este relato, ¿cómo educar en valores hoy día? Un mundo convulso, difícil y desbocado, en donde todo parece que se confunde y que nada es, con una mínima consistencia. Un mundo líquido, dicen. La educación tiene hoy un gran reto, así pues. Porque no basta el conocimiento de los valores o las proclamas oficiales o pedagógicas. En demasiadas ocasiones, observamos la distancia que hay entre lo que decimos que hay que hacer y lo que hacemos de hecho. De manera que muchas veces es más eficaz el ejemplo o el modelo, que tomamos como referencia, que las normas o lo que debe ser, según se proclama desde las instituciones y las buenas intenciones. Con esto, los participantes anduvieron un largo rato planteando el problema que les preocupaba, la crudeza y la realidad del dilema que acucia a la educación en nuestros días, ya sea en el contexto familiar, escolar o en cualquier otro contexto: cómo mantenerse a distancia del adoctrinamiento y la libertad desorientada.

Sabemos la diferencia que existe entre la información y el conocimiento; disponer de mucha información pero carecer de criterio propio para discriminar entre toda ella... Así pues, nuestros participantes, ellos y ellas, más allá de la educación en unos valores determinados (que pueden caer en el vacío, ser demasiado abstractos o teóricos y no ajustarse demasiado bien a cada caso particular) abogaron por una educación que tome como su centro el desarrollo de la madurez personal. Sin esta base, cualquier valor puede encallar en cualquier puerto, convertido fácilmente en arrecife. De este modo, por ejemplo, contemplamos con estupor cómo descarrila el modo de hacer política en la actualidad. Si trabajando juntos se puede perseguir lo que sería mejor en un caso dado, pero priman los intereses de partido, conseguir el poder y mantenerse en él a toda costa; si hago lo que me hacen o hago lo que debo sólo si calculo que me van a pillar o soy muy crítico pero muy poco autocrítico, etc. En general, si el móvil de mis acciones son el miedo, la comodidad o el deseo, seguramente, me será muy dificultoso interpretar un determinado valor y aplicarlo correctamente a un caso particular. Sin embargo, la verdadera y necesaria madurez para ser capaz de llevar a cabo los valores (lo que consideramos valioso en cada momento y digno de ser perseguido y puesto en práctica) se va alcanzando si desarrollamos las cualidades básicas o esenciales que están en el fondo de la realización de los valores. De lo contrario, se nos antoja, y lo observamos a diario, muy complicado vivir y convivir de acuerdo a valores.

Pongamos algunos ejemplos: la libertad es un valor fundamental, pero una personalidad poco madura lo puede convertir en tiranía (“mi libertad vale más que la de los demás”); la igualdad puede derivar en igualación, olvidando o arrasando las diferencias; la lealtad, se puede convertir en partidismo o un seguimiento ciego de la acciones más injustas; la tolerancia, en tolerancia de lo intolerante o intolerable; el respeto, en sumisión o temor; la belleza, en huero esteticismo puede llevar a justificar cualquier acción inmoral; el amor se puede convertir en posesión, control o dominación de los demás; y así podríamos continuar... Entonces, lo reiteramos: ¿de qué nos sirven los valores sin son personas inmaduras las que los llevan a cabo? Este es el reto de la educación actual, si tomamos conciencia de dónde vienen nuestros problemas cotidianos con los valores. Si son lo más valioso, ¿cómo no se ven plasmados en la realidad, en la sociedad y en los individuos, y vivimos rodeados de tantas y tan cuestionables actitudes y comportamientos? Desde siempre, los sabios nos han dicho que cualquier cambio exterior es una consecuencia de nuestra transformación interior... Vamos a comenzar por ahí. Autoconocimiento y autorrealización. La buena educación podría comenzar por tratar de desarrollar esto (si los propios educadores ya han realizado este trabajo previo consigo mismos, claro). Y, ¿cómo lograr el desarrollo de nuestras cualidades esenciales? Practicando su expresión en nuestra vida y en las relaciones con los demás. Si hemos saboreado nuestra identidad, nuestra energía, nuestro amor, nuestra inteligencia profundos, interiores, no necesitaremos defendernos, mintiendo, atacando, huyendo... sino que nos mostraremos tal cual somos. La conciencia de nuestro propio valor favorecerá la realización auténtica de los valores... Esto es.

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