Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

lunes, 24 de abril de 2023

¿Cómo tratar con nuestras inseguridades?

Sobre la inseguridad

Café Filosófico en Lanjarón 1.1

01 de abril de 2023, Sala de Fiestas del Balneario, 19:00 horas


Ser en mis acciones lo más firme y resuelto que pudiera y, una vez tomado un determinado camino, seguirlo con toda la constancia de que fuera capaz.

Descartes

Los defectos desaparecen desarrollando nuestras cualidades.

Antonio Blay


¿Cómo tratar con nuestras inseguridades?

¿Qué nos encontraríamos aquella tarde, en el Balneario de Lanjarón? O mejor dicho, ¿a quiénes nos encontraríamos?, ¿qué diálogo seríamos capaces de construir juntos? Realmente, la inseguridad es una constante en la condición humana. Va de suyo con el hecho de ser conscientes de nosotros mismos. Por otro lado, siempre somos capaces de convertir nuestra inseguridad en amor por el misterio. Disfrutar del misterio. Permitirme no saber qué me deparará una situación. Confiar en la vida que hay en nosotros. ¿Cómo se puede transitar desde una situación anímica inicial de inseguridad a otra de confianza? De esto versará este relato de lo que acontenció, en el día de la fecha, en un lugar con tanta historia y belleza como el Balneario de Lanjarón, su gran salón de fiestas, ahora celebrando la fiesta de la filosofía practicada. Agradecemos enormemente la invitación a la dirección del Balneario, a sus trabajadores y, en especial, a Sole y José Antonio, artífices del esforzado y altruista proyecto +Q2 CulturAbierta. ¡Con qué amabilidad nos acogieron!

En esta ocasión, quiso el moderador del encuentro acompasar los estados de ánimo de los participantes mediante un breve centramiento, que recorriera de manera consciente las sensaciones físicas, las emociones y los pensamientos que traían consigo los participantes (¿cómo vengo hoy?): el resultado sería un estado de mayor conciencia y lucidez, apto para abordar la sesión, para poder trabajar juntos. Una treintena de personas, tanto clientes del hotel como residentes de Lanjarón, estaban preparados. Deseosos, pues la filosofía es como Eros, según nos muestra Platón en su conocido Simposio o Banquete.

Después de sondear someramente qué esperaban los asistentes de un encuentro como éste, cuál era su idea previa de la filosofía e introducir, de un modo ligero, lo que veníamos a hacer allí y cómo procederíamos, dio comienzo la reunión, alegremente, eligiendo el tema del día. Y fueron muchas las inquietudes de los participantes (quizás, un termómetro de nuestra vida actual, dada la amplitud de la asistencia): la muerte, el desapego, la paternidad o maternidad tardía, la enfermedad, la inseguridad, la vida humana, la manipulación, el arte de vivir con alegría, la tiranía de lo digital, la impotencia en la vida, la madurez, el tiempo, el miedo. Algunos de estos temas estuvieron presentes, pero vistos desde la perspectiva de la inseguridad en nosotros, que propuso el participante más joven del encuentro, apuntando ya claras maneras filosóficas: querer saber, querer darse cuenta de sí mismo y del mundo en que vivimos.

¿Cómo afrontar nuestra inseguridad? ¿Cómo relacionarnos con ella? ¿De dónde nos viene nuestra inseguridad? Ya sabes, querido lector o lectora, por dónde quería transitar el grupo. Y puedes hacerlo con ellos y con ellas... Pues bien, supieron distinguir muy claramente entre factores internos y factores externos de la inseguridad personal. Tendencias como la timidez, la incertidumbre, la angustia (“y si...”), junto con creencias personales arraigadas en mí, como el temor a la muerte o la anticipación negativa del futuro, podrían ayudar a comprender esa inseguridad flotante, la sensación de una persistente precariedad vital. En este punto, los participantes se plantearon si el estado de inseguridad se relaciona más con el pasado o con el futuro. Su conclusión fue clara: la inseguridad procede del pasado (nuestras experiencias incompletas del pasado, no culminadas), pero se notan sus efectos en el presente, aquí y ahora, y se manifiestan como una proyección hacia el futuro, una anticipación precaria del futuro, en donde, uno mismo no confía en sí mismo, en sus posibilidades de vivir de otra manera. Pero, también, pueden darse, claro, factores externos que coadyuven el estado de inseguridad interior. Esas experiencias del pasado que, como toda experiencia, contienen un ingrediente externo al que yo he reaccionado de una determinada manera. Esto significa que lo exterior es inseparable de mi respuesta a ello, basada en una determinada interpretación de los hechos (como ya nos hace saber el viejo Epicteto). De manera que podríamos decir, con Ortega y Gasset que “yo soy yo y mis circunstancias”: yo soy el resultado de la interacción entre lo que yo soy y lo que he sabido hacer con las circunstancias que se me han dado, pues, “si no las salvo a ellas no me salvo yo”. Entre los factores externos, los participantes resaltaron, con fuerza, la importancia de la educación recibida: si ha sido una educación que ha propiciado el desarrollo de nuestras capacidades, nuestras posibilidades, o bien, una educación que las ha cercenado, que las ha coartado o reprimido, lo que iría produciendo en el individuo la aparición de una creciente precariedad, que se muestra como inseguridad vital. Y esto lo podemos descubrir, hasta qué punto ha sido así, si miramos retrospectivamente.

En su pirámide de las necesidades humanas, Abraham Maslow dispone la inseguridad entre las necesidades básicas; y es cierto, pero a nuestros participantes les interesa analizar lo decisivo: cómo me relaciono con mi necesidad de sentirme seguro o segura, cómo lo vivo yo. La inseguridad es un estado interior que puede estar provocado por experiencias pasadas, en interacción con lo exterior, como queda dicho más arriba, pero lo relevante para nuestras vidas es aprender a relacionarnos con ello. Y a esto, tan práctico, dedicaron el tramo final del diálogo los participantes. De hecho, la filosofía no es sólo teoría, sino un modo de vivir mejor, y así fue desde sus orígenes (Pierre Hadot). Antes, sin embargo, realizaron una pequeña “excursión”: ¿qué es antes el miedo o la inseguridad?, ¿qué es la causa y cuál el efecto?, ¿porque tenemos (o vivimos con) miedo nos volvemos inseguros, o más bien, porque ha crecido en nuestro interior el estado de inseguridad, vivimos con miedo?, ¿qué es más básico, el miedo o la inseguridad? El grupo discutió sobre ello, este relator tiene su propia respuesta según lo que ha vivido, pero, ¿tú qué dirías, qué te dirías a ti mismo o a ti misma respecto a ello?

Sigamos. Lo primero, para relacionarme mejor con mis inseguridades interiores, consiste en tomar conciencia de este estado, aquí y ahora, cuando se está adueñando de mí. Y, realmente, yo me puedo sentir inseguro, pero algo en mí se da cuenta, y esta parte profunda de mí que se da cuenta no se siente insegura, está con seguridad dándose cuenta de su inseguridad. Nuestro yo superficial está atrapado en el círculo del miedo y la inseguridad, pero no así nuestro yo profundo (Mónica Cavallé). Los estados negativos interiores están en la superficie de mi personalidad, si ahondo en la conciencia de mí mismo, si conectamos con esta instancia nuestra, que siempre está, ahí no hay inseguridad (ni depresión, ni angustia). Y esto lo hemos experimentado todos en ocasiones, en algunas situaciones extremas, por ejemplo. Cuando más hundido me encontraba, en un momento dado en que soy capaz de aceptar lo que estoy sintiendo y abrazarlo, sin huidas ni refugios, entonces emerge, súbitamente, la lucidez, la seguridad y una rara felicidad o plenitud. Si no, ¿cómo sabríamos que en nosotros hay tristeza o dolor, si no fuera porque intuimos, en lo profundo, algo mucho mayor que hemos saboreado, que no se altera y que siempre está lleno, que no le falta nada, que es puro ser o presencia?

Además, es muy importante aprender a compartir mis inseguridades, expresarlas, verbalizarlas... como allí, aquella tarde, estaba sucediendo, que los participantes no sentían temor de exponerse mutuamente sus inseguridades. La vulnerabilidad consciente y lúcida y expresada es una fortaleza. Por último, los participantes esbozaron la importancia de un trabajo con nosotros mismos, progresivo, paulatino, en la dirección del “quererse a uno mismo”, “hacerse fuertes, desarrollando mis cualidades”, “viviendo más mi energía, sin reprimirla o coartarla”. Y esto lo fueron sintiendo todos los participantes... se notaba en el ambiente. Tal es así que, al finalizar el encuentro, una de las participantes se acercó al moderador y le expuso su dificultad: la censura de su mente le impedía ser ella misma; así pues, debía permitirse a sí misma expresar lo que sentía, lo que pensaba. Ya se había dado cuenta... ahora, se trataba de practicarlo. Y el trabajo básico consiste en ir tomando conciencia, en ir transformando una serie de creencias muy arraigadas en nosotros, como decíamos más arriba, que se han alojado dentro, sobre la insuficiencia de mi propio valor, una desconexión de nosotros mismos que impide que florezca quién soy yo de verdad. Volver a conectarme con esa profundidad mía, me animará a lanzarme sin temores, e ir aprendiendo sobre la marcha todo lo que necesite aprender. No hay nada peor que vivir con miedo. 

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