Marc Sautet au Café des Phares (Paris 1994) Photo: Wolfgang Wackernagel

martes, 12 de diciembre de 2023

¿Qué es respetar?


Sobre el respeto

Café Filosófico en Torre del Mar 3.2

23 de noviembre de 2023, Taberna El Oasis, 18:00 horas

No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo.

Evelyn Beatrice Hall (inspirada en la actitud de Voltaire)

¿Qué es respetable?

Decimos que vivimos en sociedades democráticas. Y no hablamos de las que quieren sus tiranos que parezcan democracias. Hablamos de las democracias formales y consolidadas. Y el problema sería que se quedaran solamente en eso. Porque es muy posible que echemos en falta, más que una democracia exterior, una democracia interior. Hundiría sus raíces en cada uno de los ciudadanos, si en cada uno de ellos y de ellas acaece el respeto a la diferencia del otro. En el respeto a las diferencias se juega la calidad de las relaciones sociales y políticas. Pero, de nuevo, no se trata de respetar las diferencias en el otro, sino de respetar al otro con sus diferencias. Esto quiere decir que, primero, he de contemplar al otro como un ser valioso en sí mismo, tanto como yo, un igual a mí. Si esto se olvida se desmorona el edificio democrático. Los griegos lo sabían muy bien: la demokratia supone que todos los ciudadanos poseen suficientes capacidades para hablar y decidir en la ekklesía o asamblea. La desconfianza en las capacidades del otro (una falta de respeto fundamental) arruina cualquier democracia. Quien no piensa como yo también puede tener razón, así como mis adversarios políticos. Entre todos hemos de buscar lo mejor; desde nuestros puntos de partida diferentes, perseguir el bien común. De manera que, si nuestros asistentes al café filosófico de noviembre, en Torre del Mar, indagaron acerca del respeto, ya podéis calibrar mejor la importancia de este tema para todos nosotros.

Antes, dialogaron sobre los valores, no solamente el respeto. ¿Cuál sería el valor central en torno al que gira mi vida en este momento? Así, desfilaron: la coherencia, el respeto a mí mismo y a los demás, la serenidad, la naturalidad, la lealtad, el tiempo propio, la autenticidad, el autocuidado, la autosatisfacción, la justicia, la integridad, la profundidad de las vivencias, la consciencia, la memoria, el amor, la tolerancia... pero lo más buscado, el respeto. No extraña, pues, que fuera propuesto como tema para el diálogo filosófico que, propiamente, comenzaba a continuación. Durante las aclaraciones, que fueron necesarias en la exposición de los anteriores valores, se evidenciaron dos aspectos a tener en cuenta, cuando hablamos de valores: que han de ser aplicados en cada caso y situación , y esto supone evitar que se vuelvan rígidos y, además, no olvidar la aparición de posibles dilemas, situaciones en las que hay que decidirse y hay que aprender a decidirse.

¿En qué consiste respetar? ¿Todo es respetable? Los asistentes fueron por partes... Comenzaron las aportaciones personales sobre lo esencial del respeto, aquello que lo convierte en verdadero respeto, así como la necesidad de ir dejando de lado algunas confusiones habituales, que nos conducen a quedarnos en la mera superficie del respeto, algo que solamente se le parece. Respetar es aceptar aunque no se esté de acuerdo. Respetar es entender, porque si algo no se concibe desde dentro de sí mismo, no se respeta de veras. Respetar es apreciar, antes que nada, la dignidad del sujeto, su valor en sí mismo. Respetar es posible, si quien respeta se respeta a sí mismo. Miradlo, porque la RAE no recoge ni por asomo todos estos matices. Es una de las ventajas de poder dialogar juntos, filosóficamente. Y luego siguieron. Respetar es comprender, pero comprender no es justificar los actos llevados a cabo. Y aquí hubo que detenerse: era necesario distinguir entre la persona y sus actos. Lo que una persona hace o piensa o dice ha de ser respetado, pero no tiene por qué ser justificado o permitido, si es dañino o va contra la posibilidad de expresarse u obrar los demás. Recordad la cita que antecede a este relato, de inspiración volteriana: defenderé hasta el final la posibilidad de que podamos discrepar. La persona siempre puede ser comprendida, y debe ser respetada. Incluso sus ideas, pero no por ello las acciones a que den lugar. Esto es decisivo.

La anterior distinción entre la persona y sus actos ya enfilaba al grupo hacia una respuesta a la segunda pregunta que se habían planteado: ¿todo es respetable? Fue muy iluminador constatar cómo esta diferenciación es crucial para llevar a cabo satisfactoriamente algunas profesiones, que tienen por objeto alguna relación de ayuda a otras personas. ¿Cuál sería el sentido de la docencia o del trabajo social, si se olvidan de mirar a la persona que siempre está detrás de sus acciones, aunque sean reprobables? Mejor sería que abandonasen sus respectivas profesiones, ¿no es verdad? Y continuaron los participantes analizando situaciones que, de todo punto, no deberían ser respetadas: como se ha dicho, si una actitud implica no respetar la diferencia de los demás, por ejemplo, si directamente se rechaza lo diferente por ser diferente, o bien, no se le permite expresarse; no debería respetarse tampoco la manipulación consciente de la verdad, y de ese modo, manipular a los demás, o bien, satisfacer intereses de carácter interesado (puede que de esto haya mucho en la actualidad); tampoco, la manipulación del bien o lo mejor en un caso dado, por ejemplo, querer hacer pasar un bien individual por un bien general (lo que tampoco es raro en los usos actuales de la “mala política”).

En este punto, el diálogo dio un giro muy interesante, por lo fructífero de su resultado. Recordemos una idea que había quedado anteriormente expuesta, pero no desplegada: el respeto a los demás ha de comenzar por el respeto a uno mismo. Y, además, aplicando lo hallado sobre la esencia del respeto, decíamos que de poco vale un respeto que no se pone a prueba a sí mismo, con aquello que se está en desacuerdo. Pero claro, plantea en voz alta uno de los participantes: “Yo no voy a tener nunca un desacuerdo conmigo mismo; ¡soy yo mismo!”. Y esto suscitó una de las discusiones más bonitas del encuentro. ¿Estaba el grupo de acuerdo con tal afirmación? Pues no, casi todos dijeron que no. ¿A qué se referían? Lo puedes suponer: en nosotros también hay divisiones internas, provocadas por nuestras dudas, nuestros conflictos, nuestros miedos... En mi interior tengo diferencias, con las que me he de reconciliar, reconociéndolas primero. ¿Cómo? Aprendiendo a ser consciente de mí mismo, conociéndome a mí mismo. Para vivir en armonía fuera, necesitamos cultivarla dentro, poder ser un espejo limpio para poder mirar a los demás con auténtico respeto. Mirarnos y reconciliarnos, mínimamente, con nuestras sombras interiores. De lo contrario, todo respeto a los demás podría encubrir algo mío que me impide verlos, entenderlos, desde sí mismos. Me sería fácil respetar (y valorar y apreciar) a quien se parezca a mi imagen de mí, o bien, a la imagen de quien quiero ser o lo que quiero alcanzar, pero sería más complicado respetar a quienes son verdaderamente diferentes; posiblemente, los percibiría como obstáculos para mi propio desarrollo, en función de mis propios deseos y temores.

Una de las participantes propuso, casi al principio del diálogo, tener en cuenta la etimología de la palabra “respeto” o “respetar”. Y ahora podíamos todos comprender la importancia de acudir al origen de nuestro lenguaje, pues es muy posible que, históricamente, hayamos perdido el contacto y nos hayamos desviado, dando lugar a confusiones que luego nos impiden conocer y conocernos adecuadamente. Respetar, en latín, se dice respectare, que podemos traducir como “volver a mirar”. Y esto es maravilloso. Porque respetar implica volverse a mirar aquello que puede ser digno de respeto. Cuando lo hago, cuando vuelvo a mirar con más atención (o miramiento, diríamos) puedo ver a lo otro más fácilmente como es. Y cuando así lo veo, en sí mismo, por sí mismo, no es nada difícil llegar a respetarlo. No lo es. Esta segunda mirada o reflexión es lo que necesita el respeto para existir. Pero también puedo volver a mirarme a mí, lo que podemos llamar, entonces, autorreflexión, comprenderme, respetarme y quererme. Y ya no será difícil que también pueda amarte a ti, pues, lo valioso en mí, está también presente en ti. Vale.







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