Diálogo Filosófico en Málaga 1.5
26 de junio de 2023, Ateneo de Málaga, 18:30 horas
Yo afirmo amigos [habla Sócrates], que todos nosotros debemos buscar en común –ya que nadie está al margen de la discusión– un maestro lo mejor posible, primordialmente para nosotros, pues lo necesitamos, y luego, para los muchachos, sin ahorrar gastos de dinero ni de otra cosa. Quedarnos en esta situación, como ahora estamos, no lo apruebo. Y si alguno se burla de nosotros porque, a nuestra edad, pensamos en frecuentar las escuelas, me parece que hay que citarle a Homero, que dijo: «No es buena la presencia de la vergüenza en un hombre necesitado». Con que, mandando a paseo al que ponga reparos, tomemos tal empeño en común por nosotros mismos y por los muchachos.
Platón, Laques
¿Qué es la verdad?
¡Uy, la verdad qué mancillada, qué proscrita en estos tiempos! De ahí que sea tan importante plantearnos juntos cuál es la esencia de la verdad. El espacio es idóneo: la Sala Muñoz Degrain del Ateneo de Málaga, donde la cultura se concita. El contexto es idóneo: un diálogo filosófico, cuya dinámica interna permite indagar juntos. Y hacer preguntas. Y buscar respuestas. Tradicionalmente, se identifica la verdad con los hechos. Pero qué sucede si resulta que no hay hechos puros sin sujetos puros. Si todo hecho es una construcción social y cultural, fruto de una representación de la realidad, una realidad ya interpretada, como nos avisaba Rilke y luego la psicología de la percepción ha “demostrado”. Esta situación humana del conocimiento se ha ido descubriendo, pero siempre ha funcionado. Y continúa funcionando, ahora con los conocimientos “científicos”, psicológicos y sociológicos, convertidos en herramientas puestas al servicio descarado y sin escrúpulos de algún interés o medio (poder o dinero, principalmente, como señala Habermas). No sorprende la confusión de la población, su desarraigo político, si las fronteras entre la verdad y la opinión, lo real y lo virtual, los deseos y la realidad se han ido desvaneciendo. Si cualquiera tiene derecho a decir lo que quiera, justificar como quiera lo que hace o dice, y no hay razones mejores unas que otras, si todo es justificable, si el lenguaje (que contiene sus propias limitaciones) se puede manipular descaradamente y sin rubor, no sorprende que a algunos les dé lo mismo hablar de la verdad o inventársela o que muchos teóricos hablen de que vivimos en tiempos de la posverdad. Sócrates contra sofistas. La diferencia está en la actitud: ¿por qué no empezar a cultivar una adecuada actitud ante la verdad, antes de empezar a hablar de “los hechos”? Quizás la verdad sea más una actitud que un hecho. Este es el descubrimiento que te ofrecen los participantes de este diálogo filosófico. Quédate con nosotros.
Nuestra época, aparte de ser una época de tremenda confusión, no va muy bien que digamos. Somos conscientes. En muchos aspectos. Y mucho de lo que sucede no depende de nosotros, pero otros claramente sí, como diría Epicteto. Pues bien, ¿qué hago yo para que este mundo sea un lugar mejor para vivir (y convivir)? No hablamos de grandes hazañas o heroicidades. Acciones cotidianas: escuchar a una persona, colaborar de alguna manera con una ONG o similar, ser muy consiente de mi voto en unas elecciones, o de mi consumo diario, aprender a cuidar de mí mismo, cumplir con mi parte o mis obligaciones, etc. Miremos si hay cosas que nosotros podemos hacer. En el caso de nuestros participantes, esto es: mostrar las contradicciones, agitar el pensamiento de las personas; procurar actuar según mi conciencia; tratar de no molestar innecesariamente a los demás; considerar a los demás, valorándolos, respetándolos; dando tanto como los demás me ha dado a mí; escuchar al otro; promover un consumo responsable, una relación más adecuada con la naturaleza, por ello colaboro con algunas asociaciones; ayudar a apartar de las personas la agresividad como una manera de relacionarse; colaboro con algunas ONGs, trato de escuchar sin juzgar, trato de ser solidaria, doy gracias; trato de cultivar la empatía; trato de ser sensible al dolor de los demás; y yo, hago música. Pues bien, ¿qué puedes hacer tú, que depende nada más que de ti?
¿Es posible la verdad? Y para ello: ¿qué es la verdad? Estos dos momentos de la indagación orientaron al grupo en su búsqueda. (Y no se abordaron estos temas paralelos: la relación entre verdad y vida, ni entre verdad y felicidad, solamente, la relación entre verdad y conocimiento; o quizás sí, de otro modo... lo veremos hacia el final). Comenzaron, pues, a recoger los hallazgos conceptuales que nos permitirían definir la esencia de la verdad: si hay verdad, es porque hay objetividad (quiere decir que todo lo subjetivo ha sido apartado para que no interfiera); si hay verdad es porque hay coherencia entre lo que decimos (el lenguaje) y lo que es (la realidad), una concepción muy aristotélica, la verdad como adecuación, todo un clásico; hay verdad cuando algo coincide con la definición, fruto de un consenso; hay verdad cuando es el resultado de un proceso de investigación que cumple todas las garantías de que somos capaces, y este proceso nos iría aproximando gradualmente a la verdad, por ejemplo en el sentido de Karl Popper. Además, la verdad no debe ser confundida con otra cosa que no es: lo obvio o evidente con lo imaginario o la ficción o lo virtual; lo indiscutible con lo que es más que discutible; la opinión con la creencia, ni la creencia con un punto de vista, ni un punto de vista con un saber bien fundamentado; recordemos lo que nos decía Platón: el saber es la opinión fundada en buenas razones (y esto último es lo decisivo). Si lo miramos, en el fondo toda definición de la verdad incluye un componente absoluto: si algo es verdad, no puede mostrarse más adelante que no era verdadero, en tal caso es que no era la verdad; si es verdad entonces no puede dejar de serlo. Pero no todos los participantes lo vieron tan claro, lo aceptaban, sí, pero a la altura de nuestro tiempo, eran también conscientes de que toda verdad incluye un componente construido, humano, y por tanto falible. Y ahí estaba la dificultad... ¿Qué es la verdad? ¿Es posible alcanzar una verdad única, absoluta, o más bien, toda verdad está abocada a ser sustituida por otra verdad, que toda verdad es provisional?
En eso estaba el grupo, en este impasse, cuando uno de los participantes planteó una situación, algo tópica, referida a la percepción: vemos un 9 o un 6, según desde dónde miremos la imagen en el papel. Entonces, el moderador preguntó: alguien verá un nueve y otra persona verá un seis, pero, ¿por qué en ambos casos no verán nada más que un nueve o un seis? Pareciera que hay algo común, que sólo hay esas dos posibilidades. Tras esta momentánea y pequeña perplejidad, preguntó: ¿sois capaces de ofrecer una definición de la verdad que sea capaz de recoger, a la vez, su carácter absoluto y su carácter construido? Esto que parecía inicialmente un misterio inescrutable, con el diálogo fructífero, fue cayendo por su propio peso: parece ser que nuestras definiciones son absolutas y, en cuanto definiciones o conceptos puros, se cumplen, pero en la práctica nunca se alcanza del todo eso que exigen tales definiciones. Entonces, ¿cuál puede ser un concepto de verdad acorde con tal situación? Pero atentos: ¡la salida de una situación paradójica, siempre conduce a una nueva visión! Y ellos y ellas accedieron a vislumbrar el nuevo panorama. Una nueva concepción (quizás muy vieja, pero descubierta allí mismo, aquella tarde): la verdad como búsqueda. La verdad es la búsqueda misma de la verdad. Cuando se busca, se intuye lo buscado, si no, no podría buscarse; y a la vez, lo encontrado no agota la búsqueda misma. Porque, quizás, sólo pueda hablarse, auténticamente, de verdad nada más que en presente, aquí y ahora. Buscar la verdad y encontrar lo que es la verdad aquí, en este caso, en este momento. La verdad renovada o actualizada. Siempre viva. La búsqueda de la verdad no es solamente una construcción de la realidad ni tampoco coincide sin más con lo hallado.
Pero esta concepción de la verdad exige mucho de nosotros: una actitud adecuada, siempre atenta, siempre abierta, siempre receptiva, siempre disponible, siempre honesta, sincera con nosotros mismos. Esto es lo fundamental. Éste es el árbol que da buenos frutos. Auténticos frutos reales y verdaderos. Riquísimos. Todo lo demás, no sería nada más que ceguera o presunción. Fruto amargo o muy verde todavía. Imagine el lector qué clase de “verdad” encontraríamos (si es que la encontramos) a partir de actitudes opuestas a las anteriores... Además, esta visión de la verdad nos ofrece grandes ventajas. Nos evita caer en peligrosos extremos: el dogmatismo y el relativismo. No hay una única verdad, ni cualquier cosa es la verdad. Pensar de un modo dogmático, aparte de abortar cualquier investigación posible (ya se cree que se sabe todo), llega a ser muy nocivo en la práctica: intolerancia, discriminación, etnocentrismo, nacionalismo, imperialismo, etc. De todo ello hemos sufrido mucho a lo largo de la historia. Por su parte, el relativismo, más allá de la admisión de la diversidad que ha de llevar a la comprensión mutua, no debe abocarnos a la justificación indiferente de cualquier manifestación ética o política, injusta o que atente contra los derechos humanos, otros seres o la vida en el planeta. No todo vale (igual). De esto también hemos visto mucho, y estamos viendo en la actualidad. En el fondo, se piensa que no hay verdad, por lo tanto, para qué esforzarse en buscarla siquiera. De nuevo, Sócrates frente a la sofística.
Finalmente, tomar conciencia de la importancia de la actitud ante la verdad, condujo al grupo a plantearse si toda verdad ha de ser buscada, si el ser humano ha de ir siempre, intencionalmente, en pos de la verdad. Y los rasgos, que ya se habían entreabierto, de la actitud de búsqueda de la verdad, nos indicaban un nuevo sendero que transitar, para quien esto le diga algo: si estamos atentos, abiertos, presentes, receptivos, disponibles, si somos nosotros mismos ante lo real... es posible que no se necesite nada más. Fuera las prisas, fuera la angustia, fuera el afán de dominio, fuera la prepotencia, fuera la competición, fuera el creernos unos dioses. La verdad se decantará, por sí sola vendrá a nosotros. ¿Pasaremos de largo, estando delante de nosotros? ¿Estaremos preparados para recibirla? Porque nos va a transformar... Vale.
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