Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

domingo, 29 de diciembre de 2024

¿Quién enseña?


Sobre la enseñanza

Café Filosófico en Castro del Río 8.1

11 de octubre de 2024, Nuevo Casino, 19:00 horas


Todo el mundo es un genio. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es un necio.

Albert Einstein (atribuido)

La educación no consiste en llenar un cántaro sino en encender un fuego.

W. B. Yeats (atribuido)


¿Quién enseña?

Hablemos de carencias. Aunque no guste demasiado. Pero las carencias no son defectos, sino algo que falta o que nos falta... desarrollar. Si lo miramos a fondo, descubriremos que en la carencia mora una plenitud; o al menos, permanece un rastro latente de plenitud. ¿Cómo si no, íbamos a saber que es una carencia? El lugar desde el que miramos la carencia no es carente de nada. Un ejercicio que recogía esta experiencia fue lo que el animador del encuentro filosófico propuso a los asistentes, en el bar Nuevo Casino de Castro del Río. La plenitud está presente si dejamos de comparar con lo que deseamos; si vivimos eso que deseamos en nosotros, desde un lugar más atrás de la comparación. Para hallar la plenitud que anhelamos, cuando buscamos ser felices, no hay irse muy lejos. Solamente necesitamos ponernos en sintonía con nuestro fondo, que está hecho de plenitud, energía e inteligencia. Y no es cosa de decirlo, sino de experimentarlo...

Es curioso que los asistentes se refirieron a las carencias que podemos encontrar en el contexto social, salvo la última participante: falta de igualdad, empatía, tolerancia, honradez, lealtad, solidaridad, sentido, techo o comida, civismo, ser grupo, humanidad, humildad, paz, felicidad, tranquilidad. Por eso, el moderador del encuentro tuvo que hacer un inciso: pongamos atención, porque la mayoría de estas carencias muestran su origen en lo individual. Aprendamos a ver en nosotros y entenderemos mejor lo que pasa en la escala general o social. Tanto hay que comenzar por hacer cambios aquí como por allí. Es más, si no actuamos allí, si las personas no desarrollan su potencial como individuos, será muy difícil llegar a ver cambios sustanciales en el mundo en que vivimos. Habrá cambios legislativos, políticos, buenas intenciones o proclamas oficiales, pero cada pieza seguirá en el mismo lugar del tablero, actuando de la misma manera. Es complicado que algo pueda mejorar, si no empezamos por nosotros mismos. Si no cuidamos este aspecto, si no aprendemos a mirarlo...

Pues bien, es posible que este sustrato del diálogo filosófico inicial condicionara, quizá, el subconsciente de la mayoría de los participantes, dado que el tema elegido para indagar aquella tarde fue la educación o la enseñanza, la buena educación. En primer lugar, investigaron juntos qué enseñar; luego cómo enseñar; y finalmente, quién enseña, si es que estas tres cuestiones son separables. Surgen de las carencias observadas en el sistema educativo, en la enseñanza reglada. Cuando hablamos de “fracaso escolar”, ¿de qué estamos hablando? ¿Del alumnado o más bien del sistema educativo dominante? Intuimos que algo no va bien... Y nos preguntamos cosas como ésta: ¿queremos construir un mundo mejor a través de la educación o simplemente reproducir o reforzar lo que ya hay, el funcionamiento habitual del mundo, con todas sus disfunciones? Hablando de esto, a este relator, siempre le viene a la memoria la terrible aseveración a que se refiere Gabo: “desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela”.

Y ha habido otros modelos educativos, como el platónico, con sus limitaciones, que ponía el foco en el equilibrio interior de los individuos y en el equilibrio exterior de “la ciudad”, única manera de asegurar una comunidad en donde la justicia (o armonía) sea guía de la vida social. O bien, en el otro extremo, huyendo de la función omnisciente del Estado, el rechazo de toda educación estandarizada. Opciones alternativas como la que se muestra en la película El capitán fantástico, que mencionaron los participantes: la educación en casa o sin escuela. Pero entremos en materia: ¿qué educar? Los asistentes tuvieron claro que, para que una buena educación fuera posible, no deberían faltar estos contenidos, que habitualmente faltan: entre otros, aprender a cuidar de tu cuerpo y de tu mente, desarrollar la inteligencia emocional, la educación artística, los saberes prácticos... que ayuden a desarrollar habilidades o capacidades, más bien que aprender contenidos técnicos o científicos. Esto último va de suyo si se empieza por lo otro. Y tanto en la escuela como en las familias.

Porque educar consiste en favorecer el desarrollo pleno de la personas, de sus capacidades o cualidades... Los preámbulos de las leyes educativas insisten en ello, pero nunca o casi nunca se realiza; incluso, el currículo muchas veces lo contradice. Tenemos claro que no queremos una escuela que solamente prepare a futuros trabajadores ni a contumaces consumidores que alimenten la economía de mercado. Pero, ¿cómo alcanzar la buena educación? El poeta W. B. Yeats, al que citaron, dijo una vez que “la educación no consiste en llenar un cántaro sino en encender un fuego". La educación ha evolucionado mucho durante los últimos siglos, pero ¿se alinea con lo anterior?, ¿sabe cómo llevarlo a cabo? El alumnado fracasa, pero acaso, ¿no pretendemos muchas veces que “un pez se suba a los árboles? ¿El sistema educativo favorece el desarrollo de las cualidades singulares de cada ser humano? El alumnado fracasa, pero, ¿respecto a qué? Es cierto que todos necesitamos unos conocimientos básicos para desenvolvernos en un mundo como el de hoy, pero esto puede lograrse de variadas maneras; ¡y no, en todos los casos, de la misma manera!

Lo que se estaba proponiendo aquella tarde supone todo un giro copernicano en educación, pero no sería posible si el profesorado, los maestros o educadores, si ellos mismos no están bien educados. Han de poseer conocimientos, eso nadie lo cuestiona, pero el grupo iba por otro lado: el desarrollo o la madurez emocional, el autoconocimiento de los que van a educar a otros. Cada educador ha de conocerse a sí mismo lo suficiente, sus propios procesos de aprendizaje, ser suficientemente autocrítico, ser capaz de coordinarse con otros colegas para poder enseñar, precisamente, a coordinarse el alumnado, trabajar de un modo cooperativo, la educación debería ser para él o para ella algo vocacional, que le suscite pasión o amor por el trabajo educativo, ser un guía para su alumnado. En fin, cada educador debería ser una persona que se sienta básicamente bien consigo misma, para no proyectar sus propias carencias psicológicas sobre su alumnado. Cuando pensamos en el trabajo docente, pensamos que hay de todo, que ser un buen profesional en el sentido que hablamos depende siempre de las personas. ¿Y qué significa esto? Pues... que depende del grado de desarrollo personal del educador.

Pero esto no sólo lo dijeron ellos y ellas, aquella tarde, de los profesionales docentes. Para ejercer la medicina adecuadamente y no olvidar que tratamos a/con personas y no sólo pacientes, para atender adecuadamente en una ventanilla, de cara al público, para postularse uno como político, para ser un ingeniero o un técnico que realiza obras públicas o privadas, o aplica tecnologías en contextos humanos y ecológicos, etc., habría que preguntarse: ¿qué clase educación, qué modelos (educativos, éticos, sociales, ecológicos, de género...) han recibido los que van a ejercer estas funciones? Porque ahí está la clave. Muchas veces el llamado currículo oculto influye más fuertemente que lo que se pretende inculcar explícitamente. Educamos muchas veces más con el ejemplo, con que con lo que mostramos, que con lo que creemos que sabemos o con lo que decimos. Y esta cuestión acompañó el final del encuentro filosófico: dada la importancia que hoy día tiene la informática, y no digamos la llamada Inteligencia artificial, su influencia cada vez mayor en nuestras vidas, ¿cuidamos la formación de nuestros técnicos o ingenieros informáticos? Ellos disponen algoritmos que luego mueven en gran medida los hilos de nuestras relaciones y de nuestro medio laboral. ¿Son personas maduras, conscientes, al servicio de la comunidad humana? ¿O bien, los que son, inicialmente, medios al servicio de unos fines adecuados, se convierten en fines en sí mismos, que trabajan para sí mismos, como una maquinaria autónoma? Un buen hilo para que tú, querido lector o lectora, lo puedas continuar junto a otros. Salud.

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