¿Cómo referirnos a lo esencial de ser humano? Lo más importante, lo que más lo define. Está la definición clásica aristotélica: “animal racional”; está la definición agustiniano-cartesiana: “un ser que duda y piensa”; la definición pascaliana: “una débil caña pensante y sintiente”; está la definición kantiana: “un ser cuya dignidad implica ser tratado siempre como un fin en sí mismo y no sólo un medio”; “homo ludens”, “homo economicus”, “homo sapiens”, “bípedo implume”… Somos Logos, desde que el hombre es consciente de sí mismo, sí, pero “logos” significa también en griego Lenguaje, no sólo razón o pensamiento; y un lenguaje es cosa de dos al menos (“diá-logos”). Sin relacionarnos, sin comunicarnos, sin entendernos no somos personas que hayan desarrollado sus potencialidades humanas. Salvajes, monstruos o seres patológicos nos volvemos.Estamos hechos así, para comunicarnos, y si no nos entendemos, algo se desgarra en lo más profundo de nuestro ser.
¿Cómo ha de ser un diálogo para ser un buen diálogo, que exprese la esencia de lo que somos y nos ayude a desplegarnos como seres humanos? Es suficiente que sea real la posibilidad de entenderse: que yo sepa por dónde vas tú, qué es lo que quieres, qué estas dispuesto a poner en juego. Nuestras necesidades e intereses aflorados. Las condiciones para un buen diálogo son las condiciones mínimas para tratar de entenderse. Comenzando por unas condiciones mínimas de simetría y reciprocidad en la discusión. Pero, ¡cuidado!, entenderse no quiere decir: estar de acuerdo en todo. ¿Te queda clara la situación? ¿Nos queda clara? ¿Qué más podemos pedir? Todo lo demás será miel sobre hojuelas. Y lo recibiremos como un regalo. Y lo apreciaremos y lo alentaremos cuanto más mejor. El entendernos es una búsqueda, es un anhelo, que se alimenta ni más ni menos que de la confianza mutua. ¿La tienes tú, en ti mismo y en (y con) los demás? Has de saber que si no llevas este ingrediente a la reunión, al encuentro con otro ser humano como tú, estarás poniendo hiel sobre la posibilidad de entendimiento mutuo. Luego no vengas a quejarte de la humanidad, diciendo que no tiene arreglo.
¿Qué busca el entenderse? Sin dudarlo, primero, poner en común y, si es posible, el acuerdo. ¡Qué maravilla de estas ocasiones! Cuando aparecen…, porque aparecen. Ahora bien, tienes que estar atento. No olvides que, siempre, es más lo que nos une que lo que nos separa, aunque a esto último le otorguemos el marchamo de realidad y lo otro permanezca en el fondo olvidado de la sempiterna e ilusa insatisfacción humana. Pero, sobre todo, no confundas el acuerdo con un convenio o un pacto: ni vale el “tú me das y yo te doy”, al modo de una transacción comercial, ni vale el “cede tú un poco y yo cedo otro poco”, a la manera de los desesperados que se hallan al límite. Todos podemos salir ganando, no es una quimera, tan sólo hemos de tratar de conocernos un poco mejor. Recuerda la siempre viva historia de las dos hermanas que discutían por una naranja.
Publicado en Queaprendemoshoy
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