Café Filosófico en Torre del Mar 15.1
24 de octubre de 2024, Taberna El Oasis, 18:00 horas
El sentido de nuestra vida consiste en desarrollar las capacidades que están en nuestro interior; desarrollarlas, considerarlas y expandirlas. (…) Paralelamente al desarrollo de las facultades existe un desarrollo subjetivo: el de la conciencia de uno mismo.
Antonio Blay
No hay duda de que un hombre cuya vida es muy rica, un hombre que ve las cosas como son y está contento con lo que tiene, no está confuso; tiene las cosas claras y, por lo tanto, no pregunta cuál es el objeto de la vida. Para él el hecho mismo de vivir es el comienzo y el fin. (…) Esta pregunta sobre el objeto de la vida, la formula tan sólo aquél que no ama; y el amor sólo puede hallarse en la acción, en la relación.
Krishnamurti
¿Para qué vivimos?
¿Dónde buscar el sentido de la vida? ¿Hay que buscarlo? ¿Es algo que se busca? ¿Dónde alinearnos con él, al menos? ¿Fuera de nosotros? ¿Dentro? ¿En mí, en el mundo? ¿Tenemos que dirigirnos hacia el futuro? ¿Hacia el pasado? Quizá sea ésta una de la cuestiones que más nos preocupa o inquieta como seres humanos que nos damos cuenta de nosotros mismos en relación al mundo. La pregunta por el sentido de la vida, de nuestra vida, parece lanzarnos hacia el futuro. Es posible. Pero el futuro se va construyendo desde el aquí y el ahora... ¿Cómo saldrán de este atolladero, plenamente humano, nuestros participantes del primer Café filosófico de la temporada en Torre del Mar? ¿Qué te podrán aportar a ti, que lees este relato y que también estás sintiendo la pregunta como tuya: te afecta y te sientes afectado. Confía en ellos y en ellas. Dieciocho ojos ven más que uno (estamos hablando de los ojos interiores o del alma, claro).
El diálogo filosófico no comenzó por ahí, sin embargo, o quizás sí: ¿es posible que situarnos (y ejercitarse uno para ello) en la perspectiva del amor incondicional, nos ayudara en la (anhelada) búsqueda del sentido de la vida? Más adelante el grupo te mostrará si esto es así o no lo es. Pero, sin duda, merecerá la pena que los acompañes. Lo cierto es que por la perspectiva a la que nos abre el amor incondicional comenzó el intercambio de experiencias. ¿Cuando he sentido yo un amor incondicional? No condicionado por nuestra mente, nuestros deseos o temores. Es decir, un amor verdadero, maduro, lúcido, a pesar de las situaciones, las personas, si me corresponden o no me corresponden en mi amor por ellas, si algo me gusta o no me gusta, si se parece a mí o no se parece a mí, etc. Circunstancias que sin duda condicionarían mi amor y lo instrumentalizarían. Amo para... Y no sería un amor en sí y por sí. Veamos. Repasa en tu memoria. O primero, escucha lo que dijeron ellos y ellas, sus ejemplos de “amor incondicional”: el amor a mi perro, a mi hijo, a mi hija, a mi trabajo como enfermero, a un recién nacido, a uno mismo, a mi familia, a mi sobrino, el amor de los que trabajan para los demás sin pedir nada a cambio, el trabajo bien hecho, la educación de mi hijo, cuando contemplo a una flor. Habría que darse cuenta, entonces, de que el amor puede expresarse de variados modos, respecto de muchos objetos o seres, pero que el amor es en sí siempre uno, una cualidad esencial nuestra, como la inteligencia, la energía, la belleza o la felicidad. Que el amor de pareja o a los hijos son modalidades de la capacidad humana de amar; que no la agotan, sino que sirven de estímulos para su desarrollo. Amando nos desarrollamos... ¿nos realizamos? Veremos a ver.
¿Para qué vivimos? ¿Para qué vivir? ¿En qué puedo basar mi vida? Éstas fueron las preguntas-eje que guiaron la búsqueda de una respuesta, acerca del sentido de la vida. Estábamos filosofando, juntos. Y comenzaron los intercambios, de donde salieron estas ideas: el sentido siempre aparece mirando hacia atrás en tu vida, retrospectivamente; hay que buscar el sentido desde una perspectiva biológica: perpetuar la especie; vivir consiste en intentar ser felices; el sentido de la vida consiste mejorar la sociedad; confiar en el juego entre el azar y la necesidad (Jacques L. Monod); o llenar mi vida de acciones... Y es cierto que podemos adoptar diferentes miradas para abordar el problema del sentido: biológica, individual, social, histórica. Pero de este modo se notaba que no avanzábamos mucho. De manera que el moderador del encuentro introdujo un sesgo: no mirar el sentido de “la vida”, sino el sentido de “mi vida”, el sentido para mí, de mi vida. Quizás este ancla fuera de utilidad: ¿cuándo vivo yo mi vida más plena, con más sentido para mí? ¿Cuándo me siento más vivo? Y ya apuntaron otras cumbres: la alegría de vivir, disfrutar de las pequeñas cosas, la conexión con las personas, estando abiertos a lo que hay, la receptividad, la consciencia, satisfacer una meta, amar, amarse a uno mismo, cultivarnos, luchar en el día a día para que las cosas de este mundo vayan un poco mejor, vivir que vivo.
La cosa se estaba encaminado hacia un lugar que el grupo comenzaba a intuir, porque si preguntamos lo que tienen en común las anteriores experiencias, no había duda: el sentido de nuestra vida (y de la vida en general, tal como la vivimos los seres humanos... quizás todos los seres vivos) transcurre en presente. Mientras discurre. Una votación abrió esta respuesta. El pasado y el futuro eran candidatos, sí, pero ambos son aquí y ahora o no lo son. Es imposible vivir el pasado o el futuro, si no es ahora. Hoy es siempre todavía, decía el Poeta. Pero quisieron repasar los participantes algunas dudas que estaban en el ambiente de la discusión, representadas por algunas de las personas asistentes al encuentro: el presente no dura, es pasajero, ¿cómo va a estar ahí el sentido de nuestra vida?; la experiencia del presente incluye una, aunque sea, mínima proyección hacia el futuro; de la misma manera que nuestra conciencia del presente viene marcada por nuestro pasado; nuestra realización o la realización de proyectos necesita tiempo, la duración en el tiempo, una secuencia y no un punto, un momento inasible. Serias dudas que el grupo habría de asumir, asimilar y ser capaz de transformar.
Veamos, ¿dónde podemos poner el “lugar” del sentido? Y con unanimidad: el presente, de nuevo. No se trataba de invalidar el pasado ni el futuro. Se trata de tomar conciencia del lugar desde dónde vivo, y sobre todo, desde dónde me vivo. De esta manera, mi vida tendrá sentido para mí, si yo me siento protagonista o actor de la misma, si yo me siento sujeto y no objeto. Y no hay otra manera de sentir esto que momento a momento, estando muy presente yo mismo, en mis relaciones conmigo mismo, con los demás y con el mundo. Si mi conciencia va actualizándose momento a momento. Por eso, quizá, el sentido tenga más que ver con la eternidad que con la temporalidad; con la ausencia de tiempo que con el tiempo, la secuencia temporal. De ahí que el sabio Aristóteles distinguiera entre los conceptos de entélekheia y enérgeia. La única realidad que puede tener sentido para nosotros es la que está fraguándose en este instante (enérgeia). Mostrándose lo que es, en su mostrarse, en su propio desenvolvimiento, no solamente que es (entélekheia), con sus cualidades o características propias, producto de un desarrollo. Yo puedo ser profesor de filosofía o puedo ser campeón de ciclismo, poseo todas las capacidades para ello, lo he demostrado, pero esas capacidades habrán de actualizarse en cada momento para enseñar de veras filosofía o volver a ganar una carrera ciclista, tendré que ejercerlo en cada situación actual, ahora. Momento a momento. Por eso decía Oscar Wilde que no es lo mismo existir que vivir. La plenitud o el sentido viene de aquí, viviendo, no solamente existiendo. Entonces, ¿la compresión del hecho de vivir y su aplicación práctica ya me asegura que mi vida tendrá sentido para mí en adelante? No. Solamente me indica el camino por el que caminar. Se hace camino al andar, decía también el Poeta. Pero ir bien encaminado me libera de miedos y deseos espurios. No se puede buscar el sentido de la vida en un más allá de la vida (que nunca se alcanza del todo), su sentido es el vivir mismo. Ejerciéndolo. Realizándome al vivir. De la misma manera que el sentido del amor es amar. Cuando amo (un amor consciente y lúcido, en sí y por sí, no por o para otra cosa), entonces soy yo más yo mismo. Y todo cobra sentido... ¡nuevos sentidos! La realidad que vivo se ilumina y es luminosa. Inspiro... ¡gracias! Exhalo... ¡confío! Vivo. Vida.
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