Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

viernes, 29 de diciembre de 2023

¿Cómo somos capaces de banalizar la muerte?

 

Sobre la banalidad de la muerte

Diálogo Filosófico en Málaga 2.2

27 de noviembre de 2023, Ateneo de Málaga, 18:30 horas


Únicamente la pura y simple irreflexión —que en modo alguno podemos equiparar a la estupidez— fue lo que le predispuso a convertirse en el mayor criminal de su tiempo. Y si bien esto merece ser clasificado como «banalidad», e incluso puede parecer cómico, y ni siquiera con la mejor voluntad cabe atribuir a Eichmann diabólica profundidad, también es cierto que tampoco podemos decir que sea algo normal o común. No es en modo alguno común que un hombre, en el instante de enfrentarse con la muerte, y, además, en el patíbulo, tan solo sea capaz de pensar en las frases oídas en los entierros y funerales a los que en el curso de su vida asistió, y que estas «palabras aladas» pudieran velar totalmente la perspectiva de su propia muerte. En realidad, una de las lecciones que nos dio el proceso de Jerusalén fue que tal alejamiento de la realidad y tal irreflexión pueden causar más daño que todos los malos instintos inherentes, quizá, a la naturaleza humana.

Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén


¿Cómo somos capaces de banalizar la muerte?

Una vez más, estamos reunidos en el Ateneo de Málaga para dialogar juntos. A través de una investigación conjunta, ahondamos en el problema o cuestión que nos interesa, en un proceso que evoluciona y hay que estar atentos para poder seguir sus movimientos. Pero es necesario que nos escuchemos, que guardemos nuestro turno de palabra, que nuestras intervenciones sean breves, que hayamos pensado de antemano lo que vamos a decir y por qué y de qué manera puede contribuir a la indagación misma; por esto conviene sopesar cada uno para sus adentros lo que va a decir, no repetir lo ya dicho, actualizar nuestra intervención según el transcurso de la discusión y dejar que el moderador pueda entablar pequeños diálogos con la persona que acaba de hablar, para incidir, para aclarar, para mirar de otra manera y ser capaces de pensar lo impensado. En esta ocasión, sobre la muerte, si acaso nuestra sociedad tiende a banalizar la muerte.

Antes de abordar la cuestión, se le dedicó unos minutos a la toma de conciencia de la diferencia entre la esencia y la apariencia. Muy antigua, muy griega, muy humana. Los presocráticos sacaron a la luz este problema típico del vivir en este mundo. Y, en la otra punta de nuestra historia, los autores incluidos en la llamada escuela de la sospecha vislumbraron cómo bajo la apariencia de unos valores dominantes rige una actitud afirmadora o negadora de la vida (Nietzsche); cómo la infraestructura material de la sociedad determina nuestra conciencia moral, política o religiosa (Marx); cómo nos constituye en un alto grado nuestra parte de la mente inconsciente (Freud). Pues bien, vamos a mirarlo en nuestra vidas, según nuestra propia experiencia: ¿cuándo algo se me había mostrado de un modo que luego resultó ser de otro modo, en el fondo? Y los participantes fueron ofreciendo un amplio repertorio de apariencias, cosas que parecían ser y no eran, tras una segunda mirada más consciente y reflexiva: si aquel presumía de su saber, es que no era tan sabio; nuestro Estado no es del bienestar, sino de los intereses económicos dominantes; un profesor que sabía mucho de su materia pero nada del trato con las personas; una persona que pretende ayudar a otros, pero quiere ser reconocido; en esta sociedad muchas cosas están al servicio del espectáculo; al principio, pensaba que no podía con unos ejercicios y sí que podía realizarlos; no te fíes tanto de lo que alguien dice, mira su lenguaje no verbal; cuidémonos de los falsos librepensadores; y de las relaciones interesadas; de los que parecen afables y son unos tiranos con su familia; una vez hicimos un viaje en furgoneta, se averió y pudo verse de qué estaba hecho cada uno; cuidémonos también de la hipocresía en el ámbito del humanismo o la religión; conviene que miremos lo que se hace de hecho y no lo dicen que debe hacerse; también nos conviene mirar más allá de lo físico o material; y más allá de las modas, incluidas las modas que se visten de espiritualidad; y quizás, alguien puede hacer algo por un motivo muy distinto a lo que parecía, esperemos un poco y miremos después; las fotografías pueden ser muy bonitas, pero miremos lo que hay de verdad o realidad en ellas; y mirad que no tiene un porsche, sino que lo que tiene son deudas; en la construcción europea, ¿no hay mucho de apariencia, si se continúa abordando la migración de la misma manera que hasta ahora? Por último, fijaos que todos los pre-juicios son en sí mismos apariencias.

Seguimos. Conocerán ustedes la cuestión de la banalidad (del mal), propuesto y desarrollado por Hannah Arendt, a raíz de su análisis del caso Eichmann: exterminaba a personas judías pero, desde su propia visión, él sólo cumplía órdenes, cumplía con su trabajo y únicamente quería hacerlo lo mejor posible. Algo muy grave está ocurriendo en una conciencia cuando solamente es capaz de ver esa parte, y no todo el daño que está causando. ¿Pasará lo mismo con la muerte? De tan habitual y frecuente, ¿no nos estaremos volviendo insensibles? Son tantas las muertes que presenciamos en los noticiarios, tantas las guerras, tan implacable la lógica de la guerra, las escenas cinematográficas tan explícitas de violencia, y tantas veces justificada en los filmes, en los videojuegos... que lo acabamos desvinculado de los valores, se devalúa y decae su gravedad. O, al menos, esa sensación tenemos muchas veces. ¿A qué puede deberse? Nuestros participantes despliegan algunas hipótesis. En realidad, es la vida la que ha perdido valor, y por eso se produce la devaluación de la muerte. Aunque, se suscitan algunas dudas al respecto: quizás valoremos más la vida en estos tiempos; quizás siempre se ha banalizado la muerte, sólo que ahora tenemos más información de lo que sucede, simultáneamente, en todo el planeta. Y desde estas dudas se deslizó la segunda hipótesis: la sensación percibida de que la muerte se ha desvalorizado se debe a que disponemos de más información y tantos casos de muertes llegan a saturarnos. Finalmente, una tercera hipótesis implicaba el interés de ciertos poderes establecidos para que la gente se mate entre sí; es duro y es triste decirlo, pero la muerte es rentable; pero antes hay que volverla banal; y por eso hay tanto negocio en torno a la muerte.

En este momento, el moderador del encuentro quiso darle un giro al diálogo, quizás por ver el asunto desde otro ángulo: estamos hablando de la muerte de otros... pero, ¿qué hay de mi propia muerte? ¿Banalizamos nuestra propia muerte? De algún modo, ¿huyo de la muerte, hecho al que me veo abocado? Si olvido o quiero olvidar, u otros están interesados en que olvide mi propia muerte, ¿extrañaría la tendencia a banalizar la muerte? Hoy en día abundan las maneras de procurar evadirse del hecho de que voy a morirme, aunque, en verdad, yo sea básicamente un ser consciente de su propia muerte (Heidegger). No pienses, no la sientas, disfruta, diviértete, vive el momento... ¡y cuánto hay montado sobre esto! Cuando, precisamente, es la muerte lo que da un sentido humano a la vida. No le dio tiempo al grupo a desarrollar más esta línea de investigación, pero tú puedes pensarlo: ¿cuántas son las variadas maneras en que hoy tratamos de quitar el foco de nuestra propia muerte? A pesar de que podría decirse: dime cómo vives tu muerte y te diré cómo vives tu vida.

Será cierto, es posible, que la muerte en estos tiempos sea banalizada para convertirla en un negocio y poder hacer negocio con ella. Las guerras, las armas, la violencia, conseguir el poder a cualquier precio... A todo esto añadamos el negocio alrededor de la evasión o sustitución o inconsciencia de la muerte, convertida en una transacción comercial de este mundo. Una forma de infierno. Será cierto, es posible, tan cierto como que la muerte y la vida se devalúan juntas. Vale.

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