Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 6 de febrero de 2023

¿Es posible la verdad?

Sobre la verdad

Café Filosófico en Capileira 2.3

27 de enero de 2023, Biblioteca Pública, 18:00 horas


Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo –persona, pueblo, época– es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo ésta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el universo, la omnímoda verdad, quedaría ignorada.

Ortega y Gasset

¿Es posible la verdad?

Los seres humanos tendemos por naturaleza a colaborar. Esto, que puede parecer una afirmación fuerte o arriesgada, con todo lo que está cayendo, en tantas ocasiones en las que predomina un afán destructivo, también forma parte de nuestra experiencia. De hecho predomina la colaboración y la construcción, de lo contrario no habría llegado hasta aquí la humanidad, ¿no es cierto? El que escribe lo observa siempre que asiste a un diálogo filosófico, por ejemplo. Cómo los participantes se aprestan a colaborar como primera reacción. (Sólo tienes que asistir para darte cuenta). Y allí se nos podría ver aquella tarde, todos a una, desde el primer momento, casi sin protocolos ni introducciones, en la Biblioteca Pública de Capileira, tratando de entender una ilustración que uno de los participantes nos trajo: dos observadores miran lo mismo, pero uno ve un número 6 y otro ve un número 9. Y claro, esto tocaba el problema de la verdad, y nos incitaba a tratarlo, como veréis a continuación.

El moderador logró, pese al deseo de pasar a discutir inmediatamente el trasfondo de dicha ilustración, que los asistentes se presentaran a los demás y que expresaran lo que les sugería la palabra “montaña”, ya que hay tantas montañas en Capileira. Preciosas montañas que identifican a estas tierras. Dijeron que oír la palabra es sentir por dentro “abuelo”, “mi vida”, “paseo”, “estar en casa”, “desconexión”, “niñez”, “necesidad”, “esfuerzo gozoso”, “grandeza o magnificencia”. ¿Cuántas montañas hay en una montaña? Tantas como personas, tantas como experiencias, tantas como momentos de una vida... Y esto no está separado del tema del día: la verdad. La verdad de la montaña, en este caso.

¿En qué consiste la verdad? ¿Es posible la verdad? ¿Puede haber una verdad para todos, universal y necesaria? ¿O la verdad cambia continuamente? ¿Puede decirse que alguien posee la verdad? Estas preguntas recogían las inquietudes de este grupo de personas que allí se había dado cita para dialogar juntos. Y comienzan planteándose si podría haber, como hipótesis, alguna verdad absoluta o universal, valida para todos. Y dijeron que si la hay no es accesible a nosotros, seres humanos limitados. Pero también dijeron que podemos acceder a pensar algo universal en nosotros. Y esta ambigüedad no es adquirida sino propia de la naturaleza del problema. Porque dependerá de dónde pongamos el foco. Veamos. Todos vivimos, comemos, nacemos, morimos y esto lo compartimos con todos los seres vivos. Es decir, que en un nivel básico, habría verdades universales que podrían pensarse y decirse. Pero claro, si orientamos la mirada hacia el nivel cultural o social, las diferencias son, sobremanera, ostensibles. Pero claro, si pensamos más a fondo, tratando de conciliar ambas visiones, quizás nos demos cuenta de que lo que varía de cultura a cultura es la manera de realizar aquel nivel básico, esas necesidades o motivaciones básicas, y entonces su significado difiere de una época a otra, de una sociedad a otra. Miremos el ejemplo paradigmático del lenguaje: la capacidad de hablar es universalmente humana, pero a partir de ahí la variedad lingüística es ingente, incluso, muchas veces, llega a ser inconmensurable.

Y se ponen nuestros participantes algo platónicos: la verdad no cambia, por definición, si cambiara es que no era verdadera. Sin embargo, observamos que “todo cambia”, como venía a decir la escuela del viejo Heráclito. Nada permanece, todo es impermanente, como descubrieron las antiguas tradiciones hindúes. Y en este momento el moderador del encuentro se muestra perplejo. Y contagia al grupo su perplejidad: si la verdad (esa noción permanente y universal) no es algo que podamos atribuir a nada de este mundo... ¿por qué continuamos hablando de “la verdad”? Los participantes hablaron de ello, comprendieron el problema y buscaron una respuesta. Parece que en el hecho de afirmar que algo es verdadero, se encuentra instalada una pretensión (pretensión de validez, la llama Habermas). Parece que tanto la buscamos, tanto nos moviliza, que se asemeja a una voluntad firme en nosotros (voluntad de verdad la llama Nietzsche). Esto puede parecer un misterio, pero no dejamos de suponer la noción de verdad tanto en nuestros pensamientos y palabras como en nuestras acciones. Si está en la trastienda de todo lo que hacemos y decimos, alguna realidad poseerá, alguna verdad habrá en ello. De hecho, a los grandes pensadores de la historia les ha resultado difícil no afirmar alguna instancia que sirviera de horizonte para la búsqueda de verdad, más allá de lo que aparece, más allá de lo que cambia constantemente, en el fondo de la realidad. Para Nietzsche, sería aquello que afirma la vida en su fuerza y riqueza. Para Heráclito, el Lógos, una armonía subyacente más allá de los contrarios. Para los orientales, Brahma o el Tao. Para Habermas, simplemente, la intersubjetividad propia de un dialogo sin restricciones, en donde sea posible la igualdad entre todos los interlocutores.

Pero estas ideas quedaban lejos de los intereses, aquí y ahora, de los participantes. Querían analizar el problema de la verdad más cerca de la experiencia de cada uno de ellos y ellas. Y, el hecho cotidiano muestra que, sobre lo mismo, se presentan diversos puntos de vista, diversas perspectivas. ¿Vemos cosas diferentes? ¿Alguna perspectiva es mejor que otra? Obviamente, Ortega y Gasset, asomó su sombrero por la puerta de la Biblioteca Pública. E infundió una salida a los participantes, porque ellos y ellas, espontáneamente, convinieron que la mejor perspectiva es la suma de las perspectivas. Por lo menos, esto está a nuestro alcance en el día a día. Por aquí podemos comenzar... Ya veremos si llegamos al Tao o al Lógos... Para combinar nuestras perspectivas acerca de lo que hay, lo primero es comprenderse mutuamente, mirar desde donde mira el otro, acompañarnos unos a otros en esta búsqueda (muy) humana de la verdad. De esta manera, ¿cuántos conflictos, cuántos sufrimientos, podríamos evitarnos? Y eso hicimos aquella tarde.






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