Nosotros, los seres humanos,
necesitamos comprender y comprendernos. O más exactamente, comprendernos a
nosotros mismos para poder comprender lo que nos rodea. Y nada mejor que el
espacio de reflexión conjunta que abre nuestro café filosófico, en donde hay un
interés, claro, pero un interés
desinteresado. Esto permite abordar cualquier asunto de una manera útil
para todos los participantes, dado que lo tratado se trata por sí mismo y no
por algún interés más allá de sí mismo. Por lo tanto apto para cualquiera, para
cualquier ser humano. Pongamos por caso el matrimonio. Jóvenes y adultos pueden
colaborar para acceder a un campo-base mínimo, clarificador y confortable.
Jóvenes y adultos que pueden volverse más conscientes. Jóvenes y adultos que se
vuelven más sensatos al tomar partido por la verdad y el bien. Juntos. Es
posible. Y resulta que el matrimonio es un añadido social. Y resulta que el
matrimonio es un refuerzo legal a los compromisos personales ya adquiridos. Y
resulta que no hay crisis del matrimonio, sino de la institución tradicional;
no hay crisis cuando se ha aprendido a convivir, a amarse juntos.
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