Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

sábado, 4 de noviembre de 2023

¿Por qué somos tan susceptibles?

 
Sobre nuestras susceptibilidades

Café Filosófico en Vélez-Málaga 14.1

03 de octubre de 2023, Sociedad “La Peña”, 18:00 horas


Admiro a las personas que son como yo quiero llegar a ser, pero a la vez, estoy rechazando a las personas que son lo opuesto de lo que quiero llegar a ser (…) Cuando yo siento una reacción de oposición activa, de rechazo contra algo o contra alguien o contra un defecto, esto está indicando que este defecto también está presente en mí y lo estoy reprimiendo.

Antonio Blay


¿Por qué somos tan susceptibles?

Comenzamos nuestro primer encuentro de la temporada en Vélez-Málaga, dentro de un proyecto renovado: Ágora de Filosofía practicada. En esta ocasión, se trató de nuestras susceptibilidades, que al parecer son muchas hoy en día. Nos hemos vuelto, nos parece, muy susceptibles; que no es lo mismo que ser sensibles. Y sucede tanto a los individuos como a la sociedad en general, por lo menos, la que nos rodea. La sociedad de la hipersensibilidad y de lo políticamente correcto (otra manera de acercarnos al mismo fenómeno que preocupó aquella tarde de martes a los asistentes). Como una participante expresó con vehemencia, nos sentimos muchas veces inseguros, por miedo nos callamos o nos autocensuramos, no vaya a ser que alguien se moleste, no vaya a ser que se diga algo inconveniente, no vaya a ser que yo atente, sin querer, contra algo o alguien... Y ahí está situada la cosa, de manera que ya no distinguimos entre lo hecho o lo dicho y la intención que lo anima, y esto, como sabemos por lo menos desde Kant, es necesario considerarlo para poder juzgar un determinado acto moral.

Pero dejemos que el relato de lo que aconteció aquella tarde, allí, en la Sociedad “La Peña”, se cuente con su propio orden. Lo primero que se hizo fue dar la bienvenida a las personas interesadas en estos encuentros filosóficos, que son ya muchas, las que se han ido sumando a lo largo de estos trece años de filosofía practicada. Y se recordó su naturaleza y las reglas básicas del encuentro. Y se planteó, como de costumbre, la cuestión de inicio, autorreflexiva. Puesto que es fundamental para vivir bien cómo nos relacionamos con nosotros mismos, hay que desarrollar la autoafirmación (no ya la autocrítica o la recriminación hacia nosotros mismos, que suele ser frecuente), pero no como un deseo o una huida de algo. Pregunta el moderador: ¿cuándo ha sido la última vez en que nos hemos sentido orgullosos, satisfechos de nosotros mismos?

Y los participantes, ellos y ellas, desgranaron para nosotros sus experiencias: en lugar de discutir, dejar que mis hijos reflexionen por sí mismos; he sido capaz de reiniciar una peña que existió en otra época; logré convencer a mi hermano para que saliera a la feria y se lo pasó muy bien; me siento muy bien conmigo misma al acabar mi trabajo cada día; he sido capaz de venir hoy aquí y hablar en público; me atreví a decir lo que pensaba y todo fue muy bien; he iniciado una colección diferente de libros; le di a mi hijo un dinero que necesitaba; hacer cada día al acostarme examen de conciencia; me robaron mi viejo móvil y me alegré; junto con otras personas mayores hemos leído un cuento a unos niños; me sentí ofendida, pero no me disgusté y hablé con esa persona; contemplar la arboleda debajo de mi casa; ayudé a un amigo que lo estaba pasando mal; he sabido cuándo debía callarme; fui capaz de grabar un vídeo de presentación de mi nueva web; he visto a mis amigos muy bien en mi casa; he podido repetir y comprender una práctica de un curso que había realizado; una señora se desmayó y logré sujetarla antes de que se diera contra el suelo... Y ahora es tu turno.

Y comenzamos con el diálogo propiamente dicho: ¿vivimos en una sociedad donde predominan las personas hipersensibles? Y las discrepancias iniciales a la pregunta mostraron poco a poco un malentendido de base: era necesario distinguir entre sensibilidad y susceptibilidad, entre la empatía y la reactividad. Por un lado, sentir como propio lo que sienten los demás y, por otro lado, la reacción automática o subconsciente en nosotros respecto a lo que hacen o dicen o piensan los demás. ¡Y de esto último estábamos hablando! La sensibilidad es necesario mostrarla para hacer de este mundo un lugar mejor, pero la susceptibilidad supone una carencia en la persona que la siente (o mejor, la padece) y necesita de un trabajo consigo misma, con o sin ayuda. Pero veamos todo a su tiempo, porque a esta conclusión se llegó después de un análisis del grupo, acerca de los factores que nos vuelven tan susceptibles. Vamos a seguirlos en sus pesquisas sociológicas y psicológicas, pues fueron cercando el fenómeno desde lo exterior y desde lo interior.

Muchas veces somos más o menos susceptibles dependiendo del estado interior de la persona, si se siente bien o mal consigo misma. Esto es el fondo de tantos malentendidos y disgustos que nos acontecen, por ejemplo, en la redes sociales de internet. No es lo que leo que se dice, sino, como diría Epicteto si viviera esta época, cómo me tomo yo lo que estoy leyendo que ha sido escrito por otro. Y esto está gobernado por mi estado interior que ya estaba previamente en mí. Por eso, es tan importante pararme a pensar mi respuesta, pensar con cautela lo que escribo, si lo pienso de verdad o es consecuencia de mi estado emocional (que siempre es pasajero), y no simplemente limitarme a reaccionar. Unos segundos de dilación en la respuesta es suficiente en bastantes ocasiones.

Muchas veces pretendemos enfatizar los derechos de las minorías y eso está bien, sobre todo cuando es necesario, porque preceden olvidos, discriminaciones o maltratos. Pero es importante ser conscientes de cómo llevarlo a cabo adecuadamente. Es importante considerar cómo se definen y se defienden los derechos y la singularidad de la minoría en cuestión, sin por ello poner en la penumbra a otras minorías o a las mayorías (si las hay). El desconocimiento mutuo suele ser muy nocivo, pues produce interpretaciones sesgadas que llevan a emitir juicios, o bien, a producir reacciones que no satisfacen en absoluto al otro; que conducen a no sentirse reconocidos por las manifestaciones del otro. El principio, aquí sería: quien sufre, sufre por algo, una causa o necesidad no cubierta, que los implicados deberían comunicarse y ser capaces de comprender mutuamente.

Muchas veces los medios de comunicación, de todo tipo, no buscan el bien y la verdad, o lo intentan más bien poco, y se vuelven tóxicos, sesgados, subjetivos, interesados... Y se sobre-dimensiona lo escandaloso, lo morboso, lo que puede vender más (que a la vez contribuye a (mal)educar a la sociedad en esta dirección), se busca lo que puede diferenciarle de otros medios, satisfacer a sus respectivas parroquias, que esperan oír lo que quieren oír y las personas no investigan por sí mismas, etc. Y se olvida el cuidado que un buen profesional del periodismo, por ejemplo, nunca debe dejar de lado: no confundir entre información e interpretación o juicio. Si nos fijamos, lo que predomina muchas veces no es la información o el análisis objetivo (en lo posible), sino más bien los juicios de valor y las opiniones, que se presentan como si fueran un saber. Esto molestaría mucho a Platón: el saber no se puede confundir con la opinión, el saber es una opinión fundada en buenas razones, y ésta es la clave, que suele olvidarse a menudo. Y esto también sucede en la política, por desgracia. Si alimentamos la polarización, no nos extrañemos del conflicto constante entre susceptibilidades.

Muchas veces la reacción susceptible se ha producido porque la situación ha tocado algo no desarrollado, o reprimido, de la persona, y reaccionamos, porque no sabemos responder de otra manera. Ésta puede ser la base psicológica de la susceptibilidad, y la susceptibilidad sería su efecto resultante. Precisamente, como señala el sabio Antonio Blay, eso que me altera, que me saca de mí, eso que produce dentro de mí una protesta, es una posibilidad de conocerme mejor. Los demás me ayudan a conocerme mejor, más todavía los que no están de acuerdo conmigo o son (o creo que son) diferentes; hasta mi mayor enemigo puede mostrarme una faceta de mí que yo desconocía. Algo a trabajar, algo a desarrollar. Y cuando esto lo practico (observar por qué en mi interior se está removiendo algo y qué se está removiendo) dejo de ser tan susceptible o reactivo y empiezo a relacionarme mejor conmigo mismo y con los demás.

En definitiva, seríamos menos susceptibles, si aprendemos a dejar de confundir sensibilidad y susceptibilidad, mi derecho a expresarme y la impulsividad inconsciente, lo que se debe a mí y a mis cosas y lo que realmente viene del otro, la información o los datos y los juicios o la interpretación, si aprendemos a no interpretar las situaciones humanas de un modo simplista o reductivo, sólo desde un punto de vista, el mío, parándonos a pensar, a reflexionar, en definitiva, mirarme yo antes de mirar a los demás y verme a mí en los demás, que son básicamente como yo y buscan básicamente lo mismo que yo, vivir y no solamente sobrevivir. Es posible que, de esta manera, fuéramos poco a poco menos susceptibles y más nosotros mismos y que pudiéramos vivir de un modo más auténtico nuestra realidad. Precisamente, éstas son capacidades que ayuda a desarrollar la práctica de la filosofía. Y eso hacemos juntos aquí. Salud.




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